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Jueves, 28 de noviembre de 2024

Frailes Mendicantes

De Enciclopedia Católica

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Los frailes mendicantes son miembros de esas órdenes religiosas que, en un principio, por voto de pobreza renunciaban a toda propiedad no sólo individualmente sino también (y en esto diferente a los monjes) en común, apoyándose en su propio trabajo y en la caridad de los fieles para su sustento. De ahí su nombre de frailes mendicantes. De la Edad Media quedan cuatro grandes órdenes mendicantes, reconocidas como tales por el Segundo Concilio de Lyon (1274), Ses. 23 (Mansi, XXIV, 96); la Orden de Predicadores, la Orden de Frailes Menores, la Orden Carmelita y los Ermitaños de San Agustín. Sucesivamente otras congregaciones obtuvieron el privilegio de los mendicantes. El Concilio de Trento (Ses. XXV, cap. III) concedió a todas los órdenes mendicantes, excepto a los Frailes Menores y a los capuchinos, la libertad de posesión conjunta (Vea FRAILE). El objeto del presente artículo es describir el origen y características de los mendicantes y la oposición que encontraron.

Origen

Las razones históricas para el origen de los mendicantes son obvias. Desde la lucha de las investiduras había quedado cierta animosidad contra la propiedad de la Iglesia. Arnoldo de Brescia había predicado que los monjes y clérigos que tenían propiedades no podrían ser salvados. Un poco más tarde, Juan Valdés [N.T.: El artículo valdenses y el Diccionario de la Real Academia Española dicen que se llamaba Pedro de Valdo] fundó los "Hombres Pobres de Lyon", seguidos pronto por sectas similares. El movimiento así iniciado en Francia e Italia se había extendido entre las clases más pobres a comienzos del siglo XIII y amenazaba con llegar a ser peligroso para la Iglesia. Al unir la pobreza absoluta a toda la sujeción hacia la Iglesia, San Francisco se convirtió con Santo Domingo en el baluarte de la ortodoxia contra los nuevos herejes, y las dos órdenes de los Frailes Menores y Predicadores demostraron ser una gran ayuda tanto para la vida interior como exterior de la Iglesia.

La pobreza absoluta tampoco era la única característica de las nuevas órdenes. No se limitaron a la santificación de sus propios miembros; su máxima era non sibi soli vivere sed et aliis proficere (no vivir sólo para sí mismos, sino para servir a los demás). A la vez contemplativa y activa, a la total renuncia de todas las cosas unieron al ejercicio del ministerio apostólico, dedicándose a la evangelización de las masas, e introduciendo así otro elemento en la vida monástica. Una consecuencia necesaria de su estrecho contacto con el pueblo, los conventos de los mendicantes, a diferencia de los de los benedictinos, cistercienses y de los monjes en general, se situaron en las ciudades, en las que, a principios del siglo XIII, la vida comunitaria fue desarrollándose rápidamente. Ahora bien, como observa Brewer (Monumenta Franciscana I, p. XVII), y sus palabras pueden aplicarse a todos los mendicantes, "fue a esta clase de la población, en primera instancia, que se dirigió la atención del franciscano; en estas miserables localidades (suburbios de los pueblos) se asentaron su convento y su orden. Una ojeada a las más importantes mostrará la corrección general de esta afirmación. En Londres, York, en Warwick, en Oxford, en Bristol, en Lynn y en otros lugares, sus conventos se situaron en los suburbios y se apoyaban en los muros de la ciudad.” El trabajo de los mendicantes en el púlpito, en el confesionario, en el servicio a los enfermos y a los socialmente débiles, en las misiones extranjeras, no tuvieron paralelo en la Edad Media.

Esta misma actividad apostólica tuvo dos consecuencias, que constituyen características adicionales de los frailes mendicantes, una nueva organización de la vida claustral y la adopción de un medio especial de subsistencia. Los mendicantes, a diferencia de los monjes, no estaban obligados por un votum stabilitatis (voto de permanencia) a un convento, sino que disfrutaban de una libertad considerable. No sólo podían ser llamados a ejercer su ministerio dentro de los límites de una provincia, sino que, con el permiso del general, podían ser enviados por todo el mundo. La forma del gobierno misma era bastante democrática, ya que la mayoría de los superiores no eran electos de por vida y estaban sujetos al Capítulo General. De su ministerio apostólico los mendicantes derivaron el derecho de sustento de todo el pueblo cristiano: dignus est operarius mercede sua (El obrero merece su salario). Es sólo que habiendo dejado todo en el mundo en obediencia al consejo de Cristo (Mt. 19,21; 16,24; Lc. 9,1-6) para dedicarse al bienestar de la gente, debían mirar a la gente para su sostenimiento. Y, de hecho, esas limosnas eran consideradas como lo debido a su trabajo apostólico.

Cuando más tarde los apostolici trataron de vivir en la misma forma que los mendicantes sin hacer su trabajo, Salimbene los reprendió, indignado: "Ellos quieren vivir", escribe, "de la caridad de los cristianos, aunque no hacen nada por ello, no oyen confesiones, no predican, ni dan edificación, como lo hacen los frailes menores y los predicadores" (Mon. Ger. Hist. Script. XXXII, 255-57, 259, 264). Pero la provisión para las necesidades de la vida no se dejaba al azar. Cada convento tenía su límite o distrito (limes, terminus), en el que los hermanos, generalmente de dos en dos, hacían visitas regulares para solicitar limosna. Esta institución todavía existe en países católicos, como en Italia, España y algunas partes de Alemania y en el Tirol, mientras que en otros, incluso países católicos, está prohibido por ley, como en algunas partes de Austria-Hungría.

Oposición

Esta nueva forma de vida conventual no se introdujo sin una fuerte oposición. Por las palabras amargas de Mateo París ("Chronica majora, ad 1243", ed. Luard, IV, Londres, 1877, 279, 80; "Ad., 1246", ibid., 511 – 17) se puede deducir con cuáles sentimientos las órdenes más antiguas consideraban ocasionalmente la rápida propagación de los mendicantes. Todavía es bien sabido que San Francisco estaba en deuda con los benedictinos por la "Porciúncula", la primera iglesia de su orden. La oposición principal vino de otra parte; de las universidades y de los obispos y clero secular. Los mendicantes no se limitaban al ministerio sagrado, sino que casi desde el principio tuvieron miembros eruditos que reclamaban igualdad con otros doctores de las universidades. Los dominicos fueron la primera orden religiosa en introducir los estudios superiores como un punto especial en sus estatutos y si probablemente deben su mendicidad a la influencia de San Francisco sobre Santo Domingo, los frailes menores probablemente están endeudados por sus estudios superiores a la influencia o por lo menos al ejemplo de los predicadores. Por otro lado, la Iglesia apreciaba la obra de las nuevas órdenes y las eximía de la jurisdicción de los obispos, otorgándoles amplias facultades para predicar y oír confesiones, junto con el derecho de sepultar en sus propias iglesias, derechos reservados hasta ahora al clero secular.

Debe decirse aquí que esta oposición no se inspiró simplemente en la envidia u otros motivos mezquinos, sino más bien por razones económicas; pues gran parte de los ingresos de los párrocos dependían de las ofrendas de los fieles, que amenazaban con disminuir con la gran popularidad de que gozaban los mendicantes. En general se puede decir que la Iglesia protegió a los regulares contra los ataques injustos. Mientras por otro lado encontró los medios para reparar abusos, que tenían a poner en peligro los intereses legítimos del clero secular. La oposición a los mendicantes fue particularmente fuerte en la Universidad de París, y en Francia en general, menos violenta en la Universidad de Oxford y en Inglaterra. En otros países también se encuentran casos aislados. Ya en 1231-32, Gregorio IX tuvo que proteger a los mendicantes contra las pretensiones de algunos prelados, que querían que los frailes estuviesen sujetos a su jurisdicción como los fieles ordinarios. Vea diferentes formas de la Bula “Nimis iniqua” (Bull. Franc. I, 74-77) repetida por Inocencio IV, 1245 (op. cit. 368). Aunque esta Bula habla de modo general y está dirigida a diferentes países, los abusos enumerados en ella eran probablemente de carácter local.

La primera gran tormenta estalló en París, donde los dominicos habían abierto sus escuelas (1229-30) y erigido dos cátedras de teología; los frailes menores los siguieron (1231). Al principio (1252) la oposición fue dirigida contra los dominicos, pues la universidad deseaba concederles solamente una cátedra (Denifle, "Cartulario" (ver abajo) I, 226]. La universidad buscó aliados y así atrajo a los obispos y al clero secular a la lucha (Cartulario I, 252), con el resultado de que Inocencio IV, al principio favorable a los mendicantes (Cartulario I, 247), les quitó sus privilegios respecto a la predicación, confesión y derechos de sepultura en la Bula "Etsi animorum", de 21 de noviembre de 1254 (Cartulario I, 1267). Este cambio súbito de actitud de Inocencio IV hacia los mendicantes no se ha explicado lo suficiente todavía. El primer paso de Alejandro IV fue suspender las disposiciones de su predecesor, Bula “Nee insolitium”, 22 de diciembre de 1254 (Cartulario I, 1276), en la cual prometió nuevas disposiciones y prohibió mientras tanto actuar contra los mendicantes. En estas circunstancias críticas fue doblemente desafortunado que Gerard di Borgo S. Donnino publicara su libro "Introductorius in Evangelium Aeternum" (1254), que, además de muchos otros errores joaquinitas, atribuía a los mendicantes una vocación especial para tomar el lugar del clero secular en un futuro cercano (1260).

La respuesta no tardó mucho. Guillermo de Saint-Amour, el líder de la oposición contra los mendicantes, públicamente atacó el tratado en su sermón "Qui amat (ed. Brown, "Fasciculus rerum expetendarum", Londres, 1690, II, 51; Guil. a S. Amore, "Opera omnia," Constance 1632, 491). Se ha hecho evidente últimamente que los profesores extrajeron del tratado de Gerard y de la “Concordia” de Joaquín las treinta y una proposiciones, falsificándolas en parte (Matt. Parisiensis, 1ra. ed., Londres, 1882, 335-39; "Cartulario 1; 1, 272), y denunciándolas con el libro a Inocencio IV. Guillermo fue más lejos y escribió su famoso tratado contra los mendicantes, “De periculis novissimorum temporum" ("Opera om.", op. cit., 17-72; Brown, op cit 11, 18-41, aquí bajo un título falso). El autor comienza a partir de 2 Tim. 3 ss., y ve el cumplimiento de esas palabras en el surgimiento de los frailes mendicantes, que aunque no se especificó, todos conocían el significado. Se aplica a los mendicantes la lista completa de los vicios enumerados por el apóstol, a quienes Guillermo culpa de todos los puntos que formaban su nota característica. El peligro, prosigue, está a nuestras puertas, y el deber de los obispos es evitarlo. Para que esos impostores y pseudo-predicadores sean más fácilmente detectados, Guillermo redacta cuarenta y un signos por los cuales deben ser reconocidos. Este tratado causó una enorme impresión.

Sin embargo, Alejandro IV en la Bula "Quasi lignum vitae", 14 de abril de 1255 ("'Bull. Franc." II; "Bull. Traed." I, 276; "Cartulario" I, 279), resolvió la cuestión en disputa entre la universidad y los mendicantes, independientemente del caso de Gerard di Borgo S. Donnino. El Papa anuló los estatutos de la Universidad contra los mendicantes, quienes quedaron autorizados a continuar sus escuelas públicas, incluso con las dos cátedras de los dominicos, como parte de la universidad. Por otra parte, el Maestro General de los dominicos escribió desde Milán (mayo de 1255) a sus hermanos que fueran cuidadosos y no provocaran al clero secular contra la orden ("Cartulario" I, 289; Reichert, "Monumenta Ord. Frat. Praedicatorum", V, Roma, 1900, 21). Al mismo tiempo los intereses comunes de los Predicadores y los Frailes Menores inspiraron la hermosa carta de Juan de Parma y Humberto de Romanos, Milán, mayo de 1255, (Reichert, op. cit., V, 25; Wadding, "Annals Ord. Min.", III, 380).

Sin embargo, los profesores y estudiantes de París no aceptaron la Bula "Quasi lignum vitae"; el 2 de octubre de 1255 escribieron una aguda protesta contra ella (Cartulario I, 292). Alejandro IV (23 oct. 1255) condenó la "Introductorius in Evangelium aeternum" (Denifle, "Archiv. f. Litt. u Knichengesch.", I, 87 ss.). Además el 5 de octubre de 1256 condenó el tratado "De Periculis novissimorum temporum" en la Bula "Romanus Pontifex" (Cartulario I, 1531). La universidad se sometió de mala gana a las órdenes del Papa. Sólo Guillermo se resistió y después de haber sido desterrado de París y Francia, escribió otro ataque contra los mendicantes, "Liber de antichristo et eiusdem miristris" (ed. bajo un nombre falso por Martene-Durand, "Vet. Scriptor. amplissima collectio", IX, Paris, 1733, 1271). Este temible ataque contra los mendicantes, conducido por la universidad más famosa, fue recibido por los mejores escritores de entre los frailes. Santo Tomás de Aquino escribió "Contra impugnantes Dei cultum"; San Buenaventura, "Quiestio disputata de paupertate" (Opera omnia, ed. Quaraccehi, V, 125), "Apologia paupernum" a (VII, 233), "De tribus quaestionibus" (VIII, 331). Directamente contra el "De periculis" de Guillermo, otro franciscano, Bertrand de Bayonne, o quizás Thomas de York, escribió el tratado "Manus contra omnipotentem" (Cartulario I, 415). John Pecham, luego arzobispo de Canterbury, tomó parte en la controversia con su "De perfectione evangelica", editada parcialmente por Little en “Fratris Johannis Pecham. . . . tractatus tres do paupertate" (Sociedad Británica de Estudios Franciscanos, II, Aberl 1910). Los seculares continuaron la lucha, incluso con composiciones populares, de las cuales la más conocida es la "Roman de la Rose".

En el Segundo Concilio de Lyon se hicieron nuevos intentos contra los mendicantes, en parte debido al surgimiento de otros cuerpos mendicantes, algunos de los cuales eran de forma objetable, como los "apostolici" y los "Frailes del Saco" (Saccati) (Vea Salimbene, "Mon. Germ. Hist. Script.", XXXII, 245 ss). Todos los mendicantes fueron abolidos, pero las cuatro grandes órdenes fueron exceptuadas a causa del bien manifiesto que hacían. Martín IV, "Ad fructus uberes", 13 dic. 1281 y 10 enero 1282 (Bula. Franc., 111, 480) extendió el privilegio de los mendicantes respecto a la predicación y a oír confesiones, una medida que causó mucha oposición entre los obispos y el clero, especialmente en Francia. Sólo en los últimos años hemos llegado a conocer la existencia de una gran obra sobre este tema, en París, 1290, donde el cardenal Gaetano, más tarde Bonifacio VIII, defendió hábilmente a los regulares (ver bibliografía). Bonifacio VIII revisó la legislación sobre los privilegios de los mendicantes a favor del clero. Su Bula "Super Cathedram", 18 Feb. 1300 (c. 2 en "Clem." III, 7; "Extravag. Com." cap. 2, III, 6; "Bull Franc.", IV, 498) en substancia, está todavía en vigor.

Las controversias entre los mendicantes y los sacerdotes seculares en Inglaterra e Irlanda tomaron una forma acre en el siglo XIV. Tenemos un ejemplo peculiarmente interesante en el caso de Richard Fitzralph, arzobispo de Armagh, que predicó siete u ocho veces en Londres contra los mendicantes y en nueve proposiciones atacó su pobreza y sus privilegios que interferían con los derechos parroquiales. Fue denunciado a la corte papal en Aviñón, e Inocencio VI lo citó y él se defendió a sí mismo en un tratado, que leyó en un consistorio público el 8 de noviembre de 1357, impreso bajo el título "Defensorium Curatorum" en Goldast, "Monarchia S. Romani Imperii. . .", II, Frankfort, 1614, 1391-1410 y en Brown, "Fasciculus rerum", II, 466-487. Hay un compendio de las nueve proposiciones en inglés antiguo en Howlett, "Monumenta Franciscana" II, 276-77. Este curioso documento puede ser llamado una exposición negativa de la regla de los Frailes Menores. Un franciscano inglés, Richard Conway, defendió a los frailes contra Fitzralph; su tratado fue editado por Goldast, op. cit., 11, 1410-44. Inocencio VI dio una Bula, 1 oct. 1358, en la que estableció que se había nombrado una comisión para examinar las diferencias entre el arzobispo de Armagh y los mendicantes, y prohibió mientras tanto que los prelados de Inglaterra obstaculizaran el que las cuatro órdenes mendicantes ejercieran sus derechos (Bula Franc., VI, 316). Al siguiente año una bula que prescribía la observancia de la Decretal “Super Cathedram” de Bonifacio VIII fue dirigida a diferentes obispos del continente y al arzobispo de York, 26 de noviembre de 1359 (Bula Franc. VI, 322).

Hacia finales del siglo XIV, los mendicantes en Inglaterra fueron atacados con más ferocidad y en una escala más amplia por los seguidores de John Wyclif. El mismo Wyclif, al principio, no estaba en malos términos con los frailes; su enemistad se limitó a los últimos años de su vida. Mientras Wyclif sólo había repetido los desgastados argumentos contra los mendicantes, sus discípulos fueron mucho más lejos y los acusaron de los vicios más bajos. Tampoco confinaron sus calumnias a tratados aprendidos, sino que las encarnaron en poemas y canciones populares, en su mayoría inglesas, de las cuales tenemos muchos ejemplos en los dos volúmenes publicados por Wright (ver bibliografía). El principal lugar de controversia fue Oxford, donde los frailes fueron acusados incluso de sedición. El 18 de febrero de 1382, los jefes de las cuatro órdenes mendicantes escribieron una carta conjunta a John de Gaunt, duque de Lancaster, protestando contra las calumnias de los wiclifitas y declarando que su principal enemigo era Nicholas Hereford, profesor de Sagrada Escritura, quien en un sermón anunció que ningún religioso debería ser admitido a ningún grado en Oxford. Esta carta aparece insertada en el "Fasciduli Zizaniorum, magistri Job. Wyclif" de Thomas Netter (ed. Waddington, Rer. Brit. Script., Londres, 1858, 292-95).

En los siglos XIV y XV hay otros casos de hostilidad con los que los frailes, especialmente los minoritas, fueron considerados por la Universidad de Oxford. Aunque la Muerte Negra y el Gran Cisma tuvieron efectos negativos en su disciplina general, los mendicantes, gracias al surgimiento de numerosas ramas de observancia más estricta, florecieron en general hasta la Reforma. A pesar de las grandes pérdidas sufridas durante ese período, los mendicantes han continuado, sin embargo, desempeñando su rol, y uno muy considerable, en la vida de la Iglesia hasta nuestros días.


Bibliografía: Para una bibliografía completa vea los varios artículos sobre las diversas órdenes mendicantes. Ripoll, Bullarium Ordinis FF. Praedicatorum (8 vols., Roma, 1720 sqq); Sbaralea-Eubel, Bullarium Franciscanum (7 vols., Roma, 1759 sqq.); Denifle-Chatelain Chartularium Univeristatis Parisiensis (París, 1889 sqq.); WRIGHT, Political Poems and Songs relating to English History in Rer. Brit. Scrtpt., 2 vols. (Londres. 1859-61); Brewer, Monumenta Franciscana, I (Londres 1858), II (ed. Howlett, Londres, 1882); Little, The Grey Friars in Oxford (Londres. 1892); Bryce, The Scottish Grey Friars, 2 vols. (Edimburgo, 1909); Denifle, Die Constitutionen des Prediger-Ordens vom, Jahre 1228 en Archiv fur Litteratur und Kirthengemkinkto, I (Berlín 1885) 165-227, cf. V (Friburgo 1989), 530-64; Mortier, Histoire des Maitres Generaux de l'ordre des Friars Pricheurs, 4 vols. (París, 1903-W); Holzapfel, Manuals Hiatoriae Ordinis Fratrum Minorum (Friburgo, .1909); German ed, ibid; Koch, Die fruhesten Niederlassungen der Minoriten im Rheigebiete und ihre Wirkunqen auf d. kirch. u. polit. Leben (Leipzig, 1881); Paulus, Welt und Ordensklerus beim Ausgang des XIII. Jahrhunderts im Kampfe um die Pfarr Rechte (Essen-Ruhr, 1900); Ott, Thomas von Aquin und das Mendikantentum (Friburgo. 1908); Wiesehoff, Die Stellung der Bettelorden in den deutschen freien Reichsstadten im Mittelalter (Leipzig, 1905); Finke, Das Pariser Nationalkonzil vom Jahre 1290, ein Beitrag zur Geschichte Bonifaz VIII und der Pariser Uinversitat in Romische Quartalschrift, IX (Roms, 1895),171-82; Idem, Aus den Tagen Bonifaz VIII - VII (Munster, 1902), 9-24; Mattioli, Antologia Agostiniana, I, Studio critco sopra Egidio Romano Colonna (Roma, 1896), 52-64; Eubel, Zu den Streitigkeiten bezuglich des jus parachiale im Mittelalter in Romische Quartalschrift, XI (Roma, 1895), 395-405; Idem, Die Stellung des Wuzburger Pfarrklerus zu den mendikantenorden wahrend des Mitelalters in Passauer theologish-praktischen Monatschrift, I, 481-94; Bernouilli, Die Kirchemgemeinden Basels vor der Reformation (Basilea, 1895); RASHDALL, The Universities of Europe in the Middle Ages, I (Oxford, 1898); Seppelt, Der Kamf der Bettelorden an der Universitat Paris seit der Mitte des 13 Jahrhunderts, part I in Kirchengeschichtliche Abhandlungen, ed: Sdralek, III (Breslau, 1905), 197-244; part II, ibid., VI (Breslau, 1908), 73-140.

Fuente: Oliger, Livarius. "Mendicant Friars." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10, pp. 183-185. New York: Robert Appleton Company, 1911. 8 Nov. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/10183c.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina