Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Sábado, 21 de diciembre de 2024

Fortunato

De Enciclopedia Católica

Saltar a: navegación, buscar

(Venancio Honorio Clemenciano Fortunato)

Poeta cristiano del siglo VI, nació entre los años 530 y 540 en la Alta Italia, entre Ceneda y Treviso.

Recibió su educación literaria en Rávena, donde primero manifestó su habilidad poética con un poema que celebraba la dedicación de una iglesia a San Andrés por el obispo Vitalis. Parece haber salido de Rávena en 565, cruzó los Alpes y una parte del sur de Alemania y llegó a las riveras del Moselle en el otoño. En sus poemas se puede rastrear las etapas de su viaje, las cuales son: Maguncia, donde celebró la construcción del baptisterio e la iglesia de San Jorge (II, 11 y 12), y en donde alaba al obispo Sidonio (IX, 9); Colonia, donde aceptó la hospitalidad del obispo Carnetino (III,14); Tréveris, donde alaba al obispo Niceto (III, 11) quien había construido un castillo sobre el Moselle; Metz al que describe (III, 13). Luego hizo un viaje por el Moselle del cual da un cómico relato (IV, 8). Pero el principal evento de su viaje a Metz fue su presentación en la corte del rey Sigeberto, a donde llegó el día del matrimonio del rey con Brunilda (566), para cuya ocasión escribió un epitalamio (VI, 1). Poco después Brunilda renunció al arrianismo por el catolicismo y Fortunato ensalzó esta conversión (VI, 1a). Se ganó el favor de los cortesanos debido a sus panegíricos, sobre todo el de Gogo y el Duque Lupo, este último uno de los hombres más notorios de la época, un vestigio real, en medio de un ambiente bárbaro, de cultura y tradiciones romanas.

Fortunato pronto reanudó su viaje. Nuevos poemas pagaron la hospitalidad de los obispos de Verdún (II, 23) y Reims (III, 15); en Soissons veneró la tumba de San Medardo (II, 16), y finalmente llegó a París, donde alabó al clero por su celo al recitar el Oficio Divino (II, 9). Es un documento curioso su descripción del cántico del Oficio acompañado por una orquesta en vísperas de una fiesta. Se relacionó con el Rey Cariberto, a quien comparó con Salomón, Trajano y Fabio, y cuya elocuencia en latín alaba grandemente (VI, 2). De París se marchó a Tours, el cual probablemente fue su destino original, pues mientras estaba en Rávena fue curado milagrosamente de una enfermedad de los ojos por la intercesión de San Martín de Tours. Veneró la tumba del santo y dio gracias al obispo Eufronio (III, 3), a quien luego trató más íntimamente.

De Tours, Fortunato se fue a Poitiers, atraído, sin duda, por el renombre de Santa Radegunda y su monasterio. Esta circunstancia tuvo una influencia decisiva en el resto de su vida. Radegunda, hija del rey de Turingia, había sido tomada prisionera por el rey Clotaire I, hijo de Clodoveo, luego de la derrota de su tío, Hermanfriedo, y la conquista de su país (531). Hermanfriedo había asesinado a su padre. Se convirtió, contra su voluntad, en la esposa de Clotaire. Su hermano había sido asesinado por los francos, y ella buscó refugio con San Medardo, obispo de Vemandois (San Quintín y Soissons), quien la hizo tomar el velo, y se quedó en Poitiers. El monasterio de Poitiers era muy grande y tenía alrededor de 200 religiosas. Al principio vivieron sin una regla definida, pero cerca del año 567 Radegunda aceptó la de San Cesáreo de Arles. En ese tiempo, que fue previo a la muerte de Cariberto (568), ella mandó a consagrar como abadesa a su amada hermana adoptiva Inés. Fue por esta época que Fortunato se hizo amigo de las dos mujeres y fijó su residencia en Poitiers, donde permaneció hasta la muerte de Radegunda, el 13 de agosto de 587, e Inés, sin duda, murió poco después. La cercana amistad floreció entre ellos, y Fortunato llamaba a Radegunda su madre y a Inés su hermana. Era una de esas tiernas y castas amistades entre eclesiásticos y mujeres piadosas; similar, por ejemplo, a las relaciones entre San Jerónimo y las damas romanas, delicadas amistades reforzadas por una piedad sólida, confirmada en paz por el amor mutuo de Dios, y que no excluyen el encantador juego de niños que a menudo hace la amistad femenina. Esta coyuntura resultó en un constante intercambio de cartas en las cuales el arte y la gracia de Fortunato encontraron su expresión natural.

Era un sibarita, y del convento le enviaban leche, huevos, platillos delicados y carnes sabrosas en el arreglo artístico en que los cocineros de la antigüedad ejercían su ingenuidad. Él no se dejaba eclipsar y a su vez enviaba a sus amigos flores, en otras nueces en una canasta tejida por sus propias manos. Los pequeños poemas que los acompañaban no aparecen en las obras publicadas por Fortunato mismo; es probable que muchos de ellos se perdieran, sin habérsele dado ninguna importancia. Las circunstancias le proveyeron con asuntos más graves que necesitaban la producción de obras serias. Alrededor del año 568 Radegunda recibió del emperador Justino una partícula de la Auténtica Cruz, a la cual el monasterio se había dedicado, y se le encargó a Fortunato dar las gracias al emperador y emperatriz por su regalo. Este evento religioso le llevó a escribir una serie de poemas (II, 1-6); dos, la "Vexilla Regis Prodeunt" y el "Pange Lingua Gloriosi" (II, 6, 2), que han sido adoptados por la Iglesia. El vigoroso movimiento de estos poemas muestra que Fortunato no carecía de fuerza y seriedad. Dos de esta serie son poemas “figurados”, es decir, las letras de cada verso, organizadas con la debida regularidad, forman diseños artísticos. Fue una de las menos felices invenciones de este período de decadencia literaria.

Radegunda se mantenía en constante comunicación con Constantinopla, pues Amalafriedo, un primo que amaba mucho, se había refugiado en Oriente donde se puso al servicio del emperador. A través de Fortunato Radegunda lloró la triste suerte de su país y su familia; esta larga elegía, llena de vida y movimiento, y dirigida a Amalafriedo, es una de las mejores y más famosas obras del poeta (Ap. I). Otra elegía deplora la muerte prematura de Amalafriedo (ap. 3). La muerte de Galeswinta fue también ocasión para una de estas elegías en las que Fortunato se muestra a la vez profundo y natural. Esta princesa, hermana de Brunilda, estaba casada con Chilperico, y recientemente había sido asesinada por orden de su marido (569 ó 570). Poco antes de esto Fortunato la había visto llegar de España y pasado por Poitiers en una carroza plateada, y fue en esta ocasión que ella se ganó el corazón de Radegunda. En el recuerdo de estas cosas y en la descripción de la madre de la infeliz joven y su desgarradora despedida, logró retratar el verdadero dolor, a pesar de muchos artificios retóricos. Otros poemas escritos en Poitiers tratan sobre asuntos religiosos. Fortunato le explicó a su “hermana” Inés que su amor era completamente fraternal (XI, 6), y le dedicó 400 líneas a alabar la virginidad (VIII, 3). Al abundar en los sentimientos cristianos, desarrolló en un estilo singularmente realista los inconvenientes del matrimonio, especialmente el sufrimiento fisiológico que le impone a la mujer. Quizás es un tema académico.

También tomó parte en la vida eclesiástica, asistía a sínodos, era invitado a la consagración de las iglesias, todas cuyas ocasiones eran pretextos para hacer versos. Se relacionó especialmente con San Gregorio de Tours, quien le motivo a hacer y publicar una colección de sus versos, con Leoncio de Bordeaux, quien le envió muchas invitaciones, y con Félix de Nantes, a quien él alabó, especialmente por rectificar una corriente de agua (III, 10). Fortunato era ahora un hombre famoso y muy solicitado como invitado. Al sentirse más libre por la muerte de sus amigas, visitó la corte de Austrasia, donde fue recibido con la más alta consideración que en una ocasión anterior que había llegado de Italia pobre y desconocido. A este período corresponde su relato sobre un viaje por el Moselle, el cual está lleno de graciosos detalles (X, 10). Celebra la terminación de la basílica de Tours en 590 (X, 6), y en 591 la consagración de Platón, el nuevo obispo de Poitiers, un archidiácono de Gregorio (X, 14). Su predecesor, Maroveo, cuyo nombre bárbaro indica que era una persona inculta, había sido completamente ignorado por el romano Fortunato y sus refinados amigos. Esta fecha es la última conocida, pero poco tiempo antes de fines del siglo VI, él sucedió a Platón en la sede de Poitiers. En la lista episcopal de esa ciudad, sigue a Platón y puede haberse consagrado obispo alrededor del año 600. Ya él había muerto cuando, poco después de este tiempo, Baudonivia, una monja del monasterio de la Santa Cruz añadió un segundo libro a la Vida de Venancio escrita por Radegunda.

Los poemas de Fortunato constan de once libros. Las investigaciones de Wilhelm Meyer han establecido el hecho de que Fortunato mismo publicó sucesivamente los Libros I - VIII, alrededor de 576; el Libro IX en 584 ó 585; el Libro X después de 591. El Libro XI parece ser una colección póstuma. Afortunadamente, un manuscrito en París ha conservado algunos poemas no incluidos en los manuscritos del Libro XI. Estos poemas forman un apéndice en la edición de Leo. Aparte de estos poemas ocasionales, Fortunato escribió entre 573 y 577 un poema en cuatro libros sobre San Martín. Siguió exactamente el relato de Sulpicio Severo, pero lo abrevió a tal extremo hasta hacer su obra obscura a no ser por la ayuda de Sulpicio Severo. Escribió en prosa rítmica las vidas de muchos santos, San Albin, obispo de Angers, San Hilario y Pascencio, obispos de Poitiers, San Marcelo de París, San Germán de París (m. 576), su amiga Radegunda, San Paterno, obispo de Avranches, y San Medardo.

El mérito poético de Fortunato no debe ser sobreestimado. Como muchos poetas de este período de extrema decadencia, él se deleita en la descripción, pero es incapaz de sostenerla; si la pieza es demasiado extensa su estilo decae en manierismos. Su vocabulario es variado pero afectado, y mientras que su lenguaje es lo suficientemente exacto, está desfigurado con una obscuridad deliberada. Estos defectos lo harían intolerable si no hubiese escrito en verso; la tradición poética, como bien dice Boissier, le impuso cierta sobriedad. Los prefacios en prosa que añadió a sus obras exhiben un dominio bombástico del latín apenas inferior al “Hisperica famina”. Su versificación es monótona, y son frecuentes las faltas en prosodia. Con su predilección por el dístico proveyó el modelo para la mayoría de la poesía carlovingia. Fortunato, como un verdadero romano, expresa con delicada sinceridad los sentimientos de intimidad y ternura, especialmente de duelo y ansiedad. Interpreta exitosamente las emociones despertadas por los sucesos trágicos de la vida bárbara circundante, particularmente en los corazones de las mujeres, muy a menudo en esos tiempos víctimas de pasiones brutales. De este modo, y por sus alusiones a eventos y personas contemporáneos, y sus descripciones de iglesias y obras de arte, él es el pintor de la sociedad merovingia. Toda su obra es un documento histórico.

Se ha elogiado a Fortunato por abstenerse del uso de la alegoría mitológica, a pesar del hecho de que su epitalamio por Sigeberto es un diálogo entre Venus y Amor. Ocasionalmente uno se halla en sus obras los temas académicos tradicionales, pero en general se abstiene de estos ornamentos literarios menos por desdén que por necesidad. Todo escritor de verso ocasional es forzosamente un realista, por ejemplo, Stacio en el “Silvæ”, Marcial en sus epigramas. En su descripción de la sociedad bárbara de Galia, Fortunato exhibe el modo en que el pensamiento y vida cristianos contemporáneos permearon en su rudo e inculto ambiente. Dejando a un lado a los obispos, todos ellos galo-romanos, son las mujeres de la época, debido a su intuición natural y refinamiento mental, quienes son más sensibles a esta cultura cristiana. Son las primeras en apreciar la delicadeza de sentimiento y el encanto del lenguaje, incluso novedades refinadas de cocina, aquel arte de civilizaciones avanzadas y gentes en cuyas manos el tiempo cuelga pesadamente. Desde este punto de vista se puede decir que la amistad de Fortunato con Radegunda e Inés refleja con gran exactitud la vida de la Galia del siglo VI.

La mejor edición de Fortunato es la de F. Leo y B. Krusch; el primero editó los poemas y el segundo, los escritos en prosa en "Mon. Germ. Hist.: Acut." (Berlín, 1881-85), IV.


Bibliografía: Hamelin, De vitâ et operibus V. Fortunati (Rennes, 1873); Meyer, Der Gelegenheitdichter V. Fortunatus (Berlín, 1901); Leo, Venantius Fortunatus in Deutsche Rundschau (1882);, XXXII, 414-26; Bardenhewer, Patrología, tr. Shahan (Friburgo im B., San Luis, 1908), 647-50.

Fuente: Lejay, Paul. "Fortunatus." The Catholic Encyclopedia. Vol. 6. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/06149a.htm>.

Traducido por L H M.