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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Oración Universal para todo lo concerniente a la salvación

De Enciclopedia Católica

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Creo, Señor: fortalece mi fe, espero, Señor : inflama mi amor ; pésame, Señor : aumenta mi arrepentimiento.

Te adoro como a primer principio, te deseo como a último fin, te alabo como a bienhechor perpetuo, te invoco como a defensor propicio.

Dirígeme con tu sabiduría, contenme con tu justicia, consuélame con tu clemencia, corrígeme con tu poder. Te ofrezco, Dios mío, mis pensamientos para pensar en Ti, mis obras para obrar según Tú, mis trabajos para padecerlos por Ti.

Quiero lo que Tú quieres, lo quiero porque lo que quieres, lo quiero como lo quieres, lo quiero en cuanto lo quieres.

Te ruego, Señor, que alumbres mi entendimiento, abrases mi voluntad, purifiques mi cuerpo y santifiques mi alma.

No me inficione la soberbia, no me altere la adulación, no me engañe el mundo, no me prenda en sus redes el demonio.

Concédeme la gracia de depurar la memoria, de refrenar la lengua, de recoger la vista, y mortificar los sentidos.

Llore las iniquidades pasadas, rechace las tentaciones futuras, corrija las inclinaciones viciosas, cultive las virtudes que me son necesarias.

Concédeme, Dios mío amor a Ti, odio a mí, celo del prójimo, desprecio del mundo.

Haz que procure obedecer a los superiores, atender a los inferiores, favorecer a los amigos, perdonar a los enemigos.

Venza el deleite con la mortificación, la avaricia con la largueza, la ira con la mansedumbre, la tibieza con el fervor.

Hazme prudente en las determinaciones, constante en los peligros, paciente en las adversidades, humilde en las prosperidades.

Haz, Señor, que sea en la oración fervoroso, en la comida sobrio, en el cumplimiento de mis deberes diligente, en los propósitos constante.

Concédeme que trabaje por alcanzar la santidad interior, la modestia exterior, una conducta edificante, un proceder arreglado.

Que me aplique con diligencia a domar la naturaleza, a corresponder a la gracia, a guardar tu ley y merecer mi salvación.

Que consiga la santidad con la confesión sincera de mis pecados, con la participación devota del cuerpo de Cristo, con el continuo recogimiento del espíritu, con la pura intención del corazón. Dame a conocer, Dios mío, cuán frágil es lo terreno, cuán grande lo celestial y divino, cuan breve lo temporal, cuán duradero lo eterno.

Haz que me prepare para la muerte, que tema el juicio, evite el infierno, y alcance la gloria del Paraíso.

Por nuestro Señor Jesucristo. - Amén.

Papa Clemente XI

¿Podré yo, como lo aconseja San Benito Abad en su Regla incomparable, “Amar a Cristo sobre todas las cosas. Nihil amori Christi praeponere.?


Compilada por José Gálvez Krüger para Aci Prensa y la Enciclopedia Católica.