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Domingo, 24 de noviembre de 2024

"Centuriadores" de Magdeburgo

De Enciclopedia Católica

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“Centuriadores” de Magdeburgo: En 1559 aparecieron en Basilea los primeros tres volúmenes en folio de una obra titulada "Ecclesiastica Historia..... secundum singulas centurias...... per aliquot studiosos et pios viros in Urbe Magdeburgicâ" (es decir, Una Historia de la Iglesia….. por centurias...... hecha en Magdeburgo escrita por algunos hombres estudiosos y piadosos). Fue la obra de un grupo de estudiosos luteranos que se habían reunido en Magdeburgo y que son conocidos como los «"Centuriadores” de Magdeburgo» por la forma en que dividieron su trabajo (centuria a centuria) y el lugar en que fueron escritos los primeros cinco volúmenes, mientras que el resto lo fueron en Wismar u otros lugares, aunque se retuvo el subtítulo "in Urbe Magdeburgicâ”. El originador de la idea y el alma de la organización que produjo la obra fue Matthias Vlacich (latinizado Flacio), también conocido como Francovich, y por su lugar de nacimiento (Istria), Ilírico.

Nacido en 1520, la influencia de su tío Baldo Lupertino, un fraile apóstata, le impidió convertirse en monje y en 1539 dirigió sus pasos a Alemania, donde, en Augsburgo, Basilea, Tubinga y Wittemberg, desarrolló un temperamento anti romano fanático. El Ínterin de Augsburgo de 1547 llevó a la Controversia Adiaforista, en el curso de la cual emitió a borbotones un abuso calumnioso contra el reformador Felipe Melanchton; el amargo sentimiento generado dio origen a los partidos hostiles de los “felipistas” y los “flacianos”. Todos los intentos de restaurar la paz fallaron y la Universidad de Jena, donde Flacio fue nombrado profesor de teología (1557) se convirtió en un centro de rígido luteranismo en fuerte oposición a Melancthon. Sus idas y venidas después de 1562 y las numerosas controversias domésticas entre los reformadores en las que Flacio tomó parte hasta su muerte (11 marzo 1575) no le impidieron convertirse en el teólogo luterano más erudito de su época, mientras, que además de sus numerosas obras controvertidas menores, su inagotable energía le llevó a idear la vasta obra histórica conocida como “Las Centurias”.

Después de la muerte de Lutero (1546),la controversia anticatólica tendió a perder su carácter dogmático para hacerse más histórica. Flacio buscó armas históricas con las cuales destruir el catolicismo, y en ese espíritu escribió su entonces famoso e influyente catálogo de testigos antipapales "Catalogus testium veritatis, qui ante nostram ætatem Pontifici Romano eiusque erroribus reclamarunt" (Basilea, 1556; ed ampliada., Estrasburgo, 1562; ed. por Dietericus, Frankfort, 1672). Se citaban alrededor de 400 testigos de la verdad antipapales, incluyendo a San Gregorio el Grande y a Santo Tomás de Aquino entre los que se levantaron a favor de la verdad contra el “anticristo papal”. Ya para 1553 Flacio buscaba patrocinadores cuyo apoyo financiero le permitiera llevar a cabo este plan integral de historia de la Iglesia que iba a “revelar los comienzos, el desarrollo y los crueles designios del anticristo”. Los príncipes alemanes y los burgueses de Augsburgo y Nuremberg le ayudaron generosamente, pero no así los simpatizantes de Melanchton.

Viajó por Alemania en busca de materiales mientras que su celoso compañero en la tarea Marcus Wagner (De Weimar, cerca de Gotha) buscaba en las bibliotecas de Austria, Baviera, Escocia y Dinamarca con el mismo propósito. No podemos entrar aquí en la discutida cuestión de los medios deshonrosos supuestamente utilizados por Flacio para adquirir manuscritos, y su uso del cuchillo para mutilarlos, que dieron pábulo a la proverbial Manus Flaciana y culter Flacianus. Un examen de los restos de su biblioteca, en Wolfenbüttel, no aminora la fuerza de la acusación. Investigación reciente enfatiza la importancia de la ayuda que le prestó el protestante en secreto Caspar von Nydbruck, canciller imperial y director de la Biblioteca Imperial de Viena, cuya influencia a favor de esta obra se extendió por toda Europa.

La junta editorial, Gubernatores et Inspectores institut historiæ Ecclesiasticæ , estaba compuesta por

  • Flacio,
  • John Wigand (n. 1523, m. 1587), superintendente en Magdeburgo,
  • Mathew Judex (n. 1528, m. 1576), predicador en Magdeburgo,
  • Basil Faber (b. 1525, d. 1576), humanista, quien colaboró en las primeras cuatro "Centurias",
  • Martin Copus, un médico que actuó como tesorero, y
  • Eblinek Alman, un burgués de Magdeburgo.

Cada uno de estos tenía sus propios asistentes. Se designaron siete asistentes menores para recopilar extractos de los primeros escritores e historiadores cristianos de acuerdo con un plan fijado, dos eruditos más maduros actuaron como "Arquitectos", agruparon el material y lo presentaron a los editores. Una vez aprobados los materiales se organizaban en capítulos y se volvían a enviar antes de que la forma final fuera copiada en limpio.

Incluso cuando estaba en Jena, y durante sus viajes posteriores, Flacio retuvo la dirección de la obra. Cada centuria fue trataba sistemáticamente bajo dieciséis encabezamientos con títulos uniformes en los varios volúmenes. Un análisis de la “Quarta Centuria”, que apareció en 1560, dará una idea de los contenidos:

  • Página de título; dedicación a la reina Isabel (col. 3-12);
  • (i) breve resumen de los principales sucesos de la centuria (col.13);
  • (ii) expansión de la Iglesia: dónde y cómo (13-35);
  • (iii) persecución y paz de la Iglesia bajo Diocleciano y Maximiano (35-159);
  • (iv) la enseñanza de la Iglesia y su historia (160-312);
  • (v) herejías (312-406);
  • (vi) ritos y ceremonias (406 -483);
  • (vii) disciplina y gobierno de la Iglesia (483-582);
  • (viii) cismas y controversias (583-609);
  • (ix) concilios (609-880);
  • (x) principales obispos y doctores (880-1337);
  • (xi)principales herejes (1338-1403);
  • (xii) los mártires (1403-1432);
  • (xiii) milagros y sucesos milagrosos (1433-1456);
  • (xiv) relaciones políticas de los judíos (1456-1462);
  • (xv) otras religiones no cristianas (1462-1560);
  • (xvi) cambios políticos (1560-1574);
  • Índice bíblico (8 cols.);
  • Índice general (92 páginas a 4 columnas).

Este método se aplicó solamente a las primeras trece centurias que se publicaron separadamente en volúmenes en folio en Basilea; I-III en 1559; IV en 1560; V y VI en 1562; VII y VIII en 1564; IX en 1566; X y XI en 1567; XII en 1569; y XIII en 1574. Wigand (quien fue responsable de la mayoría de todo el trabajo hecho entre 1564-74) completó las tres centurias restantes en manuscrito, pero que no se publicaron; y los varios intentos realizados en los siglos XVII y XVIII por terminar la obra se malograron. En 1624 Luis Lucio publicó en Basilea una edición completa de las “Centurias“ en seis volúmenes, en la que omitió los nombres de los autores y sus dedicatorias, e introdujo varias modificaciones en el texto en un sentido calvinista. Una tercera edición apareció en Nuremberg en 1757-1765, pero no fue más allá de la quinta “centuria”.

La idea subyacente en la obra, y la que determinó la elección y uso de materiales, fue demostrar que mientras “al principio de la Iglesia no había doctrina anticristiana papal, sino doctrina y religión evangélica, que había prevalecido”, desde la muerte del último de los apóstoles hasta la restauración de la verdadera religión por Martín Lutero, la Iglesia se había desviado, engañada por los anticristos romanos. En consecuencia, ya para el siglo II se descubren errores en las enseñanzas de Clemente, Justino e Ireneo sobre las doctrinas fundamentales del libre albedrío y la justificación. Por otra parte los controversistas católicos no fueron lentos en usar las numerosas e importantes admisiones de la primera aparición de la enseñanza católica característica.

El plan del libro era noble y, como obra de los primeros escritores modernos de historia eclesiástica que expresaban tratar el tema de forma crítica, marca una época en la historia de la Iglesia; su método, con el retorno a las fuentes originales, es bastante bueno, y la habilidad con que organizaron las vastas cantidades de materiales es digna de alabanza, aunque se ve obstaculizada por la división cronológica de la obra. Aunque el plan fuese tan noble, no se puede decir lo mismo de su ejecución; el abuso antipapal virulento es común en toda la obra. El ejercicio de la facultad crítica está limitado por las exigencias de la controversia antirromana, y no se hace ningún intento por examinar calmada e imparcialmente la historia de la Iglesia. Su tono polémico constante, su agrupamiento de hechos tintado de espíritu partidista, su injusto tratamiento de la Iglesia, su acumulación no crítica de leyendas y relatos antipapales, convirtieron a las “centurias”, durante mucho tiempo, en el arsenal de los polemistas protestantes.

A partir de sus páginas aprendieron a mirar a San Bonifacio como “apóstol de las mentiras” que “impuso desvergonzadamente el yugo del anticristo en los cuellos de los alemanes”; y a Gregorio VII como un hombre al que se atribuía todo crimen imaginable, y cuyas iniquidades fueron la desesperación incluso del vocabulario vituperador de Flacio. “La marca del anticristo” se encontraban en el Papa Alejandro III, que se dice había “adorado a dioses extraños, que fortaleció y confirmó la enseñanza del diablo y que tenía en alta estima el baalismo”. A través de las edades, ningún crimen es demasiado monstruoso, ninguna historia demasiado increíble, si proporciona medios para ennegrecer la memoria de los ocupantes de la Cátedra de Pedro. Fue esta obra, estigmatizada por Canisio como opus pestilentissimum , la que llevó a César Baronio a escribir sus “Anales Ecclessiastici”, en doce volúmenes en folio (Roma, 1588-1607), la cual cubre el período desde el nacimiento de Cristo hasta el año 1198. Tal fue su éxito que sustituyó totalmente la obra de los “Centuriadores”, cuyo valor principal está ahora en que da las claves de los argumentos históricos de los polemistas protestantes de finales del siglo XVI y XVII.


Bibliografía: DOLLINGER, Die Reformation (Ratisbona, 1848), II, 224-62; JANSSEN, Gesch. Des d. Volkes seit d. Ausgang d. M.A. (Friburgo, 1876-94), V, 312, VII, 299, tr. of I -V (Londres, 1896-1906); Historisches Jahrb, (1896), XVII, 79-87; NIEMOLLER, Matthias Flacius und der flacianische Geist in der alt. Prof. Kirchen-Hist. In Zeitschr. F. kath, Theol. (1888), XII, 75-115; BAUR, Die Epochen der irch, Geschichtschreibung (Tübingen, 1852), 39-71; CABROL, in Rev. bénédictine (1905), XXII, 151 ss.; SCHULTE, Beitrage zur Entstehungsgesch, der Magdeburger Centurien (1877); SCHAUMKELL, Beitrag zur Entstehungsgesch, d. Magd. Cent. (Ludwigslust, 1898); KAWERAU, en Realencykl f. prof. Theol. Und Kirche, s.v. Flacius (Leipzig, 1899), VI 82-92; PREGER, Mathias Flacius Illyricus und seine Zeit(Erlangen, 1859-61). Para los importantes manuscritos litúrgicos del siglo XI (ceremonial episcopal) conocido como la Missa Illyrica o Flaciana, porque una vez perteneció a Flacio (Co. Helmstad, 1151. at Wolfenbuttel), vea Braun en Stimmen aus Maria-Laach (1905), LXIX,143 ss.

Fuente: Myers, Edward. "Centuriators of Magdeburg." The Catholic Encyclopedia. Vol. 3, pp 534-535. New York: Robert Appleton Company, 1908. 7 cct. 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/03534b.htm>.


Traducido por Pedro Royo. lmhm