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Domingo, 22 de diciembre de 2024

Maximiano

De Enciclopedia Católica

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Maximiano (Marco Aurelio Valerio Maximiano, apodado Hercúleo): Emperador romano, Diocleciano lo adoptó y lo nombró su corregente en 285, pues con esta división de la soberanía parecía prevenirse del modo más seguro el peligro de los motines de los guerreros, los ambiciosos esfuerzos de los usurpadores y los ataques de los enemigos extranjeros. A quien había sido hasta ahí su hermano de armas y era ahora su compañero regente, Diocleciano le dio el apodo de Hercúleo, en recordación de la ayuda que el mitológico Hércules le brindó a su padre Júpiter en la lucha de éste contra los gigantes. Al igual que Diocleciano, Maximiano provenía de Iliria, de la vecindad de Sirmio; como hijo de un simple campesino, poseía muy poca educación; era violento y brutal pero era un bravo guerrero. Por esta razón, cuando Diocleciano batallaba contra los persas en Asia, a Maximiano se le confió el liderazgo de la expedición punitiva contra los campesinos y esclavos del campo (bagaudas) en la Galia quienes, guiados por causas económicas, se habían levantado contra Diocleciano. El nuevo emperador pronto restauró la paz, y recibió de Diocleciano, en señal de gratitud, el título de Augusto el 1 de abril de 286. Sin embargo, sólo se dividió la administración del Imperio; la soberanía permaneció centralizada ahora como siempre, y la voluntad del emperador supremo, Diocleciano, era absoluta.

Mientras que Maximiano, habiendo establecido sus cuarteles generales en Maguncia, era exitoso en sus luchas contra los borgoñeses y los alamanis, quienes habían cruzado la frontera y el Rin, encontró muchos obstáculos en repeler a Carausio, el jefe de los piratas “menapios”. Originalmente comandante en jefe de la marina de guerra romana, Carausio había perseguido y conquistado a los piratas del océano alemán; luego, llevado por su avaricia y ambición, había obligado a Bretaña a rendirle homenaje a él, y se apoderó del comercio completo en Galia y Bretaña. En 286 incluso se apropió del título de Augusto, e hizo acuñar monedas que portaban su propio retrato. Aun Diocleciano, por un compromiso de 290, se vio forzado a reconocer a Carausio como el emperador legal, mientras que este acordó suministrarle maíz a Diocleciano, como había sido la costumbre.

Cuando Diocleciano dejó Siria para entrar a los países del Bajo Danubio encontró a Maximiano, y ambos emperadores cruzaron los Alpes a principios de 291 para asistir a una conferencia en Milán, donde se discutiría la mejor administración del imperio y el mejoramiento de la constitución. De ahí en adelante dos substitutos, llamados caesars , complementarían a los dos emperadores gobernantes. Constancio y Galerio fueron proclamados césares el 1 de marzo de 293; el primero fue obligado a casarse con la hijastra de Maximiano, Teodora, después del exilio de su madre Helena. Maximiano ahora se hizo cargo de la administración de Italia, África y España. Fijó su residencia en Milán, donde estaba rodeado por una tropa escogida de seis mil ilirios, llamados herculianos. Constancio por su parte fue exitoso en su lucha contra Carausio. La guerra tuvo pronto su final y Carausio fue asesinado por Alecto, prefecto de su guardia, en 293. Constancio entonces anexó Bretaña al Imperio Romano, mientras Maximiano protegía las fronteras de la Galia contra los teutones en el Alto Rin. Cuando Constancio regresó de Bretaña, Maximiano se fue a África en 297, donde exitosamente hizo la guerra contra las tribus rebeldes de los moros, y envió muchos cautivos a otras provincias. En 302 celebró un gran triunfo con Diocleciano en Roma; se había ganado el título de “imperator” diecisiete veces. La persecución contra los cristianos, que Diocleciano había realizado con brutalidad temeraria en Oriente desde 303, fue también adoptada por Maximiano en las provincias occidentales, de las cuales era gobernador.

Se dice que durante estas persecuciones —es imposible establecer el tiempo correctamente— los soldados cristianos de la legión tebana también sufrieron el martirio en Agaunum (San Mauricio, Cantón de Valais, Suiza) en la entonces diócesis de Octoduro. Los soldados cristianos de esta legión se negaron a ejecutar sus órdenes cuando Maximiano, en su marcha sobre lo que es ahora el Gran San Bernardo, les ordenó castigar a los cristianos que vivían en esos distritos; por esta negativa la legión fue diezmada dos veces por espada, y, como los sobrevivientes soportaron hasta el final, todos los soldados fueron masacrados por orden del emperador. Ya que Diocleciano degradó a Roma cada vez más a la posición de un pueblo provincial, y debido a que el nuevo y rígido sistema de impuestos de Galerio se iba a extender también a Roma e Italia, los senadores y pretorianos proclamaron como césar a Marco Aurelio Majencio, el hijo de Maximiano; éste último entregó la púrpura en Milán.

Pero el nuevo emperador demostró ser incapaz de gobernar, y Maximiano, quien era popular con el ejército, fue llamado a restablecer el orden por el nuevo Augusto. El no hizo esto y el anciano Diocleciano, que vivía como persona privada en Salona, convocó a una reunión a todos los miembros de las dinastías de Carnunto a fines del año 307. Maximiano tuvo que renunciar a la púrpura por segunda vez. Ahora se fue a la Galia, y dio su hija menor, Fausta, en matrimonio a Constantino. Como fracasó su esperanza de recobrar su anterior dignidad imperial, regresó donde su hijo Majencio en Italia. Rechazado por éste último y despreciado por Galerio por causa de sus ambiciones, se fue de nuevo a la Galia y entregó la púrpura imperial por tercera vez. Cuando la noticia de la cercanía de Constantino llegó a sus propios soldados, ellos lo entregaron a su rival y oponente en Marsella. Aunque Constantino en su generosidad lo perdonó, él regresó a su invención de esquemas nefarios contra su yerno, y finalmente fue obligado a cometer suicidio en 310.


Bibliografía: SCHILLER, Gesch. d. römischen Kaiserzeit; ALLARD, La persecution de Diocletien et le triomphe de l'église (París, 1890).

Fuente: Hoeber, Karl. "Maximianus." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10, págs. 74-75. New York: Robert Appleton Company, 1911. 22 Feb. 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/10074c.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina