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Miércoles, 18 de diciembre de 2024

Oseas

De Enciclopedia Católica

Revisión de 22:15 13 ene 2009 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Página nueva: ===Nombre y País=== Oseas (Hôsheá‘ – Salvación), hijo de Beerí, fue uno de los profetas menores, y es un súbdito del Reino Efrainita, al cual él llama “la tierra...)

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Nombre y País

Oseas (Hôsheá‘ – Salvación), hijo de Beerí, fue uno de los profetas menores, y es un súbdito del Reino Efrainita, al cual él llama “la tierra”, cuyo rey es para él “nuestro rey”, y cuyas localidades le son familiares, mientras que apenas habla de Judá y ni siquiera menciona a Jerusalén.

Época de su Ministerio

Según el título del libro, Oseas profetizó durante el reinado de Jeroboam II en Israel, y en tiempos de Ozías, Jotam, Ajaz y Ezequías, reyes de Judá, por lo tanto, desde alrededor de 750 a 725 a.C. Sin embargo, el título no es muy satisfactorio y no parece ser el original o, por lo menos, de haber sido conservado en su forma primitiva. Ninguna de las alusiones históricas de la cual está llena la profecía parece estar conectada con eventos posteriores al reinado de Menajem (c. 745-735 a.C.); no hay nada referente a la guerra siro-efrainita contra Judá, ni la terrible intervención de Tiglatpileser III (734-733). Por lo tanto, la época del profeta debe ser juzgada a partir de sus escritos, debe ser situado alrededor de 750-735; quizás fue contemporáneo con los últimos años de Amós y ciertamente con la aparición inicial de Isaías. El reinado de Jeroboam II estuvo marcado por una grande y gloriosa prosperidad externa; pero ésta contribuyó a acelerar la decadencia política y religiosa. La disolución política se acercaba. Zacarías, hijo de Jeroboam, fue asesinado después de un reinado de seis meses. Su homicida, Sallum, retuvo el cetro sólo por un mes, y fue asesinado por Menajem, quien ocupó el trono de 745-735. Israel se apresuraba a su ruina, que sería completada por la toma de Samaria por Sargón II (722).

El Libro de Oseas

Siempre ocupa el primer lugar entre los doce profetas menores, muy probablemente debido a su extensión. En términos cronológicos, le precede Amós. El libro está dividido en dos partes distintas: capítulos 1 a 3, y 4 a 14.

(a) En la primera parte, Oseas relata cómo, por orden de Yahveh, se casó con Gómer, una “esposa de fornicación”, hija de Dibláyim, para tener con ella “hijos de fornicación”: símbolos, por un lado, de Israel, la esposa infiel que le dio a Baal el homenaje debido a Yahveh solamente; y, por otro lado, figuras de los hijos de Israel, que ante los ojos de Yahveh son sólo hijos del adulterio. El indignado esposo incita a los hijos contra su culpable madre, a la cual se prepara a castigar: mientras que para los hijos mismos está reservada una suerte acorde con su origen. El primero se llamó Yizreel---la dinastía reinante está próxima a expiar la sangre derramada por su antepasado Jehú en el valle de Yizreel. La segunda es una hija, Lô-Rajamah, “No Compadecida”---Yahveh no se compadecerá más de su pueblo. El tercero se llamó Lô- ‘Ammi, "no-mi-pueblo"---Yahveh ya no reconocerá más a Israel como su pueblo. Sin embargo, la misericordia tendrá la última palabra. A Oseas se le ordenó recibir de nuevo a Gómer y prepararla, mediante un retiro temporal, para renovar la relación conyugal---Israel se prepararía en el cautiverio para reasumir su relación de marido y mujer con Yahveh.

¿Es el matrimonio de Oseas histórico y puramente alegórico? La hipótesis más favorecida actualmente es que el matrimonio es histórico, y las bases para ello son: (1) el sentido obvio de la narrativa; (2) la ausencia de ningún sentido simbólico en los nombres Gómer y Dibláyim; (3) que la segunda es una hija. Sin embargo, nos parece con Davidson (Hastings, “Dicc. de la Biblia”, II, 421 ss.) y Van Hoonacker, que la primera razón no es convincente. Una lectura cuidadosa de los capítulos 1 a 3 revela el hecho de que la acción es sumamente rápida, que los eventos se relatan solamente para expresar una doctrina, y además ellos parecen tener lugar dentro del requisito de tiempo único de uno o dos discursos. E incluso, si estos eventos fueron reales, el profeta debió haber pasado una gran parte de la vida en estas circunstancias desagradables. Y de nuevo, los nombres de los hijos parecen haber sido puestos justo en el tiempo en que su significado fuese explicado a la gente. Este es especialmente el caso respecto al último hijo: “Ponle el nombre de ‘No-mi-pueblo’, porque ustedes no son mi pueblo…” Otra razón para dudar de esta hipótesis es que es difícil suponer que Dios le ordenó a su profeta tomar una esposa infiel solamente en vista a que ella le fuera infiel y tuvieran hijos del adulterio. Y ¿cómo podemos explicar el hecho de que el profeta la retuvo a pesar de su adulterio aún después del nacimiento del tercer hijo, y luego la recibió de nuevo después que estuvo en posesión de otro? Que el segundo vástago fuera una hija puede ser explicado por el instinto dramático, o por algún otro motivo suficientemente plausible. Todavía quedan los nombres de Gómer y Dibláyim. Van Hoonacker propone como posibles traducciones: consumación (ruina inminente), sentenciado a terribles tormentos; o tope (de perversidad), adicto a las tortas de higo (oblaciones ofrecidas a Baal). Nestle también traduce Bath Debelaim por hija de las tortas de hijos, pero en el sentido de una mujer que se puede obtener a bajo precio (Zeitsch. für alttest. Wissenschaft, XXIX, 233 ss.). Éstas son sólo conjeturas; la oscuridad puede deberse a nuestra ignorancia. Es cierto que por lo menos el sentido alegórico adeptado por San Jerónimo satisface las exigencias críticas y está más en conformidad con el sentido moral. El sentido doctrinal es idéntico en ambos casos y esa es la única consideración verdaderamente importante.

(b) La segunda parte del libro es una aplicación práctica y detallada de la primera. Van Hoonacker la divide en tres secciones, cada una terminando con una promesa de salvación (4-7,1a; 7,1b-11; 12-14). Podemos aceptar esta división si también admitimos su ingeniosa interpretación de 6,11 - 7,1a: “También para ti, Judá, hay preparada una cosecha, cuando yo cambie la suerte de mi pueblo. Cuando yo quiero sanar a Israel…” En la primera parte él habla casi exclusivamente de corrupción moral y religiosa. Los príncipes, y especialmente los sacerdotes son mayormente responsables por esto y es sobre ellos que recaerá el castigo; y mientras habla simplemente de la “casa del rey” parece como si la dinastía de Jehú todavía ocupara el trono. Es diferente en los siguientes capítulos. En 7,1a - 8 se enfatiza especialmente los desórdenes políticos y sociales. En la casa hay conspiraciones, regicidios, anarquía, mientras que se buscan alianzas con poderes extranjeros. No hay duda de que Menajem todavía reinaba. Y aún así los desórdenes religiosos permanecen como el principal objeto del reproche del profeta. Y a pesar de todo, la misericordia todavía retiene sus prerrogativas. Yahveh algún día reunirá a sus hijos dispersos. En la última sección se siente como si la catástrofe final estuviese muy cerca; y sin embargo, de nuevo, el amor resulta victorioso. El libro termina con una exhortación conmovedora al pueblo a volverse hacia Dios, quien promete las más tentadoras bendiciones. Por último un epifonema le recuerda a todos que al final los malvados recibirán la retribución que merecen.

Estilo y Texto

San Jerónimo describió en pocas palabras el estilo de nuestro profeta: "Osee commaticus est, et quasi per sententias loquens." (P.L., XXVIII, 1015.) Una intense emoción embargo al profeta al ver su tierra agonizante. Manifiesta su dolor en frases cortas y desiguales con poca secuencia lógica, pero en las cuales se revela un corazón tierno y afligido. Desafortunadamente, en nuestra opinión, la notoria obscuridad del profeta esconde muchos detalles; esta oscuridad es también debida a muchas alusiones que no podemos captar, y a la condición imperfecta del texto. Ha surgido la pregunta de si por lo menos lo poseemos en su integridad substancial. Algunos críticos reclaman que han descubierto dos series de interpolaciones: la primera, de poco alcance, consiste de textos relativos a Judá; la segunda, de más importancia, consiste de los pasajes mesiánicos que, según se dice, están fuera de la esfera de visión del profeta. Es posible detectar varias glosas probables en la primera serie: la segunda afirmación es puramente arbitraria. Los textos mesiánicos tienen todas las características del estilo de Oseas; están cercanamente relacionados con el contexto y están completamente de acuerdo con sus doctrinas generales.

Enseñanzas

Fundamentalmente es la misma que la de Amós: el mismo monoteísmo estricto, la misma concepción ética que allana el camino para el Beati pauperes y el culto que debe ser en espíritu y en verdad. Sólo Oseas pone mucho más énfasis sobre la idolatría que quizás ha aumentado en el intervalo y en cualquier caso era más conocida para el profeta efrainita que para su predecesor judío. Y en cambio Amós tenía un horizonte geográfico mucho más extenso. Oseas sólo ve al Israel agonizante. Su punto de vista característico es el vínculo entre Yahveh e Israel. Yahveh es el cónyuge de Israel, la novia de Yahveh, una imagen profundamente filosófica y mística que aparece aquí por primera vez y que encontramos de nuevo en Jeremías, Ezequiel, el Cantar de los Cantares, el Apocalipsis etc.

La Antigua Alianza

Yahveh ha tomado su esposa para sí al redimirla del yugo de Egipto; se unió con ella en el Sinaí. La novia debía fidelidad, amor exclusivo y obediencia al esposo; pero ¡ay! ¿cómo ha observado ella el pacto conyugal? Fidelidad. Ella se ha prostituido con los baales y astartés, degradándose hasta el nivel de las prácticas infames de los lugares altos de los cananeos. Adoró el becerro de Samaria y se ha dado a toda superstición. Sin duda que también rindió homenaje a Yahveh, pero un homenaje completamente externo y carnal en lugar de la adoración que debe estar por sobre todas las cosas y que Él mismo exige: “con su ganado mayor y menor irán en busca de Yahveh, pero no lo encontrarán…” (5,6). “Porque yo quiero amor, no sacrificio, conocimiento de Dios, más que holocaustos”. (6,6). La confianza ha fallado de manera similar. Se buscó alianzas costosas con otras naciones como si la protección del esposo no fuese suficiente: “Efraín se ha comprado amores (8,9). “Hacen alianza con Asiria y llevan aceite a Egipto.” (12,2) (Vulgata, 12,1). En su ingratitud le adscribe a falsos dioses los favores que ha recibido de Yahveh. Ella dijo: “Me iré detrás de mis amantes, los que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas.” (2,7) Obediencia: Todas las leyes que gobiernan el pacto de unión han sido violadas: “Aunque yo escriba para él las excelencias de mi ley, por cosa extraña las considera” (8,12). Aquí es asunto de por lo menos primariamente la legislación mosaica. A pesar de la opinión contraria, Oseas y Amós conocían por lo menos en substancia el contenido del Pentateuco. Por lo tanto la anarquía es común en política y religión: “Han puesto reyes sin contar conmigo, han puesto príncipes sin saberlo yo. Con su plata y su oro se han hecho ídolos” (8,4).

La raíz de todos estos males es la ausencia del “conocimiento de Dios” (4-5), por el cual el sacerdote especialmente y los príncipes tienen la culpa, una ausencia de conocimiento teórico sin duda, pero primordialmente del conocimiento práctico que tiene el amor como su objeto. Lo que Oseas lamenta principalmente es esta ausencia del conocimiento práctico. El profeta emplea incluso otro símbolo para el vínculo de unión. Él establece en algunas líneas exquisitas el símbolo del hijo escogido. Yahveh ha engendrado a Israel al redimirlo de la esclavitud de Egipto. Lo ha cargado en sus brazos, ha guiado sus primeros pasos vacilantes y lo ha sostenido con lazos de amor, lo ha criado y nutrido (11,1 ss) y la única correspondencia de Efraín ha sido la apostasía. Tal es la historia de la alianza. El día de la retribución está a la mano; incluso ha amanecido en anarquía, guerra civil y toda clase de saqueo. La consumación es inminente. Parece como si el arrepentimiento no la pudiera evitar. Como hizo Jeremías luego, ahora Oseas anuncia a su pueblo con indescriptible emoción la ruina final: Yizreel “desgraciado”. “No mi pueblo.” Los hijos de Israel están a punto de ir al exilio, allí “durante muchos días se quedarán sin rey, ni príncipe, sin sacrificios ni estela, sin efod ni terafim.” (3,4) La autoridad nacional llegará a su fin y la religión nacional pública ya no será mas.

El Nuevo Testamento

Sin embargo, el amor de Yahveh cambiará incluso este mal en remedio. Los príncipes espirituales ahora separados de su pueblo, ya no los llevarán más al pecado. La desaparición de la religión nacional externa hará que desaparezcan al mismo tiempo los sacrificios idolátricos, los símbolos y los oráculos. Y el camino estará expedito para la salvación; ella vendrá “al final de los días”. Yahveh no abandonará a su hijo escogido para siempre. Al pensar en él, Él se llena de compasión y su corazón se le conmueve en el pecho. En consecuencia, después de haber sido el león rugiente contra su pueblo culpable, Él rugirá contra sus enemigos, y al oír su voz sus hijos vendrán desde todas las tierras de su exilio. (11,10s). Será como un nuevo éxodo desde Egipto, Judá será reinstalada y un resto de la tribu de Efraín se unirá a él (6,11 – 7,1a). “Después volverán los hijos de Israel; buscarán a Yahveh su Dios, y a David su rey” (3,5). La nueva alianza nunca se quebrará; será pactada en justicia y en derecho, en compasión y en amor, en fidelidad y conocimiento de Dios. Habrá reconciliación con la naturaleza y paz entre los hombres y con Dios. Vendrá la prosperidad y extensión ilimitada del pueblo de Dios, y los hijos de este nuevo reino serán llamados los hijos del Dios Vivo. Grande será el día de Yizreel (el día cuando “Dios sembrará”); (cap. 2), cap. 1,1-3 (Vulgata 1,10 – 2,1) probablemente colocado al final del capítulo 2. Cf. Condamin en "Revue biblique", 1902, 386 sqq. Este es un esquema admirable de la Iglesia que Cristo fundará siete y medio siglos después. La doctrina de Oseas, como la de Amós, manifiesta una trascendencia que su ambiente histórico y religioso no puede explicar. Digitus Dei est hic.


Bibliografía: Entre los comentarios católicos cf. especialmente VAN HOONACKER, Les douze petits prophètes (Paris, 1908). Entre obras protestantes HARPER, Un Comentario Crítico y Exegético sobre Amós y Oseas (Edimburgo, 1905), un comentario de tendencias liberales.

Fuente: Calès, Jean Marie. "Osee." The Catholic Encyclopedia. Vol. 11. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/11337a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.