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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Macedonios

De Enciclopedia Católica

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(Pneumatomachi)

Secta herética que floreció en los países adyacentes al Helesponto durante la segunda mitad del siglo IV y comienzos del siglo V. Negaban la divinidad del Espíritu Santo, de ahí el nombre Pneumatomachi o Combatientes Contra el Espíritu.

Macedonio, su fundador, fue impuesto a la sede de Constantinopla por los arrianos (342 d.C.) y entronizado por Constancio, que por segunda vez había expulsado a Pablo, el obispo católico. Él es conocido en la historia por su persecución a los novacianos y católicos; pues ambos afirmaban la consubstancialidad del Hijo con el Padre. No sólo expulsaba a los que se negaban a mantener la comunión con él, sino que encarcelaba a algunos y traía a otros ante los tribunales. En muchos casos usó la tortura para obligar a los renuentes a la comunión, le imponía el bautismo a las mujeres y niños no bautizados y destruía muchas iglesias. Al final su crueldad provocó una rebelión de los novacianos en Mantinio, en Paflagonia, en la cual cuatro cohortes imperiales fueron derrotadas y casi todos asesinados. Su exhumación del cuerpo de Constantino fue vista como una indignidad al protector del Primer Concilio de Nicea, y produjo un conflicto entre los arrianos y anti-arrianos, el cual llenó la iglesia y su vecindad con una carnicería. Como el desenterramiento se había realizado sin la sanción del emperador, Macedonio cayó en desgracia, y Constancio lo hizo deponer por los acacianos y le sucedió Eudoxio en el año 360. Sin embargo, esta deposición no fue por razones doctrinales, sino bajo el argumento de que había derramado mucha sangre y había admitido a la comunión a un diácono culpable de fornicación. Macedonio continuó viviendo cerca de Constantinopla y causando problemas por algún tiempo. Murió alrededor del año 364.

Se cree que durante estos últimos años él formuló su rechazo a la Divinidad del Espíritu Santo y fundó su secta. Su amistad con Eleusio de Cízico hace esto probable. Sin embargo, algunos estudiosos rechazan la identificación de los macedonios y los pneumatomachis aparentemente sobre bases insuficientes y contra la autoridad de Sócrates, un historiador contemporáneo que vivía en Constantinopla. El Primer Concilio de Nicea había usado todas sus energías en defensa del Homoousion del Hijo y con respecto al Espíritu había añadido las palabras: “creemos en el Espíritu Santo” sin ninguna cualificación. Los macedonios tomaron ventaja de la vaguedad y vacilación de la declaración de algunos de los primeros Padres para justificar y propagar su error. La mayoría de miembros de esta secta eran claramente ortodoxos en la consubstancialidad del Hijo; habían enviado una delegación del concilio semiarriano de Lampsaco (364 d.C.) al Papa Liberio, quien después de alguna vacilación reconoció la validez de su fe; pero respecto a la Tercera Persona, tanto el Papa como los obispos estaban satisfechos con la frase: “Creemos en el Espíritu Santo”

Mientras estaba escondido en el desierto durante su tercer exilio, San Atanasio supo por su amigo Serapión de Tumis sobre una secta que reconocía a Nicea, pero aun así declaraba al Espíritu Santo como una mera criatura y un ángel sirviente (basado en Hebreos 1,14). Atanasio le escribió enseguida a Serapión en defensa de la verdadera doctrina, y cuando regresó del exilio (362 d.C.) sostuvo un concilio en Alejandría que resultó en la primera condenación formal de los Pneumatomachi. Se envió una carta sinodal al pueblo de Antioquía aconsejándoles que le pidieran a todos los convertidos del arrianismo una condena contra “aquéllos que dicen que el Espíritu Santo es una criatura y separado de la esencia de Jesucristo. Pues aquellos que mientras que pretenden citar la fe confesada en Nicea, se atreven a blasfemar contra el Espíritu Santo, niegan el arrianismo sólo de palabras, mientras que regresan a él con el pensamiento.” Sin embargo, durante la próxima década la herejía parece haber ido casi desenfrenada excepto en el patriarcado de Antioquía, donde en un sínodo efectuado en 363 Melecio de Antioquía había proclamado la fe ortodoxa.

En Oriente el alma de la represión del error fue Anfiloquio de Iconio, quien en 374 le pidió a San Basilio de Cesarea que escribiera un tratado sobre la verdadera doctrina del Espíritu Santo, lo cual hizo, y su tratado es la obra clásica sobre dicho tema (peri tou hagiou II. M. 32). Es posible que él convenció a su hermano San Gregorio de Nisa a escribir su tratado contra los macedonios, del cual sólo nos ha llegado una parte y el cual parece estar basado en las palabras: “Señor y dador de vida que procede del Padre.” Estas palabras, aparentemente tomadas del credo de Jerusalén habían sido usadas por San Epifanio de Salamina en su “Ancorato” cuando combatía este error (374 d.C.). Anfiloquio de Iconio, como metropolitano de Licaonia, escribió en concurrencia con sus obispos una carta sinodal a los obispos de Licia, la cual contiene una excelente declaración sobre la sana doctrina (377 d.C.). En Constantinopla (379) San Gregorio Nacianceno pronunció su brillante alocución teológica sobre ese tema.

Del mismo modo el Oriente sostuvo la verdad en un sínodo efectuado en Iliria y mencionado por Teodorero (Hist. De la Iglesia IV.8) y por el Papa San Dámaso I en su carta a Paulino de Antioquía. La herejía fue condenada en el Primer Concilio Ecuménico de Constantinopla (381) y las divisiones internas pronto llevaron a su extinción. Sócrates (Historia de la Iglesia, V.24) afirma que un cierto presbítero macedonio, Eutropio, mantenía conventículos de su propiedad mientras otros seguían al obispo Carterio. Eustacio de Sebaste, Sabino y Eleusio de Cirico parecen haber sido líderes a los que la secta repudiaba (para Eustacio, vea a Basilio, Ep., CCLXIII, 3). En junio de 383 Teodosio trató por medio de una asamblea de traer las facciones arrianas a la sumisión. Eleusio trajo su símbolo de fe representando a los macedonios, como los había representado con Marciano de Lampsaco en el Concilio de Constantinopla. Después de este infructuoso intento de reconciliación, los macedonios y otros heréticos sufrieron todas las severidades del código teodosiano y en una generación desparecieron de la historia.

Sócrates y Sozomeno mencionan a un cierto Maratonio, a quien Macedonio nombró obispo de Nicomedia, el cual obtuvo una posición tan alta dentro de la secta que a veces eran llamados por él maratonianos. A través de San Jerónimo, San Agustín, San Dámaso y Rufino, el nombre macedonios se convirtió en la designación habitual en Occidente. No existe ningún escrito de los macedonios, pero los escritos pneumatomaquinos son mencionados por Dídimo el Ciego, quien escribió un excelente tratado sobre el Espíritu Santo en treinta y seis capítulos (traducidos al latín por San Jerónimo a petición del Papa Dámaso y al cual se refiere en su obra posterior (379) sobre la Trinidad (II, 7, 8, 10) a algunas “Breves Exposiciones” de las doctrinas macedonias que él poseía.


Bibliografía: Loors, Eustathius von Sebaste (Halle, 1898); Schermann, Gottheit d. H. Geist, n. d. griech. Vätern d. IV Jahrh. (Leipzig, 1901); Fuller in Dict. Christ. Biogr., s.v.; Hergenroether, Histoire de l'Eglise, II (Paris, 1901), 99.

Fuente: Arendzen, John. "Pneumatomachi." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/12174a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.