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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Nicolás Malebranche

De Enciclopedia Católica

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Filósofo y teólogo, sacerdote del Oratorio de San Felipe Neri; nació en París el 6 de agosto de 1638 y murió el 13 de octubre de 1715. Era el hijo menor de Nicolás Malebranche, secretario de Luis XIII; al tener una ligera deformación física y por ser de constitución débil, recibió su educación elemental en su casa de manos de un tutor, hasta que tuvo edad suficiente para ingresar en el curso de filosofía del Colegio de La Marche, de donde pasó a La Sorbona para estudiar teología. Al completar sus estudios, declinó una canonjía en Notre Dame y se unió a la casa parisina del Oratorio en 1660. Al principio se dedicó a la historia eclesiástica, pero ni sus talentos ni su gusto iban en esa dirección y por recomendación de Richard Simon, se dedicó al estudio de la Escritura, sólo para encontrar este estudio igualmente incompatible. La lectura fortuita del "Traité de l'homme ou de la formation du foetus" de Descartes determinó su futura carrera y se convirtió en un entusiasta cartesiano. En 1674 publicó Recherche de la Vérité" y sus obras posteriores representan desarrollos o aspectos especiales de la misma doctrina.

Afirma que la sensación y la imaginación son producidas no por los objetos sino por Dios y están destinadas para servir solamente a las necesidades prácticas del hombre, y no sólo para revelar la naturaleza de las cosas, pues la esencia de la materia es la extensión y su única propiedad el movimiento. La naturaleza real del mundo exterior ha de encontrarse en las ideas. Ahora bien, de acuerdo al divorcio de mente y materia de Descartes, la materia no puede actuar en la mente; y la mente no puede producir sus propias ideas, pues son seres espirituales cuya creación requiere un poder aún mayor que la creación de las cosas materiales. Por consiguiente vemos todas las cosas en Dios. Dios mismo, arguye, ve todas las cosas en Sus propias perfecciones y está tan unido al alma por su presencia que se puede decir que es el lugar de los espíritus, como el espacio es el lugar de los cuerpos. Y así la mente puede ver a Dios en todas las obras de Dios, suponiendo que Dios quiera revelarlas. El que Dios lo quiera así parece más de acuerdo con su economía de la naturaleza, sobre la que actúa con los métodos más directos y simples. Pero Malebranche encuentra la prueba más fuerte de todas en la idea de lo infinito, que debe ser anterior a la idea de finito, y todas las ideas particulares son participaciones de la idea general de lo infinito, de la misma manera que Dios no deriva Su Ser de las criaturas sino que todas las criaturas obtienen su subsistencia de Él. Así de todas las cosas que llegan a nuestro [[conocimiento], no conocemos ninguna sino que conocemos a Dios en sí mismo sin mediación de idea alguna; los cuerpos y sus propiedades son vistos en Dios y por sus ideas.

Respecto a nuestra propia alma, añade, sólo es conocida por la conciencia, es decir, por nuestras sensaciones, de manera que, aunque conocemos la existencia de nuestra alma mejor que la existencia de nuestro cuerpo o de las cosas que nos rodean, no tenemos un conocimiento tan perfecto de la naturaleza de nuestra alma. Respecto a las almas de otros hombres las conocemos solamente como una conjetura (Recherche Lb. III parte II cc 1-8). Es obvio que el ocasionalismo de Malebranche no sólo hace que nuestra certeza del mundo exterior dependa de una revelación divina, sino que sugiere la objeción de que no tiene ningún propósito un universo material que esté fuera de contacto con el pensamiento y volición humanas. Sin embargo, lo que es propio de este sistema es el ontologismo” y sus consecuencias, ya que hace a Dios no sólo la causa inmediata de neutras sensaciones, sino también el “lugar de nuestras ideas” y aún más, nuestra primera idea es la del infinito. De esto parecería deducirse que vemos la esencia de Dios, aunque Malebranche protestó explícitamente contra esta consecuencia. Y si, como mantiene Malebranche, la esencia de la mente consiste solamente en el pensamiento, como la esencia de la materia consiste sólo en la extensión, esto sugiere al menos el panteísmo que repudiaba tan vigorosamente.

Respecto al libre albedrío, el deseo de Malebranche de enfatizar la unión del alma con su Creador le expuso a muchas objeciones. El alma, dice, tiene la capacidad de retener su consentimiento a un objeto particular de manera que el intelecto pueda reconocer el bien menor como el mayor. Pero, según él, siendo la volición un efecto de la acción Dios en el alma, se objetó que de este modo Dios sería el autor del pecado. A esto contestó Malebranche que el pecado se debe a una interrupción de actividad, por lo tanto, el pecado no es nada y aunque Dios hace todo, Él no es el autor del pecado. Malebranche utiliza esta descripción del mal para mantener una especie de optimismo en su explicación de la creación. La creación finita como tal sería indigna de Dios, y sólo se convierte un objeto digno de la voluntad de Dios por la Encarnación; respecto al mal que hay en la creación, se debe a las voluntades individuales y de hecho sirve para dar mayor realce al verdadero bien.

Antoine Arnauld fue el primero en atacar el sistema de Malebranche con el apoyo de Bossuet, quien llamó al nuevo sistema pulchra nova falsa (cosas bellas, novedosas, falsas). Naturalmente un tópico principal de discusión fue la cuestión de la gracia, aunque tanto jansenistas como oratorianos reclamaban la autoridad de San Agustín. La discusión fue haciéndose cada vez más amarga y casi termina con la credibilidad en la ortodoxia de Malebranche, que había salido en su propia defensa y su obra había sido censurada en Roma. Entre otros oponentes estaban Pierre Silvain Regis y Dom François Lamy, quienes atacaron su explicación sobre el placer y el bien. Su contestación en el "Traité de glamour de Dieu" (Tratado del amor de Dios) fue bien recibido en Roma y sirvió para reconciliarle con Bossuet. Su "Entretiens d'un philosophe chrétien et d'un philosophe chinois sur l'existence de Dieu" (Conversaciones de un filósofo cristiano y un filósofo chino sobre la existencia de Dios) en el que acusaba a los chinos de ateísmo causó un contra ataque a su sistema por parte de los jesuitas Fr. Tournemine y Fr. Hardouin que le acusaron de espinosismo y ateismo. No puede haber dudas sobre la novedad y peligroso carácter de sus publicaciones, pero su propia lealtad, su celo, su piedad no son cuestionables. Llevó una vida simple y austera estudiando sin apenas reposo y encontrando su principal descanso en la compañía de los niños. Era de una disposición afable siempre dispuesto a conversar con los numerosos visitantes que querían verle. Durante su vida tuvo una gran reputación como pensador y escritor. Las siguientes son sus obras principales: "Recherche de la Vérité" (1674): dos versiones al inglés "Conversations chrétiennes" 1677); "Traité de la nature et de la grâce" (1680); "Méditations chrétiennes et métaphysiques" (1677); "Traité de morale" (1684); "Entretiens sur la métaphysique et sur la religion" (1687); "Traité de l'amour de Dieu" (1698); "Réponses" (to Arnauld), publicadas juntas, 1709, etc., dos ediciones de sus obras por Jules Simon, 2da (1871) no completa.


Bibliografía: BOUILLIER, Hist. de la Philos. Cartesienne; BLAMPIGNON, Etude sur Malebranche d'apres des documents manuscrit's, suivie d'une correspondance inedite (París, 1862); OLLE-LAPRUNE, La Philosophie de Malebranche (1870); JOLY, Molebranche in Grands Philosophes series (París, 1901); GAONACH, La theorie des grands dans la phitosophie de Malebranche (Brest, 1908); CAIRD, Essays on Literature und Philosophy (Nueva York, 1892).

Fuente: Bridge, James. "Nicolas Malebranche." The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/09568a.htm>.

Traducido por Pedro Royo. L M H.