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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Orden sobrenatural

De Enciclopedia Católica

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Definición

El orden sobrenatural es el conjunto de efectos que exceden los poderes del universo creado y producidos gratuitamente por Dios con el propósito de elevar la criatura racional por encima de su ámbito nativo a una vida y destino divinos. El significado de la frase fluctúa con el de su antítesis, el orden natural. Aquellos que conciben éste último como el mundo de los seres materiales, con exclusión de entidades inmateriales, o como el mecanismo necesario de causa y efecto con exclusión de la agencia libre de la voluntad, o también como las fuerzas inherentes del universo con la exclusión de la concurrencia extrínseca de Dios, bastante coherentemente llaman sobrenaturales a todos los hechos espirituales o determinaciones voluntarias u operaciones divinas. No hay ninguna objeción a esa forma de hablar siempre que la afirmación de lo sobrenatural así entendida no se use, por una transferencia falaz de significado, para encubrir la negación de lo sobrenatural según se definió anteriormente.

Los teólogos católicos a veces llaman sobrenatural al modo milagroso en que se producen ciertos efectos, en sí mismos naturales, o ciertas dotaciones (como la inmunidad del hombre de la muerte, el sufrimiento, la pasión y la ignorancia) que llevan a la clase inferior hasta la superior, aunque siempre dentro de los límites de lo creado, pero son cuidadosos en calificar la primera como accidentalmente sobrenatural (supernaturale per accidens) y a la segunda como relativamente sobrenatural (praeternaturale). Para un concepto de lo substancial y absolutamente sobrenatural, parten de una visión global del orden natural adoptado, en su más amplia acepción, por la suma de todas las entidades creadas y los poderes, incluidos los más altos dones naturales de los que la criatura racional es capaz, e incluso tales operaciones divinas como son exigidas por la efectiva realización del orden cósmico.

El orden sobrenatural es entonces más que un modo milagroso de la producción de efectos naturales, o una noción de superioridad relativa dentro del mundo creado, o la concurrencia necesaria de Dios en el universo; es un efecto o una serie de efectos sustancial y absolutamente por encima de toda la naturaleza y, como tal, requiere una intervención excepcional y el otorgamiento gratuito de Dios y se eleva de cierto modo al orden divino, el único que trasciende a todo el mundo creado. Aunque algunos teólogos no consideran imposible la elevación de la criatura irracional al orden divino, es decir, a través de la unión personal, no obstante, es lógico que tan eminente privilegio deba reservarse para la criatura racional, capaz de conocimiento y amor. Es evidente también que esta elevación de la criatura racional al orden sobrenatural no puede ser a través de la absorción de lo creado en el Divino o de la fusión de ambos en una especie de identidad monista, sino sólo a modo de unión o participación, permaneciendo los términos perfectamente distintos.

Al no ser un concepto a priori, sino un hecho positivo, el orden sobrenatural sólo puede ser conocido a través de la revelación divina adecuadamente apoyada por tales evidencias divinas como el milagro, la profecía, etc. La revelación y sus evidencias son llamadas sobrenaturales extrínsecas y auxiliares, y la elevación en sí mantiene el nombre de intrínseca o, según algunos, sobrenatural teológica. Hay tres clases principales de tal elevación:

La unión hipostática y lo sobrenatural angelical están estrechamente conectados con nuestra propia elevación. Por San Juan (Jn. 1,12-14) sabemos que la unión hipostática es el ideal y el instrumento de la misma, y San Pablo declara que los ángeles son "todos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación” (Heb. 1,14). Dejando a un tratamiento aparte lo sobrenatural auxiliar (vea revelación, milagro, profecía), la unión hipostática (vea la Encarnación), y la elevación de los ángeles (vea ángeles), este artículo trata del orden sobrenatural en el hombre en su historia y análisis.

En pocas palabras, la historia es la siguiente: Desde el principio, el hombre fue elevado, muy por encima de las demandas de su naturaleza, a una vida que le hizo, incluso aquí abajo, el hijo adoptivo de Dios, y a un destino que le daba derecho a la visión beatífica y al amor de Dios en el cielo. A estos dones estrictamente sobrenaturales por los cuales el hombre fue hecho realmente partícipe de la naturaleza divina (2 Ped. 1,4) se le añadieron dotaciones sobrenaturales, es decir, la inmunidad de la ignorancia, la pasión, el sufrimiento y la muerte, que lo dejó "poco menor que los ángeles" (Sal. 8,6; Heb. 2,7). A través de su propia culpa, nuestros primeros padres perdieron para ellos y su raza tanto la vida y destino divino como las dotaciones angelicales. En su misericordia, Dios prometió un Redentor que, anunciado por edades de profecía, llegó en la plenitud de los tiempos en la persona de Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado. Por su Encarnación, trabajos, Pasión y Muerte, Jesucristo restauró la humanidad a su antigua filiación divina y herencia celestial, si no a sus prerrogativas casi angelicales, pues la virtud de la redención se nos aplica a través del ministerio conjunto del Espíritu interior y de la Iglesia visible, en forma de ayudas reales, la santidad habitual y el poder de merecer el cielo.

Un análisis del orden sobrenatural, apenas inaugurado por los Padres, pero llevado a un punto de gran perfección por los escolásticos y los teólogos posteriores al Concilio de Trento, describe los diferentes elementos que componen el orden, es decir, el fin, los medios y las leyes. El fin es el destino del hombre de ver a Dios cara a cara y amarlo correspondientemente. Si, como se verá, la visión intuitiva de Dios es nuestro verdadero destino y, además, trasciende nuestros poderes naturales más altos, entonces tenemos que disponer de medios capaces de alcanzar ese fin, que es sobrenatural. Esos medios no pueden ser otros que nuestras propias acciones, pero investidas de un poder superior que las hace meritorias del cielo. La gracia, tanto actual como habitual, es la fuente de ese poder merecedor; mientras que la gracia habitual, con su cortejo de virtudes infusas o facultades eleva nuestro modo de ser y de funcionamiento a una esfera que es propia de Dios, la gracia actual nos impulsa a la justificación y, una vez que estamos justificados, pone en movimiento nuestros poderes sobrenaturales haciéndolos que produzcan obras buenas y meritorias. En el orden sobrenatural, como en todos los demás, también hay leyes específicas. La obra de la santificación del hombre depende de cierto modo en las leyes generales del universo y con toda seguridad en el cumplimiento de todos los preceptos morales escritos en nuestros corazones. Además de estas leyes, que Cristo no vino a abolir, hay leyes positivas o establecidas libremente que van desde las condiciones de salvación divinamente impuestas hasta las obligaciones reveladas e incluso las normas que regulan nuestro crecimiento en santidad. Puesto que la gloria y la gracia son los rasgos centrales del orden sobrenatural, se hará especial referencia a ellas en la exposición de los errores y el establecimiento de la doctrina católica.

Errores

Doctrina católica

Bibliografía

RIPALDA, De ente supernaturali (París, 1870); SCHRADER, De triplici ordine (Viena, 1864); TERRIEN, La grace et la gloire (París, 1897); BAINVEL, Nature et surnaturel (París, 1903); DE BROGLIE, Le surnaturel (París, 1908); LIGEARD, Le rapport de la nature et du surnaturel d'après les théologiens scolastiques du XIIIe au XVIIIe siècles (París, 1910). Una bibliografía más completa se halla en: WILHELM AND SCANNELL, Manual of Cath. Theology, I (Londres, 1906), 430; TANQUEREY, Synopsis theol. dogmat., I (Nueva York), 345; BAREILLES, Le catéchisme romain, III (Montrejeau, 1908), 352; LABAUCHE, . . . L'homme . . . in Leçons de théol. dogmatique (París, 1908).

Fuente: Sollier, Joseph. "Supernatural Order." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/14336b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina