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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Individuo, Individualidad

De Enciclopedia Católica

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Individuo, Individualidad: (Latín, individuum; alemán, Einzeln; francés, individuel). Santo Tomás define un ser individual como “quod est in se indivisum, ab aliis vero divisum” (un ser no dividido en sí mismo pero separado de los otros seres). Implica, por lo tanto, unidad y separación o distinción. La individualidad en general puede ser definida o descrita como la propiedad o conjunto de propiedades por la cual el individuo posee esta unidad y se separa de los demás seres. ¿Qué es lo que constituye un individuo, o individualidad? Este es un problema que ha preocupado a la mayor parte de las grandes escuelas de filosofía. Se puede considerar desde el punto de vista metafísico o psicológico, aunque éstos están íntimamente relacionados. Además, hay un sentido en el cual la individualidad le presenta cuestiones interesantes a la ética y la pedagogía.

Metafísica

El universo circundante se nos manifiesta, en todo caso, a primera vista, como una pluralidad, una colección de cosas individuales. Reconocemos como seres individualmente distinto a una multiplicidad de objetos materiales: animales, personas y similares. Hablamos de las pilas de maíz o de las piedras esparcidas sobre un campo como muchas cosas individuales. Sin embargo, un poco de reflexión nos revela que la naturaleza de la unidad, y en consecuencia de la individualidad, que poseen muchos de estos objetos es de un tipo muy imperfecta. Una pila es después de todo un mero agregado de mazorcas de maíz separadas; y una piedra no es más que un grupo de pequeñas piedras o partículas de materia en contacto local accidental, y unidas por algún otro tipo de materia. La unidad de tal objeto es totalmente extrínseca y accidental, mientras que la separación se debe simplemente a la discontinuidad de la clase de material del que se compone el objeto. Algunas partes de materia inerte tienen así sólo un tipo inferior o imperfecto de individualidad. Más alto en la escala de los seres vienen las plantas y organismos animales, aunque en las formas inferiores de vida a menudo es un problema difícil para el científico decidir si un espécimen particular se describe mejor como un único ser vivo o una colonia de seres.

Sin embargo, sigue siendo amplio el hecho de que miramos el mundo real que se presenta a nuestros sentidos como compuesto de un gran número de seres individuales separados. Por otra parte, tan pronto como nuestra mente comienza a pensar, a juzgar a razonar, o a hacer cualquier tipo de declaraciones significativas acerca de estos objetos, ella los concibe bajo aspectos universales. No los manipula como simples individuos desconectados, sino que los agrupa bajo ciertos puntos de vista comunes. Si la mente ha de hacer algún progreso en absoluto en el conocimiento, se ve obligada a organizar sus experiencias sensibles, para manejar los hechos individuales que le sean presentados por medio de ideas universales. La génesis psicológica de estas ideas, su carácter preciso y la naturaleza de la realidad fuera de la mente que le corresponde a ellas –-en otras palabras el gran problema de las universales--- fueron discutidos profundamente por Platón y Aristóteles, y se convirtieron en una cuestión aún más candente en las escuelas cristianas y arábigas de filosofía desde el siglo X al XII (vea IDEA). Sin embargo, un homólogo del mismo problema es la cuestión del individuo. Y este último tema en la forma de la controversia respecto al principium individuationis se volvió casi tan prominente en las escuelas durante los siglos XIII y XIV.

¿Qué constituye un ser individual? ¿Qué le da su propia peculiar individualidad? ¿Qué lo distingue de todos los demás seres, y sobre todo, de los demás seres de la misma especie? Una respuesta obvia se da en la enumeración de diferencias tales como las de lugar, tiempo, figura. Pero éstas son simplemente relaciones extrínsecas. Ni tampoco es totalmente inconcebible la identidad perfecta, incluso en lugar, entre dos seres. Estas diferencias extrínsecas, de hecho, presuponen diferencias intrínsecas. Dos cosas primero deben diferir en relación la una a la otra antes de que puedan diferir en relación a una cosa tercera o extrínseca, tal como el espacio. De ahí que la pregunta que preocupaba a las escuelas filosóficas se refería especialmente a la diferencia intrínseca. ¿Cuál es el principio intrínseco de individuación por el cual un ser es distinto de otro? En la teoría aristotélica los objetos corporales que nos rodean son seres compuestos constituidos en última instancia de dos principios, uno pasivo y determinable (materia), el otro activo y determinante (forma). Esta última le da al ser su naturaleza específica. La primera es la base de la divisibilidad y multiplicidad; y esta es para Aristóteles la fuente de la individuación. La pregunta, sin embargo, recibió desarrollo y discusión mucho más completos en la Edad Media, y nos encontramos con una serie de diferentes respuestas presentadas por diferentes filósofos.

De acuerdo a Santo Tomás, quien desarrolló la doctrina de Aristóteles, la forma, en lo que a seres corporales se refiere, da unidad específica y hace determinable una cosa. Pero en la misma especie pueden existir muchos individuos; es así que la forma específica es la que provee la base común para la idea universal. Por lo tanto, la forma no puede ser la fuente de la individuación, puesto que ella misma necesita un principio por el cual poder ser individuada. Este principio, el ratio distinctionis, la causa de la diferencia entre un individuo y otro, se debe buscar en el principio limitante que recibe la forma, y es la base de la divisibilidad y la multiplicidad ---la materia.

Esta enseñanza de Santo Tomas se aclara mediante su doctrina respecto a la naturaleza de los intelligentiæ, o ángeles. Ellos son formas puras desprovistas de cualquier elemento material. En consecuencia, la naturaleza angélica no contiene en sí misma base para la multiplicación; sólo puede haber uno en una especie. A diferencia del ser humano que difieren numéricamente en la misma especie, los diversos ángeles deben diferir específicamente. En los seres corpóreos compuestos, la materia es el principio de limitación e individuación. Pero Santo Tomás insiste que es materia signata quantitate. Los comentaristas han disputado mucho sobre cuán precisamente esto se ha de interpretar. Cayetano entiende aquí materia como la base y raíz de la cantidad, otros como materia dotada con cantidad real. (Para diferentes opiniones vea especialmente Francisco Suárez "Disp. Metaph.", V.) Por otro lado, Durando y Averroes enseñaron que la forma era el principio interno de individuación que confiere la unidad numérica sobre el sujeto que constituye. Escoto tiende parcialmente hacia esta opinión, sin embargo, añade una entidad adicional a la propia forma. Argumenta que la materia no puede ser el principio de individuación porque es esencialmente universal. De ahí que el principio debe descansar en la forma, no, sin embargo, simplemente como naturaleza universal, sino con una formalidad particular añadida. A esta diferencia adicional que determina la especie hasta el individuo, él la llama por el nombre de hoeceitas (realidad objetiva de una cosa).

La enseñanza nominalista sobre las universales llevó a sus defensores a una solución de esta cuestión muy diferente a la de Santo Tomás o Escoto. Según ellos, lo universal no tiene existencia fuera de la mente, ni base en la naturaleza exterior. Cada realidad, como tal, es individual. Como Ockham alegó: "Quælibet res singularis seipsa est singularis, unum per se" (N.T.: Cualquier cosa que sea singular es singular, una por sí); de ahí que es inútil disputar acerca de un principio interno de individuación. Si hablamos de una causa de individuación sólo podemos aludir de forma inteligible a la voluntad creativa o causa eficiente, que dio existencia a la cosa. Otros, sin embargo, que están muy lejos de ser nominalistas, también sostienen este punto de vista. De hecho, es adoptado por Suarez mismo, que sostiene: "Omnemsubstantiam singularem nec alio indigere individuationis principio præter suam entitatem, vel præter principia intrinsecaquibus ejus entitas constat" (cada substancia singular es individualizada por su propia entidad, y no requiere ningún otro principio para su individuación). Él afirma que esta solución es la más clara de todas ---omnium clarissimam. (Hay una discusión exhaustiva de toda la cuestión con abundancia de referencias a todos los principales filósofos medievales, escolásticos y árabes, en Francisco Suárez "Disp., Metaph.” V) Una opinión similar a la de Francisco Suárez fue defendida por Leibniz en su tratado "De principio inidividui”.

Hoy día el interés por las fases más sutiles del antiguo problema metafísico ha disminuido, pero ha venido a primer plano una pregunta más fundamental, planteada por la teoría del monismo. En lugar de la pregunta "¿Cómo, exactamente, los seres individuales de la misma especie se diferencian unos de otros?”, nos preguntamos “¿Hay verdaderamente en el universo seres individuales en absoluto?” O son aparentemente distintos, objetos independientes del mundo que nos rodea, incluyendo nuestros semejantes, simplemente modos, fases o aspectos del Absoluto, del Infinito, del sustrato o fundamento subyacente de todas las cosas?" Para Espinosa "omnis determinatio est negatio” ---cada determinación individual es meramente una negación, una limitación de lo universal, y nada tiene existencia positiva excepto la única substancia infinita, de la cual los seres finitos individuales, aparentemente distintos, no son más que partes o modos. Esta negación de la verdadera individualidad de todos los seres finitos es la doctrina del monismo, la cual, ya sea en una forma materialista o idealista, ha adquirido continuamente creciente influencia desde el tiempo de Espinosa, y especialmente durante el último siglo. En consecuencia, la cuestión de la individualidad es ahora desviada a la de la personalidad de los seres humanos; pues, obviamente, es respecto a ellos que la cuestión adquiere interés, y al mismo tiempo se vuelve más capaz de prueba decisiva.

Psicología

Ética

Pedagogía

Bibliografía: On the Principle of Individuation: STO. TOMÁS, Opusculum de princ. indiv. en Opp., XVI (Parma, 1865), 328 ss.; DUNS SCOTUS, In II Sent., disp. III, q. VI, en Opp., XII (París, 1893); SUÁREZ, Disput. met., V, en Opp., XXV (París, 1861); LEIBNITZ, De principio individui in Werke, ed. GERHARDT (Berlín, 1875-90); IDEM, Nouveaux essais sur l'entendement humain (Nueva York y Londres, 1896), II, XXVII; UEBERWEG, History of Philosophy, I (Londres, 1874). On Individuality and Personality: BUTLER, Dissertation on Personal Identity in Works, I (Oxford, 1896), 387 ss.; REID, Essay on the Intellectual Powers, III (Edimburgo, 1812); LADD, Philosophy of Mind (Nueva York y Londres, 1895); HUME, Enquiry concerning Human Understanding (Londres y Edimburgo, 1764); MILL, Examination of Hamilton's Philosophy (Londres, 1865), XII; JAMES, Principles of Psychology (Nueva York y Londres, 1901); MAHER, Psychology (Nueva York y Londres, 1906). The value of Individuality in Education: MILL, On Liberty (Nueva York y Londres, 1875); HERBART, The Science of Education, tr. FELKIN (Nueva York and Londres, 1897).

Fuente: Maher, Michael. "Individual, Individuality." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7, pp. 762-765. New York: Robert Appleton Company, 1910. 9 Sept. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/07762a.htm>.

Esta siendo traducido por Luz María Hernández Medina