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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Teología Moral»

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El volumen concluye con una discusión de los estados de vida particulares en [[la Iglesia]] de Dios, incluyendo aquellos que suponen una guía divina extraordinaria.  Sin embargo, esta última parte discute asuntos que pertenecen específicamente a la [[teología ascética]] o mística, tales como la [[profecía]] y los modos extraordinarios de [[oración]], pero sobre todo la vida activa y la contemplativa, la [[Perfección Cristiana y Religiosa|perfección cristiana]], y el estado religioso en la Iglesia.  Una obra sobre teología moral, como, por ejemplo, la de Slater (Londres, 1909), contiene lo siguiente: actos humanos, [[conciencia]], ley, pecado, las virtudes de la [[fe]], [[esperanza]], caridad; los preceptos del Decálogo, incluyendo un tratado especial sobre la [[justicia]]; los [[Mandamientos de la Iglesia]]; los [[Obligación|deberes]] inherentes a los estados u oficios particulares; los [[Sacramentos]], en cuanto su administración y recepción son medios de rectitud y reforma moral; leyes y penalidades eclesiásticas, sólo en la medida que afectan la conciencia; estas leyes forman propiamente la materia del [[derecho canónico]], hasta donde gobiernan y regulan a la Iglesia como organización, su membresía, ministros, las relaciones entre la [[jerarquía]], el [[clero]], las órdenes [[Religión|religiosas]], los [[laicos]] o de la autoridad temporal y espiritual.   
 
El volumen concluye con una discusión de los estados de vida particulares en [[la Iglesia]] de Dios, incluyendo aquellos que suponen una guía divina extraordinaria.  Sin embargo, esta última parte discute asuntos que pertenecen específicamente a la [[teología ascética]] o mística, tales como la [[profecía]] y los modos extraordinarios de [[oración]], pero sobre todo la vida activa y la contemplativa, la [[Perfección Cristiana y Religiosa|perfección cristiana]], y el estado religioso en la Iglesia.  Una obra sobre teología moral, como, por ejemplo, la de Slater (Londres, 1909), contiene lo siguiente: actos humanos, [[conciencia]], ley, pecado, las virtudes de la [[fe]], [[esperanza]], caridad; los preceptos del Decálogo, incluyendo un tratado especial sobre la [[justicia]]; los [[Mandamientos de la Iglesia]]; los [[Obligación|deberes]] inherentes a los estados u oficios particulares; los [[Sacramentos]], en cuanto su administración y recepción son medios de rectitud y reforma moral; leyes y penalidades eclesiásticas, sólo en la medida que afectan la conciencia; estas leyes forman propiamente la materia del [[derecho canónico]], hasta donde gobiernan y regulan a la Iglesia como organización, su membresía, ministros, las relaciones entre la [[jerarquía]], el [[clero]], las órdenes [[Religión|religiosas]], los [[laicos]] o de la autoridad temporal y espiritual.   
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Hay una circunstancia que no se debe pasar por alto.  La teología moral considera las acciones humanas libres sólo en su relación con el orden supremo, y al último y más alto fin, no en su relación con los fines próximos que el hombre puede y debe perseguir, como por ejemplo políticos, sociales y económicos.  La economía, la política y las ciencias sociales son campos separados de la ciencia, no subdivisiones de la ciencia moral.  Sin embargo, estas ciencias especiales deben ser también guiadas por la moral, y deben subordinar sus principios a aquellos de la teología moral, por lo menos hasta donde no entren en conflicto con esta última.  El hombre es un ser, y todas sus acciones deben estar guiadas finalmente hacia su último y más alto fin.  Por lo tanto, varios fines próximos no deben desviarlo de ese fin, sino que deben estar subordinados a él y a su logro.    Por lo tanto la teología moral examina todas las relaciones individuales del hombre y pasa juicio sobre los asuntos políticos, económicos y sociales, no con relación a su efecto sobre la política y la economía, sino respecto a su influencia sobre la vida moral.  Esta es también la razón por la cual apenas hay otra ciencia que toque otras esferas tan cercanamente como lo hace la teología moral, y por qué su esfera es más amplia que la de ninguna otra.  Esto es cierto en la medida en que la teología moral tenga el alcance eminentemente práctico de instruir y formar directores espirituales y confesores, que deben estar familiarizados con las condiciones humanas en su relación a la ley moral, y que aconsejen a las [[persona]]s en cada estado y situación.
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La manera en la cual la teología moral trata su materia debe ser principalmente positiva, como lo es generalmente en la teología, esto es, extrayendo de la revelación y de las fuentes teológicas.  Comenzando desde esta base positiva, la razón también entra en juego muy ampliamente, especialmente puesto que la materia completa de la ética natural ha sido exaltada al nivel de la moral sobrenatural.  Es verdad que la verdadera razón debe ser iluminada por la fe sobrenatural, pero cuando es iluminada su obligación es explicar, probar y defender la mayoría de los principios de la teología moral.
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De lo que se ha dicho es manifiesto que la principal fuente de la teología moral es la [[Biblia|Sagrada Escritura]] y la [[Tradición y Magisterio Vivo|tradición]] junto con las enseñanzas de la Iglesia, sin embargo, los siguientes puntos deben observarse respecto al [[Antiguo Testamento]].  No todos los preceptos contenidos en él son universalmente válidos, pues muchos pertenecen al ritual y ley especial de los [[Judaísmo|judíos]].  Estos estatutos nunca obligaron al mundo no judío y han sido simplemente abolidos por la Nueva Alianza, de modo que ahora las observancias del ritual propiamente dichas son ilícitas.  El Decálogo, sin embargo, con el solo cambio en la ley de la celebración del [[Sabbath]], ha pasado a la Nueva Alianza una confirmación divina positiva de la ley natural, y ahora constituye la principal materia de la moralidad cristiana.  Por otra parte, debemos recordar que la Antigua Alianza no se hallaba en el alto nivel moral al cual [[Jesucristo|Cristo]] elevó la Nueva Alianza.  Jesús mismo menciona cosas que eran permitidas a los judíos “debido a la dureza de sus corazones”, pero contra las cuales aplicó de nuevo la ley impuesta al principio por Dios.  Por lo tanto, no todo lo que fue tolerado en el Antiguo Testamento y sus escritos, es tolerado ahora; por el contrario, muchos de los usos aprobados y establecidos allí serían contrarios a la perfección cristiana según aconsejada por Cristo.  Con estas limitaciones los escritos del Antiguo Testamento son fuente de teología moral, contienen ejemplos de y exhortaciones a las [[virtudes heroicas]], desde las cuales el moralista cristiano, siguiendo las huellas de Cristo y sus [[Los Apóstoles|apóstoles]], puede muy bien extraer excelentes modelos de [[santidad]]. 
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Aparte de la Sagrada Escritura, la Iglesia reconoce también la Tradición como una fuente de verdades reveladas, y por lo tanto, de moral cristiana.  Ha asumido una forma definida principalmente en los escritos de los [[Padres de la Iglesia|Padres]].  Además, las decisiones de la Iglesia deben ser consideradas como una fuente, puesto que están basadas en la Biblia y Tradición, son la fuente próxima de teología moral, porque contienen el juicio final sobre el significado de la Sagrada Escritura así como las enseñanzas de los Padres.  Estas incluyen la larga lista de proposiciones condenadas, las cuales deben ser consideradas como señales de peligro a lo largo de la frontera entre lo lícito y lo ilícito, no sólo cuando la condena ha sido pronunciada en virtud de la más alta autoridad apostólica, sino también cuando la congregación instituida por el [[Papa]] ha emitido una decisión doctrinal general en cuestiones inherentes a la moral.  También se puede aplicar aquí lo que escribió el [[Papa Pío IX]] respecto a las reuniones de los eruditos de [[Munich]] en el año 1863:  “Puesto que es un asunto sobre la sujeción que obliga a todos los [[católico]]s en conciencia, quienes desean adelantar los intereses de la Iglesia al dedicarse ellos mismos a las ciencias especulativas, que los miembros de esta asamblea recuerden que no es suficiente para los eruditos católicos aceptar y estimar los antedichos [[dogma]]s, sino que ellos están también obligados a someterse a las decisiones de las congregaciones papales así como a aquellas enseñanzas que son, por el constante y universal consentimiento de los católicos, sostenidas como verdades teológicas y a ciertas conclusiones cuya opinión contraria, aunque no sea [[Herejía|herética]], aún así merece alguna censura teológica.”  Si esto es cierto para las doctrinas dogmáticas en el sentido estricto de la palabra, podemos decir que es aún más cierto en el caso de las cuestiones morales, porque para ellas no sólo las absolutas e [[Infalibilidad|infaliblemente]] ciertas, sino también las decisiones moralmente ciertas deben ser consideradas como normas obligatorias.
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Revisión de 12:56 28 jun 2009

Teología moral es una rama de la teología, la ciencia de Dios y las cosas divinas. La distinción entre teología natural y sobrenatural se apoya en una base sólida. La teología natural es la ciencia de Dios mismo, en la medida en que la mente humana puede por sus propios esfuerzos llegar a una conclusión definitiva acerca de Dios y su naturaleza: es siempre designada con el adjetivo natural. Teología, sin ninguna otra modificación, se entiende siempre como teología sobrenatural, es decir, la ciencia de Dios y las cosas divinas, en la medida en que se basa en la revelación sobrenatural. Su objeto no sólo abarca a Dios y su esencia, sino también sus acciones y sus obras de salvación y la guía que nos lleva a Dios, nuestro fin sobrenatural. En consecuencia, se extiende mucho más lejos que la teología natural; pues, aunque esta última nos informa de la naturaleza y atributos de Dios, sin embargo, no puede decirnos nada sobre sus obras de salvación gratuitas. El conocimiento de todas estas verdades es necesario para todos los hombres, al menos en sus líneas generales, y se adquiere mediante la fe cristiana. Pero esto no es ciencia todavía. La ciencia de la teología exige que el conocimiento obtenido a través de la fe sea profundizado, ampliado y fortalecido, de modo que los artículos de fe sean entendidos y defendidos por sus razones y sean, junto con sus conclusiones, dispuestos de forma sistemática.

Todo el campo de la teología propiamente dicha se divide en teología moral y dogmática, que difieren en la materia y en el método. La teología dogmática tiene como fin la discusión científica y el establecimiento de las doctrinas de fe, la teología moral de los preceptos morales. Los preceptos de la moral cristiana son también parte de las doctrinas de fe, ya que fueron anunciados o confirmados por revelación divina. El objeto de la teología dogmática es aquellas doctrinas que sirven para enriquecer el conocimiento necesario o conveniente para el hombre, cuyo destino es sobrenatural. Por otra parte, la teología moral se limita a aquellas doctrinas que discuten las relaciones del hombre y sus acciones libres hacia Dios y su fin sobrenatural, y propone los medios instituidos por Dios para el logro de ese fin. En consecuencia, la teología moral y la dogmática son dos partes estrechamente relacionadas de la teología universal. En la medida en que un número considerable de doctrinas individuales pueden ser reclamadas por cualquier disciplina, no se puede trazar una fuerte línea de demarcación entre la materia del dogma y la moral. Sin embargo, en la práctica se debe hacer una división y limitación de acuerdo con las necesidades prácticas.

La relación entre la teología moral y la ética es de una naturaleza similar. La materia de la moral natural o ética, según figura en el Decálogo, ha sido incluida en la revelación divina, positiva, y de ahí ha pasado a la teología moral. Sin embargo, los procesos argumentativos difieren en las dos ciencias, y por esta razón una gran parte de la materia no se considera en la teología moral y se refiere a la ética. Por ejemplo, la refutación de los falsos sistemas de los eticistas modernos generalmente se tratan bajo la ética, especialmente porque estos sistemas se refutan con argumentos extraidos no tanto de la fe, sino de la razón. La teología moral se ocupa de falsos sistemas sólo en la medida en que requiere una defensa de las doctrinas reveladas. Sin embargo, debe discutir los distintos requisitos de la ley natural, no sólo porque esta ley ha sido confirmada y definida por la revelación positiva, sino también porque cada violación de la misma supone una alteración del orden moral sobrenatural, cuyo tratamiento es una parte esencial de la teología moral.

El campo de la teología moral, su contenido y los límites que lo separan de temas afines, puede ser indicado brevemente como sigue: la teología moral incluye todo lo relativo a las acciones libres del hombre y el último, o supremo, fin a alcanzarse a través de ellos, hasta donde lo conocemos por la misma divina revelación; en otras palabras, incluye el fin sobrenatural, la regla o norma, del orden moral, las acciones humanas como tales, su armonía o disonancia con las leyes del orden moral, sus consecuencias, las ayudas divinas para su recto cumplimiento. Un tratamiento detallado de estos temas se puede encontrar en la segunda parte de la “Suma Teológica” de Santo Tomás, una obra todavía sin rival como un tratado de teología moral.

Santo Tomás en la "Suma Teol.", I, Q. I, a. P. 7 y II, en el proemio y en el prólogo de I-II esboza brevemente la posición de la teología moral en la teología universal; también lo hace Francisco Suárez en el proemio de sus comentarios sobre la I-II de Santo Tomás. El asunto de toda la segunda parte de la "Suma Teológica" es el hombre como agente libre. “El hombre fue creado a imagen de Dios, de su intelecto, su libre albedrío y un cierto poder de actuar espontáneamente. Por lo tanto, después de haber hablado del modelo, es decir, de Dios y de aquellas cosas que proceden de su divino poder según su voluntad, debemos ahora dirigir nuestra atención a su imagen, es decir, al hombre, considerando que él es también el principio o sus acciones en virtud de su libre albedrío y su poder sobre sus propias acciones.” Él incluye todo esto en teología, no sólo porque se considera como el objeto de la revelación divina positiva (I, Q. I, a. 3), sino también porque Dios siempre es el objeto principal, pues “la teología trata todas las cosas en su relación con Dios, ya sea hasta donde son Dios mismo o que sean dirigidas hacia Dios como su origen o último fin” (I, Q. I, a. 7). “Puesto que el principal objetivo de la teología el comunicar el conocimiento de Dios, no sólo como es Él en sí mismo sino también como el principio y fin de todas las cosas y, en particular, de criaturas racionales… hablaremos primero de Dios, en segundo lugar de la tendencia de la criatura racional hacia Dios”, etc. (I, Q. II, proem). Estas palabras señalan el alcance y el objeto de la parte moral de la teología. Francisco Suárez, que fecundamente llama a esta tendencia de las criaturas hacia Dios "el retorno de las criaturas a Dios", muestra que no existe contradicción al designar al hombre creado a imagen de Dios, dotado de razón y libre voluntad y ejerciendo estas facultades, como el objeto de la teología moral, y Dios como el objeto de toda la teología. “Si se nos pide que nombremos el objeto próximo de la teología moral, sin duda, diremos que es el hombre como un agente libre, que busca su felicidad por sus acciones libres; pero si se nos pregunta en qué sentido este objeto debe ser tratado principalmente, responderemos que esto debe hacerse con respecto a Dios como su último fin.”

En el índice analítico de la segunda parte de la “Suma Teológica” de Santo Tomás se puede hallar una descripción detallada del amplio alcance de la teología moral. Nosotros debemos limitarnos a un breve resumen. La primera pregunta trata sobre el fin último del hombre, la felicidad eterna, su naturaleza y posesión. A continuación sigue un examen de los actos humanos en sí mismos y sus varias subdivisiones, de los actos voluntarios e involuntarios, de la rectitud o la malicia moral de los actos interiores y exteriores y sus consecuencias; las pasiones en general y en particular, los hábitos o cualidades permanentes del alma humana, y los asuntos generales sobre las virtudes, vicios y pecados. Bajo este último título, mientras examina las causas del pecado, el autor incorpora la doctrina sobre el pecado original y sus consecuencias. Sin embargo, esta parte podría ser asignada con igual derecho a la teología dogmática en el sentido estricto de la palabra. Aunque Santo Tomás considera el pecado principalmente como una transgresión de la ley, y en particular de la “lex æterna” (Q. II, a.6), sin embargo sitúa los capítulos sobre las leyes después de la sección sobre el pecado; porque el pecado, un acto humano libre como cualquier otro acto humano, se discute primero desde el punto de vista de sus principios subjetivos, es decir, el conocimiento, voluntad, y la tendencia de la voluntad; sólo después de esto las acciones humanas son vistas con relación a sus principios objetivos o exteriores, y la ley es el principio exterior por el cual las acciones humanas son juzgadas no meramente como humanas, sino como acciones morales, ya sea moralmente buenas o moralmente malas. Puesto que él concibe la moral como moral sobrenatural, la cual excede la naturaleza y las facultades del hombre, discute después de la ley la gracia divina, el otro principio exterior de las acciones moralmente buenas del hombre. En el exordio a Q. XC, Santo Tomás establece brevemente su división como sigue: “El principio exterior que nos mueve a las buenas obras es Dios; Él nos instruye con su ley y nos ayuda con su gracia. Por lo tanto, debemos hablar primero de la ley y segundo de la gracia.”

Dedica completamente el siguiente volumen a los asuntos especiales, en el orden dado por Santo Tomás en el prólogo: “Luego de una ojeada superficial a las virtudes, vicios y principios morales en general, nos incumbe considerar los varios puntos en detalle. Las discusiones morales, si se satisfacen con generalidades, son de poco valor, porque las acciones tocan cosas individuales, particulares. Cuando es asunto de moral, debemos considerar las acciones individuales de dos modos: uno, examinando la materia, es decir, discutiendo los diferentes vicios y virtudes; otro, averiguando en los varias pasatiempos y estados de vida de los individuos.” Santo Tomás procede luego a discutir el amplio alcance de la teología moral desde ambos puntos de vista. Primero, escudriña cuidadosamente las varias virtudes, teniendo en mente las ayudas divinas, y los pecados y vicios opuestos a las respectivas virtudes. Examina primero las tres virtudes divinas que son totalmente sobrenaturales y abarca el vasto campo de la caridad y su práctica efectiva; luego pasa a las virtudes cardinales con sus virtudes afines y auxiliares.

El volumen concluye con una discusión de los estados de vida particulares en la Iglesia de Dios, incluyendo aquellos que suponen una guía divina extraordinaria. Sin embargo, esta última parte discute asuntos que pertenecen específicamente a la teología ascética o mística, tales como la profecía y los modos extraordinarios de oración, pero sobre todo la vida activa y la contemplativa, la perfección cristiana, y el estado religioso en la Iglesia. Una obra sobre teología moral, como, por ejemplo, la de Slater (Londres, 1909), contiene lo siguiente: actos humanos, conciencia, ley, pecado, las virtudes de la fe, esperanza, caridad; los preceptos del Decálogo, incluyendo un tratado especial sobre la justicia; los Mandamientos de la Iglesia; los deberes inherentes a los estados u oficios particulares; los Sacramentos, en cuanto su administración y recepción son medios de rectitud y reforma moral; leyes y penalidades eclesiásticas, sólo en la medida que afectan la conciencia; estas leyes forman propiamente la materia del derecho canónico, hasta donde gobiernan y regulan a la Iglesia como organización, su membresía, ministros, las relaciones entre la jerarquía, el clero, las órdenes religiosas, los laicos o de la autoridad temporal y espiritual.

Hay una circunstancia que no se debe pasar por alto. La teología moral considera las acciones humanas libres sólo en su relación con el orden supremo, y al último y más alto fin, no en su relación con los fines próximos que el hombre puede y debe perseguir, como por ejemplo políticos, sociales y económicos. La economía, la política y las ciencias sociales son campos separados de la ciencia, no subdivisiones de la ciencia moral. Sin embargo, estas ciencias especiales deben ser también guiadas por la moral, y deben subordinar sus principios a aquellos de la teología moral, por lo menos hasta donde no entren en conflicto con esta última. El hombre es un ser, y todas sus acciones deben estar guiadas finalmente hacia su último y más alto fin. Por lo tanto, varios fines próximos no deben desviarlo de ese fin, sino que deben estar subordinados a él y a su logro. Por lo tanto la teología moral examina todas las relaciones individuales del hombre y pasa juicio sobre los asuntos políticos, económicos y sociales, no con relación a su efecto sobre la política y la economía, sino respecto a su influencia sobre la vida moral. Esta es también la razón por la cual apenas hay otra ciencia que toque otras esferas tan cercanamente como lo hace la teología moral, y por qué su esfera es más amplia que la de ninguna otra. Esto es cierto en la medida en que la teología moral tenga el alcance eminentemente práctico de instruir y formar directores espirituales y confesores, que deben estar familiarizados con las condiciones humanas en su relación a la ley moral, y que aconsejen a las personas en cada estado y situación.

La manera en la cual la teología moral trata su materia debe ser principalmente positiva, como lo es generalmente en la teología, esto es, extrayendo de la revelación y de las fuentes teológicas. Comenzando desde esta base positiva, la razón también entra en juego muy ampliamente, especialmente puesto que la materia completa de la ética natural ha sido exaltada al nivel de la moral sobrenatural. Es verdad que la verdadera razón debe ser iluminada por la fe sobrenatural, pero cuando es iluminada su obligación es explicar, probar y defender la mayoría de los principios de la teología moral.

De lo que se ha dicho es manifiesto que la principal fuente de la teología moral es la Sagrada Escritura y la tradición junto con las enseñanzas de la Iglesia, sin embargo, los siguientes puntos deben observarse respecto al Antiguo Testamento. No todos los preceptos contenidos en él son universalmente válidos, pues muchos pertenecen al ritual y ley especial de los judíos. Estos estatutos nunca obligaron al mundo no judío y han sido simplemente abolidos por la Nueva Alianza, de modo que ahora las observancias del ritual propiamente dichas son ilícitas. El Decálogo, sin embargo, con el solo cambio en la ley de la celebración del Sabbath, ha pasado a la Nueva Alianza una confirmación divina positiva de la ley natural, y ahora constituye la principal materia de la moralidad cristiana. Por otra parte, debemos recordar que la Antigua Alianza no se hallaba en el alto nivel moral al cual Cristo elevó la Nueva Alianza. Jesús mismo menciona cosas que eran permitidas a los judíos “debido a la dureza de sus corazones”, pero contra las cuales aplicó de nuevo la ley impuesta al principio por Dios. Por lo tanto, no todo lo que fue tolerado en el Antiguo Testamento y sus escritos, es tolerado ahora; por el contrario, muchos de los usos aprobados y establecidos allí serían contrarios a la perfección cristiana según aconsejada por Cristo. Con estas limitaciones los escritos del Antiguo Testamento son fuente de teología moral, contienen ejemplos de y exhortaciones a las virtudes heroicas, desde las cuales el moralista cristiano, siguiendo las huellas de Cristo y sus apóstoles, puede muy bien extraer excelentes modelos de santidad.

Aparte de la Sagrada Escritura, la Iglesia reconoce también la Tradición como una fuente de verdades reveladas, y por lo tanto, de moral cristiana. Ha asumido una forma definida principalmente en los escritos de los Padres. Además, las decisiones de la Iglesia deben ser consideradas como una fuente, puesto que están basadas en la Biblia y Tradición, son la fuente próxima de teología moral, porque contienen el juicio final sobre el significado de la Sagrada Escritura así como las enseñanzas de los Padres. Estas incluyen la larga lista de proposiciones condenadas, las cuales deben ser consideradas como señales de peligro a lo largo de la frontera entre lo lícito y lo ilícito, no sólo cuando la condena ha sido pronunciada en virtud de la más alta autoridad apostólica, sino también cuando la congregación instituida por el Papa ha emitido una decisión doctrinal general en cuestiones inherentes a la moral. También se puede aplicar aquí lo que escribió el Papa Pío IX respecto a las reuniones de los eruditos de Munich en el año 1863: “Puesto que es un asunto sobre la sujeción que obliga a todos los católicos en conciencia, quienes desean adelantar los intereses de la Iglesia al dedicarse ellos mismos a las ciencias especulativas, que los miembros de esta asamblea recuerden que no es suficiente para los eruditos católicos aceptar y estimar los antedichos dogmas, sino que ellos están también obligados a someterse a las decisiones de las congregaciones papales así como a aquellas enseñanzas que son, por el constante y universal consentimiento de los católicos, sostenidas como verdades teológicas y a ciertas conclusiones cuya opinión contraria, aunque no sea herética, aún así merece alguna censura teológica.” Si esto es cierto para las doctrinas dogmáticas en el sentido estricto de la palabra, podemos decir que es aún más cierto en el caso de las cuestiones morales, porque para ellas no sólo las absolutas e infaliblemente ciertas, sino también las decisiones moralmente ciertas deben ser consideradas como normas obligatorias.


Bibliografía: SLATER, Breve Historia de la Teología Moral (Nueva York. 1909); BOUQUILLON, Theologia moralis fundamentalis, (3ra ed., Bruges, 1903), Introductio; BUCCERONI, Commentar. de natura theologioe moralis (Roma, 1910); SCHMITT, Zur Gesch. des Probabilismus (1904); MAUSBACH, Die kathol. Moral, ihre Methoden, Grundsätze und Aufgaben (2nd ed. 1902); MEYENBERG, Die kath. Moral als Angeklagte (2nd ed. 1902); KRAWUTZKI, Einleitung in das Studium der kath. Moraltheologie (2nd. ed. 1898); GERIGK, Die wissenschaftliche Moral und ihre Lehrweisc (1910).

Fuente: Lehmkuhl, Augustinus. "Moral Theology." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/14601a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.