Diferencia entre revisiones de «Cáliz»
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Revisión de 21:05 17 mar 2012
Contenido
Historia
El cáliz ocupa el primer lugar entre los vasos sagrados, y, como figura de lenguaje, la copa material se usa a menudo como si fuese sinónimo de la Preciosa Sangre misma. “La copa de bendición que bendecimos”, escribe San Pablo, “¿no es acaso comunión con la Sangre de Cristo?” (1 Cor. 10,16). No se ha conservado ninguna tradición fiable en relación con el vaso usado por Cristo en la Última Cena. En los siglos VI y VII se les hizo creer a los peregrinos a Jerusalén que el cáliz auténtico se veneraba aún en la iglesia del Santo Sepulcro, y que el mismo tenía en su interior la esponja que se le presentó a Nuestro Salvador en el Calvario. Curiosamente, mientras que Antonino de Piacenza se refiere a él como hecho de ónix, San Adamnan, menos de un siglo más tarde, lo describe como una "copa de plata en la que cabía la medida de un sextario gálico y con dos asas opuestas" (vea Geyer, Itinera Hierosolimitana, págs. 154, 173, 234, 305).
En un período muy posterior otras dos copas han sido veneradas como el cáliz de la Última Cena. Una, el sacro catino de Génova, es más bien un plato que una copa y está hecho de vidrio verde, aunque por mucho tiempo se supuso que era una esmeralda, de catorce y media pulgadas de diámetro y de un valor inestimable. El otro, en Valencia, España, es una copa de ágata. El hecho es que toda la tradición no es confiable y de fecha posterior. Nos referiremos más adelante a ella en el articulo GRIAL, y mientras tanto nos conformaremos con citar las palabras de San Juan Crisóstomo (Hom. 1 in Matt.): “La mesa no era de plata, no era de oro el cáliz en el que Cristo dio a beber su sangre a sus discípulos, y sin embargo, todo era precioso y verdaderamente apto para inspirar sobrecogimiento."
En la medida en que es posible recoger fragmentos de información sobre los cálices en uso entre los primeros cristianos, la evidencia parece favorecer la prevalencia de vidrio, aunque también se usaban copas de metales preciosos y de inferiores, de marfil, madera e incluso de arcilla (Vea Hefele, Beiträge, II, 323-5). Un pasaje de San Ireneo (Hær., I, c. XIII) que describe un pretendido milagro obrado por Marco el Gnóstico, quien vertió vino blanco en su copa y luego, después de la oración, mostró que el contenido era rojo, casi supone necesariamente un vaso de vidrio; y las patenas de vidrio (patenas vitreas) mencionadas en el "Liber Pontificalis" bajo el pontificado de Ceferino (202-19), así como ciertos pasajes en Tertuliano y San Jerónimo, favorecen del todo la misma conclusión. Sin embargo, la tendencia a utilizar preferentemente los metales preciosos se desarrolló temprano. San Agustín habla de dos cálices de plata y seis de oro desenterrados en Cirta, África (Contra Crescon., III, c. XXIX), y San Juan Crisóstomo de un cáliz de oro engastado con piedras preciosas (Hom. 1 in Matt.).
En cuanto a forma, nuestra información principal en este primer período se deriva de ciertas representaciones, que se dice estaban destinados para cálices eucarísticos, que se encuentran en los primeros mosaicos, sarcófagos y otros monumentos del arte cristiano. La prevalencia general de un tipo casi sin tallo, con forma de jarro con dos asas, nos inclina a creer que un recipiente de vidrio de este tipo descubierto en las catacumbas de Ostria en la Via Nomentana, y que ahora se conserva en el Museo de Letrán, en realidad pudo haber sido un cáliz. En una fecha temprana se hizo común inscribir el nombre del donante sobre los vasos costosos regalados a las iglesias. Así se sabe que Gala Placidia (m. 450) ofreció un cáliz con tal inscripción a la iglesia de Zacarías, en Rávena, y el emperador Valentiniano III envió otro a la iglesia de Brive. Estas copas se conocían a veces como calices literati.
El primer ejemplar de un cáliz de cuyo propósito original podemos estar razonablemente seguros es el cáliz de Chelles, conservado hasta la Revolución Francesa y que se creía haber sido realizado por, o por lo menos hasta la fecha desde el momento de, el famoso artífice de San Eligio de Noyon, que murió en 659. El material era oro, ricamente decorado con esmaltes y piedras preciosas. En la forma, era sin asas y al igual que un vaso para apios, con una copa muy profunda y sin tallo, pero la copa se unía a la base con un nudo, que bajo el nombre de nodus o pomellum se convirtió en un rasgo muy característico en los cálices de la Edad Media. En muchos de los ejemplares descritos o conservados de los períodos merovingio, carolingio y románico, es posible hacer una distinción entre el cáliz del sacrificio ordinario utilizado por los obispos y sacerdotes en la Misa y los cálices ministeriales destinados a la comunión de los fieles en Pascua y otras estaciones del año, cuando muchos comulgan. Estos últimos cálices son de tamaño considerable y a menudo, aunque no siempre, tienen asas, lo cual, es fácil de entender, habría ofrecido mayor seguridad contra accidentes cuando el vaso sagrado se llevaba a los labios de cada comulgante por turno.
En una época primitiva y bárbara debieron haber sido considerables las dificultades prácticas de la Comunión bajo la especie de vino, y no es de extrañar que a partir del periodo carolingio se adoptase el dispositivo de la utilización de un tubo o caña (conocido por una variedad de nombres, fistula, tuellus, canna, arundo, pipa, calamus, siphon, etc.) para la Comunión tanto del clero como del pueblo. Al presente (1912) en la Misa mayor papal solemne, se trae el cáliz desde el altar hasta el Papa en su trono, y el pontífice absorbe su contenido a través de una pajilla dorada. Esta práctica también se prolongó hasta la reforma entre los cistercienses.
Cálices de la Edad Media
Legislación hasta 1912
Adjuntos del Cáliz
El Cáliz en el Arte
Bibliografía: HISTORY AND ARCHÆLOGY-HEFELE, Beiträge zur Kirchengeschichte (Tübingen, 1864), II, 322-30; ROHAULT DE FLEURY, La Messe (París, 1886), Vol. IV, una obra que contiene por mucho la major colección de cálices medievales; BÄUMER, en Kirchenlex. s.v. KELCH; THALHOFER, Litugik (Friburgo, 1890), I; BOCK en el Jahrbuch de la Comisión Central de Viena, IV; WEISS, en el Mittheilungen de la Comisión Central de Viena, IV; REUSENS, Eléments d'archéologie chrét. (Aquisgrán, 1885), I, 232, 460, II, 320; OTTE, Handbuch der Kunst-Archeologie (1886), I; LINAS, Orfèvrerie Mérovingienne (París, 1864); CORBLET, Histoire de l'Eucharistie (París, 1886), II, 241-273; BERGNER, Handbuch der kirchlichen Kunstalterhümer (Leipsig, 1905), 320-27; WILLIAMS, The Arts and Crafts of Spain (3 vols., Londres, 1907)
ECCLESIASTICAL LAW.-BARBIER DE MONTAULT, Le mobilier ecclésiastique (2 vols., París, 1887) ; VAN DER STAPPEN, Sacra Liturgia (Mechlin, 1903), III, 96-110; WERNZ, Jus Decretalium (Roma, 1903), III.
Fuente: Thurston, Herbert. "Chalice." The Catholic Encyclopedia. Vol. 3. New York: Robert Appleton Company, 1908. 17 Mar. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/03561a.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina.