Vasos Sagrados
De Enciclopedia Católica
Cáliz
El cáliz es la copa en que se echan el vino y el agua del sacrificio eucarístico. Debe ser de oro o de plata con doradura en el interior, o puede ser la copa de plata con doradura en el interior; en cuyo caso la base y el tallo pueden ser de cualquier metal, siempre que sea sólido, limpio y adecuado (Mis, Rom., Ritus celebr., tit. I, n. 1). De acuerdo con el misal romano (De Defectibus, tit. X, n. 1) puede ser también de estaño (stannum - una aleación de estaño y plomo), con la doradura en el interior, pero los autores permiten esto sólo de forma excepcional en el caso de pobreza extrema. No se permiten cálices hechos de cristal, madera, cobre o bronce, y no pueden ser consagrados por el obispo (Sag. Cong. Rit., 16 sep. 1865).
La base puede ser redonda, hexagonal u octogonal, y debe ser tan grande de modo que no haya temor de que el cáliz se vire. Cerca de la mitad del tallo, entre la base y la copa, debe haber una perilla, a fin de que el cáliz pueda ser manejado fácilmente, especialmente después de la consagración, cuando el sacerdote tiene sus dedos índice y pulgar unidos. Esta perilla puede ser adornada con piedras preciosas, pero se debe tener cuidado de que no sobresalgan tanto que impidan el fácil manejo del cáliz. La base y la copa puede ser adornadas con imágenes o emblemas, incluso en relieve, pero los de la copa deben estar aproximadamente a una pulgada por debajo del borde del cáliz. La copa debe ser estrecha en la parte inferior, y volverse más amplia gradualmente, según se aproxima a la boca. El labio redondeado o vuelto hacia abajo es muy inútil. La altura no está determinada, pero debe ser de al menos ocho pulgadas.
Patena
La patena es un recipiente del altar en el cual se ofrece el pan en el Santo Sacrificio. Debe estar hecha del mismo material que el cáliz, y si está hecho de cualquier otra cosa que no sea oro, debe ser dorado en el lado cóncavo. Su borde debe ser delgado y afilado, de modo que se puedan recoger fácilmente las partículas sobre el corporal. No debe estar adornado de ninguna manera, al menos en el lado cóncavo; sin embargo, puede llevar una pequeña cruz cerca de su borde para indicar el lugar en que será besada por el celebrante. Cualquier hundimiento agudo en el lado superior impide que sea limpiado fácilmente. Los que tienen una superficie plana con una depresión ligera gradual hacia el centro son los más útiles.
Por un decreto de la Sagrada Congregación de Ritos (6 dic. 1866), el Papa Pío IX permitió que se usaran cálices y patenas hechos de aluminio mezclado con otros metales en ciertas proporciones indicadas en la "Instructio", siempre y cuando toda la superficie fuese plateada, y la copa dorada en el interior, pero este decreto fue borrado de la última edición de los Decretos.
Antes de que puedan ser utilizados en el Sacrificio de la Misa, tanto el cáliz como la patena deben ser consagrados por el ordinario, o por un obispo designado por él. Un sacerdote sólo puede consagrarlos en casos excepcionales, siempre y cuando la Santa Sede le haya conferido facultades especiales para hacerlo. En virtud de Facultates Extraordinariae C, Fac. VI, los obispos de los Estados Unidos pueden delegar esta función en un simple sacerdote. El mero hecho de celebrar el Santo Sacrificio con un cáliz y una patena no consagrados nunca podrá sustituir ese rito, especialmente ordenado por la Iglesia.
Pérdida de Consagración
El cáliz pierde su consagración cuando se convierte en no apto para el propósito para el cual está destinado. Por lo tanto, pierde su consagración en los siguientes casos:
(1) cuando cerca del fondo de la copa aparece la menor rotura o hendidura. Este no es el caso si la ruptura está cerca de la parte superior, de modo que, se pueda realizar la consagración en él sin temor a derramar su contenido.
(2) Cuando le aparece una rotura notable en cualquier parte, de modo que lo hace inadecuado para su uso.
(3) Cuando la copa se separa del tallo de tal manera que las partes no se puede unir, excepto por un artífice, a menos que la copa estuviese originalmente unida por el tallo, y el tallo a la base, por medio de un dispositivo de atornillar. Sin embargo, si a la parte inferior de la copa hay una varilla firmemente unida, que pasa a través del tallo hasta la base, bajo la cual hay una tuerca usada para unir las diferentes partes juntos, entonces, si esta barra se rompe, tutius videtur para volverlo a consagrar (Van der Stappen, III, qumst. LXXVIII).
(4) Cuando es redorado (Sag. Cong. Rit., 14 jun. 1845). Un cáliz no pierde su consagración por el mero desgaste de la doradura, ya que el cáliz entero está consagrado; pero se vuelve no apto para el propósito de consagrar en él, pues la rúbrica prescribe que sea dorado en el interior. Después de redorarlo, el celebrar la Misa en él no puede suplir su consagración (San Ligorio, Lb. VI, n.380). Está terminantemente prohibida la costumbre de profanar un cáliz, u otro vaso sagrado golpeándolo con la mano o cualquier instrumento, o de alguna otra forma, antes de darlo a un artífice para que lo redore (Sag. Cong. Rit.{, 23 abr. 1822). El cáliz o la patena no pierden su consagración por hacerle reparaciones leves. La Sagrada Congregación del Santo Oficio en 1874 decidió que un cáliz pierde su consagración si lo usan los herejes para cualquier uso profano, por ejemplo, como una copa para tomar en la mesa.
La patena pierde su consagración: (1) Cuando se rompe hasta tal punto que se vuelve no apta para la finalidad para la que se destina, por ejemplo, si la ruptura es tan grande que las partículas se pudiesen caer a través de ella. (2) Cuando está tan maltratada hasta tal punto que sería impropio el usarla. (3) Cuando es redorada.
Un cáliz que se vuelve inútil no se puede vender, sino que debe, si es posible, ser utilizado para un propósito sagrado.
Copón
El copón, llamado también ciborio, es un vaso sagrado en el que se guardan las hostias consagradas para la Comunión de los laicos. No tiene que ser necesariamente de oro o plata, ya que el Ritual Romano (tit IV, cap. I, n. 5) solamente prescribe que esté hecho ex solida decentique materia. Incluso puede ser de cobre, siempre que sea dorado (Sag. Cong. Rit., 31 ago. 1867). Si está hecho de cualquier otro material que no sea oro, el interior de la copa debe ser dorado (Sag. Cong. Episc. et Reg., 26 jul. 1588). No debe estar hecho de marfil (ibid.) o vidrio (Sag. Cong. Rit., 30 ene. 1880). Su base debe ser amplia; su tallo debe tener una perilla, y puede estar embellecido y adornado como el cáliz (vide supra). Debe tener una ligera elevación redonda en el centro, en la parte inferior, con el fin de facilitar la toma de las hostias cuando sólo quedan sólo unas pocas el mismo.
La cubierta, que debe encajar herméticamente, puede ser en forma piramidal o redonda, y debe tener una cruz en la parte superior. El sagrario debe ser de por lo menos siete pulgadas de alto. No se consagra, sino que sólo lo bendice, con la fórmula del “Benediction tabernaculi” (Rot. Rom., tit. VIII, XXIII, un obispo o sacerdote que tenga las facultades necesarias. Mientras el Santísimo Sacramento esté reservado en él, el copón se debe cubrir con un velo de material precioso de color blanco (Rit. Rom., Tit. IV, 1, n. 5), que puede ser bordado en oro y plata y tener flecos en los bordes. Cuando en realidad no contiene el Santísimo Sacramento, se le debe eliminar el velo. Por lo tanto, después de su purificación en la Misa, o cuando se llena de nuevas hostias a ser consagradas, se coloca sobre el altar, y no se le puede poner el velo. Incluso permanece cubierto desde la consagración hasta la Comunión. Se le coloca el velo justo antes de colocarlo en el tabernáculo después de la Comunión. Es aconsejable disponer de dos copones, ya que las hostias recién consagradas nunca deben mezclarse con las que fueron consagradas antes.
En los lugares en los que se lleva solemnemente la Sagrada Comunión a los enfermos, se utiliza un copón pequeño del mismo estilo para ese propósito. La pequeña píxide utilizada para llevar la Sagrada Comunión a los enfermos se hace del mismo material que el del copón. Tiene que ser dorada en el interior, la parte inferior debe tener una ligera elevación en el centro, y debe ser bendecida por la forma "Benedictio tabernaculi" (Rit. Rom., tit. VIII, XXIII) El copón y la píxide pierden su bendición] en la misma forma que el cáliz pierde su consagración.
Custodia u Ostensorio
La custodia (ostensorio) es una urna enmarcada en vidrio en la que se expone públicamente el Santísimo Sacramento. Puede ser de oro, plata, latón o cobre dorado (Sag. Cong. Rit., 31 ago. 1867). La forma más adecuada es la del sol que emite sus rayos a todas partes (Instr. Clem., § 5). La base debe ser amplia, y a una corta distancia por encima de ella debe haber una perilla para una mayor facilidad en el manejo. La custodia debe estar coronada por una cruz (Sag. Cong. Rit., 11 sep. 1847). No debe ser adornada con estatuas de santos, ya se prohíbe que éstas y las reliquias de los santos se coloquen sobre el altar durante la bendición solemne. A los lados del recipiente donde se coloca la luneta es conveniente tener dos estatuas que representen a ángeles en adoración.
La luneta (o lúnula) es el recipiente que está en medio de la custodia, de un tamaño tal que se pueda poner la hostia fácilmente en ella; se debe tener cuidado que la hostia no toque los lados del recipiente. En la parte frontal y posterior de este receptáculo debe haber un cristal, y el de atrás debe abrir como una puerta; cuando está cerrado, la puerta debe encajar herméticamente. La circunferencia de este receptáculo puede ser de oro o, si es de otro material, debería ser dorado, y tan suave y pulido que cualquier partícula que pueda caer desde la hostia sea fácilmente detectada y removida. La luneta debe ser insertada y retirada sin dificultad, de ahí que el dispositivo para mantenerla en posición vertical debe estar construido con este fin. La custodia no tiene necesariamente que ser bendecida, pero es mejor que lo sea. Se puede utilizar la forma "Benedictio tabernaculi" (Rit. Rom., tit. VIII, XXIII) o la forma "Benedictio ostensorii" (Rit. Rom., en Ap.). Cuando se lleva hacia y desde el altar debe estar cubierta con un velo blanco.
La luneta está hecha del mismo material que la custodia. Si estuviese hecha de otro material que no sea oro, debe estar dorada (Sag. Cong. Rit. 31 ago. 1867). En cuanto a su forma, puede ser dos medias lunas o dos cristales enmarcados en metal. Si se utilizan dos medias lunas, la disposición debe ser tal que se pueden separar y limpiar. Dos medias lunas fijas, entre las que se presiona la Sagrada Hostia, por razones obvias, no son útiles. Si se usan dos cristales, es necesario que se coloquen de manera que la Sagrada Hostia no toque los cristales de ningún modo (Sag. Cong. Rit., 14 ene. 1898). La custodia, siempre que contenga el Santísimo Sacramento, se puede colocar en el sagrario, pero entonces se debe cubrir con un velo de seda blanca. (Autores recientes dicen que puesto que la custodia sólo tiene por objeto ad monstrandam y no ad asservandam SS. Eucharistiam, no debe ser colocada en el tabernáculo.)
Cuando el Santísimo Sacramento es sacado de la custodia después de la bendición puede ser removido de la luneta o dejado en ella. Si se remueve, antes de ser colocado en el sagrario, debe ser colocado en el recipiente llamado custodia (custodia, repositorium, capsula), que se hace como la píxide, y se utiliza para llevarles la Comunión a los enfermos, pero más grande, y puede tener una base con un tallo muy corto. Si se permite que el Santísimo Sacramento permanezca en la luneta en forma de media luna, ambos deben ser colocados en el mismo tipo de recipiente, o en uno hecho especialmente para este propósito, que tenga un dispositivo en la parte inferior para mantener la Sagrada Hostia en posición vertical. Este último puede tener una base y tronco cortos, y una puerta, que se ajuste herméticamente, en la parte posterior, a través de la cual se inserta la lúnula. Este recipiente se hace todo de plata o de otro material, dorado en el interior, liso y pulido, y coronado por una cruz. Sobre él no se coloca ningún corporal.
Si la luneta está hecha de dos cristales, enmarcada en metal, cuando contenga el Santísimo Sacramento, se puede colocar en el sagrario sin ponerla en la custodia. Si antes de la consagración la hostia se puso en una luneta formada por dos cristales, ésta debe ser abierta antes de que se pronuncien las palabras de la consagración. Un obispo o sacerdote que tenga la facultad bendicen la luneta y la custodia con la forma "Benedictio Tabernaculi" (Rit. Rom., tit. VIII, XXIII). Pierden su bendición cuando son redorados, o cuando no son aptos para el uso al que están destinados. Todos los vasos sagrados, cuando en realidad no contienen el Santísimo Sacramento, deben ser colocados en una caja fuerte de hierro, u otro lugar seguro, en la sacristía, con el fin de protegerlos contra robo o profanación de cualquier tipo. Cada uno debe ser colocado en su propia caja o cubierta con un velo por separado, para la protección contra el polvo y la humedad.
Fuente: Schulte, Augustin Joseph. "Altar Vessels." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. 29 Feb. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/01357e.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina.