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Martes, 19 de marzo de 2024

Sínodos Africanos

De Enciclopedia Católica

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No se celebró un concilio general de toda la Iglesia en ningún momento en África del Norte. Sin embargo, hubo muchas asambleas nacionales o plenarias de obispos que representaban a la Iglesia de África del Norte. Éstas son llamadas comúnmente sínodos africanos o cartagineses, y no deben ser confundidas con las asambleas de distrito o provinciales, de las cuales también hubo muchas en las provincias separadas de África del Norte. Estas provincias romanas estaban ubicadas entre el desierto del Sahara y el Mar Mediterráneo y se extendían desde Cirenaica en el este hacia el Atlántico en el oeste, que corresponden aproximadamente a la parte del continente ocupado por las modernas, Trípoli, Argelia y Marruecos. La Iglesia entró en la historia ahí a fines del siglo II y desapareció a comienzos del siglo VIII.

Organizaciones Eclesiásticas: Aproximadamente a mediados del siglo III los obispos de las tres provincias civiles (África Proconsular, Numidia y Mauritania) formaron solo una provincia eclesiástica, pero según las diócesis se multiplicaron, ellas se agruparon en divisiones que corresponden a las divisiones políticas actuales del país. Dioclesiano reagrupó los distritos de África del Norte en seis provincias civiles, y para fines del siglo IV la Iglesia había adaptado su organización a estas líneas. De esta manera llegaron a ser seis provincias eclesiásticas: África Proconsular, Numidia, Byzacena, Trípoli, Mauritania Cesariense y Mauritania Imperial.

Esta organización duró hasta la invasión árabe (v. Arabia) en el siglo VII. Debido a su importancia civil Cartago fue la sede primacial (v. primado) y tomó el control de estas provincias sufragáneas, excepto quizás durante el período de dominio bizantino en África (534-646), cuando Trípoli y las dos Mauritanias parecen haber sido independientes de Cartago. El Obispo de Cartago era en rango y privilegio, aunque no de nombre, el patriarca de la Iglesia en África. Fue él quien convocó y presidió los sínodos generales, y temprano en el siglo V, solía firmar los decretos en nombre de todos. Con sólo pocas excepciones, (por ejemplo, Hipona en el año 393 y Milevum año 402) estos sínodos fueron celebrados en Cartago. (por ejemplo, Hipona en el año 393 y Milevum año 402) en Cartago. En muchos casos podemos nombrar la Iglesia donde se efectuó la reunión, como “la Iglesia del Distrito Segundo” o “Iglesia Restituta” o “Secretarium Basilicae Fausti”.

Número de Sínodos: En la época de Tertuliano no se celebraron sínodos en África. Pero aproximadamente en el año 220, Agripino reunió a setenta obispos de África Proconsular y Numidia. Desde la época de San Cipriano, los sínodos generales llegaron a ser el recurso habitual de la administración eclesiástica, y se celebraban en África con más frecuencia y regularidad que en cualquier otra parte de la cristiandad. Se sabe por las cartas de San Cipriano que, excepto en la época de persecución, los obispos africanos se reunían por lo menos una vez al año, en la primavera, y a veces de nuevo en el otoño. Seis o siete sínodos, por ejemplo, se celebraron bajo la presidencia de San Cipriano durante la década de su administración (249-258), y más de quince bajo Aurelio (391-429). El Sínodo de Hipona (año 393) ordenaba una reunión general anualmente; pero esto resultaba demasiado oneroso para los obispos, y el Sínodo de Cartago (407) se decidió celebrar un sínodo general solamente cuando fuera necesario para las necesidades de toda África, y debía celebrarse en el lugar más conveniente para el propósito. De hecho, las necesidades (v. necesidad) eran tan persistentes que los sínodos generales se celebraron con quizás igual frecuencia hasta la invasión de los vándalos (año 429) y Cartago continuó siendo el lugar de reunión. La Iglesia de África luego entró en los “tiempos penales”. Hacia fines de la dominación vandálica, hubo un cese de persecución y los sínodos se reanudaron. El Sínodo General de Cartago en el año 525, aunque muchos asistieron, muestra en realidad una Iglesia humilde (v. humildad) y degradada. Hubo una mejoría bajo el control bizantino (533-647), y el sínodo del año 534 (quizás único sínodo general para este período) es el segundo más grande en términos numéricos de todos los sínodos africanos. En el año 646 todavía vemos a los obispos reuniéndose en sínodos provinciales, en la misma víspera de la disolución final de su antigua organización. El dominio árabe se expandió en oleadas sucesivas desde 647 hasta 698, cuando Cartago cayó. Dentro del medio siglo siguiente la Iglesia de la África romana había dejado de serlo.

Asistencia y Representación En otros lugares de la cristiandad sólo los obispos asistían a los sínodos generales; pero en África del Norte hubo, al menos por un breve período, una salida de esta costumbre. En los sínodos celebrados bajo San Cipriano para tratar con los apóstatas (v. lapsi), y en el sínodo del año 256 el cual consideró el asunto del re-bautismo, estuvieron presentes no sólo los obispos, sino también muchos sacerdotes y diáconos e incluso una representación muy grande de laicos. Sin embargo, sólo los obispos tenían voto en las decisiones finales. No se requería que todos los obispos del país asistieran al sínodo general. En el sínodo de Hipona (393) se ordenó que las “dignidades” debían ser enviadas desde cada provincia eclesiástica. A Trípoli sólo se le requerió una debido a la pobreza de los obispos de esa provincia. En el sínodo celebrado en Cartago en septiembre de 401 se decretó que cada provincia debía ser dividida en dos o tres distritos, y que cada uno debía enviar delegados al sínodo general. Se insistía urgentemente sobre la asistencia. Asistieron noventa obispos al sínodo que condenó a Privato (236-248) y más de doscientos veintitrés, el más grande registrado en África, en el sínodo del año 418. Ha sido a través de su literatura, los escritos de Tertuliano, San Cipriano y más que todo de San Agustín, más que por su acción sinodal que la gran Iglesia de África ha modificado la historia del mundo. Los sínodos africanos trataban en su mayoría, como era normal, sobre asuntos de disciplina local, y hoy día son principalmente de interés para los estudiantes de historia de la Iglesia y del derecho canónico. No obstante, algunas veces sus decretos trascendieron su ámbito inmediato y local y ayudaron, de acuerdo con Roma, a señalar la disciplina y definir la doctrina de la Iglesia universal. Los decretos penitenciales preparados después de la persecución de Decio y los decretos contra el pelagianismo son ejemplos de éstos.

Análisis Breve de las Actas Sinodales: Los decretos sinodales muestran cuán agitado y faccionario era el temperamento nacional, y cuán listo estaba para estallar en un cisma violento (v. violencia). Aquellos que apostataron bajo Decio formaron un partido suficientemente fuerte para enfrentarse a la jerarquía, y los sínodos de los siglos IV y V constantemente se ocuparon del el amargo y persistente cisma donatista, el cual disgustaba a toda África y perturbaba a ambos Iglesia y Estado. La intervención civil fue invocada en el sínodo del año 404. La persecución de Decio dejó en África, como en otras partes, muchos que habían negado o comprometido su fe por miedo a la muerte (v. lapsi). La Iglesia ahora debía presentar a debate si ella podía perdonar pecado tan grave. En el sínodo de mayo de 251, bajo la presidencia de San Cipriano, se decidió que los apóstatas debían ser admitidos en la penitencia, y debían ser reconciliados por lo menos en el momento de la muerte. Al año siguiente (sínodo del año 252), se les mostró más gracia en vista de la persecución de Gallo, y a todos los que habían entrado seriamente en una conducta de penitencia debían ser restaurados a la comunión de inmediato. La Iglesia de África no fue igualmente afortunada en encontrar soluciones para el difícil problema del valor del bautismo según administrado fuera de la Iglesia. Los primeros sínodos (aproximadamente en el año 220) se ocuparon del asunto y declararon tal bautismo como inválido, y esta decisión fue reafirmada en los sínodos de 255-256 bajo San Cipriano. Todos los conversos (v. conversión) debían ser rebautizados. San Cipriano se esforzó en presionar las opiniones de los africanos en Roma, pero el Papa Esteban amenazó con la excomunión. En el Sínodo celebrado en septiembre de 256 los ochenta y siete obispos reunidos de las tres provincias todavía mantenían su actitud en contra del bautismo por herejes. Este error se retractó finalmente en el sínodo (345-348 ) bajo Grato.

Estos registros muestran como las estrechas relaciones entre África y Roma fueron muchas veces perturbadas en el transcurso de cinco siglos. La controversia bautismal puso a la Iglesia en un estado de resistencia pasiva a Roma. En el Sínodo de Septiembre de 256, San Cipriano fue puesto en un doloroso dilema. Mientras mantenía el derecho de los obispos a pensar por sí mismos, él todavía se aferraba a la necesidad de la unidad de la Iglesia y no rompería el lazo reverenciado con Roma. De nuevo, a principios del siglo V, la apelación a Roma de Apiario, un sacerdote destituido, avivó un fuerte sentimiento entre los obispos africanos y en el sínodo de 418 se prohibió las apelaciones de sacerdotes y laicos “a ultramar” (a Roma). Los legados llegaron de Roma para ajustar la diferencia. En los sínodos del año 419 se realizó una investigación en el derecho canónico para tales apelaciones. Los legados romanos citaron por equivocación, como cánones aprobados en Nicea (año 325), los cánones de Sardica (año 343), que regulan las apelaciones de los obispos. Esto llevó a una tediosa demora y todo el asunto se abandonó por el momento. Se reabrió unos años más tarde cuando Apiario, quién había sido depuesto (v. deposición) por segunda vez con nuevos cargos, apeló de nuevo a Roma para su reincorporación. Faustino, el legado romano, reapareció en el sínodo de 424 y demandó la anulación de la sentencia aprobada sobre el sacerdote. Apiario, sin embargo, se debilitó bajo interrogatorio y admitió su culpa; por lo tanto, nada más podía hacerse por él. Una carta sinodal a Roma enfatizaba cuan necesario era que Roma no diera crédito tan ligeramente a todos las querellantes de África, ni que los recibiera a la comunión tal como habían sido excomulgados.

En el sínodo de Hipona (año 393), y de nuevo en el Sínodo de Cartago (397), se redactó una lista de los libros de las Sagradas Escrituras. Es el canon católico (es decir, que incluye los libros clasificados por los protestantes (v. protestanismo) como apócrifos). Ese último sínodo, a fines de la enumeración agregó, “que se le consulte a la Iglesia más allá del mar (Roma) acerca de la confirmación de este canon”; San Agustín fue uno entre los cuarenta y cuatro obispos que firmaron las actas. Celestio, el amigo de Pelagio, llegó a Cartago para ser ordenado (v. Órdenes Sagrados) sacerdote; Paulino, el diácono de Milán, previno al obispo de Cartago en contra de él, y por eso en el 411 comenzó una serie de sínodos en contra del pelagianismo. Ellos tenían una influencia más importante para comprobar su alcance. Los primeros parecen haber sido provinciales. El importante sínodo del 416, bajo Silvano en Milevo urgía a Inocencio I a detener la herejía, y en el sínodo de toda África celebrado en Cartago en el 420 los obispos, sumamente convencidos que había cuestiones vitales envueltas, aprobaron una serie de declaraciones doctrinales con anatemas anexados contra los pelagianos. San Agustín estuvo presente. Fue, con respecto de la doctrina, el más importante de todos los sínodos de África. Ya no es posible, a base de los escasos restos, hacer una lista completa de los sínodos generales ni es ya posible determinar, con exactitud en cada caso, cuáles sínodos fueron generales. Por lo tanto, la siguiente enumeración aproximada se hace con la debida reserva:

Bajo San Cipriano: Aproximadamente 220 d.C. sínodos bajo Agripino; 236-248, condenó a Privato de Lambesa. Cartago, años 251, 252, 254, 255, otoño del 255 o primavera del 256; septiembre del 256. Bajo Grato, en Cartago, del 345 al 348. Bajo Aurelio: en Cartago, Hipona-Regius, años 393, 394, 397 (dos sesiones), junio y septiembre año 401; en Milevo, año 402; en Cartago del 403 al 410, a fines del año 417 o comienzos del año 418; mayo y noviembre, 419; 420, 424. Bajo Bonifacio. Sínodo de Cartago, años 525 y 534.

Bibliografía Los textos de los sínodos se hallan en las colecciones de Mansi o de Hardouin. Cf. Hefele, Hitoria de los Concilios Cristianos (Edimburgo, 1871) I; Routh, Reliqiae Sacrae, III, 93-217; Leclerq, L'Afrique chretienne (2 vols., Paris, 1904); Duchesne, Histoire ancienne de l'Eglise (Paris, 1905), I 388-432. Havey, Francis. "African Synods." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01199a.htm>. Transcrito por Tim Drake. Traducido al español por Prof. U.N.T Ana María Maturana. Revisado y corregido por Luz María Hernández Medina.