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Martes, 19 de marzo de 2024

Firmiliano

De Enciclopedia Católica

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Obispo de Cesarea en Capadocia, murió alrededor de 269. Entre sus contemporáneos tuvo una fama parecida a la de Dionisio o San Cipriano. San Gregorio de Nisa nos dice que San Gregorio Taumaturgo, entonces un pagano, habiendo completado sus estudios seculares, “se encontró con Firmiliano, un capadocio de noble familia, similar a él en su carácter y talento, como demostró en su vida posterior cuando adornó la Iglesia de Cesarea”. Los dos jóvenes tenían el mismo deseo de conocer más sobre Dios, y vinieron donde Orígenes, en cuyos discípulos se convirtieron, y quien bautizó, por lo menos, a Gregorio; Firmiliano, muy probablemente, había sido criado como cristiano. Luego, cuando fue obispo, nos dice Eusebio, él amaba tanto a Orígenes que lo invitó a su propio país para el beneficio de las Iglesias, en el tiempo (232-5) cuando el gran maestro estaba en Cesarea Palestina, debido al descontento de su obispo porque a él lo habían ordenado sacerdote en dicha ciudad. Firmiliano también fue donde él subsiguientemente y se quedó con él a fin de poder adelantar en teología (Historia de la Iglesia, VII.28.1). Fue un oponente del antipapa Novaciano, pues Dionisio en 252-3 escribe que Heleno de Tarso, Firmiliano y Teoctisto de Cesarea en Palestina (esto es, los metropolitanos de Cilicia, Capadocia y Palestina) lo habían invitado a un sínodo en Antioquía, donde algunos estaban tratando de apoyar la herejía de Novaciano (Eusebio, Ch. Hist., VI.46.3). Dionisio considera a Firmiliano como uno de “los más eminentes obispos” en una carta al Papa Esteban (ibic., VII, V, 1), donde su expresión “Firmiliano y toda Capadocia” de nuevo implica que Cesarea era ya una sede metropolitana. Esto explica por qué Firmiliano podía invitar a Orígenes a Capadocia “para el beneficio de las Iglesias”.

En una carta al Papa San Sixto II Dionisio menciona que el Papa Esteban en la controversia bautismal se había negado a comunicarse con Heleno de Tarso, Firmiliano, toda Cilicia y Capadocia y tierras vecinas (Eusebio, VII, V, 3-4). Conocemos la causa de esto por el único escrito de San Firmiliano que todavía existe. Cuando surgió la controversia bautismal, San Cipriano deseaba ganar el apoyo de las Iglesias de Oriente contra el Papa Esteban por su propia decisión de rebautizar a todos los herejes que regresaban a la Iglesia. Al final del verano de 256, envió al diácono Rogaciano donde Firmiliano con una carta, junto con los documentos sobre el asunto---cartas del Papa, las suyas y de su concilio en la primavera en Cartago y el tratado “De Eccl. Cath. Unitate”. Recibió la respuesta de Firmiliano en Cartago a mediados de noviembre. Es una carta larga, aun más amarga y violenta que la de Cipriano a Pompeyo. Nos ha llegado en una traducción hecha, sin duda, bajo la dirección de San Cipriano, y aparentemente muy literal, pues abunda en helenismos (Ep. LXXV entre las cartas de San Cipriano). Se reiteran y refuerzan los argumentos de San Cipriano contra el Papa San Esteban, y el tratado sobre la unidad es puesto bajo contribución. Es particularmente interesante notar que el famoso cuarto capítulo de ese tratado debe haber estado ante el escritor de la carta en su forma original, y no en la forma “romana” alternativa (c. XVI). Es la verdad literal cuando Firmiliano dice: “Hemos recibido tu carta como nuestra, y nos la hemos aprendido de memoria al haberla leído tantas veces” (c. IV).

El razonamiento contra la validez del bautismo herético es principalmente el de San Cipriano, que los que están fuera de la Iglesia y no poseen el Espíritu Santo no pueden admitir a otros a la Iglesia o dar lo que ellos mismos no poseen. A Firmiliano le gustan los dilemas: por ejemplo, o los herejes no dan el Espíritu Santo, en cuyo caso el rebautismo es necesario, o sí lo dan, en cuyo caso Esteban no debe ordenar la imposición de manos. Es importante que Firmiliano nos ayuda a captar mucho del sentido de la carta de Esteban. Es “ridículo” que Esteban ordenara sólo el uso de la fórmula trinitaria. El había apelado a la tradición de San Pedro y San Pablo esto es un insulto a los Apóstoles, gritó Firmiliano, para ellos malditos herejes. Además (esto es de Cipriano, Ep. LXXIV, 2), “nadie puede ser tan tonto para creer esto”, pues los herejes son todos posteriores a los apóstoles! Y Roma no ha preservado las tradiciones apostólicas inalteradas, pues difiere de Jerusalén en la observancia de la Pascua y en otros misterios. “Estoy justamente indignado con la tontería obvia y manifiesta de Esteban, que él presuma tanto de su posición, y reclame que él es el sucesor de San Pedro, sobre el cual se pusieron las bases de la Iglesia; aún así el introduce muchas otras rocas, y erige nuevos edificios de muchas Iglesias cuando defiende con su autoridad el bautismo conferido por herejes; pues aquellos que están bautizados son sin duda miembros de la Iglesia, y el que aprueba su bautismo afirma que hay entre ellos una Iglesia de bautizados… Esteban, quien declara que él ocupa la Silla de Pedro por sucesión, no está animado por ningún celo contra los herejes” (c. XVII). “Tú te has separado---no te equivoques---pues él es el verdadero cismático que se vuelve un apóstata de la comunión de la unidad eclesiástica. Pues al pensar que todos pueden ser excomulgados por ti, te has separado solo de la comunión con todos”. (c. XXIV).

Así conocemos los reclamos del Papa de imponer a toda la Iglesia por su autoridad como sucesor de Pedro, una costumbre que la Iglesia Romana derivó de la tradición apostólica. Firmiliano le dice a los africanos que para ellos la costumbre de rebautizar puede ser nueva, pero que en Capadocia no lo es, y que él le puede contestar a Esteban por oponer tradición a tradición, pues era su práctica desde el principio (c. XIX); y algún tiempo después, él se había reunido en un concilio en Iconio con los obispos de Galacia, Cilicia y otras provincias, y había decidido rebautizar a los montanistas (c. VII y XIX). Dionisio, en una carta al sacerdote romano Filemón, también menciona el Concilio de Iconio con uno de Sinnada “entre muchos”. Presumiblemente se efectuó en los últimos años de Alejandro Severo, cerca de 231-5.

Firmiliano también participó en los dos concilios de 264-5 en Antioquía que depusieron a Pablo de Samosata. Puede ser que haya sido el presidente. La carta del tercer concilio dice que él fue muy fácilmente persuadido de que Pablo se podía enmendar; de ahí la necesidad de otro concilio (Eusebio, His. Ecl. VII.3-5). Él iba de camino a dicho concilio cuando la muerte lo sorprendió en Tarso. Esto fue en 268 (Harnack) o 269. Aunque él fue separado de la comunión por el Papa Esteban, es cierto que los siguientes Papas no se adhirieron a esta política tan severa. En el Menaion griego se le conmemora el 28 de octubre, pero es desconocido en los martirologios occidentales. Su gran sucesor, San Basilio menciona su opinión sobre el bautismo herético sin aceptarla (Ep. CLXXXVIII), y dice, cuando habla de la expresión “con el Espíritu Santo” en la Doxología: “Que nuestro propio Firmiliano mantuvo esta fe es testificado por los libros [lógoi] que él dejó” (De Spir. Sanc., XXIX, 74). No sabemos nada más de tales escritos, que probablemente fueron cartas.


Bibliografía: BOSSUE, en Acta SS., 28 Oct., da una disertación elaborada sobre este santo; BENSON en Dict. Christ. Biog.; la autenticidad de la carta fue arbitrariamente disputada por MISSORIUS, En Epist. ad Pomp. inter Cypr. (Venecia, 1733), y por MOLKENBUHR, Binæ diss. de S. Firm. (Münster, 1790, y en P.L., III, 1357); RITSCHL, Cipriano v. Karth (Göttingen, 1895), argumentó que la carta había sido interpolada en Cartago en interés del partido de Cipriano; así también HARNACK en Gesch. der altchr. Lit. (Leipzig, 1893), I, 407, y SODEN, Die cyprianische Briefsammlung (Berlín, 1904); esto fue refutado por ERNST, Die Echtheit des Briefes Firmilians en Zeitschr. für kath. Theol. (1894), XVIII, 209, y Zur Frage über die Echheit des Briefs F.'s an Cyprian (ibid., XX, 364), también por BENSON, Cyprian (Londres, 1897), p. 377, y Harnack luego se declaró convencido (Gesch., II, ii, p. 359, 1904). MOSES OF CHORENE, Hist. Arm., II, LXXV, le atribuyó a Firmiliano "muchos libros, entre ellos una historia de las persecuciones de la Iglesia en los días de Máximo, Decio y luego de Diocleciano”. Esto es un error. Parece que había cartas de Firmiliano en la correspondencia publicada de Orígenes, según la version de San Jerónimo de la lista de las obras de Orígenes por Pánfilo y Eusebio: "Origenis Firmiani [sic] et Gregorii" [ed. por KLOSTERMANN, Sitzungsberichte der Real-Akad (Berlin, 1897); vea HARNACK, op. cit., II, II, p. 47]; la carta a Gregorio Taumaturgo todavía existe. Un fragmento de una carta de Orígenes a Firmiliano, citado por VICTOR OF CAPUA, fue publicada por PITRA, Spic. Solesm., I, 268. Parece que San Agustín no conoció la carta a Cipriano, pero CRESCONIO parece que se refirió a ella, C. Cresc., III, 1 y 3. La carta no es citada por ningún escritor antiguo, y se halla en la mayoría de 28 de los 431 manuscritos de San Cipriano enumerados por von Soden, op. cit. Vea también BARDENHEWER, Gesch. der altkirchl. Lit., II, 269; BATIFFOL, Litt. grecque (París, 1898); IDEM, L'Eglise naissante et le Catholicisme (París, 1909); vea también las referencias bajo San Cipriano.

Fuente: Chapman, John. "Firmilian." The Catholic Encyclopedia. Vol. 6. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/06080b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.