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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Asociación de Ideas

De Enciclopedia Católica

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Asociación de Ideas es

El hecho de la asociación de ideas fue señalado por algunos de los primeros filósofos; Aristóteles (De mem. Et rem., 2) indica las tres leyes de asociación que han sido la base de casi todas las enumeraciones posteriores. Santo Tomás, en su comentario sobre Aristóteles, los acepta e ilustra con cierta extensión. Hamilton (Notas sobre Reid) da un crédito considerable al humanista español Vives (1492-1540) por su tratamiento del tema. La asociación de ideas no es, por tanto, un descubrimiento de la psicología inglesa, como se ha afirmado a menudo. Sin embargo, es cierto que el principio de asociación de ideas recibió en la psicología inglesa una interpretación nunca antes dada. El nombre se deriva de Locke, quien lo colocó al comienzo de uno de los capítulos de su "Ensayo", pero lo usó solo para explicar las peculiaridades del carácter.

Aplicado a los estados mentales en general, el nombre es demasiado restringido, ya que las ideas, en el sentido inglés, son solo procesos cognitivos. La teoría de la asociación fue sostenida por Hobbes, Berkeley, Hume y Hamilton, pero recibió su interpretación más amplia a manos de los asociacionistas Hartley, Priestley, James Mill, John Stuart Mill, Bain y Spencer. Lo consideraron como un principio capaz de explicar todos los fenómenos mentales. Para ellos es en el mundo subjetivo lo que es el principio de gravitación en el mundo físico. La asociación de ideas, aunque explicada de diversas formas, es aceptada por todos los psicólogos modernos. Sully, Maudsley, James, Hoffding, Munsterberg, Ebbinghaus, Ziehen, Taine, Ribot, Luys y muchos otros lo aceptan más o menos en el espíritu de los asociacionistas.

Las leyes de asociación, basadas en Aristóteles, son: (1) similitud (2) contraste (3) contigüidad en el tiempo o el espacio.

Con el paso del tiempo se hicieron esfuerzos para reducirlas a leyes más fundamentales. El contraste se ha resuelto en similitud y contigüidad. Los contrastes, para recordarse entre sí, suponen semejanza genérica, como el blanco recuerda al negro. Sin embargo, esto por sí solo no será suficiente, ya que no nos da ninguna razón para el hecho de que el blanco recuerde al negro con preferencia al verde o al azul; de ahí que se recurra a la experiencia, basada en el hecho de que la naturaleza trabaja en contrastes. Spencer, Hoffding y otros intentan reducir todas las leyes de asociación a la de la similitud, mientras que Wundt y su escuela creen que todo puede reducirse a la experiencia y, por tanto, a la contigüidad. Bain, que ha analizado las leyes de la asociación más a fondo, sostiene que tanto la similitud como la contigüidad son principios elementales. A estos agrega ciertas leyes de asociación compuesta. Los estados orientales se recuerdan fácilmente entre sí cuando tienen varios puntos de contacto. Y de hecho, considerando la complejidad de la vida mental, parecería probable que las asociaciones simples, por similitud o contigüidad solamente, nunca ocurran. Además de estas leyes primarias de asociación, se enumeran varias leyes secundarias, como las leyes de frecuencia, viveza, novedad, congruencia emocional, etc. Éstas determinan la firmeza de la asociación y, en consecuencia, la preferencia dada a un estado sobre otro, en el recordar.

La asociación de ideas es un hecho de la experiencia cotidiana que proporciona una base importante para la ciencia de la psicología; sin embargo, debe recordarse que las leyes de asociación no ofrecen una explicación última de los hechos observados. Al dar cuenta de los hechos de asociación debemos, en primer lugar, rechazar como insuficiente la teoría puramente física propuesta por Ribot, Richet, Maudsley, Carpenter y otros, quienes buscan una explicación exclusivamente en la asociación de procesos cerebrales. La psicología se convierte así en un capítulo de la fisiología y la mecánica. Aparte del hecho de que esta teoría no puede dar una explicación satisfactoria de la asociación por semejanza que implica un factor claramente mental, descuida hechos evidentes de la consciencia. La consciencia nos dice que en la reminiscencia podemos dirigir voluntariamente la secuencia de nuestros estados mentales, y es en esto que el recuerdo voluntario se diferencia de la sucesión de imágenes y sentimientos en el sueño y el delirio. Además, un proceso cerebral puede excitar a otro, pero éste todavía no es un estado de consciencia.

Igualmente insatisfactoria es la teoría de los ultra espiritualistas, que quieren hacernos creer que la asociación de ideas no tiene nada que ver con el organismo corporal, sino que es totalmente mental. Así, Hamilton dice que todas las teorías fisiológicas son demasiado despreciables para una crítica seria. Reid y Bowne rechazan todos los rastros de percepción que quedan en la sustancia cerebral. Lotze admite una oscilación concomitante de los elementos cerebrales, pero los considera bastante secundarios y que no ejercen ninguna influencia sobre la memoria y el recuerdo. Como la teoría puramente física, esto tampoco explica los hechos de la consciencia y la experiencia. En esta teoría no tienen un significado racional la localización de las actividades en los diversos centros cerebrales, los hechos de la enfermedad mental como consecuencia de una lesión cerebral, la dependencia de la memoria del estado sano del órgano central, etc.

Entonces debemos buscar una explicación en una teoría que haga justicia tanto al lado mental como al físico de los fenómenos. Sin embargo, no será suficiente un mero paralelismo psicofísico propuesto por algunos, ya que no ofrece ninguna explicación, sino que es una mera reafirmación del problema. La mejor solución es ofrecida por la doctrina escolástica, según la cual el sujeto de la actividad sensorial no es el cuerpo solo ni el alma sola, sino el ser unitario compuesto de cuerpo y alma. Así como la percepción sensorial no es puramente fisiológica ni puramente mental, sino que procede de una facultad del alma intrínsecamente unida a un órgano, así la asociación de estas percepciones procede de un principio que es al mismo tiempo mental y físico. Sin duda, las ideas puramente espirituales también se asocian; pero, como enseña Santo Tomás, la idea más espiritual no está desprovista de su base fisiológica, e incluso al hacer uso de las ideas espirituales que ya ha adquirido, el intelecto necesita imágenes almacenadas en el cerebro. Requiere estos procesos orgánicos en la producción de sus ideas abstractas. En su base, la asociación de ideas es fisiológica, pero es más que eso, ya que no sigue las leyes necesarias de la materia. Las facultades superiores de la mente pueden comandar y dirigir el proceso. La teoría escolástica hace justicia al hecho de la dependencia de las actividades mentales del organismo y, sin embargo, deja espacio para la libertad de la voluntad atestiguada por la conciencia y la experiencia.

El asociacionismo inglés, aunque afirma no ser ni idealista ni materialista, y rechaza la metafísica, ha erigido el principio de asociación de ideas en un principio metafísico para explicar toda la actividad mental. James Mill enunció el principio de asociaciones indisolubles: las sensaciones o ideas que a menudo ocurren juntas y nunca separadas, se sugieren unas a otras con una fuerza irresistible, de modo que las combinamos necesariamente. Este principio se emplea para explicar juicios necesarios y conceptos metafísicos. Bain aplicó los principios de la asociación a la lógica y la ética. Spencer los interpretó en un sentido evolucionista.

Ciertas creencias y principios morales son tales que las asociaciones del individuo no son suficientes para explicarlos; son las asociaciones de generaciones sucesivas transmitidas por herencia. Todo el proceso se rige por leyes necesarias. Los estados mentales se asocian pasivamente, y la vida mental no es más que un proceso de "química mental". Los asociacionistas posteriores, como Sully, han llegado a reconocer que la mente ejerce actividad en la atención, la discriminación, el juicio y el razonamiento. Con esta admisión, lógicamente debería venir también la admisión de una sustancia del alma que atiende, discrimina, juzga y razona; pero como no han llegado a esta conclusión, el alma es para ellos un "tren de pensamientos", un "torrente de consciencia", o alguna otra serie velada en lenguaje metafórico. La asociación de ideas nunca puede explicar los juicios necesarios, las conclusiones extraídas de premisas, ideas morales y leyes; éstos tienen sus causas más profundamente en la naturaleza de las cosas.


Bibliografía: MAHER, Psychology (Londres, 1900); MERCIER, Pxychologie (Lovaina, 1899); GUTBERLET, Dei Psychologie (Münster, 1896); BAIN, The Senses and the Intelect (4ta. Ed., Londres, 1855, 1894); Association Controversies in Mind, 1886; JAMES WARD, Psychological Principles in Mind, 1883-87; Assimilation and Association in Mind, 1893-94; BRADLEY, Logic (Londres, 1883); GOBLOT, Théorie physiologique de l´association in Revue philosophique, 1898. SPENCER, Principles of Psychology (Nueva York, 1903); JAMES, Principles of Psychology (Nueva York, 1890); WUNDT, Lectures on Human and Animal Psychology (tr. por CREIGHTON y TITCHENER, Nueva York); RIBOT, La psychologie anglaise contemporaine (París, 1901).

Fuente: Wirth, Edmund. "Association of Ideas." The Catholic Encyclopedia. Vol. 2, págs. 4-5. New York: Robert Appleton Company, 1907. 19 Jun. 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/02004a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina