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Miércoles, 30 de octubre de 2024

San Lorenzo de Brindis

De Enciclopedia Católica

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San Lorenzo de Brindisi (también Laurencio de Brindis) nació en Brindisi en 1559; murió en Lisboa el 22 de julio de 1619. En su bautismo recibió el nombre de Julio César. Según un autor contemporáneo, el nombre de su padre fue Guillermo de Rossi ---o Guillermo Russi; su madre fue Isabel Masella. Ambos eran excelentes cristianos. De una precoz piedad, Lorenzo dio evidencias tempranas de vocación religiosa. Se le confió su educación a los Conventuales de Brindis. El progreso en sus estudios fue muy rápido, y, con apenas seis años, ya daba indicios de su futuro éxito en la oratoria. Por lo tanto, fue siempre el elegido, de acuerdo con una costumbre italiana, para dar un corto sermón sobre el Niño Jesús a sus compañeros durante las festividades de Navidad.

Su papá murió cuando él tenía doce años de edad. Continuó sus estudios en Venecia con los clérigos de San Marcos y bajo la supervisión de uno de sus tíos. En 1575, fue recibido en la Orden de los Capuchinos bajo el nombre de Hermano Lorenzo, y, luego de su profesión, hizo sus estudios filosóficos y teológicos en la Universidad de Padua. Debido a su prodigiosa memoria dominaba no sólo los principales lenguajes europeos, sino también la mayoría de las lenguas semíticas. Se decía que conocía todo el texto original de la Biblia. A los ojos de muchos, este conocimiento podía explicarse solo por una ayuda sobrenatural, y, durante el proceso de beatificación los examinadores de los escritos del santo emitieron el siguiente juicio: “Vere inter sanctos Ecclesiae doctores adnumerari potest."

Estos talentos inusuales, añadidos a una rara virtud, capacitaron al Hermano Lorenzo para las más diversas misiones. Cuando aún era un diácono predicó los sermones de Cuaresma en Venecia, y su éxito fue tan grande que fue sucesivamente llamado a todas las principales ciudades de la península. Con posterioridad, gracias a sus numerosos viajes, fue capaz de evangelizar en diferentes períodos a la mayoría de los países de Europa. Los sermones que dejó llenan no menos de ocho volúmenes en folio. Adoptó el método de predicar parecido al de los grandes misioneros franciscanos, o más bien de los trabajadores apostólicos de todos los tiempos, quienes, al tener como objetivo primario alcanzar el corazón de los hombres y convertirlos, siempre adaptan su discurso a las necesidades espirituales de sus oyentes.

El hermano Lorenzo ocupó sucesivamente todos los cargos de su Orden. Desde 1596 a 1602, como definidor general, tuvo que fijar su residencia en Roma. El Papa Clemente VIII le asignó la tarea de instruir a los judíos; gracias a su conocimiento del hebreo y a su poderoso razonamiento, trajo un gran número de ellos a reconocer la verdad de la religión cristiana. Su santidad, combinada con su gran bondad, completó la preparación del camino para la gracia de la conversión. Su éxito en Roma, le causó que fuera llamado de varias ciudades, donde también bautizó a numerosos judíos. Al mismo tiempo se le encargó establecer casas de su orden en Alemania y Austria. En medio de las grandes dificultades creadas por los herejes, fundó los conventos de Viena, Praga y Graz, los núcleos de las tres provincias. En el capítulo de 1602 fue elegido vicario general. (En ese tiempo la Orden de los Capuchinos, que se había separado de los Observantes en 1528 y tenía una constitución independiente, le dio a su primer superior el título de vicario general solamente. No fue hasta 1618 que el Papa Pablo V lo cambió por el de ministro general). El mismo año de su elección el nuevo superior comenzó la visitación de las provincias. Milán, París, Marsella, España, lo recibieron a su turno. Como su llegada era precedida por una gran reputación de santidad, la gente se atestaba para escucharlo predicar y recibir su bendición. Su administración, caracterizada por sabia firmeza y paternal cariño, fue de gran beneficio para la orden. En el capítulo de 1605 rechazó el tomar por un segundo término el gobierno de sus hermanos, pero hasta su muerte fue el mejor consejero de sus sucesores.

Fue en ocasión de la fundación del convento de Praga (1601), que San Lorenzo fue nombrado capellán de la armada imperial, la cual estaba a punto de marchar contra los turcos. La victoria de Lepanto (1571) había detenido sólo temporalmente la invasión musulmana y todavía eran necesarias varias batallas para asegurar el triunfo final de los ejércitos cristianos. Desde su accesión (1595) Mahoma III había conquistado a gran parte de Hungría. Determinado a prevenir futuros avances, el emperador envió a Lorenzo de Brindis como delegado ante los príncipes alemanes para obtener su cooperación. Ellos respondieron a su llamamiento, y por otra parte el Duque de Mercœur, gobernador de Bretaña, se unió a la armada imperial, de la cual recibió el mando efectivo. Se contempló entonces el ataque sobre Albareale (ahora Stulweissenburg).

Era una empresa audaz enfrentar 18,000 hombres contra 80,000 turcos, y los generales, titubeantes de intentarlo, solicitaron el consejo de Lorenzo. Sintiéndose responsable por la victoria, le comunicó a todo el ejército con un brillante discurso el ardor y confianza con la cual el mismo estaba animado. Como su debilidad le impedía marchar, se montó en su caballo, y crucifijo en mano, tomo el mando del ejército, al cual atrajo irresistiblemente tras él. Otros tres capuchinos estuvieron también en las filas del ejército. Aunque muy expuesto al peligro, Lorenzo no fue herido, lo cual fue universalmente reconocido como asociado a una protección milagrosa. La ciudad fue finalmente tomada, y los turcos perdieron 30,000 hombres. Sin embargo, como ellos aun excedían en número al ejército cristiano, formaron sus líneas nuevamente, y pocos días después se libró otra batalla, siempre con el capellán a la cabeza del ejército. “Adelante”, grito, mostrándoles el crucifijo; “la victoria es nuestra.” Los turcos fueron vencidos de nuevo, y el general y todo el ejército le atribuyeron a Lorenzo el honor de esta doble victoria.

Tras haber renunciado a su puesto de vicario general en 1605, el Papa lo envió a evangelizar Alemania. Allí confirmó la fe de los católicos, atrajo a muchos a la práctica de la virtud y convirtió a muchos herejes. Su vasta erudición siempre le daba la ventaja en las controversias, y, una vez ganaba las mentes de sus oyentes, su santidad y numerosos milagros completaban su conversión. Para proteger más eficazmente la fe en sus estados, los príncipes católicos de Alemania formaron la alianza llamada la “Liga Católica”. El emperador Rodolfo envió a Lorenzo donde Felipe III de España para persuadirlo de unirse a la Liga. Tras haber completado dicha misión exitosamente, el santo embajador recibió el doble mandato por virtud del cual habría de representar los intereses del Papa y de Madrid en la corte de Maximiliano I de Baviera, jefe de la Liga. Fue así, muy en contra de sus deseos, obligado a establecerse en Munich cerca de Maximiliano.

Además de nuncio y embajador, Lorenzo fue además comisario general de su Orden para las provincias del Tirol y Baviera, y director espiritual del ejército bávaro. Fue elegido como mediador en la disputa que surgió entre los príncipes, y fue en el desempeño de este rol que, a pedido del emperador, restauró la armonía entre el Duque de Mantua y la nobleza alemana. Además de todas estas ocupaciones, con la ayuda de varios capuchinos, emprendió una campaña misionera a través de Alemania, y durante ocho meses viajó por Baviera, Sajonia y el Palatinado.

En medio de tantas y variadas ocupaciones Lorenzo encontró tiempo para la práctica de la santificación personal. Y es quizás la mayor maravilla de su vida el haber combinado sus múltiples deberes con una vida interior inusualmente intensa. En la práctica de las virtudes religiosas San Lorenzo iguala a los más grandes santos. Tuvo el don de la contemplación a un grado máximo, y muy raramente celebró la Santa Misa sin caer en éxtasis. Después del Santo Sacrificio, su gran devoción fue el Rosario y el Oficio de la Santísima Virgen. Como en el caso de San Francisco de Asís, había algo poético alrededor de su piedad, la cual a menudo irrumpía en cánticos a Santa María Virgen. Fue en el Nombre de María que obró sus milagros, y su bendición favorita fue: “Nos cum prole pia benedicat Virgo Maria."

En 1618 se retiró al monasterio de Caserta, con la esperanza de disfrutar de varios días de reclusión, cuando los principales hombres de Nápoles le pidieron que fuera a España a informarle a Felipe III sobre la conducta del virrey Osuna. A pesar de los muchos obstáculos que presentó este último, el santo partió de Génova y llevó adelante su misión con éxito. Pero las fatigas del viaje agotaron su debilitada fuerza. No pudo regresar a casa, y luego de varios días de gran sufrimiento murió en Lisboa en la tierra nativa de San Antonio (22 de julio de 1619), como lo había predicho cuando comenzó su jornada. Fue sepultado en el cementerio de las Clarisas Pobres de Villafranca. El proceso de beatificación, varias veces interrumpido por varias circunstancias, concluyó en 1783. La canonización tuvo lugar el 8 de diciembre de 1881. Es doctor de la Orden Franciscana junto con San Antonio de Padua, San Buenaventura y el Beato Juan Duns Escoto.

Los escritos conocidos de San Lorenzo de Brindis comprenden ocho volúmenes de sermones, dos tratados didácticos sobre oratoria, un comentario sobre el Génesis, otro sobre Ezequiel, y tres volúmenes de polémicas religiosas. La mayoría de sus sermones están escritos en italiano, y sus otras obras están en latín. Los tres volúmenes de controversias tienen notas en griego y hebreo.

[Nota: en 1959 el Papa Juan XXIII proclamo a Lorenzo de Brindis como Doctor de la Iglesia Universal. Su fiesta religiosa se celebra el 6 de julio.)


Fuente: Candide , Henri. "St. Lorenzo da Brindisi." The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York: Robert Appleton Company, 1910. 11 Dec. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/09359a.htm>.

Traducido por Juan Ramón Cifre. lhm