Catenae
De Enciclopedia Católica
(Latín cadena, una cadena)
Colecciones de excerptas de los escritos de los comentaristas bíblicos especialmente los Padres y los primeros escritores eclesiásticos, unidos juntos como los eslabones de una cadena, exhibiendo así una continua y relacionada interpretación de un texto dado de la Escritura. Se ha dicho con razón que son antologías exegéticas.
Estos fragmentos de los comentarios patrísticos no sólo son muy valiosos para el sentido literal de la Escritura, puesto que su texto presenta con frecuencia la evidencia de muy antiguos manuscritos (ya perdidos); ellos también son útiles al teólogo (dogmático y místico), al historiador eclesiástico y al patrólogo, pues con frecuencia muestran lo único que queda de importantes escritos patrísticos (vea Mai, Pitra; cf. Holl, Fragmente vornikänischer Kirchenväter, Leipzig, 1899).
Con la desaparición de los grandes teólogos escriturarios, investigadores y comentadores del los siglos IV y V, surgió una clase de compiladores de la Escritura, comparables a Boecio y San Isidoro de Sevilla en el campo de la filosofía, historia eclesiástica y cultura general. La gran antigüedad de los comentaristas patrísticos, tan cercanos al origen de los Libros Sagrados, y el supremo valor dado por la teología católica al consentimiento unánime de los Padres en la exposición de la Escritura, llevó naturalmente, en una época de decadencia teológica, a tales compilaciones. La cadena griega más antigua se le atribuye a Procopio de Gaza, en la primera parte del siglo VI, aunque Ehrhardt (ver Krumbacher, 211) señala a Eusebio de Cesarea (murió alrededor del 340) como el pionero en esta rama de la exégesis bíblica. Entre los siglos VII y X aparece Andreas Presbítero y Juan Drungarios como compiladores de cadenas de varios libros de la Escritura y a final del siglo XI Nicetas de Serrae, quizás el mejor representante de la erudición bizantina en este tema. Los compiladores de cadenas fueron numerosos en el oriente griego, la mayoría anónimos, sin indicar otra indicación de su personalidad que los manuscritos de sus excerptas. También se realizaron compilaciones similares en las iglesias siríaca y copta (Wright, de Lagarde, Martin, in Krumbacher, 216).
En Occidente, Primasio de Adrumento en África (siglo VI) compiló la primera cadena de comentaristas latinos. Fue imitado por Rábano Mauro (m. 865), San Pascasio Radberto, Walafrid Strabo, y más tarde por Remigio de Auxerre (m. 900) y Lanfranc de Canterbury (m. 1089). Las cadenas occidentales, hay que notar, no tienen la importancia adscrita a las compilaciones griegas. La más famosa de las compilaciones latinas medievales de esta clase es la de Santo Tomás de Aquino, conocida generalmente como "Cadena Aurea" (Cadena Dorada) y contiene extractos de unos ochenta comentaristas griegos y latinos de los Evangelios (ed. J. Nicolai, Paris, 1869, 3 vols.). Desde el siglo XVI se ha dedicado mucho esfuerzo a coleccionar, cotejar y editar estos restos exegéticos de los primeros Padres de la Iglesia, ya que la mitad de sus comentarios nos han llegado de esta manera, como afirma Faulhaber (ver bibliografía). Entre los editores modernos de las cadenas griegas hay que resaltar al jesuita Balthasar Cordier, que publicó (1628-47) importantes colecciones de comentarios patrísticos griegos sobre San Juan y San Lucas y junto con su compañero de religión Possin, sobre San Mateo. Possin editó en 1673 colecciones similares de excerptas patrísticas sobre San Marcos y Job. La voluminosa cadena conocida como Biblia Magna (París, 1643) y Biblia Máxima (París, 1660), editadas por Jean de la Haye, fueron seguidas por los nueve volúmenes de la bien conocida "Critici Sacri, sive clarissimorum virorum annotationes atque tractatus in biblia" (editada por Pearson, Londres, 1660; Amsterdam, 1695-1701), que contiene selecciones no solo de los comentaristas católicos sino también de los protestantes. Una importante colección moderna de las cadenas griegas sobre el Nuevo Testamento es la de J. A. Cramer (Oxford, 1638-44). Ver también los veintiocho volúmenes del comentario de Migne en su “Scripturæ sacræ cursus completus" (París, 1840-45).
Se construyeron colecciones similares de expresiones patrísticas griegas con propósitos dogmáticos. Se utilizaron en el Concilio de Calcedonia en 451, en el Quinto Concilio General en 553 y a propósito de la iconoclasia en el Séptimo Concilio General de 787. Entre los griegos tales compilaciones, como las cadenas exegéticas, siguieron haciéndose hasta tarde en la Edad Media. La más antigua de estas compilaciones dogmáticas, atribuida a la última parte del siglo VII, es la "Antiquorum Patrum doctrina de Verbi incarnatione" (editada por el cardenal Angelo Mai en Scriptor. Vet. nova collectio, Roma, 1833, VII, I, 1-73; cf. Loofs, Leoncio Bizancio, Leipzig, 1887). Finalmente, en respuesta a las necesidades prácticas y de homilías, aparecieron, antes del siglo X varias colecciones de sentencias morales y fragmentos parenéticos, en parte extraídos de la Escritura y en parte de los más famosos escritores eclesiásticos. A veces un escritor proporciona todo el material (por ejemplo, San Gregorio Nacianceno, San Basilio el Grande y especialmente San Juan Crisóstomo, a quien todos los hacedores de cadenas saquean libremente).
Pero tales colecciones no son tan numerosas como las de la Escritura o las dogmáticas. Parece que todas dependen de un antiguo “Florilegio” cristiano del siglo VI que trataba, en tres libros, de Dios, el hombre, las virtudes y los vicios y era conocido como “tà ‘iepá” (cosas sagradas). Mucho antes su material fue reorganizado en orden alfabético estricto, y tomó el nombre de “ta iepá paralléla “Sacra Parallela” (porque en el tercer libro generalmente se oponía una virtud a un vicio). Se atribuyó ampliamente al gran teólogo del siglo VIII San Juan Damasceno (Migne, P. G., XCV, 1040-1586; XCVI, 9-544), cuya autoridad se ha defendido muy sabiamente (contra Loofs, Wendland y Cohn) por K. Holl en el antedicho "Fragmente vornikänischer Kirchenväter" (Leipzig, 1899), aunque el Damasceno basara, probablemente, su obra en los "Capita theologica" de San Máximo de Constantinopla (Máximo el Confesor). El texto de estas antiguas compilaciones está con frecuencia en mal estado, la mayoría de ellos son de autores desconocidos y muchos aún no se han editado. Una de las principales dificultades en su uso es la inseguridad respecto a la corrección de los nombres de a quienes se atribuyen las excerptas. El descuido de los copistas, el uso de contracciones "sigla" para los nombres propios, y la frecuencia de la transcripción llevó naturalmente a crear mucha confusión. Para las colecciones bizantinas sobre sentencias morales y proverbios (Stobæus, Máximo el Confesor, Antonio Melisa, Johannes Georgides, Macario, Michael Apostolios) en parte de fuentes cristianas y en parte paganas, vea Krumbacher, 600-4, también A. Elter, De Gnomologiorum Græcorum historii atque origine (Bonn, 1893).
Bibliografía: El mejor tratado moderno sobre las cadenas es el de EHRHARDT en KRUMBACHER, Gesch. d. byzantinischen Literatur (2nd ed., Munich, 1897), 106-18 – bibliografía e indicaciones sobre manuscritos. Entre las más antiguas cf. ITTIG, De Catenis et bibliothecis (Leipzig, 1707), y FABRICIUS, Bibliotheca Græca, VIII, 639-700. Una lista muy completa la da HARNACK, Gesch. d. altchristlich. Literatur (Leipzig, 1893), I, 835-42. Para las Cadenas manuscritas del Vatican ver PITRA, Analecta Sacra, II, 350, 359, 405, y FAULHABER, Die Proheten-Catenen nach den römischen Handschriften (Freiburg, 1899); Boletín de la Universidad Católica (Washington, D. C., 1899), V, 368; (1900), VI, 94.
Fuente: Shahan, Thomas. "Catenæ." The Catholic Encyclopedia. Vol. 3. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/03434a.htm>.
Traducido por Pedro Royo. L H M.