Lanfranc
De Enciclopedia Católica
Arzobispo de Canterbury, nacido en Pavia ca. 1005, muerto en Canterbury el 24 de mayo de 1089. Algunos afirman que su padre era senador, otros que algo más humilde. Recibió un educación liberal según las costumbres de la época, a pesar de que sus padres habían muerto siendo muy niño. Al llegar a la edad adulta se aplicó al estudio y a la práctica de la ley con mucho éxito, pero dejó Pavía con el propósito de dedicarse al estudio, dirigiéndose a Francia a la escuela de Avranches, en Normandía donde llegó a ser un notable maestro.
Después se desarrolló en él la vocación a la vida religiosa, dejó Avranches secretamente, acompañado de un familiar, Pablo. Su biógrafo nos dice que le robaron en el camino, pero logró llegar a Bec, donde el abad Herluin estaba construyendo un monasterio que había fundado poco antes. Fue admitido en la pobrísima comunidad después del período normal de prueba y se dedicó a los estudios bíblicos. Con el tiempo fue nombrado prior del monasterio por Herluin y entonces pudo abrir una escuela que se hizo famosa rápidamente y atrajo discípulos de todas las partes de Europa, algunos de los cuales, con el tiempo, llegar a muy altas cimas, como el fututo papa Alejandro II y Anselmo, que sucedió a Lanfranco tato como prior de Bec como arzobispo de Canterbury.
En mayo 1050, estando en Roma por otros asuntos, asistió al concilio que se celebraba y se oponía a las herejías que en los últimos años habían surgido por influencia de Berengario sobre el sacramento del altar, negando el modo de la presencia real. Por el contenido de una carta, Lanfranco fue sospechoso de apoyar los erróneos puntos de vista de Berengario, pero explicado tan hábilmente sus opiniones que desde entonces ha sido el principal exponente de la doctrina que desde entonces se ha llamado transubstanciación. No hace falta decir, que esa doctrina no surgió entonces o gracias a Lanfranco pero su magistral exposición de la fe (que la Iglesia siempre poseyó implícitamente y que él explicó) fue manifestada con claridad y precisión de definición de tal manera que a través de los tiempos ha llegado hasta nosotros.
Durante el mismo año mantuvo de Nuevo la creencia ortodoxa contra Berengario y de nuevo en Tours, en 1055, consiguiendo por fin el triunfo de la verdad sobre el error, con la enseñanza basada en la autoridad de la definición del concilio Laterano, bajo Nicolás II, 1059, en contra de las interpretaciones privadas. En una fecha posterior, probablemente hacia 1080, escribió "De Corpore et Sanguine Domini" contra los errores que Berengario seguía difundiendo, a pesara de varias retractaciones y sumisiones.
Todas estas actividades hicieron de Lanfranco un hombre muy conocido y Guillermo, duque de Normandía le empleó como consejero. Pero en 1052 – 53, abandono el favor ducal por oponerse a la unión de Guillermo con Matilde de Flandes, por ser familia en grados prohibidos de consanguinidad, por lo que se ordenó abandonar los dominios del duque. En su viaje a la frontera se encontró con el duque que le preguntó de malas maneras por qué no cumplían sus órdenes. Lanfranco le dijo que las estaba cumpliendo todo lo rápido que le permita su caballo cojo. Parece que Guillermo, ante esta respuesta, cambió de postura y se llegó a una reconciliación, encargándose Lanfranco de las negociaciones para conseguir una dispensa papal que obtuvo en 1059, asó como el levantamiento del entredicho lanzado sobre Normandía.
En 1066 fue nombrado abad de S. Esteban de Caen, una de los dos abadías que habían fundado hacía poco el duque Guillermo y su esposa Matilde, como condición para la dispensa papal de los impedimentos matrimoniales y la ratificación de su unió previa no canónica. Este año es además notable porque se dio la derrota de Harold en Hastings y la consiguiente conquista de Inglaterra por el duque Guillermo. Se supone que Lanfranco tuvo mucho que ver con la organización de la política de invasión, consiguiendo la sanción papal para al expedición por medio de una bula, la bendición de la bandera, dando con ella la apariencia de que era una guerra santa contra el usurpador y violador de su juramento, y hasta cierto punto identificándola con la causa de la reforma eclesiástica que estaba muy avanzada en Normandía pero muy retrasada en Inglaterra. Stigand, arzobispo de Canterbury por entonces, tenía malas relaciones con todos y en 1070, en un gran concilio en Winchester, se le privó de su puesto por simonía y elección anticanónica. Lanfranco había sido elegido al arzobispado de Ruán en 1067, pero no lo había aceptado, pero ahora el Conquistador insistió en que sustituyera a Stigand y consiguió que cediera a los ruegos de sus amigos, encabezados por su antiguo superior Herluin. Después de recibir las temporalidades de la sede de manos de Guillermo, fue consagrado en Canterbury el 29 de agosto por el obispo de Londres. Entró a ejercer su oficio con la ventaja de ser conocido, sabio y experto en las cosas del mundo como pocos de los que han ejercido semejante cargo. La política eclesiástica del rey, que él mismo moduló ahora como consejero real, fue sin duda beneficiosa para el reino. Los tribunales religiosos y civiles se separaron y se celebraron frecuentes sínodos que legislaron en pro de una mejor disciplina que impusieron.
La influencia Normanda en la Iglesia tendió a poner más en contacto a los eclesiásticos nativos con los conocimientos y practicas continentales y esto se llevó a cabo remplazando a casi todos los obispos y abades sajones por normandos con pretextos graves o ligeros. Se rompió así la insularidad del clero nativo de forma beneficiosa y las prácticas locales, aunque laudables en si mismas, desaparecieron. Se podría haber conservado mucho, pero no pudo aguantar ante la práctica predominante y en general el resultado fue la destrucción de las costumbres locales. La liturgia en particular perdió mucho de lo que le era propio y distinto. Desde entonces, la iglesia sajona se ha mantenido en íntimo contacto con Roma. La antigua versión Itala de los salmos, por ejemplo utilizada en el coro de S. Pedro de Roma se utilizó por todas partes en Inglaterra; por los superiores normandos suplantaron la antigua versión por la Galicana, a la que estaban acostumbrados. Se pueden ver pruebas de todos estos cambios en los códices corregidos, como por ejemplo El Manuscrito Adicional del Museo Británico número 37517 (el Psalterio Bosworth), que posiblemente fuera revisado por las mismas manos de Lanfranco. Pero una vez que Lanfranco se identificó con la Iglesia de Inglaterra, aceptó su causa con calor manteniendo dignidad de el primado de su propia sede rehusando consagrar a Tomás de Bayeux para la sede de York hasta que admitió su dependencia de Canterbury. Esta disputa fue llevada a Roma, pero desde allí se devolvió a Inglaterra, donde se decidió finalmente a favor de Canterbury en un concilio nacional celebrado en Winchester en Pascua de 1072. Tomás se sometió a Lanfranco en un concilio en Windsor en Pentecostés del mismo año. Respecto a este asunto, H. Böhmer (in "Die Fälschungen Erzbischof Lanfranks"), vuelve sobre el tema acusando a Lanfranco de falsificar documentos para conseguir el primado par Canterbury sobre York. M Saltet ( en "Revue des Sciences Ecclésiastiques", 1907), y otros han tratado el asunto exonerando a Lanfranco de cualquier complicidad personal en las falsificaciones, en caso de que hubieran existido.
Mientras tanto Lanfranco había ido a Roma a recibir el pallium de manos de Alejandro II, discípulo suyo en Bec. Como arzobispo de Canterbury su influencia era tan grande que de vez en cuando era consultado por obispos que no dependían de él. Ayudó en la reforma de la iglesia a en Escocia. Impuso la observancia del celibato del clero, según los decretos renovados en 1076 en el sínodo de Winchester. Ningún canónigo debía casarse ni podía ordenarse como diácono o sacerdote a hombres casados. Pero está claro que existía una situación de degeneración y que las medidas demasiado drásticas eran peligrosas porque había muchos sacerdotes casados a los que hubo de permitirse seguir con sus mujeres. Resistió el intento de expulsar a los monjes de Canterbury en favor de canónigos seculares y se aseguró la confirmación papal de la práctica existente que venía desde los días de S. Agustín de Canterbury. Muchas sedes pasaron por estos días de oscuras poblaciones a ciudades en auge, como de Sherborne a Salisbury, de Dorchester a Lincoln, de Thetford a Norwich y de Selsey a Chichester. En 1076 visitó de Nuevo Roma y en el viaje de vuelta viajó por Normandía y tuvo la satisfacción de consagrar la iglesia de su antiguo monasterio de Bec.
La actitud del rey hacia la corte papal colocó más de una vez a Lanfranco en situación muy delicada: Guillermo no quería que los obispos fueran a Roma a visitar al papa sin su consentimiento. Parece que debido a esto Lanfranco fue culpado y fue reprobado, siendo reclamado en Roma, en 1082, bajo penas de suspensión. No fue, pero no por contumacia, sino que su avanzada edad y sus enfermedades le impidieron emprender tan largo y arduo viaje. Pero está bien recordar que se puede pensar en una razón puramente política a la negación del rey y probablemente Lanfranco se amilanó para no precipitar una ruptura entre el papa y el rey por una cuestión de ley constitucional.
Guillermo introdujo el sistema medieval de tenencias para las tierras de la Iglesia, al que tenía derecho al entregarlas a los eclesiásticos normandos requiriéndoles homenaje por ellas. Pero solo con el tiempo se llegó a confundir el homenaje feudal con la investidura eclesiástica. Se puede decir con seguridad que Guillermo nunca soñó en entrometerse en los privilegios eclesiásticos ni cuestionó la supremacía de la Santa Sede, aunque se negara a cumplir las exigencias de Gregorio VII de rendirle homenaje por el reino y liquidar ciertos atrasos en el pago del óbolo de S. Pedro (Peter´s pence). La explicación de la actitud y exigencia del papa está en que parecía que el tributo había llegado a ser considerado como muestra de vasallaje, mientras que en su origen era sin duda un regalo. Así que Guillermo, aunque se negó a rendir vasallaje, prometió pagar los atrasos.
También se ha tratado a veces el hecho de que Guillermo y Lanfranco adoptaran una actitud dubitativa en el caso del antipapa Guibert, o Clemente III, en 1084. Todo lo que se puede inferir con justicia es que mantuvieron una estricta neutralidad hasta que los méritos de los candidatos pudieran ser juzgados por la autoridad apropiada. Como esa autoridad no era la suya, ni Guillermo ni Lanfranco asumieron la prerrogativa de solucionar la disputa de una u otra manera. (Ver Liebermann en "Engl. Hist. Rev.", April, 1901, p. 328.) De hecho ninguno de sus actos muestra otras cosa que filial sumisión a la Santa Sede. (Ver Martin Rule en "Dublin Rev.", 3rd series, vol. VI, 1881, pp. 406 ss.)
Lanfranco defendió los derechos de su iglesia de Canterbury cuando fue necesario por acciones legales hasta contra el mismo medio hermano del Conquistador para la sede, reconstruyendo la catedral después de que fuera destruida por un incendio en 1067, Odo de Bayeux. Se mostró como munificente benefactor, mejorando las tierras del arzobispado con una gestión apropiada, fundando hospitales para los enfermos e indigentes de ambos sexos y siendo generoso para con las viudas y los pobres. Su generosidad no se limitaba a su propia sede; contribuyó ampliamente, por ejemplo con St. Albans, cuyo abad, su pariente Pablo, había empezado un amplio plan de reconstrucción. Su pasión por el saber le duró toda la vida, le hizo fomentar los estudios y hasta cuando se hallaba inmerso en la multitud de asuntos propios de su oficio y de su posición secular como principal consejero del rey, su pluma no dejó de escribir, como se puede comprobar por la lista de sus obras, que para aquel tiempo, es muy larga. Sus escritos fueron publicados colectivamente por d'Achery en 1648; se pueden también ver en Migne P.L., CL, y en la edición del Dr. Giles publicada en 1844. Otros tratados, que se han perdido, se le han atribuido, algunos claramente de otros autores.
Cuando Guillermo abandonaba Inglaterra para atender los asuntos de sus dominios continentales, Lanfranco actuaba como viceregente o regente en Inglaterra y desarrollaba su actividad y sagacidad no solo como gobernador temporal sino como militar de no despreciables cualidades, como en la represión del levantamiento contra Guillermo en 1074.
Guillermo el Conquistador, posiblemente fue también por consejo de Lanfranco, y a pesar de la violencia del carácter del joven príncipe, dejó Inglaterra a su segundo hijo Guillermo Rufus, por derecho de conquista , y Normandía a su hijo mayor Roberto, pero derecho de herencia y solamente una gran suma de dinero a su hijo Enrique. La elección de Rufus fue sin duda porque , habiendo sido discípulo de Lanfranco y habiendo recibido su status de caballero de sus manos, se suponía que la influencia del arzobispo tenía mucho peso. Lanfranco le coronó rey en Westminster menos de tres semanas después de la muerte del Conquistador.
El nombre de Lanfranco, como el de su sucesor S. Anselmo, está inseparablemente unido al espinoso asunto de las investiduras, ya que las diferencias entre el rey y el primado, que llegaron a su culmen con Anselmo, comenzaron con Lanfranco. Baste decir aquí que su influencia sobre un gran legislador, como era el Conquistador, hizo que los nombramientos eclesiásticos fueran muy dignos. Pero la raíz del futuro problema estaba en que se veían las sedes como un aparte de los feudos temporales que les iban unidos, en vez de mantener su carácter espiritual completamente separado de sus temporalidades.
Mientras el legislador - el Conquistador – tenía un a mente correcta, no se hacía mucho daño, pero cuando un salvaje sin dios como Guillermo Rufus intentó nombrar a hombres indignos para las sedes o las mantuvo vacantes para apropiarse de su ingresos, surgió el gran problema y era de esperar que tales hombres, como Rufus, habían de asumir que el poder espiritual uy la jurisdicción provenía para ellos de la investidura con báculo y anillo., de la misma manera que la tenencia de las temporalidades cuyos símbolos exteriores eran entonces, desafortunadamente, esos mismos instrumentos. Lanfranco vio claramente la distinción entre las capacidades civiles y eclesiásticas sobre las que el mismo hombre debía ser considerado y debía actuar y se dice que animó en 1082 al conquistador a arrestar a su hermano el obispo Odo. El rey tenía escrúpulos de encarcelar al clérigo, pero Lanfranco le señaló que no estaría arrestando al obispo de Bayeux (ya que no era por una ofensa eclesiástica) sin al conde de Kent – un título que poseía. En 1088 de nuevo, cuando Guillermo de S. Carilef, Obispo de Durham, estaba siendo juzgado por su participación en la rebelión de Odo y de los señores normandos, el prelado trató de protegerse bajo su carácter episcopal. Lanfranco le recordó, primero, que no estaba ante el tribunal por ser obispo sino como principal tenente del rey y, segundo, que los obispos que le juzgaban actuaban en una capacidad temporal. Si esto hubiera sido tenido en cuanta por G. Rufus, nunca hubieran surgido el problema de las investiduras en su reino.
Lanfranco intentó poner sentido en las extravagancias del rey “rojo” quien, sin embargo hizo oídos sordos a sus consejos y advertencias. Es cierto, sin embargo, que mientras vivió Lanfranco su influencia, aunque fuera menor, hizo que Rufus controlara su perversa naturaleza. Su desprecio de la palabra dada y de los compromisos fue una fuente de amargura para el anciano arzobispo. Que sin duda aceleró su muerte. Pedía Nexus oraciones que su muerte fuera de alguna enfermedad que no afectara a su razón o a su palabra y así fue. Un ataque de fiebre en mayo de 1089 le llevó en unos pocos días a la tumba. El 24 de mayo, ultimo día de su vida, sus médicos le habían recetado ciertas medicinas que el pidió que se dejaran hasta que se confesara y recibiera le Viático. Hecho esto, tomó una copa de medicina en sus manos pero en vez de tomárselas, exhaló su último suspiro con total calma. Fue enterrado en su propia catedral.
Lanfranco tiene el título de santo en la "Nova Legenda" y en todos los demás sitios se le llama beato pero no consta que se le concedieran públicamente tales honores. Unas palabras escritas en la "North American Review" (XCII, 257) parecen resumir bien su carácter: “Italiano de nacimiento, estudioso de las nuevas corrientes intelectuales por su residencia en Francia, trajo la mente sutil de su lugar de nacimiento, refinada por el uso de la política francesa, a su nuevo hogar y en contacto el claro y duro sentido de los ingleses; gobernó en ese país con algo más que la habilidad de un nativo…fue llamado a …dar forma y regular las instituciones de la iglesia de manera que pudieran conformarse con y sostener las alteradas constituciones del estado …vigor de la inteligencia y firmeza ..requerida en alguien que iba a desplazar a la antigua jerarquía, establecida desde antiguo y profundamente en el afecto del pueblo y formar de nuevo toda la economía de los sentimientos religiosos y del culto.”
En todas sus facetas ya como estudioso, autor político y teólogo, Lanfranco exhibió un tacto especial, sentido común y habilidad que denotan a un gran hombre entre los de su tiempo y que han conseguido que sea recordado hasta nuestros días.
Fuentes
HUNT en Dict. Nat. Biog.,; FREEMAN, Norman Conquest (Oxford, 1887); STUBBS, Constitutional History (Oxford, 1875-78); GILES, Lanfrancoi Opera (London, 1844); Vita Lanfrancoii in MIGNE, P.L., CL (Paris, 1854); WILLIAM OF MALMESBURY, Gesta Regum y Gesta Pontificum en Rolls Series; W. AND M. WILKS, The Three Archbishops (London 1858); STANTON, Menology of England and Wales (London, 1887); RULE, Abp. Lanfranco and his Modern Critics en Dublin Rev. (1881), 3rd series, VI, 406 (un valioso artículo que explicita el mal entendimiento moderno de las afirmaciones de las crónicas antiguas); Works of Abp. Lanfranco en North Am. Rev. (1861), XCII, 256; CHARMA, Lanfranco, Notice biographique (Paris, 1850); CROZALS, Lanfranco, sa vie, son enseignement, sa politique (Paris, 1877); LONGUEMARE, Lanfranco, Conseiller politique de Guillaume le Conquerant (Caen, 1902); BOHMER, Die Falschungen Erzbischof Lanfranks (Leipzig, 1902); IDEM., Kirche und Staat in England (Leipzig, 1899).
Birt, Henry (1910).
Transcrito por Joseph E. O'Connor.
Traducido por Pedro Royo.