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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Dídimo el Ciego

De Enciclopedia Católica

Revisión de 00:54 28 dic 2008 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Página nueva: Dídimo el Ciego, de Alejandría nació alrededor del año 310 ó 313; murió cerca del 395 ó 398 a la edad de ochenta y cinco años. Dídimo perdió la visión cuando tenía cu...)

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Dídimo el Ciego, de Alejandría nació alrededor del año 310 ó 313; murió cerca del 395 ó 398 a la edad de ochenta y cinco años. Dídimo perdió la visión cuando tenía cuatro años de edad, aun así se convirtió en uno de los hombres más eruditos de su tiempo. Oraba insistentemente en su juventud, nos dice Rufino, no por la vista de sus ojos corporales, sino por la iluminación del corazón. Le admitió a San Antonio que la pérdida de su vista fue una pena para él; el santo replicó que no se explicaba cómo un hombre sabio podía lamentarse por la pérdida de lo que tiene en común con las hormigas, moscas y mosquitos, en vez de regocijarse por poseer una visión espiritual como la de los santos y apóstoles. San Jerónimo ciertamente a menudo hablaba de él no como “el ciego” sino como “el vidente”. Dídimo estudiaba con afán, y sus vigilias eran largas y frecuentes, no leyendo sino oyendo, pues el obtenía por el oído los que otros obtenían por la vista. Cuando el lector se quedaba dormido del cansancio, Dídimo no descansaba, como si rumiara la meditación (dice Rufino) de lo que había oído, hasta que parecía haberlo inscrito en las páginas de su mente. Así, en corto tiempo amasó un vasto conocimiento de gramática, retórica, lógica, música, aritmética y geometría y una perfecta familiaridad con la Sagrada Escritura.

Pronto fue nombrado director de la famosa escuela catequética de Alejandría, la cual dirigió por cerca de medio siglo. San Atanasio lo estimaba mucho. El orador Libanio le escribió a un oficial en Egipto: “Usted no puede seguramente ser ignorante sobre Dídimo, a menos que usted desconozca la gran ciudad donde él ha estado día y noche derramando sus conocimientos para el bien de los demás.” Él fue igualmente ensalzado por sus contemporáneos y por los historiadores del siguiente siglo, Rufino fue su discípulo durante seis años. Paladio lo visitó cuatro veces en diez años (probablemente 388-398). Jerónimo vino donde él durante un mes para aclarar sus dudas respecto a pasajes difíciles de la Escritura. Las épocas posteriores han descuidado a este hombre tan notable. Él fue seguidor de Orígenes y adoptó muchos de sus errores. En consecuencia, cuando San Jerónimo discutió con Rufino y la declaró la guerra al Origenismo, él dejó de presumir de ser un discípulo de Dídimo y se avergonzó de la alabanza que le había prodigado antes al “vidente”. Cuando Orígenes fue condenado por Justiniano y luego por el Quinto Concilio General, no se mencionó a Dídimo. Pero él fue anatematizado junto con Evagrio del Ponto en el edicto por el cual el patriarca Eutiquio I de Constantinopla dio efecto al decreto del concilio; y fue él (quizás a consecuencia de esto) incluido en la condenación de los origenistas por los concilios Sexto y Séptimo. Pero esta censura se debe tomar como aplicada a su doctrina y no a su persona. Ha tenido el efecto desafortunado de causar la pérdida de muchos de sus numerosos escritos, los cuales, como las obras de un supuesto hereje, no fueron copiados en la Edad Media.

Dídimo siempre permaneció laico, la idea de que estuvo casado descansa en una identificación errónea de él con un Dídimo al cual se dirigía una de las cartas de San Isidoro de Pelusio. Por el contrario, parece haber vivido la vida de un asceta aunque en la ciudad y no en el desierto. Él le contó una curiosa historia a Paladio. Un día, cuando entretenía sus pensamientos de Juliano como un perseguidor, y debido a que no había comido, se quedó dormido en su silla y vio caballos blancos corriendo en todas direcciones, mientras que los jinetes gritaban: “Dile a Dídimo, que hoy a las siete horas murió Juliano; levántate y come y díselo a Atanasio el obispo, que él también debe saberlo.” Dídimo anotó la hora y el mes y la semana, y así ocurrió.

Doctrina

Dídimo fue uno de los principales opositores del arrianismo. Su doctrina Trinitaria y Cristológica es perfectamente ortodoxa; se puede decir que él fue más explícito que San Atanasio respecto a la Unidad en la Trinidad y la Divinidad del Espíritu Santo. Combinó el vocabulario teológico de San Atanasio con el de la nueva generación, San Basilio y San Gregorio Nacianceno. Continuamente usó la fórmula treis hypostaseis, mia ousia, que admitió San Atanasio en sus años postreros, y que se ha convertido en la consigna católica. A Dídimo se le atribuye la invención de esta fórmula, y Leipoldt está a favor de dicha atribución, mientras que K. Holl la rechaza. Hasta el siglo IV la Iglesia de habla griega no tenía medios de expresar la doctrina de la Santísima Trinidad. El uso de hypostasis para expresar la persona en latín era en sí mismo un vocablo torpe, pues Dídimo concuerda con San Jerónimo (quien rechazaba la expresión) que filosóficamente hablando ousia e hypostasis son sinónimos. Sin embargo, Dídimo salvaguardó cuidadosamente la doctrina de cualquier interpretación errónea.

Su obra sobre el Espíritu Santo se conserva sólo en la traducción al latín hecha por San Jerónimo. Está libre del reproche de “economía” que se le da a los muy famosos trabajos de San Basilio, quien evitaba (como él mismo admite) llamar “Dios” al Espíritu Santo. Una obra aún más importante es la “De Trinitate”, cuyos tres libros se conservan casi íntegros; fue compuesto después de 379. Un tratado contra los maniqueos está también casi completo. De los fragmentos exegéticos, los más importantes son aquéllos sobre los Salmos. Conocemos un comentario sobre las Epístolas Católicas por medio de una traducción al latín hecha por un cierto Epifanio para Casiodoro. Dídimo comentó sobre 2 Pedro, y en otro lugar a menudo cita dicha epístola, aunque en un lugar la tacha de espuria (falsata---el griego está perdido). En sus comentarios Dídimo demuestra que fue muy influenciado por Orígenes, tanto en su cuidado por el texto como en la gramática, y en sus amplias alegorías, pero en sus obras son leves los rastros de las herejías origenistas. Él parece haber afirmado la pre-existencia del alma. San Jerónimo le atribuye la doctrina de la “restitución de todas las cosas”; pero a menudo habla del castigo eterno, aunque parece enseñar que los ángeles caídos e incluso Satanás mismo son salvados por Cristo. A él le gusta explicar que los castigos de Dios son remediativos. Deliberadamente rechaza algunas de las opiniones de Orígenes y en sus enseñanzas Cristológicas y Trinitarias fue ampliamente influido por su gran predecesor. Su estilo es pobre y descuidado. Es gentil en la controversia. Su sinceridad y piedad algunas veces compensan el lugar de la elocuencia y energía que le faltan.


Bibliografía: Didymi in omnes Epistolas canonicas enarratio (Colonia, 1531); Mingarellius, veterum testimonia de Didymo Alex. Cæco (Rome, 1764), reimpreso en Didymi Alex. libri tres de Trinitate, editado por primera vez por J. A. Mingarelli, hermano del anterior (Bolonia, 1769) ; Lucke, Quæstiones et vindiciæ Didymianæ, da fragmentos en griego sobre el Comm. sobre Cath. Epp. Del lado del latín (Göttingen, 1829-32); los fragmentos exegéticos se hallan en Mai, Nova Patrum. Bibl. IV; en la Catenæ de Corderius y Cramer; en la Anecdota Græca de Wolf, IV: en la ed. de J. A. Mingarelli de De Trinitate (arriba); en Junius (Patrick Young) Catena Gr. en Job (Londres, 1637) y en la Catena de Nicéforo. La única colección completa de las obras de Dídimo es la de Migne. P.G., XXXIX, 1863, en la cual se reimprime el asunto preliminary de los dos Mingarelii. Hay una vida buena en Tillmont, X. El mejor relato, con un catálogo completo de los escritos, existente y perdido, es por Leipoldt, Didymus der Blinde in Texte und Unters., N. F., XIV, 3, vol. XXVIII, 3, de la serie completa (Leipzig, 1905). Los materiales para un juicio de la teología de Dídimo han sido cuidadosamente recopilados en este estudio (más completamente que por Mingarelli), pero la decisión del escritor no siempre es confiable. Holl, en Zeitsch r. für Kirchgeschicte, XXV, 3, (1904), ha mostrado que la obra Contra Arium et Sabellium, que está bajo el nombre de Gregorio de Nisa, es probablemente de Dídimo. Funk, en Kirchengesch. Abhandlungen, II, XV, p, 291 (Paderborn, 1899), le atribuye a Dídimo los libros cuarto y quinto de Basilio, Adv. Eunomium (que ciertamente no son de Basilio), y ha sido seguido por Krüger, Jülicher, y Von Schubert, pero Holl y Leipoldt no están convencidos. Dräseke, Athanasiana en su Gesammelte Patrist.Untersuchungen (Altoona y Leipzig, 1889), reimpreso de Studien und Kritiken, LXII (1889), le atribuye a Dídimo los dos libros anteriores De incarnatione d. n. J. C. contra Apollonarium, este último posiblemente es de su estudiante Ambrosio; contra esta opinión, Stücklen, Athana siana in Texte und Unters., N. F., IV, 4 (1899), y Leipoldt, loc. cit. Sobre la autenticidad del Comentario sobre la Cath. Epp. vea Klostermann, Ueber des Didymus von Alex. en Epp. Canon. enarratio in Texte und Unters., N. F., XIII, 2 (1915).

Fuente: Chapman, John. "Didymus the Blind." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04784a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina