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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Druidismo

De Enciclopedia Católica

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La etimología de la palabra druidismo, del griego drous, “roble”, ha sido una de las favoritas desde la época de Plinio el Viejo; según esto, los druidas serían los sacerdotes del dios o dioses identificados con el roble. Es cierto que el roble desempeña un papel importante como el árbol sagrado en el antiguo culto de los arios de Europa, y esta etimología es ayudada por la palabra galesa para druida, a saber derwydd. Pero hay una dificultad en igualar el sinónimo irlandés draoi y el derwydd galés. Probablemente la mejor derivación de la palabra es a partir de la raíz vid, "conocer", y el prefijo intensivo dru. Según esta etimología, los druidas serían los "muy sabios y eruditos". Pero esta, como las otras, es meramente una conjetura, y se ha supuesto que la palabra, al igual que la institución, no era de origen celta.

Aunque una veintena de escritores antiguos mencionan a los druidas con un relato más o menos completo, la información que se deriva de sus declaraciones es muy escasa, y muy poca de ella es de primera mano. Incluso César, que probablemente entró más en contacto con los druidas que cualquier otro escritor, no parece hablar de los druidas de su tiempo en particular, sino de los druidas en general. Para los escritores antiguos, la palabra druida tenía dos significados: en sentido estricto, significaba los profesores de filosofía moral y ciencia; en un sentido más amplio, incluía a los sacerdotes, adivinos, jueces, maestros, médicos, astrónomos y filósofos de la Galia. Formaban una clase aparte y mantenían en sujeción a las personas, que eran muy inferiores a ellos en cultura. Eran considerados como los hombres más justos, y se les referían para solución las disputas tanto públicas como privadas. Por lo tanto, su influencia era mucho más social que religiosa, a pesar de la opinión común de que eran exclusivamente una clase sacerdotal o un clero galo. Disfrutaban de ciertos privilegios, como la exención del servicio militar y el pago de impuestos; y los autores antiguos son unánimes al hablar de los grandes honores que se les rendían.

Sobre todo, los druidas eran los educadores de la nobleza. Su instrucción era muy variada y extensa. Consistía en una gran cantidad de versos aprendidos de memoria, y se nos dice que a veces se necesitaban veinte años para completar el curso de estudio. Sostenían que su aprendizaje no debía ser puesto por escrito. Deben haber tenido una considerable literatura oral de canciones sagradas, fórmulas de oraciones, reglas de adivinación y magia, pero de todo este saber no nos ha llegado un solo verso. Ya sea en su propio idioma o en forma de traducción, ni siquiera hay una leyenda que podamos llamar con certeza druídica. Pomponio Mela es el primer autor que dice que su instrucción era secreta e impartida en cuevas y bosques. Se cree comúnmente que los druidas fueron los obstinados campeones de la libertad de la Galia y que tomaron parte directa en el gobierno de la nación, pero esta es una hipótesis que, aunque sea probable, no es apoyada, al menos durante el primer período, por cualquier texto o por la declaración de cualquier autor antiguo.

“El principal punto de su doctrina”, dice César, “es que el alma no muere y que después de la muerte pasa de un cuerpo a otro”. Pero, como es bien sabido, la creencia en la inmortalidad del alma no era peculiar de las enseñanzas de los filósofos de la antigua Galia. No está del todo claro cuál era la naturaleza de esa segunda vida en la que creían. Algunos de los autores griegos, sorprendidos por la analogía de esta doctrina con la de Pitágoras, creían que los druidas la habían tomado prestada del filósofo griego o de uno de sus discípulos. La práctica del sacrificio humano, que a menudo se ha imputado a los druidas, ahora se sabe que ha sido la supervivencia de una costumbre pre-druídica, aunque algunos miembros de la corporación druídica no solo participaban, sino que presidían, estas ceremonias. Tampoco se ha probado que los druidas tuvieran dioses propios o hubieran introducido ninguna nueva divinidad o ritos a la Galia, con la excepción quizás del Dispater, quien, según César, era considerado por los druidas como el jefe de la nación, y quién pudo haber debido su origen a su creencia. Además de la enseñanza, que era su ocupación más importante, los druidas parecen haberse contentado con presidir las ceremonias religiosas tradicionales y haber actuado como intermediarios entre los dioses, tal como los encontraron, y los hombres. Es cierto que tenían una filosofía, pero es muy poco probable que sus doctrinas hayan penetrado en la gran masa de la población.

Aunque la única información positiva que poseemos sobre los druidas es que su institución existió en la Galia y Bretaña entre los años 53 a. C. y 77 d. C., hay evidencia que demuestra que debe haber existido desde mucho antes y haber durado más que los límites fijados por estas fechas. Parece razonable suponer que la influencia de los druidas ya estaba en declive cuando César hizo sus campañas en la Galia, y que a ellos se debió la civilización de la Galia en los siglos V y IV a.C. Podemos afirmar que existen referencias a los druidas y signos de la existencia de su institución, al menos en el germen, que los dataría ya en el siglo III a. C. Con la conquista romana de la Galia, los druidas perdieron toda su jurisdicción, el druidismo sufrió una gran decadencia, y no hay razón para creer que sobrevivió mucho después del año 77 d. C., la fecha de la última mención de los druidas que aún existe. La apertura de las escuelas de Marsella, Burdeos y Lyon puso fin a su utilidad como maestros de filosofía moral; y si algunos de ellos permanecieron dispersos aquí y allá en la Galia, la mayoría de ellos fueron obligados a emigrar a Bretaña.

Los emperadores Tiberio y Claudio abolieron ciertas prácticas en el culto de los druidas, su organización y sus asambleas, pero su desaparición fue gradual y se debió tanto a la romanización de la tierra como a cualquier medida política o acto de violencia o persecución de parte de Roma. Sin embargo, no cabe duda de que Roma temía a los druidas como maestros de la juventud galo-romana y como jueces en los juicios. En la Galia, en el siglo III de la era cristiana, se menciona a mujeres que predecían el futuro y eran conocidas como “druidesas”, pero eran simplemente brujas, y no podemos concluir a partir del nombre que llevaban que el druidismo todavía existiese en ese momento. Según César, era una tradición en la Galia de su época que los druidas fuesen de origen británico y que era a Gran Bretaña a donde iban a hacer un estudio profundo de su doctrina, pero los autores de la antigüedad arrojan muy poca luz sobre la Institución y prácticas del druidismo en la isla de Bretaña.

Nuestra información sobre los druidas de Irlanda se extrajo de lo que los hagiógrafos cristianos han escrito sobre ellos y lo que se puede obtener de las referencias casuales a ellos en la literatura épica de Irlanda. Solo tenemos notas fragmentarias sobre el tema de sus enseñanzas, pero está claro que hubo las semejanzas más sorprendentes entre los druidas de Irlanda y los de la Galia. En ambas tierras aparecen como magos, adivinos, médicos y maestros, y no como representantes de una determinada religión. En los cuentos de saga irlandeses se encuentran con mayor frecuencia al servicio de los reyes, quienes los emplearon como consejeros debido a su poder en la magia. En el ejercicio de esta hacían uso de varitas de tejo, sobre las cuales escribían en unos caracteres secretos llamados ogham. Esto se llamaba sus “llaves de la sabiduría”.

En Irlanda, como en la Galia, gozaban de una gran reputación por su aprendizaje, y algunos druidas irlandeses tenían un rango aún más alto que el del rey. Pero no estaban exentos del servicio militar ni parecen haber formado una corporación como en la Galia. En la más antigua literatura cristiana irlandesa, se representaba a los druidas como los oponentes más amargos del cristianismo, pero incluso los cristianos de la época parecen haber creído en su poder sobrenatural de profecía y magia. La tesis principal en el libro de M. Alexandre Bertrand sobre la religión de los galos es que el druidismo no era una institución aislada en la antigüedad, sin analogía, sino que su paralelo debe buscarse en las lamaserías que aún sobreviven en Tatary y Tibet. Sostiene que grandes comunidades druídicas florecieron en la Galia, Gran Bretaña e Irlanda muchos siglos antes de la era cristiana, y que estos fueron los modelos y los inicios de las abadías de los monjes occidentales. De esta manera explicaría la superioridad literaria y científica de los monasterios de Irlanda y Gales en la Alta Edad Media. Por ingeniosa y atractiva que pueda ser esta hipótesis, no está respaldada por ningún documento histórico, y se podrían presentar muchos argumentos negativos en su contra.


Bibliografía: RHYS, Lectures on the Origin and Growth of Religion as illustrated by Celtic Heathendom in Hibbert Lectures (Londres, 1886); ANWYL, Celtic Religion in Pre-Christian Times (Londres, 1906); BERTRAND, La Religion des Gaulois (París, 1897); D'ARBOIS DE JUBAINVILLE, Cours de Litterature celtique (París, 1883), I, 83-240; DOTTIN, La Religion des Celtes (París, 1904).

Fuente: Dunn, Joseph. "Druidism." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5, págs. 162-164. New York: Robert Appleton Company, 1909. 8 Dec. 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/05162a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina