Tarso
De Enciclopedia Católica
Tarso, una sede metropolitana de Cilicia Prima. Parece haber sido de origen semítico y se menciona varias veces en las campañas de Salmanasar y Senaquerib. La leyenda griega la conecta con la memoria de Sardanápalo, todavía conservada en el Dunuk-Tach, llamada tumba de Sardanápalo, un monumento de origen desconocido. Cuando en el año 401 a.C., el joven Ciro marchó contra Babilonia, la ciudad era gobernada por el rey Siennesis en nombre del monarca persa. Tarso ya era griega y tenía una tendencia a ser cada vez más helenizada. Alejandro el Grande estuvo cerca de encontrar su muerte allí después de un baño en el Cidno, el moderno Tarso-Irmak.
Por sus escuelas literarias, Tarso rivalizó con Atenas y Alejandría. En ese entonces formaba parte del reino de los seléucidas, tomó el nombre de Antioquía, y la Biblia (2 [[Libros de los Macabeos|Mac. 4,30) registra su revuelta contra Antíoco IV Epífanes, alrededor de 171 a.C. Pompeyo la sometió a Roma. Para halagar a César tomó el nombre de Juliópolis; fue allí que se conocieron Cleopatra y Marco Antonio, y fue el escenario de las famosas fiestas que dieron durante la construcción de su flota. Tarso era ya el caput Cilicae, la metrópoli, donde residía el gobernador. Cuando se dividió la provincia, se mantuvo como la metrópoli religiosa y civil de Cilicia Prima.
La mayor gloria de Tarso es que fue la cuna de San Pablo (Hch. 9,11; 21,39, 22,3), el cual se refugió allí después de su conversión (Hch. 9,30), y fue acompañado por San Bernabé (Hch, 11,25). Es probable que en ese momento se estableciese allí una comunidad cristiana, aunque el primer obispo, Heleno, data sólo del siglo III; fue varias veces a Antioquía en relación con la controversia relativa a Pablo de Samosata (Eusebio, "Hist Eccl.", VI.46 y VII.5).
Le Quien (Oriens christianus, II, 869-76) menciona veintidós de sus obispos, de los cuales muchos son legendarios. Entre ellos están Lupo, presente en el Concilio de Ancira en 314; Teodoro, en el de Nicea en 325; Heladio, condenado en Éfeso, y quien apeló al Papa en 433; sobre todos el famoso exégeta Diodoro, maestro de Teodoro de Mopsuestia y, por lo tanto, uno de los padres del nestorianismo. Desde el siglo VI la sede metropolitana de Tarso tuvo siete obispados sufragáneos (Echos d'Orient, X, 145); la arquidiócesis griega se menciona otra vez en el siglo X (op. cit, X, 98), y ha existido hasta el día de hoy, y forma parte del patriarcado de Antioquía.
Debido a la importancia de Tarso, muchos mártires fueron asesinados allí, entre los que destacan Santa Pelagia, San Bonifacio, San Marino, San Diomedo, y los santos Quirico y Julita; varios emperadores romanos fueron enterrados allí --- es decir, Tácito, Maximino Daza y Juliano el Apóstata. Los árabes tomaron posesión de Tarso desde el siglo VII y la mantuvieron hasta 965, cuando Nicéforo Focas la anexionó de nuevo al Imperio Bizantino. La unión duró casi un siglo.
Los cruzados la capturaron de nuevo de los turcos en 1097, y luego fue objeto de disputa entre los latinos, griegos y armenios del Reino de Armenia Menor; estos últimos se convirtieron definitivamente en amos hasta alrededor de 1350, cuando la vendieron a los egipcios. Desde entonces, Tarso ha pertenecido a los musulmanes. Para fines del siglo X, los armenios establecieron una diócesis de su rito, que todavía existe; San Nerses de Lambrón fue su representante más distinguido en el siglo XII. Tarso, que ha conservado su nombre, es un caza de la vilayet de Adana en el ferrocarril desde Adana a Mersina. Para 1912 la ciudad tenía alrededor de 18,000 habitantes, de los cuales 10,000 eran musulmanes, el resto eran griegos o armenios cismáticos. Allí sólo había unos pocos católicos.
Bibliografía: SMITH, Dict. of Greek and Roman Geog., S.V.; LANGLOIS, Voyage dans la Cilicie (París, 1861), 259-331; CUINET, La Turquie d'Asie, II, 44-8; ALISHAN, Sissouan (Venecia, 1899), 305-21.
Fuente: Vailhé, Siméon. "Tarsus." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. 13 Jan. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/14461b.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina.