Pregón Pascual
De Enciclopedia Católica
Revisión de 22:53 20 oct 2010 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones)
EXULTET
El texto del himno
- Alégrense por fin los coros de los ángeles,
- Alégrense las jerarquías del cielo,
- y por la victoria de rey tan poderoso
- que las trompetas anuncien la salvación.
- Goce también la tierra, inundada de tanta claridad,
- y que, radiante con el fulgor del rey eterno,
- se sienta libre de la tiniebla,
- que cubría el orbe entero.
- Alégrese también nuestra madre la Iglesia,
- revestida de luz tan brillante;
- resuene este templo
- con las aclamaciones del pueblo.
- Por eso, queridos hermanos,
- que asistís a la admirable claridad de esta luz santa,
- invocad conmigo la misericordia de Dios omnipotente,
- para que aquel que, sin mérito mío,
- me agregó al número de los diáconos:,
- completen mi alabanza a este cirio,
- infundiendo el resplandor de su luz.
- El Señor esté con ustedes.
- Y con tu espíritu.
- Levantemos el corazón.
- Lo tenemos levantado hacia el Señor.
- Demos gracias al Señor, nuestro Dios.
- Es justo y necesario.
- En verdad es justo y necesario
- aclamar con nuestras voces
- y con todo el afecto del corazón
- a Dios invisible, el Padre todopoderoso,
- y a su único Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
- Porque él ha pagado por nosotros al eterno Padre
- la deuda de Adán
- y, ha borrado con su sangre inmaculada,
- la condena del antiguo pecado.
- Porque éstas son las fiestas de Pascua
- en las que se inmola el verdadero Cordero,
- cuya sangre consagra las puertas de los fieles.
- Esta es la noche en que sacaste de Egipto,
- a los israelitas, nuestros padres,
- y los hiciste pasar a pie el Mar Rojo.
- Esta es la noche en que la columna de fuego
- esclareció las tinieblas del pecado.
- Esta es la noche
- que a todos los que creen en Cristo, por toda la tierra
- los arranca de los vicios del mundo
- y de la oscuridad del pecado,
- los restituye a la gracia
- y los agrega a los santos.
- Esta es la noche en que,
- rotas las cadenas de la muerte,
- Cristo asciende victorioso del abismo.
- ¿De qué nos serviría haber nacido
- si no hubiéramos sido rescatados?
- ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros!
- ¡Qué incomparable ternura y caridad!
- Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!
- Necesario fue el pecado de Adán,
- que ha sido borrado por la muerte de Cristo.
- ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor!
- ¡Qué noche tan dichosa!
- Sólo ella conoció el momento
- en que Cristo resucitó del abismo.
- Esta es la noche de que estaba escrito:
- «Será la noche clara como el día,
- la noche iluminada por mi gozo.»
- Y así, esta noche santa
- ahuyenta los pecados,
- lava las culpas,
- devuelve la inocencia a los caídos,
- la alegría a los tristes,
- expulsa el odio,
- trae la concordia,
- doblega a los potentes.
- En esta noche de gracia,
- acepta, Padre Santo,
- el sacrificio vespertino de esta llama,
- que la santa Iglesia te ofrece
- en la solemne ofrenda de este cirio,
- obra de las abejas.
- Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego,
- ardiendo en llama viva para gloria de Dios.
- Y aunque distribuye su luz,
- no mengua al repartirla,
- porque se alimenta de cera fundida,
- que elaboró la abeja fecunda
- para hacer esta lámpara preciosa.
- ¡Qué noche tan dichosa
- en que se une el cielo con la tierra,
- lo humano con lo divino!
- Te rogamos, Señor, que este cirio,
- consagrado a tu nombre,
- para destruir la oscuridad de esta noche,
- arda sin apagarse
- y, aceptado como perfume,
- se asocie a las lumbreras del cielo.
- Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo,
- ese lucero que no conoce ocaso
- Jesucristo, tu Hijo,
- que, volviendo del abismo,
- brilla sereno para el linaje humano,
- y vive y reina por los siglos de los siglos.
- Amén.