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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Platón y Platonismo

De Enciclopedia Católica

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Vida de Platón

Platón (Platón "El de hombros anchos") nació en Atenas en el año 428 o 427 a. C. Pertenecía a una familia aristocrática y adinerada, aunque algunos escritores lo representaron como si hubiese sentido el estrés de la pobreza. Indudablemente se benefició de las facilidades educativas que se brindaba en Atenas a los jóvenes de su clase. Alrededor de los veinte años conoció a Sócrates, y la interacción entre maestro y discípulo, que duró ocho o diez años, fue la influencia decisiva en la carrera filosófica de Platón. Antes de conocer a Sócrates, muy probablemente, había desarrollado interés por los filósofos antiguos, así como por los planes para mejorar las condiciones políticas de Atenas. A temprana edad se dedicó a la poesía. Sin embargo, todos estos intereses fueron absorbidos por la búsqueda de la sabiduría, a la que se dedicó ardientemente bajo la guía de Sócrates. Tras la muerte de Sócrates se unió a los discípulos de éste congregados en Megara bajo el liderazgo de Euclides.

Más tarde viajó a Egipto, Magna Grecia y Sicilia. Algunos biógrafos han exagerado el provecho de estos viajes; sin embargo, no puede haber duda de que en Italia estudió las doctrinas de los pitagóricos. Sus tres viajes a Sicilia perseguían, probablemente, influenciar a Dionisio el Viejo y Dionisio el Joven a favor de su sistema ideal de gobierno; pero fracasó en ello, se atrajo la enemistad de los dos gobernantes, fue encarcelado y vendido como esclavo. Rescatado por un amigo, volvió a su escuela de filosofía de Atenas, la cual difería de la escuela socrática en muchos aspectos. Tenía una ubicación definida en las arboledas cercanas al gimnasio de Academo, su tono era más refinado, se prestaba más atención a la forma literaria y era menos indulgente en el método de ilustración extraño, e incluso vulgar, que caracterizaba la exposición socrática. Al volver de su tercer viaje a Sicilia se dedicó incansablemente a escribir y enseñar, hasta que a los ochenta años, según nos dice Cicerón, murió en medio de sus labores intelectuales (scribens est mortuus) ("De Senect.", V, 13).

Obras

Es prácticamente cierto que nos han llegado todas las obras auténticas de Platón. Las obras perdidas que se le atribuyen, tales como las "Divisiones" y las "Doctrinas no Escritas", ciertamente no son genuinas. De los treinta y seis diálogos, algunos —"Fedro", "Protágoras", "Fedón", "La República", "El Banquete", etc.— son indudablemente auténticos; otros —por ejemplo, "Minos"— pueden con igual certeza ser considerados espurios; mientras que un tercer grupo —"Ión", "Hipias Mayor", y "Primer Alcibíades"— es de dudosa autenticidad. En todos sus escritos Platón usa el diálogo con una destreza jamás igualada. Esta forma le permitió desarrollar el método socrático de preguntas y respuestas. Pues, aun cuando Platón elaboró en alto grado la facultad de presentar y entender lo abstracto, fue lo suficientemente griego para seguir el instinto artístico en la enseñanza por medio de un tipo claro y concreto de excelencia filosófica. El uso del mito en los diálogos ha ocasionado considerables dificultades a los comentaristas y a los críticos. Cuando intentamos dar un valor el contenido de un mito platónico, a menudo nos desconcierta la sospecha de que todo está destinado a ser sutilmente irónico o que se incluye para disimular contradicciones inherentes al pensamiento de Platón. En todo caso, el mito no debería tomarse muy en serio o invocarse como evidencia de lo que Platón realmente creía.

Filosofía

Punto de partida

El punto de partida inmediato de la especulación filosófica de Platón fue la enseñanza socrática. En su intento de definir las condiciones del conocimiento, para refutar el escepticismo de los sofistas, Sócrates había enseñado que el único conocimiento verdadero es el conocimiento por medio de conceptos. El concepto, decía, representa toda la realidad de una cosa. Como lo usó Sócrates, esta era sólo un principio de conocimiento; Platón lo retomó como un principio del ser. Si el concepto representa toda la realidad de las cosas, la realidad debe ser algo en el orden ideal, no necesariamente en las cosas mismas, sino más bien por encima de ellas, en un mundo por sí mismo. En consecuencia, Platón reemplaza el concepto por la idea. Completa la obra de Sócrates enseñando que las ideas objetivamente reales son el fundamento y justificación del conocimiento científico.

Al mismo tiempo tiene en mente un problema que llamó mucho la atención de los pensadores presocráticos: el problema del cambio. Los eleáticos, siguiendo a Parménides, sostenían que no existe cambio verdadero o multiplicidad en el mundo, que la realidad es una. Heráclito, por el contrario, al considerar el movimiento y la multiplicidad como reales, sostenía que la permanencia es sólo aparente. La teoría platónica de las ideas es un intento de resolver esta cuestión crucial mediante un compromiso metafísico. Los eleáticos, decía Platón, tienen razón al afirmar que la realidad no cambia; pues las ideas son inmutables. Sin embargo, como sostenía Heráclito, hay un cambio en el mundo de nuestra experiencia o, como lo llama Platón, el mundo de los fenómenos.

Entonces Platón supone un mundo de ideas separado del mundo de nuestra experiencia, e inmensamente superior a él. Imagina que todas las almas humanas habitaron en otro tiempo en ese mundo superior. Por lo tanto, cuando contemplamos en el mundo de las sombras que nos rodea un fenómeno o apariencia de algo, la mente recuerda la Idea (de esa misma cosa fenoménica) que antes contemplaba. En su deleite se maravilla por el contraste, y con asombro se ve inducido a recordar lo más perfectamente posible la intuición de que disfrutó en una existencia anterior. Ésta es la tarea de la filosofía. La filosofía, por tanto, consiste en el esfuerzo por elevarse del conocimiento de los fenómenos, o apariencias, al de los noumena (noúmeno), o realidades. Entre todas las ideas, no obstante, la idea de belleza brilla a través del velo fenomenal más claramente que las demás; de ahí que el comienzo de la actividad filosófica es el amor y la admiración por lo bello.

División de la Filosofía

Platón no diferencia las partes de la filosofía con la misma precisión formal que la encontrada en los sistemas aristotélicos y post aristotélicos. Sin embargo, podemos, por conveniencia, distinguir:

  • Dialéctica, ciencia de la idea en sí;
  • Física, conocimiento de la idea en tanto que incorporada o encarnada en el mundo de los fenómenos, y,
  • Ética y teoría del Estado, o ciencia de la idea encarnada en la conducta humana y en la sociedad.

(1) Dialéctica: Se entiende no como sinónimo de la lógica sino de la metafísica. Significa la ciencia de la Idea, ciencia de la realidad, ciencia en el verdadero sentido de la palabra. Pues las ideas son las únicas realidades en el mundo. Observamos, por ejemplo, acciones justas, y sabemos que algunos hombres son justos. Pero tanto en las acciones como en las personas designadas como justas existen muchas imperfecciones; son solamente parcialmente justas. En el mundo superior existe la justicia, absoluta, perfecta, sin mezcla de injusticia, eterna, inmóvil, inmortal. Esta es la Idea de justicia. De modo similar, en el mundo que está por encima de nosotros existen las Ideas de grandeza, belleza, sabiduría, etc. y no únicamente éstas, sino también las Ideas de objetos materiales concretos tales como la Idea de hombre, la Idea de caballo, la Idea de árboles, etc. En resumen, el mundo de las Ideas es una imagen del mundo de nuestra experiencia, o mejor, éste último es una débil imitación del primero. Las ideas son los prototipos, los fenómenos son los extratipos. En la alegoría de la caverna (República, VII, 514 d) unos hombres son descritos como encadenados en una posición fija en la caverna, siendo capaces exclusivamente de mirar a la pared del fondo. Cuando un animal, p.ej. un caballo, pasa frente a la caverna, ellos, contemplando la sombra proyectada en la pared, imaginan que es la realidad, y mientras dura su cautiverio no tienen noticia de ninguna otra realidad. Al ser liberados y salir a la luz se deslumbran, pero, cuando se habitúan y pueden distinguir un caballo entre los demás objetos que les rodean, su primer impulso es tomarlo por una sombra del ser que ellos vieron sobre la pared. Los prisioneros son "como nosotros mismos ", dice Platón. El mundo de nuestra experiencia, que consideramos real, es solamente un mundo de sombras. El mundo real es el mundo de las Ideas, que alcanzamos no por los sentidos sino por una contemplación intuitiva. Las Ideas participan del fenómeno, pero Platón no llega a explicar cómo tiene lugar esa participación, ni tampoco en qué sentido los fenómenos son imitación de las Ideas; a lo sumo invoca un principio negativo, a veces llamado "Substancia Platónica", para dar razón del fenómeno como caído desde la perfección de la Idea. El principio limitador es la causa de todos los defectos, decadencias y cambios del mundo que nos rodea. El hombre justo, por ejemplo, está lejos de la justicia absoluta (la Idea de Justicia), pues la Idea de justicia está fragmentada en el hombre, está degradada y reducida por el principio de limitación. Hacia el final de su vida, Platón se acercó cada vez más a la teoría pitagórica de los números, y, en el "Timeo" especialmente, tendió a interpretar las Ideas en términos matemáticos. Sus seguidores acentuaron indebidamente este elemento y, en el curso de la especulación neoplatónica, las ideas se identificaron con los números. La teoría de la Ideas interesó en gran medida a los primeros filósofos cristianos. La afirmación categórica de una realidad de orden supramundano y espiritual, e igualmente la afirmación de la caducidad de las cosas materiales, concuerdan con la esencia del cristianismo sobre la supremacía de los intereses espirituales. Para hacer más aceptable el mundo de las Ideas a los cristianos, la patrística platónica, desde San Justino Mártir hasta San Agustín, mantuvo que el mundo existe en la mente de Dios, y esto era lo que Platón pensaba. Por otra parte, Aristóteles entendió que Platón se refiere a un mundo de Ideas auto subsistente y separado. Por lo tanto, en lugar de representarnos el mundo de las Ideas existiendo en Dios, deberíamos representar a Dios existiendo en el mundo de las Ideas. En efecto, entre las Ideas, la jerarquía suprema se atribuye a la Idea de Dios, o Divinidad absoluta, como se diría, en un universo supra celeste, lo que es el sol del cielo para nuestro mundo terrestre.

(2) Física: La idea incorporada en el fenómeno, por decirlo así, es menos real que la Idea en su propio mundo, o que la idea encarnada en la conducta humana o en la sociedad. La Física, esto es, el conocimiento de la Idea en el fenómeno, es, por lo tanto, de inferior dignidad e importancia que la Dialéctica y la Ética. De hecho, el mundo de los fenómenos carece de interés científico para Platón. Su conocimiento no es un verdadero conocimiento, ni su fuente, sino tan solo ocasión del verdadero conocimiento. El fenómeno trae a nuestra mente el recuerdo de la intuición de las Ideas, y con esta intuición comienza el conocimiento científico. Además, el interés de Platón por la naturaleza está dominado por una visión teológica del mundo como dotado de un alma, la cual, consciente de su conjunto, hace todas las cosas para un propósito útil, o mejor, para "lo mejor" moralmente, intelectualmente y estéticamente. Esta convicción se manifiesta especialmente en la narración platónica del origen del universo, contenida en el "Timeo", aunque los detalles sobre la actividad de los demiurgos y los dioses creados no deberían, quizás, tomarse muy en serio. Análogamente, el relato del origen del alma en el mismo diálogo, es una mezcla de filosofía y mito, en el que no es fácil diferenciar uno de otro. Es claro, sin embargo, que Platón sostiene la naturaleza espiritual del alma frente al materialismo de los atomistas, y que cree en la preexistencia del alma antes de su unión con el cuerpo. Toda la teoría de las Ideas, al menos en lo que se refiere al conocimiento humano, presupone la doctrina de la pre-existencia. "Todo conocimiento es reminiscencia" sólo tiene significado en la hipótesis pre-natal de la intuición de las Ideas en el alma. Es igualmente incontrovertible que Platón mantenía la inmortalidad del alma. Su convicción sobre este punto fue tan firme como la de Sócrates. Su esfuerzo por fundamentar esta convicción sobre premisas inexpugnables está, por cierto, abierta a la crítica, porque sus argumentos se remiten bien a la hipótesis de una existencia anterior o bien a la teoría de las Ideas. No obstante, las consideraciones que ofrece a favor de la inmortalidad, en el "Fedón", han contribuido a fortalecer en todas las generaciones posteriores la creencia en una vida futura. En su descripción del estado futuro del alma predomina la doctrina pitagórica de la transmigración. Aquí, de nuevo, los detalles no deben tomarse tan en serio como el hecho principal, y podemos imaginar que el relato del alma condenada a regresar en el cuerpo de un zorro o un lobo es introducido, sobre todo, porque acentúa la doctrina de la recompensa y el castigo, que es parte de la ética platónica. Antes de pasar a sus doctrinas éticas es necesario indicar algo de su psicología. Platón enseña que el alma consta de tres partes: el alma racional, que reside en la cabeza; el alma irascible, asiento del valor, que reside en el corazón; y el alma sensitiva, asiento del deseo, que reside en el abdomen. Éstas no son tres facultades del alma, sino tres partes realmente diferenciadas.

(3) Ética y teoría del Estado: Como todos los griegos, Platón dio por sentado que el mayor bien del hombre, subjetivamente considerado, es la felicidad (eudaimonia). Objetivamente, el mayor bien del hombre es el máximo bien absoluto en general, el Bien en sí mismo, o Dios. El medio para alcanzar el mayor bien es la práctica de la virtud y la consecución de la sabiduría. El cuerpo debería someterse en la medida en que obstaculiza estas ocupaciones. Sin embargo, en este punto el ascetismo debe moderarse en aras de la armonía y la simetría. -- Platón nunca se excedió en condenas, en particular sobre el cuerpo, como fuente de todo lo malo - porque la abundancia, la salud, la destreza y los placeres inocentes, son medios para alcanzar la felicidad, aunque no indispensables como lo es la virtud. La virtud es orden, armonía, salud del alma; el vicio es desorden, discordia, enfermedad. El Estado es, para Platón, la mayor personificación de la Idea. Su finalidad debe ser el establecimiento y cuidado de la virtud. La razón de ello es que el hombre, incluso en condición inculta, podría realmente alcanzar la virtud. Sin embargo, a fin de que la virtud pueda realizarse sistemáticamente y no sea producto del azar o la ventura, es necesaria la educación, la cual es imposible sin una organización social. En su "República" describe un Estado ideal, una forma de gobierno que existiría si gobernantes y gobernados se dedicasen, como debieran, al cultivo de la sabiduría. El Estado ideal se modela en cada alma individual. Consta de tres categorías: gobernantes (correspondiendo al alma racional), productores (correspondiendo al deseo) y guerreros (correspondiendo al valor). La virtud característica de los productores es la economía, la de los soldados la valentía y la de los gobernantes la sabiduría. Puesto que la filosofía es el amor a la sabiduría, ella debe ser el poder dominante en el Estado: "A menos que los filósofos se hagan gobernantes o los gobernantes se tornen verdaderos y consumados discípulos de la filosofía, no terminarán las dificultades de los Estados y de la humanidad " (Rep., V, 473), lo cual es otro modo de decir que aquéllos que gobiernan deben distinguirse por cualidades claramente intelectuales. Platón aboga por un Estado absoluto, tal como el que existía en su época en Esparta. El Estado, afirma, ejerce un poder ilimitado. En el Estado platónico no cabe ni la institución de la propiedad privada, ni la de la familia. Los niños pertenecen al Estado tan pronto como nacen, y éste debe encargarse desde el principio de su educación. Serían educados por funcionarios elegidos por el Estado y, según la capacidad que manifestasen, asignados a la categoría de los productores, guerreros o gobernantes. Estos proyectos inviables reflejan al mismo tiempo el descontento de Platón con la demagogia que prevalecía en Atenas y su predilección personal por la forma de gobierno aristocrático. Ciertamente su proyecto es aristocrático, en el sentido original de la palabra; defiende el gobierno de los mejores (intelectualmente). La irrealidad de todo ello, y la remota posibilidad de ser llevado a la práctica, debió evidenciarse al mismo Platón, porque en sus "Leyes" hace el esbozo de un nuevo proyecto que, aun considerándolo inferior al de la "República", está más cerca del término medio que el Estado puede alcanzar.

La Escuela Platónica

La Escuela de Platón, como la de Aristóteles, fue organizada por el mismo Platón, y a su muerte la puso en manos de su sobrino Espeusipo, el primer alumno, como gobernante de la escuela. Se llamó la Academia, porque estaba en la arboleda de Academo. La Academia, con diferente fortuna, mantuvo su identidad como escuela platónica hasta el siglo primero de la era cristiana, primero en Atenas y después en Alejandría. Se modificó el sistema platónico, orientándose al misticismo y la demonología, y padeció al menos un periodo de escepticismo. Acabó en un eclecticismo indefinido. Con la llegada del neoplatonismo, fundado por Ammonius y desarrollado por Plotino, el platonismo se unió definitivamente a la causa del paganismo contra el cristianismo. Sin embargo, la gran mayoría de filósofos cristianos hasta San Agustín fueron platónicos. Ellos apreciaban la elevada influencia de la psicología y la metafísica de Platón, y reconocían, en ella un poderoso aliado del cristianismo frente al materialismo y el naturalismo. Estos platónicos cristianos subestimaban a Aristóteles, a quien se referían como un "agudo" lógico, cuya filosofía favorecía a los heréticos oponentes del cristianismo ortodoxo.

La Edad Media trastocó este veredicto. Los primeros escolásticos conocían solamente los tratados sobre lógica de Aristóteles, y, en la medida que no eran psicólogos o metafísicos, se acercaron al platonismo de San Agustín. No obstante, sus sucesores en el siglo XII conocieron la psicología, la metafísica y la ética de Aristóteles, asumiendo el criterio aristotélico tan completamente que, antes de finales del siglo XIII, el estagirita ocupó en las escuelas cristianas el lugar que tenía el fundador de la Academia en el siglo V. Hubo, digamos, episodios de platonismo en la historia del escolasticismo - p.ej., la Escuela de Chartes en el siglo XII -- y durante todo el periodo escolástico algunos principios del platonismo, y especialmente del neoplatonismo, fueron incluidos en el sistema aristotélico adoptado por las escuelas.

El Renacimiento trajo una renovación del platonismo debido a la influencia de Bessarion, Plethon, Ficino, y los dos Mirándola. Los platónicos de Cambridge del siglo XVII, tales como Cudworth, Henry More, Cumberland, y Glanville, reaccionando contra el naturalismo humanista, "Puritanismo espiritual" instauran los fundamentos de la conducta sobre principios conocidos intuitivamente e independientes del propio interés. Además de las escuelas de filosofía descritas como platónicas, existen muchos filósofos y grupos de filósofos modernos que deben mucho a la inspiración de Platón y al entusiasmo por superiores ocupaciones de la mente que emanan del estudio de sus obras.


Bibliografía: La edición estándar de las obras de Platón es la de STEPHANUS (París, 1578). Otras ediciones más recientes son BEKKER (Berlin, 1816-23), FIRMIN-DIDOT (París 1866-). La mejor traducción inglesa es JOWETT, The Dialogues of Plato (Oxford, 1871; 3ra ed., New York, 1892). Sobre la exposición del sistema de Platón cf. ZELLER, Plato and the Older Academy, tr. ALLEYNE AND GOODWIN (Londres, 1888); GROTE, Plato and the Other Companions of Socrates (Londres, 1885); PATER, Plato and Platonism (Londres, 1893); TURNER, History of Philosophy (Boston, 1903); 93 s.q.; FOUILLEE, La philosophie de Platon (Paris, 1892); HUIT, La vie et l'oeuvre de Platon (Paris, 1893); WINDEBLAND, Platon (Stuttgart,1901); LUTOSLAWSKI, Origin and Growth of Plato's Logic (Londres, 1897). Sobre historia del platonismo cf. BUSSELL, The School of Plato (Londres, 1896); HUIT, Le platonisme à Byzance et en Italie à la fin du moyen-âge (Brussels, 1894); artículos en Annales de philosophie chretienne, new series, XX-XXII; TAROZZI, La tradizione platonica nel medio evo (Trani Vecchi, 1892).

Fuente: Turner, William. "Plato and Platonism." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12, págs. 159-162. New York: Robert Appleton Company, 1911. 30 agosto 2021 <http://www.newadvent.org/cathen/12159a.htm>.

Traducido por Miguel Villoria de Dios. lmhm