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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Proverbios»

De Enciclopedia Católica

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Las irritantes preguntas tocante a la autoría y [[fechas y datación | fecha]] de las colecciones que componen el Libro de los Proverbios se remontan sólo al siglo XVI de nuestra era, cuando el texto hebreo comenzó a ser estudiado más minuciosamente que antes.  Los primeros [[Padres de la Iglesia | Padres]] ni siquiera sospecharon que, como consecuencia implícita de las inscripciones en 1,1; 10,1; 25,1 (que dan testimonio directo de la autoría [[Salomón | salomónica]] de grandes colecciones de proverbios), y al ser engañados por la traducción griega de los títulos en 30,1; 31,1 (que desechan por completo las referencias a Agur y Lemuel como autores distintos de Salomón), consideraron al rey Salomón como el autor de todo el Libro de los Proverbios.  Tampoco fueron verdaderas preguntas para los escritores posteriores de Occidente, aunque estos autores [[Edad Media | medievales]] tenían en la [[Revisión de la Vulgata | Vulgata]] una traducción más fiel de 30,1 y 31,1, que los podría haber llevado a rechazar el origen salomónico de las secciones adscritas a Agur y Lemuel respectivamente, pues según su opinión Agur y Lemuel eran sólo nombres simbólicos de Salomón. 
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En la actualidad, la [[mayoría]] de los estudiosos [[católico]]s no dude en considerar como no salomónicas, no sólo las secciones cortas que se le atribuyen a Agur y Lemuel en el texto hebreo, sino también las colecciones de [[menor]] importancia que sus títulos atribuyen a "los sabios" (22,16 - 24,22; 24,23-34), y el poema alfabético sobre la [[mujer]] [[virtud | virtuosa]] que se adjunta a todo el libro.  Respecto a las otras partes de la obra (1 – 9 - 10; 22,16; 25 - 29), los escritores católicos son poco menos que unánimes en atribuírselas a Salomón.  Teniendo claramente presente la declaración en 1 [[Libros de los Reyes | Rey.]] 5,12, que, en su gran sabiduría, Salomón “pronunció tres mil parábolas”, no tienen dificultad en admitir que este monarca pudo ser el autor del mucho más pequeño número de proverbios incluidos en las tres colecciones en cuestión.  Guiados por la antigua [[Tradición y Magisterio vivo | tradición]] [[judaísmo | judía]] y [[cristianismo | cristiana]] se sienten obligados a respetar los títulos explícitos a las mismas colecciones, tanto más porque los títulos en el Libro de los Proverbios son manifiestamente discriminatorios con respecto a la autoría, y porque el título, "También estos son proverbios de Salomón, transcritos por los hombres de [[Ezequías]], rey de [[Judá]].” (25,1), en particular, da la impresión de precisión y exactitud. 
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Por último, mirando el contenido de estas tres grandes colecciones, no creen que todo lo que allí se encuentra con respecto al estilo, [[idea]]s, trasfondo histórico, etc. deba obligar a nadie a renunciar a la autoría tradicional, en cualquier [[tiempo]] que---ya sea en la época de Ezequías, o fecha tan tardía como la de [[Esdras]]---todas las colecciones incorporadas en el Libro de los Proverbios alcanzaron su forma y organización actual.  Un punto de vista muy diferente acerca de la autoría y [[fechas y datación | fecha]] de las colecciones atribuidas a Salomón por sus títulos está ganando adeptos entre los estudiosos no católicos.  Trata a los títulos de estas colecciones como no más confiables que los títulos de los [[Salmos]].  Sostiene que ninguna de las colecciones viene de la propia mano de Salomón y que el tenor general de su contenido nos habla de una fecha tardía después del [[cautiverios de los israelitas | Exilio]].  Los siguientes son los principales argumentos expuestos por lo general a favor de este dictamen.  En estas colecciones no hay desafío a la [[idolatría]], tal como se esperaría naturalmente si fuesen de antes del Exilio, y por doquier se presupone la [[monogamia]].  Es muy notable, también, que a lo largo del Libro no se hace mención de [[israelitas | Israel]] o de cualquier institución propia de Israel.  Una vez más, el tema de las colecciones no es la nación, que al parecer ya no disfruta de su independencia, sino el [[individuo, individualidad | individuo]], a quien la sabiduría apela de un modo [[ética | ético]] y por lo tanto muy tardío.  La personificación de la sabiduría, en particular en el capítulo 8, o es el resultado directo de la influencia de los griegos en el pensamiento [[judaísmo | judío]], o, si independiente de la [[filosofía]] griega, el producto de la [[metafísica]] judía tardía.  Por último, la cercana relación espiritual e [[intelecto | intelectual]] de los Proverbios con el [[Eclesiástico]] muestra que, sin importar cuán grandes y numerosas sean las diferencias de detalle entre ellas, las dos obras no pueden estar separadas por un intervalo de varios siglos.  A pesar de la [[confianza]] con la que algunos estudiosos modernos impulsan esos argumentos contra la autoría tradicional de 1 – 9; 10 – 22,16; 25 – 29, un [[examen]] detenido de su valor lo deja a uno convencido de la fuerza de su prueba.
  
 
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El Libro de los Proverbios es contado justamente entre los escritos protocoanónicos del [[Antiguo Testamento]].  En el primer siglo de nuestra era su autoridad canónica ciertamente fue reconocida en los círculos judíos y cristianos, pues los escritores sagrados del [[Nuevo Testamento]] hacen uso frecuente de su contenido, citándolos a veces explícitamente como [[Biblia | Sagrada Escritura]] (cf. [[Epístola a los Romanos | Rom.]] 12,19-20; [[Epístola a los Hebreos | Heb.]] 12,5-6; [[Santiago | Stgo.]] 4,5-6, etc.).  Es cierto que algunas [[duda]]s sobre la [[inspiración de la Biblia | inspiración del Libro de los Proverbios, las cuales habían abrigado los antiguos [[rabí y rabinismo | rabinos]] que pertenecían a la Escuela de [[Shammai]], reaparecieron en la asamblea judía en Jamnia (c. 100 d.C.); pero éstas fueron sólo dificultades teóricas que no podían inducir a los líderes judíos de la época a sacar este Libro del [[Canon del Antiguo Testamento | canon]], y que de hecho allí y entonces fueron dejados quietos para siempre.  Los ataques posteriores de [[Teodoro de Mopsuestia]] (m. 429), de [[Benedict Spinoza | Spinoza]] (m. 1677), y de [[Christien Leclerq | Leclerq]] (m. 1736) contra la inspiración de ese libro sagrado dejó también su autoridad canónica inquebrantable. 
  
  

Última revisión de 09:43 21 may 2010

Uno de los escritos sapienciales del Antiguo Testamento colocado en la Biblia Hebrea entre los hagiógrafos, y se encuentra en la Vulgata después de los libros de los Salmos y Job.

Nombres y objeto general

En el texto masorético, el Libro de los Proverbios tiene como su encabezado natural las palabras, en hebreo, SLMH MSLY, Míshlê Shelomoh (Proverbios de Salomón), con que comienza este escrito sagrado (cf. x). En el Talmud y en obras judías posteriores el Libro de los Proverbios es a menudo designado por la sola palabra Míshlê, y este título abreviado se menciona expresamente en el sobrescrito "Liber Proverbiorum, quem Hebraei Misle appelant", que se encuentra en la edición oficial de la Vulgata. En los manuscritos de los LXX, los dos títulos hebreos son traducidos por el griego paroimiai So(a) lomontos y paroimiai, respectivamente. A partir de estos títulos griegos se derivan inmediatamente las traducciones al latín, "Parabolæ Salomonis", "Parabolæ", un vestigio del cual aparece en el tridentino "Decretum de Canon. Script.", en la que el Libro de los Proverbios se llama simplemente "Parabolae". El título ordinario "Proverbia Salomonis" fue tomado al parecer de la antigua versión latina en la Vulgata, de donde viene directamente el título inglés usual "Proverbios"

En la liturgia de la Iglesia el libro de los Proverbios es designado, al igual que los otros escritos sapienciales, por el término común "Sabiduría". Esto está en consonancia con la práctica, común en los primeros tiempos del cristianismo, de designar esos libros con la palabra "Sabiduría" o con alguna expresión en la que se produce esta palabra, como "Sabiduría virtuosísima”, etc. De hecho, es probable que el título CHKMK, "Sabiduría", era común en los círculos judíos a comienzos del cristianismo, y que pasara de ellos a los primeros Padres de la Iglesia (cf. Eusebio, “Hist. Ecl.”, IV, XXII, XXVI). De los varios nombres dado al libro de los Proverbios, el de Sabiduría es el que establece mejor el objeto ético de este escrito inspirado. Sin importar cuán desconectados puedan parecer los medulosos dichos o vívidas descripciones gráficas que componen el libro, todos y cada uno están vinculados por uno y el mismo propósito moral: su objetivo es inculcar la sabiduría tal según la entendían los hebreos de la antigüedad, que es la perfección del conocimiento que se muestra a sí misma en la acción, ya sea en el caso del rey o del campesino, artesano o estadista, filósofos o ignorantes.

A diferencia del término "Sabiduría", el título Míshlê (San Jerónimo, Masloth) tiene una referencia clara al carácter simbólico y a la forma poética de los dichos que se reúnen en el libro de Proverbios. En general, la palabra hebrea MƒÅshƒÅl (constr. plur. Míshlê) denota un dicho representativo, es decir, una declaración que, aunque deducida de un solo caso, es susceptible de aplicación a otras instancias del mismo tipo. Tomado en este sentido, corresponde bastante bien con las palabras proverbio, parábolas, máxima, etc. en nuestras literaturas occidentales. Pero, además, tiene el significado de oraciones construidas en paralelismo, y de hecho, el contenido del libro de los Proverbios exhibe, de principio a fin, esta característica principal de la poesía hebrea. Por lo tanto, parece que, como prefijo a este escrito inspirado, la palabra Míshlê describe el carácter general del Libro de Proverbios como un manual de reglas prácticas expuestas en forma poética.

Divisiones y contenido

Tal como está en la actualidad, el Libro de Proverbios comienza con el título general de "Míshlê Shelomoh, hijo de David, rey de Israel", el cual es inmediatamente seguido por un prólogo (1,2-6) que indica la finalidad y la importancia de toda la obra: toda la colección tiene como objetivo impartir sabiduría y capacitar a los hombres para entender todo tipo de Mashals.

La primera parte del libro (1,7 - 9), en sí una introducción exhortativa a la colección de proverbios que sigue, es un elogio de la sabiduría. Después de un epígrafe profundamente religioso (1,8), el escritor, hablando como un padre, da una serie de exhortaciones y advertencias a un alumno o discípulo imaginario. Le advierte contra las malas compañías (1,8–19), describe las ventajas que inherentes a la búsqueda de la sabiduría, y los males que se evitan con tal acción (2); lo exhorta a la obediencia, a confiar en Dios, al pago de los ofrecimientos legales, a la paciencia ante los castigos divinos, y establece el valor inestimable de la sabiduría (3,1-26). Después de algunos preceptos diversos (3,27-35), renueva su exhortación apremiante a la sabiduría y a la virtud (4), y da varias señales de advertencia contra las mujeres impúdica (5; 6,20-35), 7), después de la primera de las cuales inserta advertencias contra la condición de fiador, la pereza, la falsedad y varios vicios (6,1-19). En varios puntos (1,20-33; 8; 9) la sabiduría se presenta a sí misma hablando y mostrando a los hombres sus encantos, su origen, y su poder. El estilo de esta primera parte es fluido, y los pensamientos allí expresados generalmente se desarrollan en forma de discursos conectados.

La segunda parte del libro (10 – 22,16) tiene como por título distinto: Míshlê Shelomoh, y se compone de dichos desconectados en forma de dísticos, dispuestos sin ningún orden particular, de modo que es imposible dar un resumen de ellos. En muchos casos se repite un dicho dentro de esta gran colección, por lo general en términos idénticos, a veces con algunos ligeros cambios de expresión. Acompañan a esta segunda parte del libro dos colecciones menores (22,17 – 24,22; 24,23-34), compuestas principalmente por cuartetas aforísticas. Los primeros versículos (22,17-21) del primer apéndice llaman la atención a las siguientes “palabras de los sabios” (22,22 - 24,22) y que, en forma consecutiva, recuerdan las de la primera parte del libro, presenta advertencias contra diversos excesos. El segundo apéndice tiene por título: "Estos también son palabras de los sabios", y los pocos proverbios que contiene concluyen con dos versos (33, 34), al parecer tomados de 6,10.11.

La tercera parte del libro (caps. 25 - 39) lleva la inscripción: "También estos son proverbios de Salomón, transcritos por los hombres de Ezequías, rey de Judá”. Por su carácter diverso, su forma de dístico, etc., los proverbios de esta tercera parte se asemejan a los de 10 – 22,16. Al igual que ellos, también son seguidos por dos colecciones menores (30 y 31,1-9), cada uno con su título respectivo. La primera de estas colecciones menores tiene por título: "Palabras de Agur, hijo de Yaqué", y su contenido principal es la meditación de Agur sobre la trascendencia divina (30,2-9), y grupos de proverbios numéricos. La segunda colección menor está inscrita: "Palabras de Lemuel, rey de Massá, que le enseñó su madre.” En ella, la reina madre le advierte a su hijo contra la sensualidad, la embriaguez y la injusticia. Nada se sabe de Agur y Lemuel; sus nombres son posiblemente simbólicos. El libro concluye con un poema alfabético descriptivo de la mujer virtuosa (31,10-39).

Texto hebreo y versiones antiguas

Un estudio detallado del texto hebreo actual del Libro de los Proverbios demuestra que la redacción primitiva de los expresivos dichos que componen este manual de sabiduría hebrea ha experimentado numerosas alteraciones en el curso de su transmisión. Con alguna probabilidad, algunas de estas imperfecciones pertenecen al período durante el cual las máximas de los "sabios" se conservaban oralmente. La mayoría de ellos pertenecen sin duda al tiempo después en que estos dichos sentenciosos o enigmáticos habían sido puestos por escrito. El libro de los Proverbios fue contado entre los "Hagiographa" (escritos que los antiguos consideraban menos sagrados y menos autoritativos que la " Ley" o los " Profetas"), y, en consecuencia, los copistas se sentían naturalmente menos obligados a transcribir su texto con una exactitud escrupulosa. Una vez más, los copistas de los Proverbios sabían, o al menos creían saber, de memoria las palabras exactas de las concisas máximas que tenían que escribir; de ahí surgieron los cambios involuntarios que, una vez introducidos, se perpetuaron o incluso fueron añadidos por transcriptores posteriores. Por último, el carácter oscuro o enigmático de un cierto número de máximas condujo a la inserción deliberada de glosas en el texto, de modo que ahora los dísticos primitivos aparecían en forma de trípticos, etc. (cf. Knabenbauer, "Com. in Proverbia", París, 1910).

De las versiones antiguas del Libro de los Proverbios, la más valiosa es la de los Setenta. Probablemente data de mediados del siglo II antes de Cristo, y muestra diferencias muy importantes del texto masorético en materia de omisiones, transposiciones y adiciones. El traductor era un judío versado en la lengua griega, pero a veces tenía que usar paráfrasis debido a la dificultad de traducir esos dichos concisos en griego inteligible. Después de reconocer plenamente la libertad de expresión del traductor y las alteraciones introducidas en el texto primitivo de esta versión por transcriptores posteriores, dos cosas siguen siendo muy ciertas: en primer lugar, los Setenta puede ser utilizada en ocasiones para el descubrimiento y la enmienda de lecturas inexactas en nuestro presente texto hebreo; y la próxima, las variaciones más importantes que presenta esta versión griega, especialmente en la línea de adiciones y transposiciones, apuntan al hecho de que el traductor tradujo un original hebreo que difería considerablemente del que se encarna en las Biblias masoréticas. Es bien sabido que la versión sahídica de los Proverbios se hizo a partir de los Setenta, antes de que ésta hubiese sido objeto de recensiones, y por lo tanto esta versión copta es útil para el control del texto griego.

El presente Peshito, o versión siríaca, del Libro de los Proverbios probablemente se basó en el texto hebreo, con el que generalmente concuerda en lo que se refiere a los materiales y disposición. Al mismo tiempo, lo más probable es que se hizo lo mismo respecto a los Setenta, cuyas variantes peculiares adopta repetidamente. La versión latina de los Proverbios, que se encarna en la Vulgata, se remonta a San Jerónimo, y en su mayor parte concuerda cercanamente con el texto masorético. Es probable que muchas de sus presentes desviaciones del hebreo conforme a los Setenta deban referirse a copistas posteriores ansiosos por completar la obra de San Jerónimo a través de la "Vetus Itala", que se había hecho muy cercanamente a partir del griego.

Autoría y fecha

Las irritantes preguntas tocante a la autoría y fecha de las colecciones que componen el Libro de los Proverbios se remontan sólo al siglo XVI de nuestra era, cuando el texto hebreo comenzó a ser estudiado más minuciosamente que antes. Los primeros Padres ni siquiera sospecharon que, como consecuencia implícita de las inscripciones en 1,1; 10,1; 25,1 (que dan testimonio directo de la autoría salomónica de grandes colecciones de proverbios), y al ser engañados por la traducción griega de los títulos en 30,1; 31,1 (que desechan por completo las referencias a Agur y Lemuel como autores distintos de Salomón), consideraron al rey Salomón como el autor de todo el Libro de los Proverbios. Tampoco fueron verdaderas preguntas para los escritores posteriores de Occidente, aunque estos autores medievales tenían en la Vulgata una traducción más fiel de 30,1 y 31,1, que los podría haber llevado a rechazar el origen salomónico de las secciones adscritas a Agur y Lemuel respectivamente, pues según su opinión Agur y Lemuel eran sólo nombres simbólicos de Salomón.

En la actualidad, la mayoría de los estudiosos católicos no dude en considerar como no salomónicas, no sólo las secciones cortas que se le atribuyen a Agur y Lemuel en el texto hebreo, sino también las colecciones de menor importancia que sus títulos atribuyen a "los sabios" (22,16 - 24,22; 24,23-34), y el poema alfabético sobre la mujer virtuosa que se adjunta a todo el libro. Respecto a las otras partes de la obra (1 – 9 - 10; 22,16; 25 - 29), los escritores católicos son poco menos que unánimes en atribuírselas a Salomón. Teniendo claramente presente la declaración en 1 Rey. 5,12, que, en su gran sabiduría, Salomón “pronunció tres mil parábolas”, no tienen dificultad en admitir que este monarca pudo ser el autor del mucho más pequeño número de proverbios incluidos en las tres colecciones en cuestión. Guiados por la antigua tradición judía y cristiana se sienten obligados a respetar los títulos explícitos a las mismas colecciones, tanto más porque los títulos en el Libro de los Proverbios son manifiestamente discriminatorios con respecto a la autoría, y porque el título, "También estos son proverbios de Salomón, transcritos por los hombres de Ezequías, rey de Judá.” (25,1), en particular, da la impresión de precisión y exactitud.

Por último, mirando el contenido de estas tres grandes colecciones, no creen que todo lo que allí se encuentra con respecto al estilo, ideas, trasfondo histórico, etc. deba obligar a nadie a renunciar a la autoría tradicional, en cualquier tiempo que---ya sea en la época de Ezequías, o fecha tan tardía como la de Esdras---todas las colecciones incorporadas en el Libro de los Proverbios alcanzaron su forma y organización actual. Un punto de vista muy diferente acerca de la autoría y fecha de las colecciones atribuidas a Salomón por sus títulos está ganando adeptos entre los estudiosos no católicos. Trata a los títulos de estas colecciones como no más confiables que los títulos de los Salmos. Sostiene que ninguna de las colecciones viene de la propia mano de Salomón y que el tenor general de su contenido nos habla de una fecha tardía después del Exilio. Los siguientes son los principales argumentos expuestos por lo general a favor de este dictamen. En estas colecciones no hay desafío a la idolatría, tal como se esperaría naturalmente si fuesen de antes del Exilio, y por doquier se presupone la monogamia. Es muy notable, también, que a lo largo del Libro no se hace mención de Israel o de cualquier institución propia de Israel. Una vez más, el tema de las colecciones no es la nación, que al parecer ya no disfruta de su independencia, sino el individuo, a quien la sabiduría apela de un modo ético y por lo tanto muy tardío. La personificación de la sabiduría, en particular en el capítulo 8, o es el resultado directo de la influencia de los griegos en el pensamiento judío, o, si independiente de la filosofía griega, el producto de la metafísica judía tardía. Por último, la cercana relación espiritual e intelectual de los Proverbios con el Eclesiástico muestra que, sin importar cuán grandes y numerosas sean las diferencias de detalle entre ellas, las dos obras no pueden estar separadas por un intervalo de varios siglos. A pesar de la confianza con la que algunos estudiosos modernos impulsan esos argumentos contra la autoría tradicional de 1 – 9; 10 – 22,16; 25 – 29, un examen detenido de su valor lo deja a uno convencido de la fuerza de su prueba.

Estatus en el Canon

El Libro de los Proverbios es contado justamente entre los escritos protocoanónicos del Antiguo Testamento. En el primer siglo de nuestra era su autoridad canónica ciertamente fue reconocida en los círculos judíos y cristianos, pues los escritores sagrados del Nuevo Testamento hacen uso frecuente de su contenido, citándolos a veces explícitamente como Sagrada Escritura (cf. Rom. 12,19-20; Heb. 12,5-6; Stgo. 4,5-6, etc.). Es cierto que algunas dudas sobre la [[inspiración de la Biblia | inspiración del Libro de los Proverbios, las cuales habían abrigado los antiguos rabinos que pertenecían a la Escuela de Shammai, reaparecieron en la asamblea judía en Jamnia (c. 100 d.C.); pero éstas fueron sólo dificultades teóricas que no podían inducir a los líderes judíos de la época a sacar este Libro del canon, y que de hecho allí y entonces fueron dejados quietos para siempre. Los ataques posteriores de Teodoro de Mopsuestia (m. 429), de Spinoza (m. 1677), y de Leclerq (m. 1736) contra la inspiración de ese libro sagrado dejó también su autoridad canónica inquebrantable.


Bibliografía: Para introducciones al Antiguo Testamento vea: INTRODUCTION. Comentarios recientes: —Católicos: ROHLING, (Maguncia, 1879); LESÊTRE (París, 1879); FILLION (París, 1892); VIGOUROUX (París, 1903); KNABENBAUER (París, 1910). Protestantes: ZÖCKLER (tr. Nueva York, 1870); DELITSCH (tr. Edimburgo, 1874); NOWACK (Leipzig, 1883); WILDEBOER (Friburgo, 1897); FRANKENBERG (Göttingen, 1898); STRACK (Nördlingen, 1899); TOY (Nueva York, 1899). Obras generals: MEIGNAN, Solomon, son règne, ses écrits (París, 1890); CHEYNE, Job and Solomon, (Nueva York, 1899); KENT, The Wise Men of Ancient Israel (Nueva York, 1899); DAVISON, The Wisdom Literature of the Old Testament (Londres, 1900).

Fuente: Gigot, Francis. "Book of Proverbs." The Catholic Encyclopedia. Vol. 12. New York: Robert Appleton Company, 1911. <http://www.newadvent.org/cathen/12505b.htm>.

Traducido por L H M.