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Martes, 19 de marzo de 2024

Dirección Espiritual

De Enciclopedia Católica

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En el sentido técnico del término, la Dirección Espiritual es la función del Ministro Sagrado por la cual, la Iglesia guía los fieles hacia el logro de la felicidad eterna. Esto es parte de la comisión dada a ella en las palabras de Cristo: “Vayan, pues, enséñales a todas las naciones… enséñales a observar todas las cosas que les he mandado a ustedes”. (Mt. 28,19 ss)

Ella ejerce esta función tanto en su enseñanza pública, ya sea de palabra o por escrito, y en la guía privada de las almas de acuerdo a las necesidades individuales; pero es en la guía privada, que se entiende generalmente el término "Dirección Espiritual".

I. En sentido único, la Iglesia requiere que todos sus miembros adultos se sometan a esa dirección privada, concretamente, en el Sacramento de la Penitencia. Porque ella confía a sus sacerdotes en el confesionario, no sólo la parte de juez, para absolver o retener los pecados actualmente confesados, sino también la parte de un director de conciencias. En esta última capacidad, él debe instruir a sus penitentes si ignoran sus deberes, señalar el mal o el peligro en su conducta, y sugerir los medios adecuados a ser empleados para enmendarlos o mejorarlos. El penitente, por su parte, debe someterse a esta orientación. Él también debe, en caso de serias dudas con respecto a la legalidad de su acción, debe pedir el consejo de su director. Para una persona que actúa en una duda práctica, sin saber si está ofendiendo a Dios o no, y sin embargo, consintiendo en hacer lo que él piensa que es moralmente incorrecto, de ese modo ofende a su Creador. Tal consulta es tanto más necesaria ya que nadie es un buen juez en su propia causa: un hombre de negocios a veces es ciego a la injusticia de una tentadora oferta, y la pasión a menudo inventa motivos para la falta ilícita.

II. Aún más frecuentemente, se requiere dirección espiritual en las vidas de los cristianos que aspiran al logro de la perfección (ver PERFECCIÓN). Todos los religiosos están obligados a hacerlo por su profesión; y muchos de los fieles, casados y solteros, que viven en medio de preocupaciones mundanas, deben aspirar a la perfección, que es alcanzable en sus estados de vida. Esta búsqueda de la perfección cristiana significa el cultivo de ciertas virtudes y la vigilancia contra las fallas y los peligros espirituales. El conocimiento de esto constituye la ciencia del ascetismo. El director espiritual debe estar bien versado en esta difícil ciencia, ya que su consejo es muy necesario para tales almas. Porque, como escribe Casiano, “para ningún vicio el diablo arrastra a un monje de cabeza y lo lleva a la muerte, antes de persuadirlo que abandone el consejo de los ancianos y confíe en su propio juicio y determinación”. (Conf. of Abbot Moses).

III. Dado que, al enseñar la fe, el Espíritu Santo habla a través del Soberano Pontífice y los obispos de la Iglesia, el trabajo privado del director espiritual nunca debe estar en desacuerdo con esta guía infalible. Por lo tanto, la Iglesia ha condenado la doctrina de Molinos, que enseñó que los directores son independientes de los obispos, que la Iglesia no juzga sobre asuntos secretos, y que sólo Dios y el director entran en la conciencia interna (Denzinger, Enchiridion, #s 1152, 1153). Varios de los más doctos Padres de la Iglesia dedicaron mucha atención a la dirección espiritual, por ejemplo, San Jerónimo, dirigió a Santa Paula y su hija Santa Eustaquia; y algunos de ellos nos han dejado tratados sobre Teología Ascética. Pero aunque la jerarquía de la Iglesia está divinamente designada para guardar la pureza de la fe y la moral, el Espíritu Santo, “respira donde quiere, y oye su voz, pero tú no sabes de dónde viene, ni a dónde va” (Juan 3,8), a menudo ha elegido sacerdotes o religiosos, e incluso simples laicos y mujeres, y los ha llenado de sabiduría sobrenatural con el fin de proporcionar la dirección espiritual de los demás.

IV. Sea quien sea el director, el encontrará que los principales medios de progreso hacia la perfección consisten en el ejercicio de la oración y la mortificación. Pero sobre los procesos especiales de estos dos medios, los guías espirituales han sido guiados por el Espíritu Santo en varias direcciones. Diferente es el tipo para el solitario en el desierto, el cenobita en la comunidad, para una Santa Luisa o Blanca de Castilla en un palacio, Santa Francisca de Roma en su familia, o una Santa Zita en su cocina, para un contemplativo y para las órdenes y congregaciones religiosas activas. Otra marcada diferencia en la dirección de las almas surge de la presencia o ausencia del elemento místico en la vida de la persona a ser dirigida (ver MISTICISMO). La mística implica modos de acción peculiares por los cuales el Espíritu Santo ilumina al alma de formas que trascienden el uso normal de los poderes del razonamiento. El director espiritual que tiene tales personas a cargo necesita un sólido aprendizaje y completa prudencia. Aquí se han cometido tristes errores especialmente por la presunción y celo imprudente, porque los hombres distinguidos en la Iglesia se han descarriado en este asunto.

V. Incluso en casos ordinarios de dirección espiritual en los que no se trata de misticismo, deben evitarse numerosos errores; los siguientes merecen especial atención: (1) Los falsos principios de los jansenistas, que exigían a sus penitentes un grado inalcanzable de pureza de conciencia antes de permitirles recibir la Sagrada Comunión. Muchos sacerdotes, no miembros de la secta, estaban tan contaminados que gradualmente alejaron a un gran número de sus penitentes de los sacramentos y consecuentemente de la Iglesia. (2) Las proposiciones condenadas resumidas bajo los títulos “De perfectione christianâ” en Denzinger's “Enchiridion Symbolorum et Definitionum” (Würzburg, 1900), página 485, que son en gran parte, los principios del quietismo. Estas son algunas muestras: Para obtener la perfección, un hombre debe amortiguar todas sus facultades; él no debería hacer ningún voto, debería evitar el trabajo externo, no le pida nada a Dios en particular, no busque devoción sensible, no estudie ciencia, no considere recompensas y castigos, no emplee el razonamiento en la oración. (3) Los errores y peligros señalados en la Encíclica de León XIII, “Testem Benevolentiæ”. En ella, el Papa exhorta a una condena particular: “Primero, toda guía externa es rechazada por aquellas almas que luchan por la perfección cristiana en tanto superfluas, o de hecho no útiles en ningún sentido, el argumento es que el Espíritu Santo derrama ricas y abundantes gracias dentro del alma antes; sin intervención humana, Él enseña y guía a ellos por algún instinto oculto propio”. En el mismo documento se dan advertencias contra inculcar una estima exagerada de las virtudes naturales, depreciando así las sobrenaturales; también contra el desprecio de los votos religiosos, “como si fueran ajenos al espíritu de nuestro tiempo, en el sentido que restringen los límites de la libertad humana, y que son más adecuados para las mentes débiles que para las fuertes”.

VI. Un importante documento de León XIII que trata específicamente sobre la dirección de las almas religiosas es el decreto “Quemadmodum” de 1890. Prohíbe a todos los superiores religiosos que no son sacerdotes “la práctica de investigar a fondo el estado de las conciencias de sus súbditos, que es una cosa reservada al Sacramento de la Penitencia”. Este también les prohíbe a ellos rechazar a sus súbditos un confesor extraordinario, especialmente en casos donde la conciencia de las personas rehusaron dejarse en gran necesidad de este privilegio; como también para tomar esto sobre sí mismos para permitir según su voluntad sus súbditos para acercarse a la Santa Mesa o incluso a veces para prohibirles la Sagrada Comunión por completo”. El Papa deroga todas las constituciones, usos, y costumbres hasta ahora que tienden a lo contrario: y absolutamente está prohibido que los superiores, como se habla aquí, induzcan de alguna manera a sus súbditos a hacerles tales manifestaciones de conciencia. (Véase el decreto “Quemadmodum”, con explicaciones, en American Ecclesiastical Review, marzo de 1893).

VII. La literatura católica es rica en trabajos de ascética y teología mística; de los cuales mencionamos algunos a continuación. Pero debe notarse que tales trabajos no pueden ser recomendados para el uso indiscriminado de todos los lectores. Cuanto mayor sea la perfección espiritual que se persigue, especialmente cuando el misticismo entra en el caso, se debe tener más cuidado al seleccionar y consultar las guías, y existe mayor peligro de que la dirección dada a ellas pueda ser mal aplicada. La dirección espiritual es tanto una cuestión de supervisión personal, de un guía viviente con experiencia, como lo es la práctica de la medicina; la última trata con defectos anormales del cuerpo, el primero con la adquisición de una perfección extraordinaria para el alma.


Bibliografía: SCARAMELLI, Directorium Asceticum, or Guide to the Spiritual Life (Dublin, 1870); IDEM, Directorium Mysticum, or Divine Asceticism; GUILLORÉ, Manière de Conduire les Ames (Lyons and Paris, 1853); FABER, Growth in Holiness (Baltimore); LANCOGNE, Manifestation of Conscience (Nueva York, 1892); SCHRAM, Institutiones Theologiae Mysticae; NEUMAYR, Idea Theologiae Asceticae, or Science of the Spiritual Life (Londres, 1876); IDEM, Higher Paths in the Spiritual Life (Londres); ST. TERESA, The Interior Castle(London, 1859); IDEM, Way of Perfection (Londres, 1860); ST. IGNATIUS, Spiritual Exercises (Londres, 1900); ST. FRANCIS OF SALES, The Devout Christian (Nueva York); SCRUPOLI, The Spiritual Combat (London); CLARE, Science of the Spiritual Life (Londres, 1896); ST. LIGUORI, The Christian Virtues (Nueva York); GROU, Manual of Interior Souls (Londres, 1905); LALLEMANT, Spiritual Doctrine (Nueva York, 1884); LEHMKUHL, Theologia Moralis (Friburgo, 1889); SCHIELER-HEUSER, Theory and Practice of the Confessional, Part III, sect. 2, The Office of the Confessor; DUPONT, Guide Spirituel (París, 1866); CARDINAL BONA, Traité du Discernement des Esprits (Tournai, 1840); LEWIS OF GRANADA, Sinner's Guide (Filadelphia, 1877); BELLECIUS, Solid Virtue (Nueva York, 1882).

Fuente: Coppens, Charles. "Spiritual Direction." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company,1909. 24 Feb. 2018 <http://www.newadvent.org/cathen/05024a.htm>.

Traducido por Rev. P. Yojaneider García Ramírez, Sacerdote, Diócesis de Paterson, New Jersey, EUA.