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Sábado, 21 de diciembre de 2024

Aceptantes

De Enciclopedia Católica

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Los jansenistas que aceptaron sin ninguna reserva o restricción mental la Bula Unigénito, emitida en 1713 contra las doctrinas jansenistas según expuestas en las “Reflexiones morales sobre el Nuevo Testamento” del oratoriano Pasquier Quesnel. Como es bien sabido, el error de Jansenio dio origen a dos conflictos en la Iglesia: el primero a comienzos de la segunda mitad del siglo XVII, centrado en su libro Augustinus, y terminó con la Pax Clementina, también llamada la paix fourrée o "Falsa Paz" (1669); el segundo, que empezó con el siglo XVIII, se sostuvo alrededor de la antedicha obra de Quesnel. La paz, concedida precipitadamente por Clemente IX, fue favorable al jansenismo. La doctrina arraigó profundamente en los parlamentos franceses y afectó a varias órdenes religiosas, a los Benedictinos, a los Padres de la Doctrina Cristiana, a los genovevinos, y especialmente a los oratorianos. El éxito de las Reflexiones Morales atrajo la atención sobre la extensión de la herejía. Esta obra, publicada como un pequeño volumen en 1671 con la aprobación de Vialart, obispo de Châlons-sur-Marne, se había ido ampliando en las sucesivas ediciones hasta que, en 1693, contaba con cuatro apretados volúmenes que llevaban aún la aprobación de Vialart, que murió en 1680. Louis-Antoine De Noailles, el nuevo obispo de Châlons, sancionó la obra en 1695, pero el año siguiente, como arzobispo de París, la condenó. La edición de 1699 se publicó sin los cambios pedidos por Bossuet, sin el prefacio que éste redactó para ella, y sin la aprobación del obispo diocesano. El año siguiente (2 de julio de 1700) la obra anónima "Problème ecclesiastique", etc., y las controversias a que dio origen, atrajeron de nuevo la atención al peligro del jansenismo. En la asamblea del clero francés, el mismo año, Jacques Benigne Bossuet logró la condena de cuatro proposiciones jansenistas y de otras 127 de moralidad laxa. Tras la muerte de Bossuet (1704), François de Salignac de la Mothe-Fénelon dirigió la lucha contra el jansenismo y especialmente contra la distinción entre "hecho" y "derecho" (fait et droit). Finalmente, a petición de Luis XIV, y siguiendo el ejemplo de sus predecesores, Clemente XI condenó en la Bula Vineam Domini (1705) la evasiva jansenista conocida como silentium obsequiosum, o silencio respetuoso, y prohibió (1708) las Reflexiones Morales. Poco después el rey ordenó que el establecimiento jansenista de Port-Royal fuera demolido (1710). El jansenismo, sin embargo, no había sido derrocado aún. Entonces Luis XIV (noviembre de 1711) urgió al Papa a que publicara otra Bula, y le prometió hacerla aceptar con el debido respeto por los obispos franceses. Con esta seguridad Clemente XI creó una congregación especial para redactar la nueva constitución. Después de ocho meses de cuidadoso estudio, se promulgó en Roma (8 de septiembre de 1713) la famosa Bula Unigénito, destinada a provocar enseguida una explosión de rabia por parte de los jansenistas. En ella el Papa condenaba 101 proposiciones del libro de Quesnel como "falsas, engañosas, escandalosas, sospechosas y con sabor a herejía, lindantes con la herejía, frecuentemente condenadas; lo que es más, como siendo heréticas y reviviendo diversas proposiciones de Jansenio, en el mismo sentido por el que fueron condenadas inicialmente". Noailles primero se sometió, pero después, en una asamblea de cuarenta y nueve obispos, que se reunieron a instancias de Fénelon en el palacio arzobispal de París, retiró su sumisión y con ocho de sus colegas se colocó entre los apelantes. Los cuarenta restantes votaron por aceptar. El Parlamento de París registró la Bula (15 de febrero de 1714), y la Sorbona hizo lo mismo, aunque bajo presión de la autoridad real. El episcopado francés, con la excepción de veinte miembros vacilantes o testarudos, se sometió sin dilación. Para acabar con el asunto, Luis XIV, a sugerencia de Fénelon, concibió la idea de celebrar un concilio nacional como medio de restaurar la unidad; pero su muerte impidió esto y aplazó la hora de la pacificación final.

El Regente, Felipe de Orléans, hombre sin convicciones morales ni religiosas, un "fanfarrón vicioso", como le tildaba Luis XIV, intentó mantener el equilibrio entre los dos partidos. Los jansenistas se aprovecharon de su neutralidad. Noailles fue puesto al frente de un "conseil de conscience pour les affaires ecclésiastiques", y cuatro doctores de la Sorbona que habían sido desterrados por su violenta oposición a la Bula fueron reintegrados. La Sorbona, que había aceptado la Bula Unigénito por mayoría simple, retiró ahora su aceptación (1716). El Papa mediante un Breve castigó a la Sorbona privándola de todos sus privilegios. El Parlamento de París se alineó con la Facultad y anuló el Breve, mientras que la propia Sorbona combatía el derecho del Soberano Pontífice a retirar legalmente los privilegios concedidos. Al año siguiente cuatro obispos, Soanen de Sénez, Colbert de Montpellier, de la Broue de Mirepoix y de Langle de Boulogne, apelaron de la Bula para un futuro concilio general. Su ejemplo fue seguido por dieciséis obispos, noventa y siete doctores de la Sorbona, cierto número de curas de París, oratorianos, genovevinos, benedictinos de Saint-Maur, dominicos, miembros de órdenes religiosas femeninas, e incluso laicos. Este movimiento se extendió a las provincias, pero no a las universidades, todas las cuales, con la excepción de Nantes y Reims, apoyaron la Bula papal. De los 100.000 sacerdotes que había entonces en Francia, apenas había 3.000 entre los apelantes, y 700 de ellos estaban en París. La gran mayoría votó por la aceptación y contaban de su parte con más de 100 obispos. Los apelantes tenían sólo 20 obispos. Clemente XI se dio cuenta de que tenía que actuar vigorosamente. Había usado todos los medios de persuasión y había escrito al arzobispo de París suplicándole que diera ejemplo de sumisión. Consintió incluso en un aplazamiento. Pero la oposición fue inflexible. Fue entonces cuando el Papa publicó la Bula Pastoralis Officii (28 de agosto de 1718), en la que pronunciaba la excomunión contra todos los que se opusieran a la Bula Unigénito. Ese mismo año, el 2 de octubre, Noailles y su partido apelaron contra esa segunda Bula, y las Facultades de la Universidad de París, encabezadas por el famoso Rollin, suscribieron la apelación. El Regente pensó que era hora de intervenir. Era indiferente a la cuestión doctrinal, pero era lo bastante político como para ver que la gente tan crítica como los apelantes no eran menos peligrosos para el Estado que para la Iglesia. Además, su antiguo maestro, el Abad Dubois, ahora su primer ministro, tal vez con la mirada puesta en el capelo cardenalicio, estaba a favor de la paz. Hizo que se redactara un Corps de Doctrine (1720) que explicaba la Bula Unigénito, y unos cien prelados le dieron su adhesión. Entonces Noailles aceptó la Bula (19 de noviembre de 1720), "siguiendo las explicaciones que han sido aprobadas por gran número de obispos franceses". Esta sumisión ambigua e insegura no satisfizo a Clemente XI; sin embargo, murió sin haber obtenido nada más definido.

Luis XV y su anciano ministro, el cardenal de Fleury, se opusieron con vigor a la secta. Autorizado por ellos, Pierre Guérin de Tencin, arzobispo de Embrun, convocó un concilio provincial (1727) para examinar a Soanen, el anciano obispo de Senez, quien en una instrucción pastoral había llegado a extremos. Muchos obispos tomaron parte en este concilio, notablemente De Belzunce, famoso por el celo que desplegó durante la plaga de Marsella. Aunque apoyado por doce obispos y cincuenta abogados, Soanen fue suspendido y enviado al monasterio de Chaise-Dieu donde murió, insubordinado, a la edad de noventa y tres años. Tras numerosas evasivas, que terminaron en la sumisión, Noailles murió en 1729. Los únicos apelantes que quedaron fueron los obispos Colbert de Montpellier, Caylus de Auxerre, y Bossuet de Troyes, sobrino del gran obispo de Meaux. Al mismo tiempo 700 doctores de la Sorbona, de los que treinta y nueve eran obispos, ratificaron la antigua aceptación (1714) de la Bula Unigénito. Fue un triunfo para los aceptantes, es decir, para la autoridad del Papa y de la Iglesia.

Bibliografía: LAFITAU, Historia de la Constitución Unigénito (Aviñón, 1757); SAINT-SIMON, Memoires (prejuiciosas e indignas de crédito); JAGER, Historia de la Iglesia Católica en Francia (1862-68); SCHILL, Die Konstitution Unigenitus (Friburgo, 1876); BOWER, Historia de los Papas Romanos, XC, 233 ss.; BARTHELEMY, El Cardenal de Noailles (París, 1888); LE ROY, La France et Rome de 1700 a 1715 (París, 1892); DE CROUSAZ-CASTET, La Iglesia y el Estado en el siglo XVIII (París 1893); THUILIER, La segunda fase del Jansenismo (París 1901), BLIARD, Dubois, cardenal y ministro (París, 1902); THENON, La Iglesia en el siglo XVIII, en LAVISSE Y RAMBAUD, Historia de Francia (París, 1893 97); DE LACOMBE, L'opposition religieuse au debut du XVIIIe siecle, en Le Correspondant, 10 de abril de 1904.

Fournet, Pierre Auguste. "Acceptants." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01094c.htm>.

Traducido por Francisco Vázquez. vºBº: JMGK