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Martes, 26 de noviembre de 2024

Alba

De Enciclopedia Católica

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El alba es una vestimenta de lino blanco con mangas ajustadas, que llega casi hasta el suelo y se sujeta alrededor de la cintura con un cíngulo. En el pasado se la ha conocido por varios nombres: linea o tunica linea, por el material del que está hecha; poderis, tunica talaris, o simplemente talaris, por el hecho de que llega hasta los pies (tali, tobillos); camisia, por el parecido de la prenda a una camisa; alba, (blanca), por su color; y finalmente, alba Romana, aparentemente en contraste con las túnicas más cortas que gozaban de popularidad fuera de Roma (cf. Jaffé-Löwenfeld, "Regesta", 2295). De todos estos casi sobrevive solamente el nombre alba.

Otro uso de la palabra alba, comúnmente en plural albæ (vestes), aparece en los escritores medievales. Se refiere a las vestimentas blancas que usaban los recién bautizados el Sábado Santo y que usaban hasta el Domingo Inferior (N. del T: actualmente el Domingo de la Misericordia), el que por consiguiente se conocía como dominica in albis (deponendis), el domingo de (despojarse de) las vestimentas blancas. Esta túnica, sin embargo, se discutirá más convenientemente en el artículo CRISMERA]. Por el uso mencionado, tanto el Domingo Inferior como el Domingo de la Trinidad, junto con los días anteriores, parecen haber sido llamados a veces Albæ. Posiblemente nuestro domingo de Pentecostés, el domingo después de los bautismos de Pentecostés, puede derivar su nombre de una práctica similar. En este artículo trataremos del origen, simbolismo, uso, forma, ornamentación, material y color del alba.

Es imposible hablar positivamente sobre el origen de esta vestimenta. Los liturgistas medievales, por ejemplo, Ruperto de Deutz, favorecían la opinión de que las vestimentas cristianas en general se derivaban de las del sacerdocio judío, y que el alba en particular representa el kethonet, una túnica de lino blanca sobre la cual leemos en Éxodo 28,39. Pero una túnica blanca de lino también formaba parte del atuendo ordinario tanto de romanos como de griegos bajo el Imperio, y la mayoría de las autoridades modernas, por ejemplo, Duchesne y Braun, consideran innecesario seguir buscando el origen de nuestra alba. Esta opinión es confirmada, primero, por el hecho de que en las escenas eucarísticas de los frescos de las catacumbas (por ejemplo, aquellas indicadas por monseñor Wilpert en su “Fractio Panis”) no siempre se observa la túnica interior blanca; y, segundo, por el silencio de los primeros escritores cristianos bajo circunstancias que nos llevan a esperar alguna alusión a la relación entre las vestimentas judías y cristianas, si se hubiese reconocido alguna (cf. Heron.,, "Ad Fabiolam" Ep. 64, P.L., XXII, 607).

El hecho de que una túnica de lino blanca fuera también una característica común del atuendo secular hace difícil determinar la época a la que debemos asignar la introducción de nuestra presente alba como un atuendo distintivamente litúrgico. De hecho, a menudo encontramos la palabra alba en relación con las vestimentas eclesiásticas de los primeros siete siglos, pero no podemos argüir con toda seguridad a partir de la identidad del nombre a la identidad de la cosa. Por el contrario, cuando se menciona el alba en la "Expositio Missæ: "de San Germán de París (m. 576), o en los cánones del Cuarto Sínodo de Toledo (663), parece claro que la vestimenta a que se refería era de la naturaleza de una dalmática.

De ahí que solo podemos decir que las palabras de llamado Cuarto Sínodo de Cartago (c. 398), "ut diaconus tempore oblationis tantum vel lectionis albâ utatur", pueden o no referirse a una vestimenta semejante a nuestra alba. Braun (Priesterlichen Gewänder, 24) ha discutido cuidadosamente la escasa evidencia disponible y concluye que en los primeros siglos los sacerdotes generalmente usaban, debajo de la casulla, alguna clase de túnica blanca especial, la que con el transcurso del tiempo comenzó a ser considerada como litúrgica. Una oración que menciona “la túnica de la castidad”, que se asigna al sacerdote en el Misal Stowe, ayuda a confirmar esta opinión, y una confirmación similar se puede deducir de las figuras de los mosaicos de Rávena, aunque no podemos asegurar que estos se hayan conservado inalterados.

Antes de la época de Rábano Mauro, quien escribió su "De Clericorum Institutione" en 818, el alba se había convertido en una parte integrante del atuendo sacrificial del sacerdote. Rábano la describe exhaustivamente (P. L., CVII, 306), dice que se ponía encima del amito y que estaba hecha de lino blanco para simbolizar la auto negación y la castidad propias de un sacerdote. Colgaba hasta los tobillos, para recordarle que estaba obligado a practicar buenas obras buenas hasta el final de su vida. En la actualidad mientras se pone el alba el sacerdote dice esta oración: “Purifícame, oh, Señor, de toda mancha, y limpia mi corazón, que lavado en la Sangre del Cordero pueda disfrutar los deleites eternos”. Evidentemente el simbolismo ha cambiado poco desde el siglo IX.

Con relación al uso del alba, la práctica ha variado de época en época. Hasta mediados del siglo XII el alba fue la vestimenta que todos los clérigos usaban cuando ejercían sus funciones; y Ruperto de Deutz menciona que, en las grandes fiestas, tanto en su propio monasterio como en Cluny, no solamente aquellos que oficiaban en el santuario, sino que todos los monjes en sus asientos usaban albas. Durante este período el alba se usaba también en todas las funciones religiosas, por ejemplo, al darle Comunión a los enfermos o al asistir a un sínodo. Sin embargo, desde el siglo XII, el alba ha sido gradualmente sustituida por la cota o sobrepelliz en el caso de todos los clérigos salvo aquellos en las órdenes mayores, es decir, subdiácono, diácono, sacerdote y obispo. En el presente el alba es poco usada fuera del momento de la Misa. En todas las otras funciones se permite que los sacerdotes usen el sobrepelliz.

Más allá de algún alargamiento o contracción de sus dimensiones laterales no se ha producido gran cambio en la forma del alba desde el siglo IX. En la Edad Media la vestimenta parece haber sido hecha para quedar bastante ajustada a la cintura, pero se ensanchó abajo de tal modo que el borde inferior, en algunos casos, medía tanto como cinco o más yardas de circunferencia. No hay duda de que en la práctica era plisada y colgaba tolerablemente cerca de la figura. Hacia fines del siglo XVI nuevamente, cuando los atuendos voluminosos estaban en boga en todos lados, San Carlos Borromeo prescribió una circunferencia de más de siete yardas para la parte inferior del alba. Pero su regulación, aunque aprobada, no puede decirse que haya sido una ley para la Iglesia en general.

En la ornamentación del alba se ha mostrado mucha mayor diversidad. En los primeros tiempos encontramos el borde inferior decorado con una franja tanto rica como profunda. Similares bordados adornaban las muñecas y el caputium (apertura de la cabeza), es decir, el cuello. En el siglo XIII la moda de los “accesorios”, que aparentemente se originó en el norte de Francia, rápidamente se tornó generalizada. Estos eran pedazos oblongos de rico brocado, o bordado, cosidos sobre la parte inferior del alba tanto adelante como atrás; también se ponían en las muñecas, y casi producían un efecto de un par de puños. Otro parche se cosía a menudo sobre el pecho o espalda, y a veces en ambos.

A estos adornos se les dieron muchos nombres, los más comunes de los cuales fueron paruræ, plagulæ, grammata, gemmata. Esta costumbre, aunque permaneció por siglos, y en Milán sobrevive hasta la actualidad, finalmente cedió ante la introducción del encaje como ornamentación. El uso del encaje, aunque permitido, nunca perdió el carácter de pura decoración. Las albas, con encaje que llega sobre las rodillas, hablando estrictamente, no están en règle, aunque hay un decreto especial del 16 de junio de 1893, que les permite a los canónigos las albas con encaje debajo del cíngulo en la Misa, en los días de fiesta solemne. Anteriormente un decreto de la Congregación de Ritos, prohibió cualquier forro de color detrás del volante, o puños, o encaje con el cual se pudiese decorar el alba, pero un decreto más reciente (12 julio 1892) sancionó la práctica.

En cuanto a su material, el alba debe ser confeccionada de lino (tejido de lino o cáñamo); de ahí que el algodón o la lana están prohibidos. Ahora el color debe ser blanco. Se ha generado mucha discusión por el frecuente hallazgo, en los inventarios medievales, de albas que aparentemente no cumplen con ninguna de estas regulaciones. No solamente leemos sobre albas azules, rojas y hasta negras, sino que también se mencionan albas de seda, terciopelo y tela de oro. Se ha afirmado que en muchos casos se debe considerar que tales designaciones se refieren a accesorios con que estaban ornamentadas las albas, también las albas de seda, terciopelo, etc. eran probablemente tunicelas o dalmáticas. Pero hay un residuo de casos que es imposible explicar satisfactoriamente, y la prevalencia por lo menos de albas azules parece probarse por las miniaturas de antiguos manuscritos. Más aún, el uso de seda y colores en lugar de albas de lino blanco ha permanecido hasta nuestros días en casos aislados, tanto en Occidente como en Oriente. Puede agregarse que, como otras vestimentas sacerdotales, el alba necesita ser bendecida antes de usarse.


Bibliografía: J. BRAUN, Die priesterlichen Gewänder des Abendlandes (Freiburg, 1897), 16-43. Este es el único tratado satisfactorio que incluye todo el tema. ROCK, The Church of our Fathers (2da ed., Londres. 1903), I, 347-73; DUCHESNE, Christian Worship (tr., Londres, 1903), 381; MACALISTER, Ecclesiastical Vestments (Londres, 1894); MARRIOTT, Vestiarium Christianum (Londres, 1868); The Month, Sept. 1898, 269-77; BARBIER DE MONTAULT, Le costume et les usages ecclésiastiques, II, 231-242 (París, 1900); KRAUS, Real-Encyclopädie, s.v. Albe; ROHAULT DE FLEURY, La Messe (París, 1889), VII, 11-26; BOCK, Die liturgischen Gewänder des Mittelalters, II, 31-50 (Bonn, 1866); HINZ, Die Schatzkammer der Marienkirche zu Danzig (Danzig, 1870); VON HEFELE, Beiträge, II, 167-174 (Tübingen, 1864); BRAUN, Zeitschrift f. christ. Kunst, art. Vestments of the Castle of St. Elia, XII, 352-55 (1900).

Fuente: Thurston, Herbert. "Alb." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1, págs. 251-252. New York: Robert Appleton Company, 1907. 12 sept. 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/01251b.htm>.

Traducido por Luis Alberto Alvarez Bianchi. lmhm