Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Martes, 3 de diciembre de 2024

Miguel Cerulario

De Enciclopedia Católica

Revisión de 20:44 10 nov 2019 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones)

(dif) ← Revisión anterior | Revisión actual (dif) | Revisión siguiente → (dif)
Saltar a: navegación, buscar

Miguel Cerulario (Keroulários), patriarca de Constantinopla (1043-58), autor del segundo y final cisma de la Iglesia Bizantina; nació en fecha desconocida; murió en 1058. Después de la reconciliación que siguió al cisma de Focio (m. 801), quedó en Constantinopla un partido antilatino que se gloriaba en la obra de ese patriarca, lo honró como el gran defensor de la Iglesia Ortodoxa y esperaba una oportunidad de renovar su disputa. La única explicación de la conducta de Miguel Cerulario es que perteneció desde el principio al ala extrema de ese partido, y siempre tuvo la intención de romper con el Papa tan pronto pudiese. Pertenecía a una de las grandes familias de Constantinopla y en su juventud mantuvo algún lugar en la corte.

Cerulario comenzó su carrera pública conspirando con Costantino Monómaco, el futuro emperador, para deponer a Miguel IV (1034-1041). Ambos conspiradores fueron desterrados y en su exilio formaron la amistad a la cual Cerulario le debió su futuro avance. Él era conocido como una persona peligrosa, por lo que el gobierno trató de detener su carrera política convirtiéndolo en monje. Al principio se negó; entonces, súbitamente el suicidio de su hermano provocó su conversión, y entró voluntariamente a un monasterio. En 1042, Monómaco se convirtió en emperador pacíficamente al casarse con Zoé, descendiente de Basilio el Macedonio (Basilio I, 867-86) y viuda de Romano III (1028-34) y Miguel IV. Recordó a su viejo amigo y conspirador y le dio un lugar ambiguo en la corte, descrito como el "amigo familiar e invitado a las comidas” del emperador (Pselo, "Enkomion", I, 324). Como Cerulario era un monje, cualquier avance adicional debía ser el de una carrera eclesiástica; por lo tanto, fue nombrado syncellus (es decir, secretario) del patriarca, Alexio (1025-34). El syncellus era siempre un obispo y mantenía un lugar en la Iglesia subordinado sólo al del patriarca mismo. En 1034 murió Alexio y Constantino nombró a Cerulario como su sucesor. No hubo elección; el emperador “fue como una flecha hacia el blanco” (Pselo, ibid.., p. 326). Desde ese momento la historia de Cerulario se convirtió en la del gran cisma

El tiempo era singularmente desfavorable para una disputa con el Papa. Los normandos estaban invadiendo Sicilia, enemigos tanto del papado como del Imperio Oriental, a quienes estaban arrebatando esa isla. Había muchas razones por las cuales el Papa (San León IX, 1048-56) y el emperador debían mantenerse como amigos y unir sus fuerzas contra el enemigo común. Ambos lo sabían e intentaron evitar una disputa, pero les fue forzada debido a la conducta violenta del patriarca. Súbitamente, sin ninguna clase de provocación, en medio de lo que Juan Beco describe como una “perfecta paz” entre las dos Iglesias (Allatius, “Græcia orthod.”, I, 37), Cerulario envió una declaración de guerra contra el Papa y los latinos. Su agente lo fue León, metropolitano de Ácrida en Bulgaria, el cual en 1053 envió una carta al obispo Juan de Tranum en Apulia, quejándose de ciertas costumbres latinas, especialmente el ayuno de los sábados y el uso de pan ázimo (sin levadura) para la Sagrada Eucaristía. Él dice que la carta va dirigida a “todos los obispos de los francos y para el muy venerable Papa” (publicada por Will, "Acta et scripta", 56-60). No hay duda de que fue dictada por Cerulario. Juan de Tranum envió la carta al cardenal Humberto de Silva Candida, quien la tradujo y se la mostró al Papa. Cerulario luego envió a los otros patriarcas un tratado escrito por Nicetas Pectorato (Niketas Stethatos en griego), un monje de Estudio, contra el pan ázimo, el ayuno del sábado y el celibato. Debido a estas "enfermedades horribles", Nicetas describe a los latinos como “perros, obreros malvados, cismáticos, [[hipocresía |hipócritas y mentirosos” (Will, op. cit., 127-36). El tercer movimiento de Cerulario dejó en claro que se refería a la guerra a cuchillo. Incluso sin ser provocado, cerró todas las iglesias latinas en Constantinopla, incluida la del legado papal. Su canciller Nicéforo forzó los tabernáculos latinos y pisoteó la Sagrada Eucaristía porque estaba consagrada en pan ázimo.

El Papa luego respondió la carta de León de Ácrida. Al saber bien de dónde vino, dirigió su respuesta en primer lugar a Cerulario. Es una defensa digna de las costumbres atacadas y de los derechos de la Santa Sede. Señala que nadie pensó en atacar los muchos monasterios e iglesias bizantinas en Occidente (Will, op. cit., 65-85). Por un momento, Cerulario parece haber vacilado en su plan debido a la importancia de la ayuda del Papa contra los normandos. Le escribe a Pedro III de Antioquía, que por esta razón había propuesto una alianza con León (Will, 174). León le contestó a esta propuesta resentido por la estupenda arrogancia del tono de Miguel, pero todavía esperanzado en la paz. Al mismo tiempo le escribió una carta muy amable al emperador (N. de la T.: Constantino IX Monomaco), y envió ambos documentos a Constantinopla por tres legados, el cardenal Humberto, el cardenal Frederick (su propio primo y canciller de la Iglesia Romana, luego Esteban IX (1057-58), y el arzobispo Pedro de Amalfi. El emperador, que estaba muy molesto con toda la disputa, recibió a los legados con honor y los hospedó en su palacio.

Cerulario, que ya había renunciado a la idea de su alianza, estaba muy indignado porque los legados no le dieron precedencia ni se postraron ante él, y le escribió a Pedro de Antioquía que son "insolentes, jactanciosos, imprudentes, arrogantes y estúpidos" (Will, 177). La discusión duró varias semanas. El cardenal Humberto escribió defensas de las costumbres latinas y, por cierto, convirtió a Nicetas Pectorato (Will, 93-126, 136-50). Cerulario se negó a ver a los legados ni a mantener ninguna comunicación con ellos; quitó el nombre del Papa de sus dípticos, y así declaró el cisma abierto. Entonces los legados prepararon la bula de excomunión contra él, contra León de Ácrida y sus seguidores, la cual depositaron sobre el altar de Santa Sofía el 16 de julio de 1054; dos días después salieron para Roma. El emperador todavía estaba en buenos términos con ellos y les dio regalos para Montecasino. Apenas se hubieron marchado cuando Cerulario les pidió que regresaran, pensando en mandar a asesinarlos (la evidencia de esto aparece en Fortescue, “Iglesia Oriental Ortodoxa”, 186-7). Cuando este intento fracasó, Cerulario envió a los otros patriarcas un relato de toda la historia tan lleno de mentiras que Juan de Antioquía le contestó: “Me avergüenzo de que su venerable carta contenga tales cosas. Créame, no sé cómo explicarla por su propio bien, especialmente si usted le ha escrito de esto modo a los otros benditos patriarcas” (Will, 190).

Luego del cisma Cerulario se convirtió por un tiempo en el hombre más fuerte de Constantinopla. Se enemistó con su antiguo patrono, Constantino IX, quien lo aplacó con apologías abyectas. Él se convirtió en una especie de hacedor de reyes. Cuando Teodora sucedió (1055-56) él “trató de gobernar sobre la emperatriz” (Pselo, “Enkomion”, 357). Miguel VI (1056-7) no era lo suficientemente sumiso, por lo que Cerulario elaboró una revolución, lo depuso, fue él mismo a cortarle el pelo y lo encerró en un monasterio. En su lugar colocó a Isaac Comneno (Isaac I, 1057-9). Isaac sabía bien a quién le debía su lugar y al principio fue muy dócil. En esa época Cerulario llegó a la cima de su poder: nombraba a todos los oficiales de estado y era el verdadero soberano del Imperio. Disimulaba tan poco este hecho que comenzó a usar los zapatos púrpuras que eran siempre la prerrogativa del emperador. “Al perder toda vergüenza”, dice Pselo, “él unió la realeza y el sacerdocio en sí mismo; mantenía la Cruz en su mano mientras las leyes imperiales salían de su boca” (en Brehier, op. cit., 275). Entonces Isaac se cansó de ser el títere del patriarca y quiso reinar. Entonces, una vez más, Cerulario hizo una revolución. Esta vez tenía la intención de coronarse emperador, pero Isaac fue demasiado rápido para él; utilizó a Miguel Pselo para presentar el cargo contra él. Fue acusado de traición, paganismo y magia; él era "impío, tiránico, asesino, sacrílego, indigno". Fue condenado al destierro en Madito en el Helesponte. En el camino hubo un naufragio por cuyos efectos el murió (1059).

Tan pronto murió comenzó su apoteosis. El emperador profesó mucho pesar por lo que había sucedido; su cuerpo fue devuelto a Constantinopla y enterrado con gran pompa en la iglesia de los Santos Ángeles. Pselo, que había presentado los cargos en su contra, ahora predicó un panegírico en su honor, describiéndolo como el mejor, el más sabio, el más santo, el más incomprendido de los hombres (Sathas publicó este "Enkomion"; vea bibliografía). Parece que, tan pronto como murió y, por lo tanto, dejó de ser peligroso, el gobierno consideró más prudente fingir compartir el entusiasmo popular por él. A partir de los dos relatos de Pselo (la acusación en el juicio y la oración fúnebre) no es difícil formarse una opinión sobre el carácter de Cerulario. Fue, con mucho, el hombre más fuerte del Imperio Oriental durante una época de degradación general, mucho más capaz que los emperadores despreciables que creó y depuso. Su vida fue austera. Tenía una ambición ilimitada y orgullo y deseos de venganza salvajes. Se dijo en ese momento que nunca perdonaba una injuria. No era un erudito, ni de ninguna manera un hombre tan grande como su predecesor y modelo, Focio. Parece que su ruptura con Roma era parte de un esquema general. Quería hacerse autócrata de al menos Europa oriental. Podía acobardar fácilmente a los débiles emperadores; podía y dictaba órdenes de forma arrogante a los demás patriarcas orientales, pero sabía que no podía asustar ni persuadir al Papa para que tolerara tal posición. Una ruptura con Occidente fue así el primer paso necesario en una carrera que estaba destinada a terminar en una combinación de patriarcado e imperio en su propia persona. No tuvo éxito en ese plan, pero hizo algo mucho más trascendental; fundó la Iglesia Bizantina cismática.


Bibliografía: WILL, Acta et Scripta quæ de controversiis ecclesiæ græcæ et latinæ sæculo XI composita extant (Leipzig, 1861); PSELLUS, History, ed. SATHAS, in Byzantine Texts (Londres, 1898); PSELLUS, Enkomion in SATHAS, Bibl. medii ævi, IV (1875), 326 ss.; también en P.G., CXXII, 477-1186; BRÉHIER, Le schisme oriental du XIe siecle (Paris, 1899); HERGENRÖTHER, Photius, III (Ratisbona, 1869); PICHLER, Gesch. der kirchl. Trennung zwischen den Orient u. Occident (Munich, 1864-5); NORDEN, Das Papsttum und Byzanz (Berlin, 1903); FORTESCUE, The Orthodox Eastern Church (Londres, 1907), chap. v, The Schism of Cerularius.

Fuente: Fortescue, Adrian. "Michael Cærularius." The Catholic Encyclopedia. Vol. 10, pp. 273-274. New York: Robert Appleton Company, 1911. 10 nov. 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/10273a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina