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Martes, 3 de diciembre de 2024

Uso litúrgico del pan

De Enciclopedia Católica

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P. Pfister, Pages de Rome Immortelle, Arthaud 1954 (33).jpg

En la liturgia cristiana el pan se usa principalmente como uno de los elementos del sacrificio eucarístico. Nuestro Divino Señor consagró pan y vino en la Ultima Cena, y mandó a sus discípulos a hacer lo mismo en conmemoración suya, y así, desde entonces, el sacerdote celebrante ha ofrecido en el altar pan hecho de harina de trigo para consagrarlo en el Cuerpo del Señor. Es un asunto debatido si en la institución de la Sagrada Eucaristía, Cristo usó pan con levadura o sin levadura, puesto que pueden obtenerse diferentes conclusiones; de una parte, del Evangelio según San Juan y, de otra, de los Evangelios sinópticos. La historia no establece en forma concluyente cuál fue la práctica de los Apóstoles y sus sucesores, pero puede afirmarse con alguna probabilidad que hicieron uso de cualquier pan que estuviera a la mano, bien fuese ázimo o fermentado. Costumbres diferentes comenzaron a surgir gradualmente en diferentes localidades y luego se convirtieron en tradición y permanentes. La mayoría de las Iglesias Orientales usaban el pan fermentado, y todavía lo hacen, mientras que las Iglesias Occidentales declararon su preferencia por el pan ázimo. Al momento del cisma esta diferencia de práctica dio lugar a mucha discusión sobre el valor de sus respectivas pretensiones en el seguimiento del ejemplo de Cristo, y fomentó amargas controversias aún en años recientes. Cualquier clase de pan, por supuesto, es materia válida para el sacrificio, así que la diferencia de la usanza debe ser de poca importancia dogmática. (Vea ázimos).

En la Iglesia primitiva los fieles llevaban al altar el pan y el vino para el sacrificio, y cada uno contribuía con su parte. Un vestigio de esta práctica puede verse ahora en el rito de consagración de un obispo, pues en el ofertorio, el obispo recién consagrado presenta al consagrante, entre otras ofrendas, dos hogazas de pan, una de las cuales es dorada y la otra plateada, ambas adornadas con el escudo de armas del consagrante y del obispo. Un uso similar se encuentra en la ceremonia de la solemne canonización de santos, donde en el ofertorio uno de los cardenales sacerdotes hace un ofrecimiento al Papa de dos hogazas de pan, una dorada y otra plateada. Aunque al principio se ofrecía en el altar el pan que servía para uso común, no obstante, el respeto cada vez mayor hacia la Sagrada Eucaristía pronto realizó el cambio, de modo que los panes de altar fueron especialmente preparados, asignándoles una forma redonda de espesor moderado, y fueron estampados con una cruz o algún otro emblema religioso significativo con referencia especial a Nuestro Señor en la Eucaristía. Estas hostias se volvieron más pequeñas y delgadas en la Iglesia Occidental hasta que asumieron la forma ligera a modo de oblea ahora tan común.

En la Sagrada Eucaristía, el pan sirve para el ofrecimiento del sacrificio, y después de la consagración para la Comunión del celebrante, el clero, los laicos, así como para la reserva con el fin de que la Comunión pueda ser llevada a los ausentes, o que el Santísimo Sacramento pueda ser adorado en el sagrario o en la custodia. En un tiempo en Roma el Papa tenía la costumbre de enviar una parte del pan consagrado a los sacerdotes en las iglesias titulares para que pudiesen unirse en el ofrecimiento del mismo sacrificio para que el fermentum, como se le llamaba, pudiese en sentido espiritual fermentar toda la masa de los fieles, y hacerlos uno con el Papa en fe y en el culto. Los obispos también solían enviar el pan eucarístico a sus sacerdotes con el mismo propósito y también unos a otros para denotar que se admitían unos a otros en la comunión eclesiástica. Para prevenir abusos y profanación al Sacramento, esta costumbre se prohibió desde temprano y pronto desapareció.

Entonces comenzó el uso de enviar pan bendecido en lugar de la Sagrada Eucaristía a aquellos que no comulgaban en la Misa, y a quienes pudieran desear recibir este regalo como una prenda de comunión de fe. Los que no comulgaban recibían pan ofrecido en el ofertorio de la Misa pero no consagrado. Parece que no recibía otra bendición que la de la oración del ofertorio, y era considerado bendecido porque formaba parte de la oblación. A este pan se le llamaba ''eulogia'', porque es bendecido y porque una bendición acompaña su uso; también es llamado antidoron, porque es un sustituto para el doron, el don real, que es la Sagrada Eucaristía. El eulogia está prescrito en las liturgias de San Basilio y San Juan Crisóstomo, pero ahora se les distribuye a todos, comulgantes y no comulgantes. Existía también en Occidente, y es mencionado por San Gregorio de Tours, el Concilio de Nantes y León IV, en términos que lo harían aparecer como una costumbre universal.

Los panecillos o tortas de pan que recibían una bendición especial y eran luego enviadas por los obispos y sacerdotes a otros, como regalos en señal de afecto fraterno y comunión eclesial eran también llamadas eulogiae. Las personas a quienes se les negaba el eulogia, eran consideradas fuera de la comunión de los fieles, y así algunas veces los obispos lo enviaban a una persona excomulgada para indicar que la censura había sido removida. Más tarde, cuando los fieles ya no suministraban los panes de altar, surgió la costumbre de llevar pan a la |iglesia con el propósito especial de que fuese bendecido y distribuirlo entre los presentes como señal de mutuo amor y unión, y esta costumbre todavía existe en la Iglesia Occidental, especialmente en Francia. Este pan bendecido era llamado panis benedictus, panis lustratus, panis lustralis, y ahora se le conoce en Francia comos pain bénit. Difiere del eulogia mencionado arriba, porque no es parte de la oblación de la cual se selecciona la partícula que va a ser consagrada en la Misa, sino más bien es pan común que recibe una bendición especial.

En muchos lugares es costumbre que cada familia en turno presente el pan los domingos y días de fiesta, mientras en otros lugares solamente lo proveen las familias más ricas. Generalmente el pan es presentado con alguna solemnidad en el ofertorio de la Misa parroquial, y el sacerdote lo bendice antes de la oblación de la hostia y el cáliz, pero existen diferentes costumbres en diferentes diócesis. La oración utilizada ordinariamente para la bendición es la primera o la segunda: benedictio panis impresa en el misal y ritual romano. Los fieles eran exhortados a participar de él en la iglesia, pero frecuentemente era llevado a casa. Este pan bendito es un sacramental, el cual animaría a los cristianos a practicar especialmente las virtudes de la caridad y unidad de espíritu, y que trae bendiciones a quienes participan de él con debida devoción. Se exhortaba a los fieles a participar de él en la iglesia, pero a menudo se lo llevaban a sus casas. Cuando la Iglesia lo bendice ora para que aquellos que lo comen puedan recibir salud de alma y cuerpo: “ut omnes ex eo gustantes inde corporis et animae percipant sanitatem”; “ut sit omnibus sumentibus salus mentis et corporis”. En algunos casos el pain bénit era utilizado no solamente con intenciones supersticiosa, y sus virtudes se exageraban más allá de toda medida, sino también con propósitos profanos. Este uso fue llevado de Francia a Canadá, y se practicaba principalmente en la provincia de Quebec. Allí el pain bénit era bendecido inmediatamente después del asperges, y luego se distribuía a los que asistían a Misa mayor. Los feligreses a su vez lo proveían, y competían unos con otros en la presentación de un pain bénit tan rico y fino como fuese posible, hasta que finalmente los obispos, viendo que aquello ocasionaba demasiado gasto encima de las pobres circunstancias, lo prohibieron. Durante los últimos veinticinco o treinta años (a 1912), la costumbre ha desaparecido casi por completo.

En el ritual romano actual (1912) hay seis bendiciones para el pan. Dos de estas, llamadas simplemente benedictio panis, y como se mencionó antes, se usan a menudo para bendecir el panis bénit. La tercera, denominada benedictio panis et placentarum (bendición del pan y las tortas), se encuentra en el apéndice entre las bendiciones que no son reservadas. Las otras tres están aprobadas para localidades particulares, y son bendiciones especiales dadas bajo la invocación de ciertos santos, usualmente en los días de sus fiestas, con el fin de obtener favores especiales mediante su intercesión. La primera, aprobada para la Arquidiócesis de Colonia, es una bendición de pan, agua y sal, dada bajo la invocación de San Huberto; la segunda, aprobada para la Diócesis de Bois-le-Duc, es una bendición de pan y agua bajo la invocación de San Macuto, y la tercera, para la Diócesis de Urgel, es una bendición de pan, vino, agua y fruta para ser usados en la fiesta de San Blas. Algunos otros lugares tienen costumbres locales de bendición de pan en ciertos días de fiesta, como por ejemplo en las fiestas de Santa Genoveva, de San Nicolás de Tolentino y otros.

También se usa pan en el rito de ordenación de sacerdotes, como una hostia colocada sobre la patena que el candidato toca, para denotar el poder que recibe para consagrar pan en el Cuerpo de Cristo. Las rúbricas también prescriben a veces que el obispo, después de utilizar los Santos Óleos, como por ejemplo en la confirmación y ordenación, limpiará sus dedos con migas de pan. Tales son, en la liturgia cristiana, los usos más importantes y generales del pan, que, como se verá, se limitan principalmente a la Sagrada Eucaristía. Con excepción de algunas pocas bendiciones de pan para propósitos especiales, la mayoría de estas costumbres están estrechamente relacionadas con el sacrificio eucarístico, y generalmente derivan su origen de ceremonias practicadas con el pan eucarístico. (Vea los artículos ANTIDORON, ÁZIMOS, EUCARISTÍA, EULOGIA


Fuente: Goggin, John. "Liturgical Use of Bread." The Catholic Encyclopedia. Vol. 2. New York: Robert Appleton Company, 1907. 24 Mar. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/02749a.htm>.

Traducido del inglés por Daniel Reyes V. rc