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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Contemplación

De Enciclopedia Católica

Revisión de 08:33 11 sep 2010 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones) (Definiciones preliminares)

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La idea de contemplación está tan íntimamente relacionada con la de teología mística que una no puede ser explicada claramente independiente de la otra; por lo tanto expondremos aquí qué es teología mística.

Definiciones preliminares

Se les llama místicos a aquellos actos o estados sobrenaturales que no podemos producir con ningún esfuerzo o trabajo de nuestra parte, incluso en lo más mínimo o por un solo instante. La realización de un acto de contrición y la recitación de un Ave María son actos sobrenaturales, pero cuando uno desea producirlos nunca se nos niega la gracia; por lo tanto no son actos místicos. Pero ver nuestro ángel de la guarda, que no depende en lo más mínimo de nuestro propio esfuerzo, es un acto místico. Tener sentimientos muy ardientes de amor divino no es, en sí mismo, prueba de que uno esté en un estado místico, porque ese amor se puede producir, al menos débilmente y por un instante, por nuestros propios esfuerzos. La definición anterior es equivalente a la dada por Santa Teresa al comienzo de su segunda carta al Padre Rodríguez Álvarez. La teología mística es la ciencia que estudia los estados místicos; es sobre todo una ciencia basada en la observación. Frecuentemente se confunde la teología mística con la teología ascética; esta última, sin embargo, trata de las virtudes. Los escritores ascéticos discuten también el tema de la oración, pero se limitan a la oración que no es mística.

A los estados místicos se les llama, en primer lugar, sobrenaturales o infusos, por los que denotamos manifiestamente sobrenaturales o infusos; en segundo lugar, extraordinarios, lo que indica que el intelecto funciona de una forma nueva, que nuestros esfuerzos no pueden producir; en tercer lugar, pasivos, para mostrar que el alma recibe algo y es consciente de su recepción. El término exacto seria pasivo-activo, ya que nuestra actividad responde a esta recepción como lo hace en el ejercicio de nuestros sentidos corporales. A modo de distinción a la oración ordinaria se le llama activa. Se ha abusado mucho de la palabra místico. A la larga ha llegado a aplicarse a todos los sentimientos religiosos que son algo ardientes y, de hecho, incluso a simples sentimientos poéticos. La anterior definición da el sentido restringido y teológico de la palabra.

Oración ordinaria y contemplación adquirida

Primero que todo, una palabra en cuanto a la oración ordinaria, la cual consta de estos cuatro grados:

  • 1. oración vocal;
  • 2. meditación, llamada también oración metódica, u oración de reflexión, en la cual se puede incluir la lectura meditativa;
  • 3. oración afectiva;
  • 4. oración de simplicidad, o de simple contemplación.

Sólo consideraremos los dos últimos grados (también llamados oraciones del corazón), puesto que rayan en los estados místicos.

Se le llama afectiva a la oración en la que los actos afectivos son numerosos, y que consiste mucho más en gran parte de ellos que de reflexiones y razonamientos. La oración de la simplicidad es la oración mental en la que, en primer lugar, el razonamiento es reemplazado en gran medida por la intuición; segundo, los afectos y resoluciones, aunque no ausentes, son sólo ligeramente variados y expresados en pocas palabras. Decir que la multiplicidad de actos ha desaparecido por completo sería una exageración perjudicial, ya que son sólo disminuidos notablemente. En ambos estados, pero especialmente en el segundo, hay un pensamiento o sentimiento dominante que se repite constante y fácilmente (aunque con poco o ningún desarrollo) en medio de muchos otros pensamientos, beneficiosos o no. Este pensamiento principal no es continuo, sino que reaparece con frecuencia y de forma espontánea. Un hecho similar puede observarse en el orden natural. La madre que vela en la cuna de su hijo piensa en él con amor y lo hace sin reflexión y en medio de interrupciones. Estas oraciones difieren de la meditación sólo como de mayor a menor y se aplican a los mismos temas. Sin embargo, la oración de simplicidad tiene a menudo una tendencia a simplificarse, incluso en relación con su objeto. Lleva a uno a pensar sobre todo de Dios y en su presencia, pero de una manera confusa. Este estado particular, que está más cerca que otros de los estados místicos, se llama la oración de la atención amorosa a Dios. Aquellos que acusan de ociosidad a estos diferentes estados siempre tienen una idea exagerada de ellos. La oración de simplicidad no es a la meditación lo que la inacción es a la acción, aunque podría parecer a veces, sino lo que la uniformidad es a la variedad y la intuición al razonamiento.

Se conoce que un alma es llamada a uno de estos grados cuando tiene éxito en el mismo, y lo hace con facilidad, y cuando deriva beneficio de él. La llamada de Dios se hace aún más clara si esta alma tiene en primer lugar, una persistente atracción para este tipo de oración; en segundo lugar, una falta de facilidad y disgusto por la meditación. Todos los autores aceptan tres reglas de conducta para las personas que presentan estos signos:

  • Cuando, durante la oración, uno no siente ni gusto ni facilidad para determinados actos, uno no se debe forzar a uno mismo para producirlos, sino que debe contentarse con la oración afectiva o con la oración de simplicidad (que, por hipótesis, puede tener éxito); actuar de otro modo sería frustrar la acción divina.
  • Si, por el contrario, durante la oración, uno siente la facilidad para ciertos actos, se debe ceder a esta inclinación en lugar de luchar obstinadamente tratando de permanecer inmóvil como los quietistas. De hecho, incluso el pleno uso de nuestras facultades no es superfluo para ayudarnos a alcanzar a Dios.
  • Fuera de la oración, propiamente dicha, uno debe beneficiarse de todas las ocasiones ya sea para obtener instrucción o para elevar la voluntad y así construir lo que le falta a la oración misma.

Muchos textos relativos a la oración de simplicidad se encuentran en las obras de Santa Juana de Chantal, quien, junto con San Francisco de Sales, fundó la Orden de la Visitación. Se quejaba de la oposición que muchas mente s bien dispuestas le ofrecen a este tipo de oración. Los escritores antiguos llaman a la oración de simplicidad adquirida, activa o contemplación ordinaria. San Alfonso María de Liborio, haciendo eco a sus predecesores, la define así: "Al final de un cierto tiempo la meditación ordinaria produce lo que se llama la contemplación adquirida, que consiste en ver a simple vista las verdades que antes podían ser descubiertas sólo a través de un discurso prolongado" (Homo Apostolicus, Apéndice I, no. 7).

Contemplación superior

A la unión mística se le llama intuitiva, pasiva, extraordinaria o contemplación superior para diferenciarla de la contemplación adquirida. Santa Teresa la designa simplemente como contemplación, sin ningún tipo de cualificación. Las gracias místicas pueden ser divididas en dos grupos según la naturaleza del objeto contemplado. Los estados del primer grupo se caracterizan por el hecho de que es Dios y sólo Dios quien se manifiesta a Sí mismo; estos son llamados unión mística. En el segundo grupo la manifestación es de un objeto creado, como, por ejemplo, cuando uno ve la humanidad de Cristo o un ángel o un acontecimiento futuro, etc.; éstas son visiones (de las cosas creadas) y revelaciones. A éstas pertenecen los fenómenos corporales milagrosos que a veces se observan en los éxtasis.

Hay cuatro grados o etapas de unión mística. Aquí se dan justo como Santa Teresa las describió con la mayor claridad en su "Vida" y principalmente en su "Castillo Interior":

  • la unión mística incompleta, o la oración de quietud (del latín quies, quieto; el cual expresa la impresión experimentada en este estado);
  • la unión plena, o semi-extática, que Santa Teresa a veces llama la oración de unión (en su "Vida", también hace uso del término entire union, entera unión, ch. XVII);
  • unión extática, o éxtasis; y
  • unión transformadora o deificante, o matrimonio espiritual (propiamente) del alma con Dios.

Los tres primeros son estados de la misma gracia, a saber, el débil, medio y enérgico. Se puede ver que la unión transformadora difiere de éstos específicamente y no meramente en intensidad.

Unión mística

Las ideas anteriores pueden ser más establecidas de forma precisa, indicando las fácilmente discernibles líneas de demarcación. La unión mística puede ser llamada:

  • (a) quietud espiritual: cuando la acción divina es todavía demasiado débil para evitar distracciones: en una palabra, cuando la imaginación todavía conserva una cierta libertad;
  • (b) unión plena: cuando su fuerza es tan grande que el alma está totalmente ocupada con el objeto divino, mientras que, por otra parte, los sentidos siguen actuando (bajo estas condiciones, haciendo un mayor o menor esfuerzo, uno puede dejar de la oración);
  • (c) éxtasis: cuando las comunicaciones con el mundo exterior son cortadas o casi cortadas (en este caso ya no se puede realizar movimientos voluntarios ni salir del estado a voluntad).

Entre estos tipos bien definidos hay transiciones imperceptibles como entre los colores azul, verde y amarillo. Los místicos utilizan muchas otras denominaciones: silencio, sueño sobrenatural, embriaguez espiritual, etc. No se trata de grados reales, sino más bien formas de estar en los cuatro grados anteriores. Santa Teresa a veces designa la oración de quietud débil como recogimiento sobrenatural.

Unión transformadora

En cuanto a la unión transformadora, o matrimonio espiritual, basta decir aquí que consiste en la conciencia habitual de una gracia misteriosa que todos deberán poseer en el cielo: la anticipación de la naturaleza divina. El alma es consciente de la ayuda divina en sus operaciones sobrenaturales superiores, las del intelecto y la voluntad. El matrimonio espiritual difiere del desposorio espiritual en la medida en que el primero de estos estados es permanente y el segundo sólo transitorio.

Señales de la unión mística

Las dos noches del alma

Revelaciones y visiones (de criaturas)

Fuente: Poulain, Augustin. "Contemplation." The Catholic Encyclopedia. Vol. 4. New York: Robert Appleton Company, 1908. <http://www.newadvent.org/cathen/04324b.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina