Oráculos sibilinos
De Enciclopedia Católica
Nombre dado a ciertas colecciones de supuestas profecías, ampliamente difundidas en la antigüedad, que emanaban de las sibilas o videntes divinamente inspiradas. La derivación y el significado del nombre sibila siguen siendo temas de controversia entre los anticuarios. Mientras que los primeros escritores (Eurípides, Aristófanes, Platón) se referían invariablemente a "la sibila", los autores posteriores hablan de muchas y designaban los diferentes lugares donde se decía que moraban. Así Varrón, citado por Lactancio (Div. Instit., L, VI) enumera diez sibilas: la persa, la líbica, la délfica, la cimeria, la de Eritrea, la de Samos, la de Cumas, y las del Helesponto, de Frigia, y de Tibur. Las sibilas más veneradas en Roma fueron las de Cumas y Eritrea.
En tiempos del paganismo, los oráculos y las predicciones atribuidas a las sibilas eran cuidadosamente recogidos y celosamente guardados en el templo de Júpiter Capitolino, y se consultaban sólo en tiempos de graves crisis. Debido a la aceptación que disfrutaban estos oráculos paganos y debido a la influencia que tuvieron en la formación de las opiniones religiosas de la época, los judíos helenísticos de Alejandría, durante el siglo II a.C., compusieron versos en la misma forma, los cuales le atribuían a las sibilas, y los circulaban entre los paganos como un medio para difundir las doctrinas y enseñanzas judaicas. Esta costumbre continuó hasta la época cristiana, y fue tomada por algunos cristianos, de modo que en el siglo II o III llegó a existir una nueva clase de oráculos procedentes de fuentes cristianas. Por lo tanto los oráculos sibilinos pueden ser clasificados como paganos, judíos o cristianos.
En muchos casos, sin embargo, los cristianos sólo revisaron o interpolaron los documentos judíos, y por lo tanto, tenemos dos clases de oráculos cristianos: los adoptados a partir de fuentes judías y aquellos escritos completamente por cristianos. Es muy difícil determinar exactamente cuánto de lo que queda es cristiano y cuánto judío. El cristianismo y el judaísmo coincidieron en tantos puntos que los cristianos pudieron aceptar sin gran modificación mucho de lo que procedía de la pluma judía. Parece claro, sin embargo, que los oráculos cristianos y los revisados a partir de fuentes judías emanaban todos del mismo círculo y estaban destinados a ayudar en la difusión del cristianismo. Los primeros Padres y escritores cristianos como San Justino, Atenágoras, Teófilo de Antioquía, Clemente de Alejandría, Lactancio, San Agustín citaban frecuentemente a las sibilas. A través de la disminución y desaparición del paganismo, sin embargo, el interés en ellos disminuyó gradualmente y dejaron de ser leídos o distribuidos, aunque fueron conocidos y utilizados durante la Edad Media, tanto en Oriente como en Occidente.
Grandes colecciones de estos oráculos judíos y cristianos están todavía en existencia. En 1545 Xysto Betuleio (Sixto Birken) publicó una edición de ocho libros de oráculos con un prólogo que data tal vez del siglo VI d.C. A principios del siglo XIX, el cardenal Mai descubrió otros cuatro libros, que no eran una continuación de los ocho impresos previamente, sino una colección independiente. Estos están numerados XI, XII, XIII, XIV, en ediciones posteriores. Alexandre publicó una edición valiosa con una traducción al latín (París, 1841-56), y una nueva edición revisada salió de la pluma de Geffcken (Leipzig, 1902) como uno de los volúmenes en el Corpus de Berlín. Además de los libros que hemos enumerado, en las ediciones posteriores se imprimieron varios fragmentos de oráculos tomados de las obras de Teófilo y Lactancio.
En cuanto a la forma, los oráculos paganos, cristianos y judíos son iguales. Todos ellos pretenden ser obra de las sibilas, y están expresados en versos hexámetros en el llamado dialecto homérico. Los contenidos son del carácter más variado y en su mayoría contienen referencias a los pueblos, reinos, ciudades, gobernantes, templos, etc. Es inútil tratar de encontrar un orden en el plan que rige su composición. La perplejidad ocasionada por los frecuentes cambios de tema tal vez pueda explicarse quizás por la suposición de que circulaban en privado, puesto que el gobierno romano toleraba sólo la colección oficial, y que su arreglo presente representa el capricho de los diferentes propietarios o coleccionistas que los juntaron a partir de diversas fuentes. En algunos de los libros hay un tema general, que puede ser seguido sólo con dificultad. Aunque en ocasiones hay versos que son verdaderamente poéticos y sublimes, el carácter general de los oráculos sibilinos es mediocre. El orden en que los libros están enumerados no representa su relativa antigüedad, ni la crítica más escrutadora ha podido determinar exactamente cuánto es cristiano y cuánto es judío.
Generalmente se considera que el Libro IV encarna las más antiguas porciones de los oráculos, y mientras muchos de los más antiguos críticos vieron en él elementos que se consideran cristianos, ahora es considerado como completamente judío. El Libro V ha dado lugar a muchas opiniones divergentes; algunos afirman que es judío, otros lo consideran la obra de judío cristiano, y otros como que fue muy interpolado por un cristiano. Contiene tan poco que se puede considerar cristiano que con seguridad puede ser establecido como judío. Los Libros VI y VII son sin duda de origen cristiano. Algunos autores (Mendelssohn, Alexandre, Geffcken) describen el Libro VI, que probablemente data del siglo III, como un himno herético, pero este argumento no tiene pruebas a su favor. Los libros I y II se consideran como una revisión cristiana de un original judío.
El Libro VIII ofrece dificultades particulares; muy probablemente, los primeros 216 versos son obra de un judío del siglo II, mientras que la última parte (versos 217-500) comienza con un acróstico de la palabra simbólica cristiana Icthus es, sin duda, cristiana, y data muy probablemente del siglo III. En la forma en que se encuentran ahora los otros cuatro libros son probablemente la obra de autores cristianos. Libros XII y XIII son de la misma pluma, siendo el XII una revisión de un original judío. El Libro XI podría haber sido escrito por un cristiano o por un judío en el siglo III, y el Libro XIV de la misma dudosa procedencia data del siglo IV. La conclusión general es que los libros VI, VII y XIII, y la última parte del Libro VIII, son totalmente cristianos. Los Libros I, II, XI, XII, XIII y XIV recibieron su forma actual de un cristiano. No se puede determinar el círculo cristiano peculiar en que se originaron estas composiciones, ni se puede afirmar qué motivo indujo a su composición, excepto como un medio de propaganda cristiana.
Bibliografía: GEFFCKEN, Komposition u. Entstehungszeit der Oracula Sibyllina (Leipzig, 1902); HARNACK, Gesch. der altchrist. Litt. (Leipzig, 1893), I, pt. II, 581-89; II, pt. II, 184-89; BARDENHEWER, Gesch. der altkirch. Litt., II (1902-3), 651, 656; SCHÜRER, Gesch. des jud. Volkes, III (Leipzig, 1910), 290 ss.
Fuente: Healy, Patrick. "Sibylline Oracles." The Catholic Encyclopedia. Vol. 13. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/13770a.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina