Dualismo
De Enciclopedia Católica
(Del latín duo, dos).
El término dualismo, como la mayoría de los otros términos filosóficos, ha sido utilizado con diferentes significados por las diferentes escuelas.
En primer lugar, el nombre ha sido utilizado para denotar el sistema religioso o teológico que explicaría el universo como el resultado de dos principios coexistentes y eternamente opuestos, concebidos como el bien y el mal, la luz y la oscuridad, o alguna otra forma de poderes en conflicto. Encontramos esta teoría ampliamente prevalente en Oriente, y especialmente en Persia, durante varios siglos antes de la era cristiana. El Zend-Avesta, que se le adjudica a Zoroastro, quien probablemente vivió en el siglo VI a.C. y se supone que fue el fundador o reformador de la religión medo-persa, explica el mundo como el resultado de la lucha entre Ormuz y Ahrimán. Ormuz es la luz infinita, sabiduría suprema y el autor de todo bien; Ahrimán es el principio de oscuridad y de todo mal. En el siglo III d.C., Manes, por un tiempo convertido al cristianismo, desarrolló una forma de gnosticismo, posteriormente llamada maniqueísmo, en la cual buscaba fundir algunos de os elementos de la religión cristiana con el credo dualista del zoroastrismo (Vea MANIQUEÍSMO y ZOROASTRO). La filosofía cristiana, expuesta con pequeñas diferencias por teólogos y filósofos desde San Agustín hacia abajo, por lo general sostienen que el mal físico es el resultado de las limitaciones necesarias de los seres creados finitos, y que el mal moral, que es el único mal en el verdadero sentido, es una consecuencia de la creación de seres poseedores del libre albedrío y es tolerado por Dios. Tanto el mal físico como el moral han de ser concebidos como una forma de privación o defecto de ser, no como entidad positiva. Su existencia es así compatible con la doctrina del monismo teísta.
En segundo lugar, el término dualismo se emplea en oposición a monismo, para denotar la opinión ordinaria de que el universo existente contiene dos clases de seres o substancias radicalmente distintos ---materia y espíritu, cuerpo y mente. Este es el uso más frecuente del nombre en la filosofía moderna, donde comúnmente se le contrasta con el monismo. Pero no hay que olvidar que el dualismo en este sentido es bastante conciliable con un origen monista de todas las cosas. La doctrina teísta de la creación da una explicación monista del universo en este sentido. El dualismo se opone así tanto al materialismo como al idealismo. El idealismo, sin embargo, del tipo de Berkeley, que mantiene la existencia de una multitud de mentes substanciales distintas, puede, junto con el dualismo, ser descrito como pluralismo.
Históricamente, en la filosofía griega tan temprano como el año 500 a.C. encontramos la escuela eleática con Parménides como su jefe, la cual enseñaba una unidad universal del ser, exhibiendo así una cierta afinidad con el monismo alemán moderno. Sólo existe el ser. Es absolutamente uno, eterno e inmutable. No hay devenir real o principios del ser. Los cambios aparentes y la pluralidad de los seres son meras apariencias. A esta unidad del ser, Platón opone una dualidad inicial ---Dios y la materia no producida, existiendo lado a lado desde toda la eternidad. Esta materia, sin embargo, fue concebido como indeterminada, caótica, fluctuante y gobernada por una necesidad ciega, en contraste con la mente que actúa de acuerdo a un plan. El orden y la disposición se deben a Dios. El mal y el desorden en el mundo tienen su origen en la resistencia de la materia, que Dios no ha derrotado por completo. Aquí parece que tenemos un rastro de la especulación oriental. De nuevo hay otro dualismo en el hombre. El alma racional es una substancia espiritual distinta del cuerpo dentro del cual habita, algo así como el auriga en la carroza.
Aristóteles es dualista en diversos tópicos importantes. El contraste entre las concepciones fundamentales de materia y forma ---un potencial y un principio que realiza--- corre a través de todas las ramas de su sistema. Necesariamente co-eterno con Dios, que es acto puro, ha existido el principio pasivo de la materia, que en este sentido, sin embargo, es simple potencialidad. Pero además, junto con Dios, que es el primer motor, debe también haber existido desde toda la eternidad el mundo movido por Dios. En su tratamiento de la cognición Aristóteles adopta la visión ordinaria de sentido común de la existencia de los objetos individuales distintos de nuestras percepciones e ideas de ellos. El hombre es un ser substancial individual resultante de la fusión de los dos principios: forma (el alma) y la materia.
El cristianismo rechazó todas las formas de un origen dual del mundo el cual erigió la materia, o el mal, o cualquier otro principio en un segundo ser eterno coexistente con Dios; y enseñó el origen monista del universo a partir de un Ser espiritual único, infinito, auto-existente, que creó todas las cosas libremente. La concepción poco familiar de creación libre, sin embargo, se encontró con una fuerte oposición en las escuelas de filosofía y fue abandonada por varias de las primeras herejías. Los neoplatónicos trataron de disminuir la dificultad mediante formas derivadas del panteísmo, y también mediante la inserción de seres intermedios entre Dios y el mundo. Pero el primer método implicó una concepción materialista de Dios, mientras que el segundo sólo aplaza la dificultad. A partir del siglo XIII, a través de la influencia de Alberto Magno y más aún de Santo Tomás de Aquino, la filosofía de Aristóteles, aunque sometida a algunas modificaciones importantes, se convirtió en la filosofía acreditada de la Iglesia. La hipótesis dualista de un mundo eterno coexistiendo con Dios fue por supuesto rechazada. Pero la concepción de seres espirituales en oposición a la materia recibió una definición y desarrollo más completo. La distinción entre el alma humana y el cuerpo que ella anima se hizo más clara y se enfatizó su separabilidad; pero se evitó el ultra-dualismo de Platón por insistir en la íntima unión de alma y cuerpo para constituir un solo ser substancial bajo la concepción de forma y materia.
Sin embargo, Descartes elevó el problema del dualismo a toda una nueva posición en la filosofía moderna. De hecho, desde su tiempo ha sido un tema de interés central en la especulación filosófica. Esto se produjo por su manejo de dos cuestiones distintas, una epistemológica y la otra metafísica. La mente está en una relación cognoscitiva con el mundo exterior, y en una relación causal con los cambios dentro del cuerpo. ¿Cuál es la naturaleza exacta de cada una de estas relaciones? Según Descartes el alma es res cogitans. Su esencia es el pensamiento. Es simple y no extendida. No tiene nada en común con el cuerpo, pero está relacionada con él en un solo punto, la glándula pineal en el centro del cerebro. En contraste con esto, la esencia de la materia se encuentra en la extensión. Así que las dos formas de ser son totalmente dispares. En consecuencia, la unión entre ellos es de carácter accidental o extrínseco. Descartes se aproxima así a la concepción platónica del auriga y el carro. El alma y el cuerpo son en realidad dos seres simplemente aliados. Entonces, ¿cómo interactúan? Una influencia recíproca real o interacción causal parece imposible entre dos cosas tan dispares. Geulinck y otros discípulos de Descartes se vieron movidos a inventar la hipótesis del ocasionalismo y la asistencia divina, según la cual es Dios mismo quien efectúa el cambio apropiado en el cuerpo o la mente con ocasión del correspondiente cambio en el otro. Para este sistema de interferencias milagrosos Leibniz sustituyó la teoría de la armonía preestablecida según la cual Dios ha unido pares de cuerpos y almas que están destinados a correr en series paralelas de cambios como dos relojes comenzados juntos. La misma dificultad insoluble del paralelismo psicofísico permanece en manos de los psicólogos y filósofos en el día de hoy que rechazan la doctrina del alma como un ser real capaz de actuar sobre el cuerpo que informa. El ultra-dualismo de Descartes fue seguido inmediatamente en el continente por el monismo panteísta de Espinosa, que identificó la mente y la materia en una substancia infinita de la que son meramente "modos".
Bibliografía: A FAVOR DEL DUALISMO NATURAL: --RICKABY, First Principles of Knowledge (Nueva York y Londres, 1901); CASE, Physical Realism (Nueva York y Londres, 1881); UEBERWEG, Logic, tr. (Londres, 1871); HAMILTON, Metaphysics (Edimburgo y Londres, 1877); McCOSH, Exam. of Mill (Nueva York, 1875); MARTINEAU, A Study of Religion (Oxford, 1888): MIVART, Nature and Thought (Londres, 1882); MAHER, Psychology (Nueva York y Londres, 1908); FARGES, L'Objectivit de la Perception (París, 1891). AGAINST NATURAL DUALISM:--BERKELEY, Principles of Human Knowledge, ed. FRASER (Oxford, 1871): ed. KRAUTH (Filadelfia, 1874); MILL, An Exam. of Sir W. Hamilton (London, 1865); BRADLEY, Appearance and Reality (Nueva York y Londres, 1899).
Fuente: Maher, Michael. "Dualism." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. 14 Aug. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/05169a.htm>.
Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina