Herramientas personales
En la EC encontrarás artículos autorizados
sobre la fe católica
Domingo, 24 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Acacio»

De Enciclopedia Católica

Saltar a: navegación, buscar
Línea 1: Línea 1:
<span style="color:#000066">  
+
[[Patriarca]] de [[Constantinopla]], [[cismá]]tico, murió en 489. Cuando Acacio aparece por primera vez en la historia fidedigna es como el orphanotrophos o dignatario encargado del cuidado de los [[Huérfanos y Orfanatos|huérfanos]], en la [[Iglesia]] de Constantinopla. Por lo tanto, ocupaba un puesto eclesiástico que confería a su dueño un alto rango así como influencia curial; y si podemos tomar prestada una pista de su [[carácter]] [[verdad|verdadero]], de las frases con las que [[Suidas]] trato de describir su indudablemente notable [[personalidad]], él desde el principio sacó el mayor partido de sus oportunidades. Él parece haber afectado una atractiva magnificencia en su comportamiento; era generoso, afable, noble en su conducta, refinado en el discurso y amante de un cierto alarde eclesiástico. A la muerte del patriarca [[San Genadio I]], en 471, fue elegido para sucederlo, y por los primeros cinco o seis años de su [[obispo|episcopado]] su vida estuvo bastante exenta de acontecimientos notables.  
Cuando Acacio aparece por primera vez en la historia auténtica es como el orphanotrophos o dignatario encargado del cuidado de los huérfanos, en la Iglesia de Constantinopla. De esta manera ocupa un puesto eclesiástico que confería a su dueño un alto rango así como influencia en la curia; y si podemos apropiarnos, para sugerir un rastro de su carácter real de las frases con las que Suidas trato de describir su, indudablemente notable personalidad, lo que hizo en la mayoría de sus oportunidades. Parecía estar afectado por un comportamiento atractivo y magnificiente, era generoso, suave, noble, humilde; cortés en su conversación, e indulgente con un cierto despliegue eclesiástico.
+
  
A la muerte del Patriarca Genadio, en 471, fue electo para sucederlo, y por los primeros cinco o seis años de su episcopado su vida fue bastante ordinaria. Pero vino un cambio cuando el Emperador Basilisco se concedió a sí mismo la victoria sobre la enseñanza Euticiana de acuerdo a Timotheus Elurus, el Patriarca Monofisista de Alejandría, quien se arriesgo en ese tiempo a ser un invitado en la capital imperial. Timoteo, quien había sido llamado del exilio solo poco tiempo antes, se empeño en crear una impresionante oposición al decreto de Calcedonia; y tuvo tal éxito en la corte que Basilisco fue inducido a adelantarse formulando una encíclica o proclamación imperial (egkyklios) en la cual fue rechazada la enseñanza del Concilio.  
+
Pero surgió un cambio cuando el usurpador emperador Basilisco se dejó llevar a las enseñanzas del [[eutiquianismo]] por Timoteo Æluro, patriarca [[Monofisitas|monofisita]] de [[Alejandría]], quien por casualidad estaba en ese tiempo como invitado en la capital imperial. Timoteo, quien había sido llamado del exilio hacía poco tiempo, se empeñó en crear una oposición efectiva a los [[decreto]]s de Calcedonia; y tuvo tal éxito en la corte que Basilisco fue inducido a publicar una [[encíclica]] o proclamación imperial (egkyklios) en la cual se rechazaba la enseñanza del [[Concilio]]. Acacio mismo pareció haber vacilado al principio sobre si añadir su nombre a la lista de [[obispo]]s [[Asia|asiáticos]] que ya habían firmado la encíclica; pero advertido por una carta del [[Papa San Simplicio]], a quien el siempre vigilante partido monástico le había informado sobre su actitud cuestionable, reconsideró su posición y se lanzó [[violenta]]mente al debate. Este repentino cambio de frente lo redimió en la estimación popular, y se ganó la estima de los [[Ortodoxia|ortodoxos]], particularmente entre las diversas comunidades monásticas a través de Oriente, por su actual ostentosa preocupación por la sana [[doctrina]]. La fama de su despertado [[celo]] llegó hasta Occidente, y el Papa Simplicio le escribió una carta de encomio.  La principal circunstancia a la que debió su repentina ola de popularidad fue la habilidad con la cual logró colocarse a la cabeza de un movimiento particular del cual [[Daniel el Estilita]] fue tanto el corifeo como el verdadero inspirador.  Por supuesto, la agitación fue una espontánea por parte de sus promotores monásticos y del pueblo en general, quienes detestaban sinceramente las teorías eutiquianas de la [[Encarnación]]; pero puede [[duda]]rse si Acacio, en la oposición ortodoxa ahora, o en esfuerzos heterodoxos en componenda luego, era algo más profundo que un político buscando conseguir sus propios fines personales.  Él nunca pareció haber tenido una comprensión consistente de principios [[Teología|teológicos]]. Tenía el [[alma]] de un tahúr y jugó solo por la influencia.  Basilisco estaba derrotado.
  
Acacio sintió indecisión al principio, sobre si añadir su nombre a la lista de obispos Asiáticos que ya habían firmado la encíclica; pero advertido por una carta del Papa Simplicio, quien conocía sus cuestionables actitudes por la parte monástica, reconsidero su posición y se lanzó violentamente al debate. Este repentino cambio de frente lo redimió en la estimación popular, y se gano el visto bueno de los ortodoxos, particularmente entre las diversas comunidades monásticas a través de Este, por este asunto de la nueva y ostentosa doctrina. La fama de su entusiasta despertar llego hasta el Occidente y el Papa Simplicio le escribió una carta de recomendación. La principal circunstancia por la cual repentinamente tiene una ola de popularidad fue la habilidad con la cual avanzo, poniéndose a la cabeza de un movimiento particular del cual Daniel el Estilita fue el líder y el verdadero inspirador.  
+
Retiró su ofensiva encíclica por una contra-proclamación, pero su rendición no lo salvó.  Su rival Zeno, quien había sido fugitivo hasta el tiempo de la oposición acaciana, se acercó a la capital. Basilisco abandonado por todos, buscó refugio en la [[catedral]] y fue entregado a sus enemigos, según la tradición por el oportunista patriarca. Por un breve tiempo hubo un acuerdo total entre Acacio, el [[Papa|Pontífice]] Romano y el partido dominante de Zeno, sobre la necesidad de adoptar métodos rigurosos para hacer cumplir la autoridad de los Padres de Calcedonia; pero de nuevo estallaron los problemas cuando, en el 482, el partido monofisista de [[Alejandría]] intentó colocar por la fuerza al [[Notoriedad|notorio]] [[Pedro Mongo]] en dicha [[sede]] contra los reclamos más ortodoxos de Juan Talaia en el año 482. Esta vez los hechos tomaron un aspecto más crítico, pues le dieron a Acacio la oportunidad que parecía haber estado esperando desde el principio de exaltar la autoridad de su [[sede]] y reclamar para ella una primacía de [[honor]] y [[jurisdicción]] sobre todo el Oriente, lo cual emanciparía a los [[obispo]]s de la capital no sólo de toda responsabilidad con las sedes de [[Alejandría]], [[Antioquia]] y [[Jerusalén]], sino también del Romano Pontífice.  Acacio, que estaba ahora totalmente congraciado con Zeno, indujo al emperador a tomar partido con Mongo. El Papa Simplicio hizo una vehemente pero ineficaz protesta, y Acacio replicó presentándose como el apóstol de la reconciliación para todo el Oriente. Fue un esquema engañoso y de largo alcance, pero a la larga puso al descubierto las ambiciones del [[Patriarca]] de [[Constantinopla]] y lo reveló, usando la iluminadora frase del [[Cardenal]] [[Joseph Hergenröther]], como “el precursor de [[Focio]].
  
La inquietud fue, desde luego, espontánea por parte de sus promotores monásticos y del pueblo a la larga, quienes detestaban sinceramente las teorías Euticianas de la Encarnación; pero puede dudarse si Acacio, en oposición a la ortodoxia ahora, o en esfuerzos sin ortodoxia a comprometerse después, tenía algo mas que un anhelo político para llegar a sus fines personales. De principios teológicos parecía no haber tenido nunca una comprensión conciente. Tenía el alma de un gamester y jugó solo por influencia. Basilisco estaba derrotado.
+
La primera medida efectiva que adoptó Acacio en su nuevo rol fue redactar un documento, o serie de artículos, que constituyeron inmediatamente tanto un credo como un instrumento de reunión. Este credo, conocido por los estudiosos de historia [[Teología|teológica]] como el [[Henoticon]], fue originalmente dirigido a las facciones irreconciliables en [[Egipto]].  Fue un argumento para la reconciliación sobre una base de reticencia y compromiso. Y bajo este aspecto sugiere una comparación significativa con otro y mejor conocido grupo de “artículos”, compuestos cerca de once siglos más tarde, cuando los líderes del [[cisma]] [[Anglicanismo|anglicano]] estaban hilando de una forma cuidadosa los extremos de la enseñanza romana por un lado y las negaciones [[Martín Lutero|luteranas]] y [[Juan Calvino|calvinistas]], por el otro. El Henoticon afirmaba el credo Niceno-Constantinopolitano (es decir, el [[Credo Niceno]] completado en Constantinopla) proporcionando un símbolo común o expresión de [[fe]] en el cual todas las partes podían unirse. Cualquier otro símbolo o mathemata fue excluido; [[Eutiques]] y Nestorio fueron evidentemente condenados, mientras que los [[anatema]]s de Cirilo fueron aceptados. La enseñanza de Calcedonia no fue muy repudiada pues fue pasada por alto en silencio;  [[Jesucristo]] fue descrito como el “Hijo único engendrado por [[Dios]]…uno y no dos”  (homologoumen ton monogene tou theou ena tygchanein kai ou duo . . . k.t.l.) y no hacia referencia explícita a las dos naturalezas. [[Pedro Mongo]] naturalmente aceptó esta enseñanza vaga y acomodaticia. Talaia se negó a suscribirlo y salió para [[Roma]], donde el Papa San Simplicio se hizo cargo de su causa con gran vigor. 
  
 +
La controversia se hizo interminable con el [[Papa San Félix III]] quien envió a Constantinopla dos legados obispos, Vitalis y Miseno para citar a Acacio ante la sede romana para juicio.  Nunca fue la habilidad de Acacio tan notablemente ilustrada como en el predominio que adquirió sobre este desafortunado par de obispos. Los indujo a comunicarse públicamente con él y los envió de regreso a Roma ridiculizados, en donde fueron inmediatamente condenados por un sínodo indignado que criticó su conducta. Acacio fue señalado por el Papa Félix como quien ha [[pecado]] contra el [[Espíritu Santo]] y la autoridad apostólica (Habe ergo cum his . . . portionem S. Spiritus judicio et apostolica auctoritate damnatus); y fue condenado a la [[excomunión]] perpetua--- nunquamque anathematis vinculis exuendus. Otro mensajero, inapropiadamente llamado Tuto, fue enviado a llevar el [[decreto]] de esta doble [[excomunión]] a Acacio en [[persona]]; y él, también, como sus desventurados predecesores, cayó bajo el extraño encanto del cortés [[prelado]], quien se ganó su lealtad. Acacio se negó a aceptar los documentos traídos por Tuto y le mostró su juicio sobre la autoridad de la Sede Romana, y del sínodo que lo había condenado, borrando el nombre del Papa Félix de los [[díptico]]s (o dipticón). 
  
Retiro su ofensiva encíclica por una contra demanda, pero su rendición no lo salvo. Su rival Zeno, quien había sido fugitivo en los tiempos de la oposición de Acaciano, se retiro cerca de la capital. Basilisco deserto de todas partes, buscando asilo en la Iglesia de la Catedral y fue entregado a sus enemigos, según la tradición por el patriarca en turno. Por un breve tiempo hubo un acuerdo total entre Acacio, el Pontífice Romano y el partido dominante de Zeno, sobre la necesidad de tomar medidas rigurosas para hacer cumplir la autoridad de los Padres de Calcedonia, pero una vez más se produjo una problema cuando el partido Monofisista de Alejandría intento forzar al notorio Peter Mongus contra lo que veía el clima mas ortodoxo de John Talaia en el año 482.Esta vez las cosas tomaron un aspecto más critico, ellos dieron a Acacio la oportunidad que parecía haber estado esperando desde el principio, exaltando la autoridad de su sede y reclamando para ella una primacía de honor y jurisdicción sobre todo el Este el cuál debía emancipar a los Obispos de la capital no solo de toda responsabilidad de Alejandría, Antioquia y Jerusalén, sino también del Romano Pontífice. Acacio, que estaba ahora totalmente congraciado con Zeno, indujo al Emperador a tomar partido con Mongus. El Papa Simplicio hizo una vehemente pero ineficaz protesta, y Acacio replico presentándose como el apóstol de reunión para todo el Este. Fue engañoso hasta llegar a conspiración, pero esto puso al descubierto a la larga las ambiciones del Patriarca de Constantinopla y lo revelo, usando la iluminadora frese del Cardenal Hergenrother, como “el precursor de Potius”
+
Talaia por su parte abandonó la pelea consintiendo ser obispo de [[Nola]], y Acacio optó por una táctica brutal de [[violencia]] y [[persecución]], dirigida principalmente contra sus antiguos oponentes los [[monje]]s, colaborando con Zeno para la adopción general del Henoticon en Oriente. De esta manera manejó una política segura que parecía el premio por el cual había trabajado desde el principio. Era prácticamente el primer prelado en toda la [[cristiandad]] oriental hasta su muerte en 489. Su [[cisma]] sobrevivió unos treinta años después de su muerte, y fue acabado sólo por el regreso del Emperador Justino a la unidad bajo el [[Papa Hormisdas]] en 519.  
  
  
La primera medida efectiva que Acacio adopto en su nuevo rol fue la redacción de un documento, o serie de artículos, que constituyeron inmediatamente un credo y un instrumento de reunión. Este credo conocido por los estudiosos de historia teológica como el Henoticon, fue originalmente dirigido a las facciones irreconciliables en Egipto. Fue el pretexto para la reunión sobre una base de reserva y compromiso. Y bajo este aspecto se sugiere una comparación significativa con otro y mejor conocido grupo de “artículos”, compuestos cerca de once siglos más tarde, cuando los lideres del cisma Anglicano estaban hilando de una forma cuidadosa los extremos de la enseñanza romana por un lado y las negaciones Luteranas y Calvinistas, por el otro. El Henoticon afirmaba el credo Niceno-Constantinopolitano (ie el Credo de Nicea completado en Constantinopla) proporcionando un símbolo común o expresión de fe en el cual todas las partes podían unirse. Cualquier otro símbolo o mathemata fue excluido; Eutiquio y Nestorio fueron aceptados. La enseñanza de Calcedonia no fue muy repudiada o pasada por alto en silencio. Jesucristo era descrito como el “Hijo único engendrado por Dios…uno y no dos” (homologoumen ton monogene tou theou ena tygchanein kai ou duo . . . k.t.l.) y no hacia referencia explicita a las dos naturalezas. Mongus acepto esto, naturalmente en una enseñanza vaga y acomodaticia. Talaia se negó a suscribirlo y salio de Roma, donde su causa fue levantada con gran vigor por el Papa Simplicio. La controversia se hizo interminable con Félix II (o III) quién envío dos obispos. Vitalis y Misenus, a Constantinopla, para citar a Acacio ante la sede Romana para un juicio.
+
'''Bibliografía''':  MANSI, Coll. Concil., (Florencia, 1742) VII, 976 1176; Epp. Simplicii, Papae, in P.L., LVIII, 4160; Epp. Felicis, Papae, ibid., 893 967; THEODORET, Hist. Eccl.; EVAGRIUS, Hist. Eccl.; SUIDAS, s. v.; TILLEMONT, Mémoires, XVI; HERGENRÖTHER, Focio, Patriarca de Cosntantinopla. (Ratisbona, 1867) I; MARIN, Les moines de Constantinople (Paris, 1897).  
  
Nunca fue la habilidad de Acacio tan notablemente ilustrada como en el predominio que adquirió sobre este desafortunado par de obispos. El los indujo a comunicarse públicamente con él y los envío de regreso a Roma anulados, en donde fueron inmediatamente condenados por un sínodo indignado que criticó su conducta. Acacio fue señalado por el Papa Félix como quien ha pecado contra el Espíritu Santo y la autoridad apostólica (Habe ergo cum his . . . portionem S. Spiritus judicio et apostolica auctoritate damnatus); y fue condenado a la excomunión perpetua nunquamque anathematis vinculis exuendus. Otro mensajero, inapropiadamente llamado Totus, fue enviado a llevar el decreto de esta excomunión a Acacio en persona; y él, también, como sus desventurados predecesores, cayó bajo el extraño encanto del cortés prelado quien se gano su lealtad. Acacio se negó a aceptar los documentos traídos por Totus y le mostró su sentido de la autoridad de la Sede Romana, y del sínodo que lo había condenado, borrando el nombre del Papa Félix de los diptychs (o diptychon).  
+
'''Fuente''':  Clifford, Cornelius. "Acacius." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01082a.htm>.
  
Talaia por su parte abandono la pelea consintiendo ser obispo de Nola, y Acacio opto por una táctica brutal de violencia y persecución, dirigida principalmente contra sus antiguos oponentes los monjes, colaborando con Zeno, para la adopción general del Henoticon en el Este. De esta manera manejo una política segura que parecía el premio por el cual había trabajado desde el principio. Era prácticamente el primer prelado en todo el Oriente Cristiano hasta su muerte en 489. Su cisma sobrevivió unos treinta años después de su muerte, y fue acabado solo por el regreso del Emperador Justiano a la unidad bajo el Papa Omisdas en 519.
+
Traducido por Oralia Ortiz Rangel. L H M.
 
+
Nota: Los escépticos griegos se proveyeron una herramienta conceptual de mayor alcance (la noción del "mathema"), llamaron "mathemata" el contenido objetivo de un conocimiento establecido (qué puede ser enseñado y ser aprendido).
+
 
+
 
+
MANSI, Coll. Concil., (Florence, 1742) VII, 976 1176; Epp. Simplicii, Papae, in P.L., LVIII, 4160; Epp. Felicis, Papae, ibid., 893 967; THEODORET, Hist. Eccl.; EVAGRIUS, Hist. Eccl.; SUIDAS, s. v.; TILLEMONT, Mémoires, XVI; HERGENRÖTHER, Photius, Patr. von Constant. (Ratisbon, 1867) I; MARIN, Les moines de Constantinople (Paris, 1897).
+
 
+
CORNELIUS CLIFFORD
+
 
+
Traducido por Oralia Ortiz Rangel
+

Revisión de 19:46 9 dic 2008

Patriarca de Constantinopla, cismático, murió en 489. Cuando Acacio aparece por primera vez en la historia fidedigna es como el orphanotrophos o dignatario encargado del cuidado de los huérfanos, en la Iglesia de Constantinopla. Por lo tanto, ocupaba un puesto eclesiástico que confería a su dueño un alto rango así como influencia curial; y si podemos tomar prestada una pista de su carácter verdadero, de las frases con las que Suidas trato de describir su indudablemente notable personalidad, él desde el principio sacó el mayor partido de sus oportunidades. Él parece haber afectado una atractiva magnificencia en su comportamiento; era generoso, afable, noble en su conducta, refinado en el discurso y amante de un cierto alarde eclesiástico. A la muerte del patriarca San Genadio I, en 471, fue elegido para sucederlo, y por los primeros cinco o seis años de su episcopado su vida estuvo bastante exenta de acontecimientos notables.

Pero surgió un cambio cuando el usurpador emperador Basilisco se dejó llevar a las enseñanzas del eutiquianismo por Timoteo Æluro, patriarca monofisita de Alejandría, quien por casualidad estaba en ese tiempo como invitado en la capital imperial. Timoteo, quien había sido llamado del exilio hacía poco tiempo, se empeñó en crear una oposición efectiva a los decretos de Calcedonia; y tuvo tal éxito en la corte que Basilisco fue inducido a publicar una encíclica o proclamación imperial (egkyklios) en la cual se rechazaba la enseñanza del Concilio. Acacio mismo pareció haber vacilado al principio sobre si añadir su nombre a la lista de obispos asiáticos que ya habían firmado la encíclica; pero advertido por una carta del Papa San Simplicio, a quien el siempre vigilante partido monástico le había informado sobre su actitud cuestionable, reconsideró su posición y se lanzó violentamente al debate. Este repentino cambio de frente lo redimió en la estimación popular, y se ganó la estima de los ortodoxos, particularmente entre las diversas comunidades monásticas a través de Oriente, por su actual ostentosa preocupación por la sana doctrina. La fama de su despertado celo llegó hasta Occidente, y el Papa Simplicio le escribió una carta de encomio. La principal circunstancia a la que debió su repentina ola de popularidad fue la habilidad con la cual logró colocarse a la cabeza de un movimiento particular del cual Daniel el Estilita fue tanto el corifeo como el verdadero inspirador. Por supuesto, la agitación fue una espontánea por parte de sus promotores monásticos y del pueblo en general, quienes detestaban sinceramente las teorías eutiquianas de la Encarnación; pero puede dudarse si Acacio, en la oposición ortodoxa ahora, o en esfuerzos heterodoxos en componenda luego, era algo más profundo que un político buscando conseguir sus propios fines personales. Él nunca pareció haber tenido una comprensión consistente de principios teológicos. Tenía el alma de un tahúr y jugó solo por la influencia. Basilisco estaba derrotado.

Retiró su ofensiva encíclica por una contra-proclamación, pero su rendición no lo salvó. Su rival Zeno, quien había sido fugitivo hasta el tiempo de la oposición acaciana, se acercó a la capital. Basilisco abandonado por todos, buscó refugio en la catedral y fue entregado a sus enemigos, según la tradición por el oportunista patriarca. Por un breve tiempo hubo un acuerdo total entre Acacio, el Pontífice Romano y el partido dominante de Zeno, sobre la necesidad de adoptar métodos rigurosos para hacer cumplir la autoridad de los Padres de Calcedonia; pero de nuevo estallaron los problemas cuando, en el 482, el partido monofisista de Alejandría intentó colocar por la fuerza al notorio Pedro Mongo en dicha sede contra los reclamos más ortodoxos de Juan Talaia en el año 482. Esta vez los hechos tomaron un aspecto más crítico, pues le dieron a Acacio la oportunidad que parecía haber estado esperando desde el principio de exaltar la autoridad de su sede y reclamar para ella una primacía de honor y jurisdicción sobre todo el Oriente, lo cual emanciparía a los obispos de la capital no sólo de toda responsabilidad con las sedes de Alejandría, Antioquia y Jerusalén, sino también del Romano Pontífice. Acacio, que estaba ahora totalmente congraciado con Zeno, indujo al emperador a tomar partido con Mongo. El Papa Simplicio hizo una vehemente pero ineficaz protesta, y Acacio replicó presentándose como el apóstol de la reconciliación para todo el Oriente. Fue un esquema engañoso y de largo alcance, pero a la larga puso al descubierto las ambiciones del Patriarca de Constantinopla y lo reveló, usando la iluminadora frase del Cardenal Joseph Hergenröther, como “el precursor de Focio.”

La primera medida efectiva que adoptó Acacio en su nuevo rol fue redactar un documento, o serie de artículos, que constituyeron inmediatamente tanto un credo como un instrumento de reunión. Este credo, conocido por los estudiosos de historia teológica como el Henoticon, fue originalmente dirigido a las facciones irreconciliables en Egipto. Fue un argumento para la reconciliación sobre una base de reticencia y compromiso. Y bajo este aspecto sugiere una comparación significativa con otro y mejor conocido grupo de “artículos”, compuestos cerca de once siglos más tarde, cuando los líderes del cisma anglicano estaban hilando de una forma cuidadosa los extremos de la enseñanza romana por un lado y las negaciones luteranas y calvinistas, por el otro. El Henoticon afirmaba el credo Niceno-Constantinopolitano (es decir, el Credo Niceno completado en Constantinopla) proporcionando un símbolo común o expresión de fe en el cual todas las partes podían unirse. Cualquier otro símbolo o mathemata fue excluido; Eutiques y Nestorio fueron evidentemente condenados, mientras que los anatemas de Cirilo fueron aceptados. La enseñanza de Calcedonia no fue muy repudiada pues fue pasada por alto en silencio; Jesucristo fue descrito como el “Hijo único engendrado por Dios…uno y no dos” (homologoumen ton monogene tou theou ena tygchanein kai ou duo . . . k.t.l.) y no hacia referencia explícita a las dos naturalezas. Pedro Mongo naturalmente aceptó esta enseñanza vaga y acomodaticia. Talaia se negó a suscribirlo y salió para Roma, donde el Papa San Simplicio se hizo cargo de su causa con gran vigor.

La controversia se hizo interminable con el Papa San Félix III quien envió a Constantinopla dos legados obispos, Vitalis y Miseno para citar a Acacio ante la sede romana para juicio. Nunca fue la habilidad de Acacio tan notablemente ilustrada como en el predominio que adquirió sobre este desafortunado par de obispos. Los indujo a comunicarse públicamente con él y los envió de regreso a Roma ridiculizados, en donde fueron inmediatamente condenados por un sínodo indignado que criticó su conducta. Acacio fue señalado por el Papa Félix como quien ha pecado contra el Espíritu Santo y la autoridad apostólica (Habe ergo cum his . . . portionem S. Spiritus judicio et apostolica auctoritate damnatus); y fue condenado a la excomunión perpetua--- nunquamque anathematis vinculis exuendus. Otro mensajero, inapropiadamente llamado Tuto, fue enviado a llevar el decreto de esta doble excomunión a Acacio en persona; y él, también, como sus desventurados predecesores, cayó bajo el extraño encanto del cortés prelado, quien se ganó su lealtad. Acacio se negó a aceptar los documentos traídos por Tuto y le mostró su juicio sobre la autoridad de la Sede Romana, y del sínodo que lo había condenado, borrando el nombre del Papa Félix de los dípticos (o dipticón).

Talaia por su parte abandonó la pelea consintiendo ser obispo de Nola, y Acacio optó por una táctica brutal de violencia y persecución, dirigida principalmente contra sus antiguos oponentes los monjes, colaborando con Zeno para la adopción general del Henoticon en Oriente. De esta manera manejó una política segura que parecía el premio por el cual había trabajado desde el principio. Era prácticamente el primer prelado en toda la cristiandad oriental hasta su muerte en 489. Su cisma sobrevivió unos treinta años después de su muerte, y fue acabado sólo por el regreso del Emperador Justino a la unidad bajo el Papa Hormisdas en 519.


Bibliografía: MANSI, Coll. Concil., (Florencia, 1742) VII, 976 1176; Epp. Simplicii, Papae, in P.L., LVIII, 4160; Epp. Felicis, Papae, ibid., 893 967; THEODORET, Hist. Eccl.; EVAGRIUS, Hist. Eccl.; SUIDAS, s. v.; TILLEMONT, Mémoires, XVI; HERGENRÖTHER, Focio, Patriarca de Cosntantinopla. (Ratisbona, 1867) I; MARIN, Les moines de Constantinople (Paris, 1897).

Fuente: Clifford, Cornelius. "Acacius." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01082a.htm>.

Traducido por Oralia Ortiz Rangel. L H M.