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Miércoles, 4 de diciembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Calendario Cristiano»

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==Generalidades==
 
==Generalidades==
  
Todos los pueblos civilizados, aún aquellos que están saliendo del barbarismo, mantienen cierta forma de registro sobre el paso del tiempo, y son capaces de reconocer ciertas temporadas, intervalos recurrentes de manera regular, y días de regocijo o dolor, así como ocasiones acerca de los poderes invisibles al mundo. En el antiguo Egipto, así como en Babilonia, China, Indostán, y el continente americano –entre aztecas o peruanos- se pueden encontrar trazos más o menos elaborados sobre el cálculo de estaciones, lo que servía de base para el cumplimiento de actividades religiosas.
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Todos los pueblos civilizados, e incluso aquellos que parecen estar comenzando a salir de la barbarie absoluta, mantienen algún tipo de registro del paso del [[tiempo]], y son propensos a reconocer ciertos días, recurrentes a intervalos regulares, como días de regocijo especial o duelo, o en ocasiones para la propiciación de los poderes del mundo invisible.   En el antiguo [[Egipto]] y [[Babilonia]], en [[China]] y el [[India|Indostán]], y además en el [[América|continente americano]], entre los [[aztecas]] o los antiguos [[Perú|peruanos]], se han encontrado vestigios de un cálculo más o menos elaborado de las estaciones que servían de base para las observancias [[religión|religiosas]].  En 1897 se hizo un notable descubrimiento en Coligni, en el departamento de Ain, [[Francia]], donde se trajo a la luz algunas losas de piedra con inscripciones, en las que todos concuerdan en reconocer un antiguo calendario celta, probablemente pre [[cristianismo|cristiano]], aunque la interpretación precisa de los detalles sigue siendo un asunto de viva polémica.  Además, tanto [[Grecia]] como [[Roma]] poseían calendarios muy desarrollados, y la ''Fasti'' de Ovidio, por ejemplo, conserva una descripción detallada en verso de las celebraciones principales del año romano.
  
En 1897, un notable descubrimiento fue realizado en Coligni, en el departamento de Ain, Francia. Allí se encontraron fragmentos de roca en los que estaba inscrito un antiguo calendario celta. Probablemente se trata de algo de la era precristiana, aún cuando los detalles precisos de interpretación son controversiales. También Roma y Grecia tenían calendarios muy desarrollados y la Fasti de Ovid, por ejemplo, contenía una detallada descripción en verso sobre las mayores celebraciones del año romano.
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Lo que nos interesa más cercanamente aquí es el [[calendario judío]], descrito en [[Levítico]] 23.  El cómputo del tiempo entre los [[judaísmo|judíos]] se basaba principalmente en el mes lunar. El año consistía normalmente de tales doce meses, alternadamente de 29 y 30 días cada uno; tal año, sin embargo, tenía sólo 354 días, que de ninguna manera concuerda con el número de días en el año solar medio.   Por otra parte, la duración exacta del mes lunar medio no es exactamente 29 ½ días como la disposición anterior podría sugerir. Para compensar la irregularidad se hicieron dos correcciones.  En primer lugar, se agregó un día al mes ''Jesvan'' (''Jeshvan'') o se restaba del mes de ''Kislev'' (''Kislew''), según surgiese la [[necesidad]], con el fin de mantener los meses de acuerdo con la luna; en segundo lugar, hicieron “embolismales” ocho años de cada diecinueve, es decir, parece que, cuando era necesario, se introducía un mes intercalar, en este punto, para evitar que el día 14 de Nisán llegase demasiado pronto. En ese día (Lev. 23,5.10) había que llevarle al [[sacerdote]] las [[primicias]] del grano en sus gavillas y se [[sacrificio|sacrificaba]] el [[cordero pascual]]. Esto hacía necesario retrasar la [[Pascua judía|Pascua]] (14 de Nisán) hasta que el grano estuviese en la espiga y los corderos estuviesen listos; y se estableció la regla de conformidad, que el 14 de nisán debía caer cuando el sol hubiese pasado el equinoccio y estuviese en la constelación de Aries (''en krio tou hēliou kathestotos'' ---[[Flavio Josefo|Josefo]], Ant. I, i, 3).  
  
Lo que más nos ocupa aquí es el calendario judío que se esboza en Levíticos 23. El cómputo del tiempo para los judíos se basó primeramente en el mes lunar. El año constaba normalmente de 12 de tales meses que tenían alternativamente entre 29 y 30 días. Tal año, no obstante, tiene 354 días, lo que no concuerda de ninguna manera con el número de días del calendario solar. Más aún, la duración exacta del mes lunar no es 29 ½ días, tal y como el arreglo antes mencionado lo sugería.
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Hasta el momento de la destrucción de [[Jerusalén]] en el año 70 d.C., parecería que para la inserción de este mes intercalar los judíos no seguían ninguna regla fija basada en principios [[astronomía|astronómicos]], sino que el [[sanedrín]] decidía cada vez si el año debía ser embolismal o no, siendo influenciado en su decisión no sólo por consideraciones astronómicas, sino también, en cierta medida, por el avance o retraso de la temporada.  Fue la dificultad creada por este sistema y por la imposibilidad de acomodarlo a la [[cronología general|cronología]] [[Juliano el Apóstata|juliana]], adoptada en la mayor parte del Imperio Romano, lo que llevó a aquellos problemas sobre la determinación de la [[Pascua]] (la [[controversia pascual]]) que jugó una parte tan importante en la [[historia de la Iglesia]] primitiva. Además de la Pascua y la semana del pan sin levadura (o [[ácimos]]), de los cuales la Pascua formaba el primer día, el calendario judío, por supuesto, incluía muchas otras [[fiestas eclesiásticas|fiestas]].   La de [[Pentecostés (fiesta judía)|Pentecostés]], o "de las semanas", 50 días después de la Pascua, es de suma importancia, ya que también encontró un lugar en el [[cristianismo]]. Las otras grandes celebraciones del año [[judaísmo|judío]] ocurrían en otoño, en el mes de Tishri.  El [[Día de la Expiación]] caía el 10 de Tishri y la [[Fiesta de los Tabernáculos]] se extendía desde el 14 al 21, con una especie de día de la octava el 22, pero éstos no tuvieron relación directa con el calendario de [[la Iglesia]] cristiana. Lo mismo puede decirse de las festividades judías menores, por ejemplo las ''encoenia'' mencionadas en el [[Evangelio según San Juan]], que en su [[mayoría]] fueron de una institución posterior.
  
Con el fin de compensar esas irregularidades, se hicieron dos correcciones. Primero, se agregó un día al mes de Hesvan (Heshwan) o se restó del mes de Kislev (Kislew), todo ello para mantener los meses de conformidad con la luna. Segundo, ocho de cada diecinueve años fueron declarados “embolísmicos”. Se asume que un mes se intercalaba cuando era necesario, a fin de evitar que el 14o. día de Nisan ocurriera muy temprano.
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Casi podría establecerse como una [[ley]] general que en el mundo antiguo los días [[santidad|santos]] eran también días festivos. En el sistema judío, además del sábado semanal, se ordenaba el descanso del trabajo para otros siete días del año, a saber: el primer y último día de los ácimos, la fiesta de Pentecostés, la neomenia (primer día de la luna) del séptimo mes, el día de la propiciación, el primer día de los Tabernáculos y el 22 de Tishri que seguía inmediatamente.  No es asombroso que este principio fuese reconocido más tarde en la Iglesia Cristiana, pues también tenía a su favor el ejemplo [[paganismo|pagano]].  "Los [[Grecia|griegos]] y los bárbaros", dice [[Walafrido|Estrabón]] (X, 39) "tenían en común que acompañaban sus [[rito]]s sagrados con una suspensión festiva del trabajo".  Por lo tanto, sin pretender derivar el [[sabbath|sábado]] judío de cualquier institución [[Babilonia|babilónica]], para lo cual ciertamente no hay garantía, cabe señalar que parece que los babilonios consideraban la luna nueva y el 7, 15 y 22 como [[tiempo]] de apaciguamiento de los dioses y la mala suerte; con el resultado de que en esos días no se comenzaba ningún trabajo nuevo y se suspendía los asuntos de importancia.  En el sistema cristiano el día de descanso ha sido trasladado del sábado al [[domingo]].  [[Constantino el Grande|Constantino]] tomó medidas para que sus soldados cristianos estuviesen libres para asistir a los servicios del domingo ([[Eusebio de Cesarea|Eusebio]], Vita Const., IV, 19, 20), y también prohibió que los tribunales celebrasen sesiones en ese día ([[Salaminio Hermias Sozomeno|Sozomeno]] I, 8). En el año 425 Teodosio II decretó que los juegos en el circo y las representaciones [[el teatro|teatrales]] también debían ser prohibidos en el día de descanso, y estos edictos y otros similares se repetían con frecuencia.
  
Ese día (Levíticos 23:5, 10) los primeros frutos de la cosecha debían ser llevados ante los sacerdotes y se sacrificaba el cordero pascual. Esto hacía necesario que se retrasara la Pascua (14 de Nisan) hasta que los frutos y el cordero estuviesen listos. Además, la normativa establecía que el 14 de Nisan debía caer cuando el sol pasara por el equinoccio y estuviera en la constelación de Aries (en krio tou heliou kathestotos – Josefo, Ant., I, i, 3).
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En el sistema cronológico romano de la época de [[Augusto]] la semana como una división de tiempo era prácticamente desconocida, aunque los doce meses del calendario existían como los conocemos ahora. En el curso de los siglos I y II d.C., se conoció universalmente el período hebdomadario o de siete días, aunque no inmediatamente a través de la influencia judía o cristiana.   El arreglo parece haber sido de origen [[astrología|astrológico]] y haber venido a [[Roma]] desde [[Egipto]]. Se suponía que los siete planetas, como se concebían entonces ---Saturno, Júpiter, Marte, el sol, Venus, Mercurio y la luna, arreglados así en el orden de sus tiempos periódicos (al tomar Saturno el tiempo mayor y la luna el menor en completar la ronda de los [[firmamento|cielos]] por su movimiento propio)--- presidían cada hora sucesivamente, y el día fue designado por el planeta que presidía su primera hora. Comenzando el primer día con los planetas en orden, la primera hora sería de Saturno, la segunda de Júpiter, la séptima de la Luna, la octava de Saturno de nuevo, y así sucesivamente.   Continuando así, la hora vigésimo quinta, es decir, la primera hora del segundo día, y por consiguiente el segundo día mismo, pertenecerían al Sol, y la hora cuadragésimo novena, y por consiguiente el tercer día, a la luna. Siguiendo siempre el mismo la hora septuagésimo tercera y el cuarto día serían de Marte, el quinto día de Mercurio, el sexto de Júpiter, el séptimo de Venus, y el octavo de nuevo de Saturno. De ahí, al parecer, se derivaron los nombres latinos de los días de la semana, que aún se mantienen (excepto ''Samedi'' y ''Dimanche'') en el [[Francia|francés]] moderno y en otras lenguas romances.   Desde [[fechas y datación|fecha]] temprana estos nombres fueron utilizados a menudo por los mismos [[cristianismo|cristianos]], y los encontramos en [[San Justino Mártir]]. El [[honor]] especial que los [[fieles]] le rendían al domingo (''dies solis''), junto tal vez con la celebración de la Navidad en el día designado ''natalis invicti [Solis] '' (véase [[Navidad]]) puede haber ayudado posteriormente a producir la impresión de que los cristianos tenían mucho en común con los adoradores de [[mitraísmo|Mitra]].
 
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En el tiempo de la destrucción de Jerusalén, en A.D. 70, se tenía evidencia de que la inserción del mes intercalado de los judíos, no seguía una normativa constante respecto a principios astrológicos. Empero, el Sanedrín decidió cada cierto tiempo, cuando el año debía ser embolístico o no. Sus decisiones no eran influídas solamente por consideraciones astrológicas, sino que en gran medida, por el avance o retraso de la estación.
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Fue difícil la creación de tal sistema y la imposibilidad de acomodarlo a la cronología juliana, adoptada en gran parte del Imperio Romano. Ello acompañó los problemas sobre la determinación de la Pascua (la controversia de la Pascua) que tuvo un papel muy importante en los primeros tiempos de la iglesia. Además de la Pascua y de la semana del pan sin levadura, la cual constituía el primer día de la Pascua, el calendario judio incluía por supuesto muchas otras festividades. La de Pentecostés o de “las semanas”, cincuenta días luego de la Pascua, es importante porque también encontró un lugar en la Dispensación Cristiana.
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Las otras grandes celebraciones de los judíos ocurrían en el otoño, en el mes de Tishri. El Día de la Expiación cayó el 10 de Tishri y la festividad de los tabernáculos se extendió del 14 al 21, con una especie de octavo día en el 22. Pero esto no tuvo una relación directa con el Calendario Cristiano. Lo mismo puede decirse de los festivales judíos menores, por ejemplo la Encoenia, mencionada en el Evangelio de San Juan, la que fue básicamente una institución tardía.
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Debe ser indicado que como ley general en el mundo antiguo, los días santos también correspondían con feriados. En el calendario judío, además, en la semana del sabath, se observaba descanso del trabajo durante estos siete días del año. Además: el primer y último día de Azymes, la festividad de Pentecostés, la Neomenia del Séptimo mes, el día del Apaciguamiento, el primer día de los Tabernáculos, y el 22 de Tishri que inmediatamente continuaba. No es de sorprenderse que este principio fuera reconocido más tarde por la iglesia cristiana. Tenía el ejemplo pagano también a su favor.
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Strabo (X, 39) indica que “los griegos y los bárbaros tenían en común que acompañaban los ritos sagrados sin asistir a trabajo”. Por tanto, sin buscar la derivación del sabat judío de ninguna institución babilónica, de lo que no hay garantía, notamos que la luna nueva del 7, 15, y 22 días aparece como siendo observada por los babilonios como tiempo de apaciguamiento de los dioses y los desafortunados. El resultado fue que no se principiaba un nuevo trabajo en esos días y que los asuntos de importancia se suspendían. En el sistema cristiano, el día de descanso fue transferido del sabat al domingo.
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Constantino estableció las previsiones para que sus soldados cristianos pudieran asistir a los servicios del Domingo (Euseb., Vita Const., IV, 19, 20) también prohibió a las cortes desarrollar actividades ese día (Sozom., I, 8). Teodosio II en 425 decretó que los juegos en los circos y las representaciones teatrales fuesen también prohibidas en el día del descanso, y edictos similares frecuentemente se repitieron.
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En la cronología romana, en el sistema de la era de Augusto, la semana, como división de tiempo, era practicamente desconocida, aún cuando ya se conocía el calendario de los doce meses, tal y como lo conocemos ahora. Durante el Siglo I ó II, se principió a observar los períodos de siete días, aunque no inmediatamente a través de la influencia cristiana o judía.  
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Los arreglos realizados parecen haber tenido un origen astrológico y haber llegado a Egipto desde Roma. Los siete planetas como en ese entonces se concebían –Saturno, Júpiter, Marte, el Sol, Venus, Mercurio y la Luna- se arreglaban conforme ciertos períodos (Saturno tomaba el período más largo y la Luna el más breve, en la completación de una vuelta a los cielos en sus movimientos de traslación). Se suponía que ellos presidían cada hora de manera sucesiva. Y los días fueron designados para cada planeta. Principiando con los planetas en orden, la primera hora sería la de Saturno, la segunda la de Júpiter, la séptima la de la Luna, la octaba la de Saturno y así sucesivamente.
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Se continuaba de esta manera durante las veinticuatro horas, y la primera hora del segundo dia, y consecuentemente el segundo día por si mismo, pertenecería al Sol; y la hora cuaretinueve, y de allí que el tercer día sería de la Luna. Siguiendo con el mismo plan, la hora setentitrés y el cuarto día serían de Marte, el quinto día de Mercurio, el sexto a Júpiter, el séptimo a Venus y el octavo otra vez a Saturno. De aquí fue aparentemente que se derivaron los nombres de los días de la semana, de una derivación latina, lo que aún se mantiene (excepto para Samedi y Dimanche) en el francés y otras lenguas romances.
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Estos nombres vienen del uso que se les daba de los primeros tiempos de los cristianos, y los encontramos aún en el Mártir Justino. El especial honor que se dedica a los domingos (dies solis) es acompañañdo quizá con la celebración de Navidad o con el día designado para el natalis invicti (solis). Esto pudo haber dado la impresión más tarde, de que los cristianos tenían mucho en común con los adoradores de Mitras.
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==Fundamentos del Calendario Cristiano==
 
==Fundamentos del Calendario Cristiano==

Revisión de 00:22 15 feb 2012

Generalidades

Todos los pueblos civilizados, e incluso aquellos que parecen estar comenzando a salir de la barbarie absoluta, mantienen algún tipo de registro del paso del tiempo, y son propensos a reconocer ciertos días, recurrentes a intervalos regulares, como días de regocijo especial o duelo, o en ocasiones para la propiciación de los poderes del mundo invisible. En el antiguo Egipto y Babilonia, en China y el Indostán, y además en el continente americano, entre los aztecas o los antiguos peruanos, se han encontrado vestigios de un cálculo más o menos elaborado de las estaciones que servían de base para las observancias religiosas. En 1897 se hizo un notable descubrimiento en Coligni, en el departamento de Ain, Francia, donde se trajo a la luz algunas losas de piedra con inscripciones, en las que todos concuerdan en reconocer un antiguo calendario celta, probablemente pre cristiano, aunque la interpretación precisa de los detalles sigue siendo un asunto de viva polémica. Además, tanto Grecia como Roma poseían calendarios muy desarrollados, y la Fasti de Ovidio, por ejemplo, conserva una descripción detallada en verso de las celebraciones principales del año romano.

Lo que nos interesa más cercanamente aquí es el calendario judío, descrito en Levítico 23. El cómputo del tiempo entre los judíos se basaba principalmente en el mes lunar. El año consistía normalmente de tales doce meses, alternadamente de 29 y 30 días cada uno; tal año, sin embargo, tenía sólo 354 días, que de ninguna manera concuerda con el número de días en el año solar medio. Por otra parte, la duración exacta del mes lunar medio no es exactamente 29 ½ días como la disposición anterior podría sugerir. Para compensar la irregularidad se hicieron dos correcciones. En primer lugar, se agregó un día al mes Jesvan (Jeshvan) o se restaba del mes de Kislev (Kislew), según surgiese la necesidad, con el fin de mantener los meses de acuerdo con la luna; en segundo lugar, hicieron “embolismales” ocho años de cada diecinueve, es decir, parece que, cuando era necesario, se introducía un mes intercalar, en este punto, para evitar que el día 14 de Nisán llegase demasiado pronto. En ese día (Lev. 23,5.10) había que llevarle al sacerdote las primicias del grano en sus gavillas y se sacrificaba el cordero pascual. Esto hacía necesario retrasar la Pascua (14 de Nisán) hasta que el grano estuviese en la espiga y los corderos estuviesen listos; y se estableció la regla de conformidad, que el 14 de nisán debía caer cuando el sol hubiese pasado el equinoccio y estuviese en la constelación de Aries (en krio tou hēliou kathestotos ---Josefo, Ant. I, i, 3).

Hasta el momento de la destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C., parecería que para la inserción de este mes intercalar los judíos no seguían ninguna regla fija basada en principios astronómicos, sino que el sanedrín decidía cada vez si el año debía ser embolismal o no, siendo influenciado en su decisión no sólo por consideraciones astronómicas, sino también, en cierta medida, por el avance o retraso de la temporada. Fue la dificultad creada por este sistema y por la imposibilidad de acomodarlo a la cronología juliana, adoptada en la mayor parte del Imperio Romano, lo que llevó a aquellos problemas sobre la determinación de la Pascua (la controversia pascual) que jugó una parte tan importante en la historia de la Iglesia primitiva. Además de la Pascua y la semana del pan sin levadura (o ácimos), de los cuales la Pascua formaba el primer día, el calendario judío, por supuesto, incluía muchas otras fiestas. La de Pentecostés, o "de las semanas", 50 días después de la Pascua, es de suma importancia, ya que también encontró un lugar en el cristianismo. Las otras grandes celebraciones del año judío ocurrían en otoño, en el mes de Tishri. El Día de la Expiación caía el 10 de Tishri y la Fiesta de los Tabernáculos se extendía desde el 14 al 21, con una especie de día de la octava el 22, pero éstos no tuvieron relación directa con el calendario de la Iglesia cristiana. Lo mismo puede decirse de las festividades judías menores, por ejemplo las encoenia mencionadas en el Evangelio según San Juan, que en su mayoría fueron de una institución posterior.

Casi podría establecerse como una ley general que en el mundo antiguo los días santos eran también días festivos. En el sistema judío, además del sábado semanal, se ordenaba el descanso del trabajo para otros siete días del año, a saber: el primer y último día de los ácimos, la fiesta de Pentecostés, la neomenia (primer día de la luna) del séptimo mes, el día de la propiciación, el primer día de los Tabernáculos y el 22 de Tishri que seguía inmediatamente. No es asombroso que este principio fuese reconocido más tarde en la Iglesia Cristiana, pues también tenía a su favor el ejemplo pagano. "Los griegos y los bárbaros", dice Estrabón (X, 39) "tenían en común que acompañaban sus ritos sagrados con una suspensión festiva del trabajo". Por lo tanto, sin pretender derivar el sábado judío de cualquier institución babilónica, para lo cual ciertamente no hay garantía, cabe señalar que parece que los babilonios consideraban la luna nueva y el 7, 15 y 22 como tiempo de apaciguamiento de los dioses y la mala suerte; con el resultado de que en esos días no se comenzaba ningún trabajo nuevo y se suspendía los asuntos de importancia. En el sistema cristiano el día de descanso ha sido trasladado del sábado al domingo. Constantino tomó medidas para que sus soldados cristianos estuviesen libres para asistir a los servicios del domingo (Eusebio, Vita Const., IV, 19, 20), y también prohibió que los tribunales celebrasen sesiones en ese día (Sozomeno I, 8). En el año 425 Teodosio II decretó que los juegos en el circo y las representaciones teatrales también debían ser prohibidos en el día de descanso, y estos edictos y otros similares se repetían con frecuencia.

En el sistema cronológico romano de la época de Augusto la semana como una división de tiempo era prácticamente desconocida, aunque los doce meses del calendario existían como los conocemos ahora. En el curso de los siglos I y II d.C., se conoció universalmente el período hebdomadario o de siete días, aunque no inmediatamente a través de la influencia judía o cristiana. El arreglo parece haber sido de origen astrológico y haber venido a Roma desde Egipto. Se suponía que los siete planetas, como se concebían entonces ---Saturno, Júpiter, Marte, el sol, Venus, Mercurio y la luna, arreglados así en el orden de sus tiempos periódicos (al tomar Saturno el tiempo mayor y la luna el menor en completar la ronda de los cielos por su movimiento propio)--- presidían cada hora sucesivamente, y el día fue designado por el planeta que presidía su primera hora. Comenzando el primer día con los planetas en orden, la primera hora sería de Saturno, la segunda de Júpiter, la séptima de la Luna, la octava de Saturno de nuevo, y así sucesivamente. Continuando así, la hora vigésimo quinta, es decir, la primera hora del segundo día, y por consiguiente el segundo día mismo, pertenecerían al Sol, y la hora cuadragésimo novena, y por consiguiente el tercer día, a la luna. Siguiendo siempre el mismo la hora septuagésimo tercera y el cuarto día serían de Marte, el quinto día de Mercurio, el sexto de Júpiter, el séptimo de Venus, y el octavo de nuevo de Saturno. De ahí, al parecer, se derivaron los nombres latinos de los días de la semana, que aún se mantienen (excepto Samedi y Dimanche) en el francés moderno y en otras lenguas romances. Desde fecha temprana estos nombres fueron utilizados a menudo por los mismos cristianos, y los encontramos en San Justino Mártir. El honor especial que los fieles le rendían al domingo (dies solis), junto tal vez con la celebración de la Navidad en el día designado natalis invicti [Solis] (véase Navidad) puede haber ayudado posteriormente a producir la impresión de que los cristianos tenían mucho en común con los adoradores de Mitra.

Fundamentos del Calendario Cristiano

El Ciclo Pascual

El punto de partida del sistema cristiano de festividades, fue por supuesto la conmemoración de la Resurección de Cristo o Día de Pascua. El hecho de que durante mucho tiempo los judíos habían formado la vasta mayoría de los integrantes de la iglesia infante, les hacía imposible olvidar que cada Pascua celebrada por sus compatriotas, traía también el aniversario de la Redentor de la Pasión, de su Gloriosa Resurección entre los muertos.

Más aún, como todas sus vidas habían dedicado a observar un día a la semana para descansar y orar, fue inevitable que ellos quisieran modificar ese día santo en lo que sería la conmemoración del hecho que engendraba nuevas esperanzas. Probablemente al principio no se retiraron totalmente de las Sinagogas, y el domingo habría sido una prolongación de esas prácticas, más que una substitución del familiar sabath. Pero no faltaba mucho para que se observara como el primer día de la semana y ello llegara a ser distintivo de la adoración cristiana.

San Pablo (Colos., 2:16) evidentemente considera que los conversos del paganismo no estaban en la observancia de las festividades judías o del sabath, propiamente. Por otra parte, el nombre de “El Día del Señor” (dies dominica, he kuriake) se encuentra en el Apocalipsis 1:10, y ciertamente era familiar en fechas más antiguas (cf. I Cor., 16:2). Desde el principio el domingo parecía ser francamente reconocido entre los cristianos como el día de la conmemoración de la resurección de Cristo (cf., Epístola de Barnabas, 15).

Es muy probable que San Lucas, influenciado por la celebración de la liturgia, escribió en los Hechos: “Y el primer día de la semana, cuando estábamos reunidos para partir el pan” (Hechos 20:7). Podemos inferir también que esta observancia tenía un carácter festivo, un día en el cual no se ayunaba, y cuando los fieles tenían la instrucción de orar de pié y no de rodillas.

“Die dominico”, dice Tertuliano, “jejunium nefas dicimus vel de geniculis adorare" (De orat. 14). De hecho esta posición de pié en la oración está también de acuerdo con lo que indica Irineo, una sitación relacionada con la Resurrección (Irineo, Frag., 7). Para un recuento completo de este primer elemento del calendario cristiano, se debe leer el artículo dedicado al DOMINGO.

La indicación de que los primeros cristianos brindaban especial honor al aniversario de la Resurrección, es más un asunto producto de la inferencia que de conocimiento positivo. Ningún escritor antes de Justino Mártir, aparece mencionando la celebración, pero el hecho de que en la última mitad del Siglo II apareciera la controversia acerca del tiempo de guardar la Pascua, es ya una indicación de la importancia que tenía la festividad. Además, el ayuno en preparación para ello, muy probablemente no fue de cuarenta días (cf. Funk, Kirchengeschichtliche Abhandlungen, I, 242 y siguientes) a ello se refiere constantemente la Antigua Iglesia, como una institución antigua y aún Apostólica.

En todo caso, todos nuestros datos correspondientes a la antigua liturgia, tanto en Oriente como Occidente (por ejemplo las “Constituciones Apostólicas” y los “Canones Apostólicos”, los que son aún más antiguos, según Funk y Harnack) concuerdan en dar a la Pascua el sitial de honor que se merece entre las festividades del año. Es el Martirologio Romano quien lo describe, como festum festorum y solemnitas solemnitatum.

Con eso siempre y de manera natural, se ha asociado la conmemoración de los eventos de la pasión de Cristo y de la última cena el día jueves y de la crucifixión el día viernes. Muchas veces se hicieron vigilias durante la noche en las cuales se tenían candelas o velas pascuales y estas se bendecían frente a las catacumbas después de largas semanas de preparación y de haber sido admitidas personas al sacramento del bautismo.

Se carece de datos concernientes a los eventos de la celebración pascual tal y como ocurrieron en los primeros tiempos. Sin embargo debe tomarse que Tertuliano distingue que la palabra Pascha claramente designa no un día domingo de manera aislada sino mas bien un periodo de tiempo. El día que nosotros llamamos viernes santo originalmente tuvo una distinción entre dos términos relacionados uno que era el Pascha Anastacimo (la resurrección en el domingo de pascua y el Pascha Eustaurosimum la crucifixión pascual del viernes santo). Ambas fueron igualmente celebraciones de carácter memorable.

Con una relación muy cercana respecto a la festividad de la Pascua se fueron desarrollando gradualmente, a medida que pasaba el tiempo, ciertas festividades que conocemos actualmente como movibles. Muy probablemente una de estas festividades, Pentecostés, es decir el aniversario de descendimiento del Santo Espíritu sobre los apóstoles, muy probablemente llegó a tener la misma importancia que la Pascua. Además recuérdese que la Pascua estaba relacionada también con el calendario Judío y por lo tanto se estableció con una relación cercana entre esta situación del calendario judío con la festividad de Pentecostés. Los judíos conversos al cristianismo observaron tanto la Pascua cristiana como el pentecostés cristiano, desde el principio de la iglesia.

Aunque el día de la ascensión estuvo determinado por el hecho de que ocurrió 40 días después de la Pascua y 10 después de Pentecostés, esta festividad no fue sobrepuesta en ninguna de las festividades judías (Hechos 1:3). Esta situación no la encontramos testificada por ningún escritor más temprano que Eusebio (Tesol. Tasch., Migne, P.G. XXIV, 679). La situación de la cuaresma que duraba 40 días desde los primeros años del siglo IV (véanse varias cartas sobre las festividades de San Atanasio) tenía por supuesto una duración fija tanto como la pascua por si misma pero la observancia variaba según fueran las diferentes partes del mundo donde se realizaba.

En muchos lugares se entendía que la cuaresma era una temporada de cuarenta días en los cuales se hacía ayuno aunque no necesariamente ayuno todos los días pero sí quizás los días domingos, aunque el Domingo de Pascua fue la excepción. Por lo general la norma fue de que la cuaresma incluía 40 días de ayuno.

Nuevamente hubo lugares en los cuales el ayuno de la Semana Santa fue observado de una manera independiente o que era agregado a los 40 días de la cuaresma. Por lo tanto, los tiempos de principio de la cuaresma varían considerablemente. También hubo una variación considerable en cuanto a la severidad con la cual se observaba el ayuno (véase detalles en CUARESMA).

Lo que necesitamos reconocer es que se trataba de una época de penitencias la cual, en un período considerablemente más tarde, se concentraba en el domingo conocido en la septuagésima (el domingo dentro del período de 70 días antes de la pascua). Varias festividades forman parte del mismo ciclo y dependían de cuando era observado el Domingo de Pascua, estas nuevas adiciones de festividades incluían el domingo de la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y más recientemente la festividad del Sagrado Corazón.

Hay poca duda de que también los cristianos en los primeros tiempos tuvieron la inconveniencia de este elemento movible dentro del contexto estable del calendario juliano. Pero debemos recordar que también había un elemento movible antes de la ocupación de esta fecha. Debido a que los cristianos judíos, como hemos explicado anteriormente, no habían conocido en ningún otro sistema de computo de tiempo sino aquel basado en el calendario lunar, la única forma que ellos tenían de fijar el aniversario de la resurrección de Nuestro Salvador fue refiriéndose a la pascua judía.

Sin embargo en tanto se acepta esta situación ellos también mostraron cierta independencia. Parece ser que decidieron que la festividad de la resurrección tendría lugar en el primer día de la semana. El día que seguía al sabath fue esencial. Por lo tanto en lugar de determinar que el segundo día después de la pascua judía (17 Nissan) debería ser siempre contado como el aniversario de la resurrección independiente del día de la semana en el cual cayera, los apóstoles parecen haber establecido que sería el domingo el día que debía observarse la pascua cristiana. Este día caería dentro de los llamados días asines o días del pan sin levadura en donde ocurriera ya sea al principio, a mediados o al final de los períodos.

Este arreglo hizo que esta festividad cristiana dependiera sobre la computación del calendario judío. Cuando ocurrió la destrucción de Jerusalén, prácticamente se impuso una dispersión en el sentido de no tener mayores normas estándares de uniformidad en los judíos. Ellos probablemente llegaron a tener divergencias en las festividades y por lo tanto diferencias de opinión también ocurrieron entre los cristianos.

Es posible decir en términos de la cronología juliana cual fue el día del mes en el cual Cristo sufrió, era quizá una manera más simple para los cristianos del mundo romano celebrar su pascua como posteriormente fue celebrada la Navidad, como el día de San Pedro, dándole un aniversario fijo. Sin embargo debe notarse que esto podría haber interferido con la posición del “Día del Señor” como el memorial semanal del día de la resurrección por excelencia o Pascua, como una festividad fija. De haber sido este el caso habría caído sobre algunos días de la semana según correspondiera.

Sin embargo, aunque Tertuliano declara sin mayores dudas que Jesús sufrió el 25 de marzo, una tradición perpetuada en muchos de los calendarios a través de la Edad Media, ubica este día de una manera incorrecta. Sin embargo es prácticamente imposible en ese período llegar a establecer de una manera correcta cual fue la verdadera fecha porque los judíos tenían los años llamados embolísmicos en los cuales agregaban períodos de tiempo.

Por todas las fases y las disputas que se originaron sobre todo a partir del segundo siglo, nosotros debemos de recomendar al lector el artículo Controversia de la Pascua. Es suficiente aquí decir que una decisión parece haber sido acordada en el Concilio de Nissea, aún cuando ha habido algunas ausencias de información para nosotros (Turner Monumenta Nicaes 152), se cree que ellos determinaron que la Pascua debía ser celebrada el primer domingo después de la primera luna llena que siguiera al equinoccio de primavera. De conformidad con esta norma que ha sido aceptada, el día más temprano del año en donde ocurriría la pascua sería en marzo 22 y el dia mas tardío el de abril 25.

La Natividad de Cristo

Un segundo elemento que contiene fundamentalmente las influencias del calendario cristiano y que es un poco menos primitivo o inicial que las celebraciones de la pascua es lo que se ha llamado el ciclo de la natividad. El origen y la historia de la festividad de Navidad es abordado en un articulo separado y poco es lo que cabe agregar. Debemos de tener por cierto que la festividad de la Natividad de Cristo fue observada en Roma el 25 de diciembre después del año 354.

Fue introducido por San Juan Crisóstomo en Constantinopla y definitivamente adoptado en el año 395; por otra parte la festividad de la Epifanía de 6 de enero, que en un principio también conmemoraba el nacimiento de Jesucristo, tiene una observancia parcial en Clemente de Alejandría (Strom, I,21) . Aunque un reciente descubrimiento de Hipólito para este día (eis ta hogia theophaneia) esta enteramente dedicada al tema del bautismo de Cristo.

Este último hecho es primariamente un aspecto de las festividades de las iglesias orientales pero la festividad de la natividad es de importancia en el calendario no solamente por la importancia de la fecha en si misma, sino por ser una de las más grandes celebraciones del año y porque varios otros días de celebración dependen de ella. Mayoritariamente no hay de manera posterior, un punto de origen de la celebración aunque la misma fue originada en un rango eclesiástico muy alto. Es por lo tanto una suposición y un dato muy cuestionables de la iglesia, que el día exacto del nacimiento de Jesús fuera el 25 de diciembre, nosotros tenemos el día de la circuncisión el primero de enero al octavo día una festividad utilizada con el fin de separar a las gentes que estaban nuevamente conversas de prácticas paganas e idolatras y supersticiosas las cuales tenían lugar o estaban asociadas con el principio del año.

En los misales es frecuentemente titulada la misa de este primer día Ad prohibendum ab idolis, siendo un nombre que concuerda con la designación del espíritu anteriormente dicho. En otros libros de servicios indica que este día correspondía mas bien a una festividad de la Santísima Virgen. Por otra parte, el octavo día antes de la Navidad (18 de diciembre) es mantenido como la festividad de la espera de Nuestra Señora el cual es agregado al calendario romano en el siglo XVII pero representa una vieja festividad española en relación a la virgen María. En los tiempos muy antiguos este día fue designado como de Expecatatio partus.

Nuevamente, cuarenta días después de la Navidad tal y como es el caso de la circuncisión y los datos de la ley judía, nosotros tenemos el día de la presentación en el templo. Esta situación conforme el nombre griego se conocía como Hypapante (hupapante, “la reunión”). Esto fue originalmente tratado como una festividad de Nuestro Salvador más que como una festividad de su Santa Madre. Se trata en todo caso de una conmemoración del nacimiento y probablemente del bautismo de Jesús según se tiene en cuenta de las transformaciones de una festividad mariana que se mencionaba en el c.380 de la peregrinación de Sylvia la dama española Etheria, aunque en Jerusalén se mantenía la fecha 40 días después de la festividad, la cual era conocida como la Epifanía (6 de enero).

Por alguna razón acerca de la cual no tenemos una explicación adecuada, la bendición solemne de las velas y una procesión fueron agregadas a esta festividad, en un período temprano. Se conoció en Inglaterra como el día de las velas y en Francia como la Chandeleur.

La Anunciación o como fue reconocido antiguamente la Concepción de Nuestro Señor parece haber sido ya tratada en el oriente en el siglo VI y de haber sido introducida en Europa Occidental casi inmediatamente después. Su relación con la Navidad es obvia y es posible tal como Duchesne y otros han sugerido, que la encarnación de Nuestro Salvador fuera asignada al 25 de marzo porque este día como lo dice el tertuliano era creído también que era el día de su pasión. Si esto es verdad, el 25 de diciembre habría sido determinado por el 25 de marzo y no a la inversa. Pero lo cierto es que la festividad de Anunciación se comenzó a considerar mucho mas tarde que el de la Navidad.

Aun más tarde en el año hay otra festividad antigua que ya era familiar en los tiempos de San Agustín (Serna, 307-308), la natividad de San Juan el Bautista. El 25 de marzo se calculó por parte de los curas, que Santa Isabel ya tenía 6 meses con el niño, por lo tanto el nacimiento debía haber ocurrido tres meses después. Eso tampoco hubiese dado base para el 24 de junio en lugar del 25 de junio; la primera de las mencionadas es la fecha observada como la del nacimiento del Bautista. De manera que este fechado presenta dificultades porque en el calendario romano tanto el 25 de marzo como el 24 de junio no correspondía a lo que se llamaba como octavo kalendas, es decir el día octavo antes de las calendas del mes siguiente.

Otra festividad es la concepción del Bautista la cual se encuentra en la iglesia griega y en ciertos calendarios Carlovingios con fecha de 24 de septiembre. Esto escasamente necesita mención. Mayormente es interesante para nosotros establecer las condiciones de la festividad de la concepción de nuestra señora y para eso se ofrece el artículo La Inmaculada Concepción .

Días de los Santos

Hay otro elemento que ha sido sustancial en la formación del calendario y es el registro de los días de nacimiento de los santos. Es de recordar que esta palabra nacimiento tiene un significado más allá que el de conmemoración (genethlios, natalis). Ya antes de la edad cristiana varios personajes reales fueron deificados después de su muerte y tenían los días de su nacimiento como observados en festivales. Sin embargo es dudoso que esos días realmente representaron con exactitud las fechas en que habían nacido en este mundo (véase Rohde, Psyche, 3d ed., 1, 235).

Por lo tanto no debemos estar sorprendidos que en un período más bien tardío los libros de la liturgia cristiana tengan frases como natalis calicis para la designación de festividades de los jueves o natalis episcopi, lo cual se refería al día de la consagración del obispo. En todo caso no hay duda de que la misma palabra muchas veces se utilizó en el periodo muy antiguo, para describir también el día en el cual un mártir había muerto.

Muchas veces se explicó que el significado del nacimiento era el hecho de que se nacía a una vida gloriosa en el cielo. Sin embargo es dudoso de que este sea exactamente el término que se dio a los mártires cristianos y que esto era lo que se tenía en mente. No obstante somos afortunados en poseer un registro contemporáneo escrito por Smyrna referente al martirologia de San Policarpo (cerca del año 145). Esto constituye un registro de las fechas judías y paganas que se anticiparon a la situación de los cristianos, y se menciona el recuperar el cuerpo de los mártires como un tesoro precioso al cual se le daba culto. A partir de ello, se iba a instituir la festividad de su nacimiento (genethlios), en su honor.

Aquí tenemos una evidencia concluyente de que los cristianos ya conmemoraban las festividades de los mártires para la primera parte del Siglo II. Probablemente por un largo tiempo estas celebraciones permanecieron siendo locales. Las mismas se ubicaban en los lugares donde los mártires habían sufrido, o donde se conservaban sus restos autorizados por la Santa Sede. Sin embargo se aumentó el número de lugares en los cuales se observaban estas festividades debido a la libre movilización que se tuvo de los restos de los mártires.

Todas las iglesias que poseyeron las reliquias celebraron los “nacimientos” con algun grado de solemnidad y es por ello que podemos ver por ejemplo, a Africa tratando de obtener reconocimiento de Roma y luego contando con los honores de la iglesia. Esto parece ser en breve, la historia de la inclusión de los días de los santos en el calendario. Al principio el numero de tales días era mas bien pequeño y dependía de condiciones más bien locales, y estaban rigurosamente limitados a aquellos que habían compartido la sangre por Cristo.

Más adelante se siguieron agregando nombres de confesores y de obispos en las listas y en un primer tiempo no era muy distinguible cuando los rezos o las oraciones eran para un sirviente de Dios o para Dios mismo, no era tan claro como es hoy en día. Esta delimitación en cuanto a proceso, principió en el siglo IV y aún continúa.

Nuestros Primeros Calendarios

En la medida en que las festividades y los días de los santos se multiplicaron era deseable tener una especie de registro que los indicara. Podemos dividir este tipo de documentos de una manera rápida en dos categorías : los calendarios y la martirologia, ambos oficialmente reconocidos por la iglesia.

Un calendario en un sentido eclesiástico es simplemente una lista de las festividades que son observadas por casos particulares por iglesias, diócesis o países ordenados de acuerdo a las fechas. Un martirologia fue originalmente como su nombre lo indica, un registro de los mártires, pero llego a tener un carácter más general extendiéndose a toda clase de santos y teniendo cobertura en todas las regiones del mundo.

Las entradas que se incluían en el martirologio son independientes del hecho de que existía un culto litúrgico en un lugar específico. Ellos tienen el mismo ordenamiento de los meses y los días que observamos en los calendarios, sin embargo hay en un solo día varios nombres de santos que pueden ser colocados y también se agregan en ocasionan datos de carácter biográfico. Es importante comprender que no podemos hacer una delimitación clara en lo que son los calendarios y la martirologia. Ellos de una manera natural corresponden a versiones de los mismos registros.

Por lo tanto el poema irlandés comúnmente conocido como “Calendar Aengus” es mas propiamente un martirologio y un número de santos asignados a cada día se mantienen independientes de si existe o no un culto litúrgico para ellos. Por otra parte encontramos algunos calendarios en los cuales los espacios en blanco han sido completados con los nombres de personas que han muerto o con nombres de conmemoraciones litúrgicas.

Basados en lo anterior es posible decir que los registros se han convertido a veces en martirologios o necrologios. Desde los tiempos antiguos una valiosa información esta preservada en lo que se llama el “Philocalian Calendar” el cual escasamente merece ser llamado por ese nombre. De hecho no es más que un libro que fue bastante común de un tal Furius Dionysius Philocalus, quien parece haber sido un cristiano interesado en toda clase de información cronológica y que parece haber compilado este libro en el año 354.

Ciertamente hay un calendario en ese volumen pero es más bien una tabla de celebraciones seculares y paganas que no contienen referencias cristianas. El valor del manuscrito de Philocalus para los académicos modernos radica en que contiene lo que se llama el Depositio Martyrum y el Depositio Episcoporum, y estos textos están junto con otras notas más bien casuales. Aprendemos de ello por tanto que un numero considerable de mártires entre los que se tiene a San Pedro y San Pablo y varios papas, tuvieron honores en Roma en sus días, asignados a mediados del siglo IV, mientras que tres mártires africanos Santos, Cipriano, Perpetua y Felicites también se encuentran en esa lista. Las únicas dos festividades fijas que se han mencionado allí son la natividad de Cristo y la fiesta de San Pedro como cabeza de la iglesia (22 de febrero).

Existe también un documento que esta asociado con el Philocalian y que aún tiene influencia en el paganismo y que es “el calendario de Polemius Sylvius” de 448. Su forma de presentación no es muy diferente de un almanaque moderno. Ahí se indican días que están relacionados con el senado y con las celebraciones en el circo y otras festividades paganas como Lupercalia y Terminalia los cuales llegaron a tener un sentido nacional como feriados en todo el imperio.

Conjuntamente con estos registros nosotros también tenemos las festividades cristianas tales como la Navidad, la Epifanía, el 22 de febrero (que extrañamente se caracteriza como de San Pedro y San Pablo; depositio Petri et Pauli) y otros cuatro o cinco días de los santos. Es curioso que estas festividades también sean acompañadas de los natalicios de Virgilio y Cicerón. Relacionado con esto también está el documento de la iglesia del norte de Africa que es comúnmente descrito como el “Calendario de Cartago” y que pertenece a los años finales del siglo VI.

El mismo presenta un considerable número de mártires la mayor parte africanos, pero también incluye alguno de los famosos de Roma como por ejemplo San Sixto, San Lorenzo, San Clemente, Santa Agnes, San Gerbacio y Protasio de Milán, Santa Agata de Sicilia, San Vicente de España y San Felix de Nola en Campania. También encontramos días asignados a algunos de los apóstoles como por ejemplo San Juan el Bautista pero no así festividades de Nuestra Señora. De tiempos mas tempranos (410) data una compilación que se ha preservado en Siria de un original oriental y ariano. Fue primero publicado por un orientalista ingles William Wright y desde entonces ha sido editado por Duchesne y De Rossi en la edición del “Martirologio Hieronymianum” (Acta Sanctorum, Nov., vol. II).

Es muy importante tener en cuenta que el documento de Siria hace una referencia directa o indirecta al martirologio y que también muestra un calendario oriental formado en el siglo IV conteniendo el registro de varios mártires. Entre ellos se tienen los de Nicomedia, Antioquía y Alejandría registros también occidentales como los de Santa Perpetua y Felicitas (7 de marzo) y probablemente los de Sixto, San Pedro y San Pablo conmemorados el 28 de diciembre, lo cual es un error. A San Juan y Santiago el 27 de diciembre, San Esteban el 26 de diciembre lo cual todavía se observa en la actualidad. El mes de diciembre tiene algunos vacíos pero probablemente ahí podemos encontrar la Navidad el 25 de diciembre. La Epifanía s menciona el 6 de enero.

Estrechamente relacionados con ciertos aspectos de los memoriales de la iglesia oriental se tiene al llamado “Martirologio Hieronymianum” el cual ya fue mencionado con anterioridad. Este trabajo a pesar de su nombre no se relaciona directamente con San Jerónimo, muy probablemente en un inicio fue compilado en Gaul del Sur (Duchesne indica Auxerre, Bruno Krusch, Autun) entre los años 592 al 600, en el mismo período en que San Agustín estaba predicando el evangelio a los anglosajones.

Como un documento del tipo martirologio contiene largas listas con nombres obscuros a los cuales se agregan datos topográficos y que luego llega a contener también datos de la martirologia de Bede, Ado, Usuard, etc., que están contenidos en el martirologío romano. El “Hieronymian” también incluye datos biográficos sobre los sujetos. Una discusión completa de este documento pertenece al artículo MARTYRLOGIO. Es suficiente decir aquí que la forma primitiva del Hieronymian no incluye una festividad propia para Nuestra Señora. Aun la purificación del 2 de febrero solamente es referida de una manera indirecta.

Fiestas de Nuestra Señora

Es conveniente observar aquí que las principales festividades de la Virgen Bendita, como la Asunción, la Anunciación y la Navidad, fueron primero celebradas en el oriente. Parece razonable creer basados en unas narraciones apócrifas de Siria, cuando indican “se durmió María la Madre del Señor” se refieren a una celebración de la asunción al cielo que ya era era observada en Siria en el siglo V y que correspondía al día 15 de Agosto (cf. Wright, in Journal of Sacred Literature, N.S., VII, 157).

La Anunciación de nuevo es conmemorada mediante auténticos sermones de Proclus de Constantinopla quien murió en el año 446, mientras que un acuerdo entre los cristianos de Armenia y Etiopía mantuvieron similares festejos. Esto parece haber ocurrido en los primeros tiempos cuando las iglesias esquemáticas rompieron su unidad. En el occidente sin embargo no tenemos detalles definitivos de cuando ocurren las primeras festividades marianas.

Solo conocemos que esos festejos fueron observados con solemnidad en Roma en los tiempos del Papa Sergio I (687 al 701). En España nos sentiríamos seguros siguiendo a Dom G. Morin en el “Lectionary of Silos” que se fecha en el 650, en donde definitivamente se menciona una festividad de Nuestra Señora en tiempos del Advenimiento. En Gaul en los estatutos del Obispo Sonnatius de Reims (614-631) aparentemente se indica la observancia de la Anunciación, de la Asunción, de la Navidad, aunque el periodo de purificación no es mencionado.

Se menciona también aunque no siguiendo un orden cronológico, la festividad de la Inmaculada Concepción. En el oriente encontramos esta festividad que ya era conocida por Juan de Euboea a fines del siglo VIII. Se mantiene como un observación parcial en la iglesia griega el 9 de diciembre. No obstante, cerca del año 1000 encontramos que las festividad está incluida en el calendario del Emperador Basil Porphyrogenitus, a ese tiempo ya era universalmente reconocido el festejo en el oriente. El occidente sin embargo no tardó mucho en quedarse atrás al respecto.

Un dato curioso puede ser encontrado en el calendario irlandés conocido como “Calendar Aengus” (c. 804), en donde la concepción de Nuestra Señora se asigna para el día 3 de mayo (véase Mes de Mayo, 1904, pags. 449-465). Esto probablemente no tenga un significado litúrgico pero el señor Edmund Bishop ha mostrado que en algunos monasterios anglosajones la festividad de la concepción ya era observada el 8 de diciembre con anterioridad al año 1050 (Downside Review, 1886, pags. 107-119).

En Nápoles, bajo la influencia Bizantina, ya había sido largamente conocida esta festividad y aparece el famoso calendario de mármol napolitano del siglo IX en la forma de Conceptio S. Annoe, según el cual, los griegos asignaban el día 9 de diciembre. El reconocimiento de la festividad en occidente parece haber tenido la influencia de un tratado “De Conceptione B. Mariae” atribuido a San Anselmo pero realmente escrito por Eadmer, su discípulo.

Al principio respecto de la concepción de Nuestra Señora se habló de la Inmaculada Concepción pero esta festividad fue agregada más tarde. Para la festividad de la presentación de Nuestra Señora (21 de Noviembre) tuvo origen inicial del oriente, había sido reclamado con fecha del año 700 (véase “Hechos de oriente” V, 193-201, etc.) pero esto no puede ser aceptado sin una verificación completa. Para las otras festividades marianas como la visitación, el rosario, etc. el lector debe referirse a artículos separados. Todas ellas son modernos agregados que se han hecho a los calendarios.

Los Apóstoles y Otros Santos del Nuevo Testamento

Es muy probable que los dos apóstoles San Pedro y San Pablo hayan sufrido el mismo día debido a que la fecha de su festividad aparece el 29 de junio tanto en el “Depositio Martyrum” o el “Philocalian Calendar”. En los tiempos de San Leo (Sermon 84) tal festividad parece haber sido celebrada en Roma con una octava. El martirologio de Siria en el oriente y Polemius Silvius en Gaul, igualmente manifiestan la tendencia a rendir honores a los príncipes del apostolado (Principes Apostolorum) aunque esta ultima conmemoración están más cerca al 28 de diciembre y después se colocó el 22 de febrero.

Esto último generalmente fue conocido como la celebración de Cathedra Petri tambien perteneciente a los tiempos antiguos se tenía la festividad de San Pablo y fue mantenida el 25 de Enero. Respecto a los otros apostoles, San Juan y Santiago aparecen juntos en el martirologia de Siria el 27 de septiembre y aun San Juan todavia retiene ese dia en occidente. Respecto a San Andrés nosotros tenemos una tradición que probablemente es confiable el día que sufrió; se hace una referencia explícita a esto en el “Acta” (cf. Analecta Bollandiana, XIII, 373-378). La festividad se mantiene el 30 de noviembre tanto en el oriente como en el occidente desde períodos muy iniciales.

Los otros apóstoles casi todos aparecen en alguna forma en el “Hieronymian Maryrologium”, y sus festividades gradualmente se han llegado celebrar de manera litúrgica desde antes del Siglo VIII o IX.

La fijación de los días precisos posiblemente fue influenciada por el Brevario que habia circulado de varias maneras, y que daba un rápido recuento de las circunstancias de la muerte de cada uno de los 12 apóstoles. Podrían haber indicaciones de que las festividades habían sido adoptadas en tiempos más remotos en otros calendarios tal como se infiere de Bede, en una homilia realizada con motivo de las festividad de San Mateo. Según esto, la festividad se mantenía en la última parte de septiembre tal y como es en la actualidad. Tal y como fue notado con anterioridad San Juan Bautista tenía mas de una festividad desde los tiempos antiguos.

Además de su natividad el 24 de Junio, dos de los sermones de San Agustín (nos. cccvii, cccviii) están consagrados a la celebración de su martirio (Passio o Decollatio). Similares honores fueron rendidos a San Esteban, el primer martir, más particularmente en el este, a San Gregorio de Niza en la oración funeral de San Basilio la cual fue dicha en Cesarea en Cappadocia en 379. De conformidad con la misma se tiene conocimiento que la festividad se mantuvo tal y como es en la actualidad, el día después de navidad.

Por otra parte el nombre de San José no tiene un lugar completo en el calendario sino hasta tiempos mas recientes. Curiosamente una de las primeras asignaciones que se le hacen ocurre en el “Calendar of Aengus” (c. 804) en la cual aparece la fecha del 19 de marzo.

Ahí se lee “José nombre de un noble, que fue el padre adoptivo de Jesús”. No obstante a pesar de una cita de invocación a San José en el viejo himno irlandés “Sen De” adscrito a San Colman Ua Cluasaigh (c. 622), no podemos llegar a concluir que tenía esta fecha propiamente un culto. Parece probable con base en una literatura apócrifa de los primeros siglos, que ya se rendían honores a San José en Siria, Egipto y en general en oriente, pero no tenemos datos confiables al respecto.

Crecimiento del Calendario

Durante los períodos Merovingios y Carolivingios el número de festivales gradualmente aumentó; quizá muchas de las indicaciones mas seguras que se tienen al respecto, son los registros de los libros de servicio, los sacramentarios, los antifonarios y los leccionarios, pero son difíciles de establecer fechas para ellos. Algunas otras listas son de carácter más definitivo y que accidentalmente han sido preservadas para nosotros y que sería interesante citar.

Existen registros de Perpetuus, Obispo de Tours (461-491) que establecen las principales festividades celebradas con días de vigilia siendo las siguientes: “Natalis Domini; Epifanía, Natalis S. Ioannis (Junio 24); Natalis S. Petri episcoupatus (Febrero 22); Sext. Cal, apr. Resurrectio Domini nostri I. Chr.; Pascha; Dies Ascensionis; Passio S. Ioannis; Natalis SS. apostolorum Petri et Pauli; Natalis S. Martini; Natalis S. Symphoriani (Julio 22), Natalis S. Litorii (Septiembre 13) ; Natalis S. Martini (Noviembre 11); Natalis S. Bricii (Noviembre 13; Natalis S. Hilarii (Enero 13)”; (Mon. Germ. SS. Meroving., I, 445).

Similarmente el obispo Sonnatius de Reims (614-631) establece la siguiente lista de festividades que eran observadas como feriados abssque omnia opere forensi: Nativitas Domini, Circumcisio, Ephiphania, annuntiatio beatae Marie, Resurrectio Domini cum die sequenti, Ascensio Domini, dies Pentecostes, Nativitas deati Ioannis, Baptistae, Nativitas apostolorum Petri et Pauli, Assumptio beatae Mariae, eiusdem Nativitas, Nativitas Andreae apostoli, et onmes dies dominicales.

Durante el transcurso de los Siglos VIII y IX, varios sínodos alemanes establecieron listas de feriados eclesiásticos los cuales debían ser celebrados con descanso del trabajo. En un registro antiguo que se adscribe a San Bonifacio, nosotros encontramos diecinueve de tales días, además de los domingos ordinarios, tres días libres después de la festividad por si misma que eran observados tanto para la Navidad como para la Pascua. En un concilio que se celebró en Aachen en 809 se establecieron veintiún feriados.

Esto incluía la semana de pascua y festividades tales como la de San Martín y San Andrés. En la localidad de Basle en el año 827 la lista fue extendida aún más e incluía las festividades de los apóstoles. En Inglaterra los días que se observaban de esta manera no habían sido tan numerosos al menos al principio, pero al final del Siglo X, muchos agregados fueron hechos mientras que las ordenanzas de los sínodos eran reforzadas por la autoridad real. La lista se componía de cuatro festividades principales que se referían a Nuestra Señora y la conmemoración de San Gregorio el Grande. La observancia de la festividad de San Dunstan fue impuesta un poco más tarde durante el reinado de Cnut.

Tal y como lo indican ciertos documentos, quizá el calendario eclesiástico mas antiguo en el sentido estricto de la palabra, y que aún sobrevive, es el que estuvo en posesión de San Willibrord, apóstol de los frisianos, quien dejó una nota de autógrafo en el año de su consagración como obispo (año 695). El calendario fue probablemente escrito en Inglaterra entre los años 702 y 706. Nunca ha sido impreso y es interesante ver que las entradas del calendario están hechas en el original a mano omitiéndose las interpolaciones que otros hicieron un poco mas tarde. El manuscrito contiene el bastante conocido “Codex Epternacensis”, ahora hay un manuscrito latino 10837, en la biblioteca nacional de París.

ENERO

1 Circuncisión 3 Sta. Genoveva of París 6 Epifanía 13 San Hilario 14 San Felix de Nola 17 San Antonio, el hermitaño 18 San Pedro Preside Roma y la Asunción de Santa María 20 San Sebastián 21 Santa Agnes V. 24 San Babilas, Obispo y Mártir 25 Conversión de San Pablo en Damasco 29 San Valerio, Obispo; y Santa Lucía V. de Treves

FEBRERO

1 Santa Denis, San Policarpo y Santa Brígida V. 2 San Simeon, Patriarca 5 Santa Agatha 6 Santa Amanda 16 Santa Juliana 22 Presidencia de Pedro en Antioquia

MARZO

1 Donato 7 Perpetua y Felícita 12 San Gregorio en Roma 17 San Patricio Obispo de Irlanda 20 San Cuberto, Obispo. 21 San Benedicto, Abad 25 Nuestro Señor es crucificado y Santiago, hermano de Nuestro Señor 27 Resurección de Nuestro Señor

ABRIL

4 San Ambrosio 22 Felipe, Apóstol

MAYO

1 San Felipe, Apóstol 5 La Ascensión del Señor 7 La Santa Cruz 11 Pancracio, Mártir 14 Original fecha para Pentecostés 31 San Maximinio de Treves

JUNIO

2 Erasmo, Mártir 8 Barnabás, Apóstol 9 San Colombo 22 Santiago hijo de Alfeo 24 Nacimiento de Juan Bautista 29 San Pedro y San Pablo en Roma

JULIO

15 San Santiago de Nisibis 26 Santiago, Apóstol, hermano de Juan 26 San Simeon, monje en Siria 29 San. Lupus

AGOSTO

1 Los Macabeos, siete hermanos con su madre 5 San Oswaldo, Rey 6 San Sixto, Obispo 10 San Laurencio, Diácono 13 Hipólito, Mártir 16 (Sic) Santa María 25 San Bartolomé, Apóstol 28 Augustino y Fausto, Obispos 29 Martirio de San Juan el Bautista 31 San Paulino, Obispo de Trier

SEPTIEMBRE

7 Sergio, Papa en Roma 9 (Sic) Natividad de Santa María en Jerusalén 13 Cornelio y Cipriano 15 Santa Eufemia, Mártir 19 Janario, Mártir 21 Mateo, Apóstol 22 Pasión de San Mauricio 24 Concepción de San Juan el Bautista 27 Cosmas y Damian en Jerusalén 29 San Miguel Arcángel

OCTUBRE

1 Remedio y German 4 Sts. Heuwald y Hewald, Mártires 14 Paulino, Obispo en Canterbury 18 Lucas, Evangelista 28 Simón y Judas, Apóstoles 31 San Quintino, Mártir

NOVIEMBRE

10 San Leo, Papa 11 San Martín, Obispo en Tours 22 Santa Cecilia 23 Clemente en Roma 24 Crisógono 30 San Andrés, Apóstol

DICIEMBRE

10 Santa Eulalia y otros setenticuatro 20 San Ignacio, Obispo y Mártir 21 Santo Tomás, Apóstol en India 25 Natividad de Nuestro Señor Jesucristo 26 San Esteban, Mártir 27 Juan, Apóstol y Santiago, su hermano 28 Santos Inocentes 31 San Silvestre, Obispo

Esta lista ilustra bastante bien la selección arbitraria de los santos a ser conmemorados, lo cual es observable en la mayor parte de los calendarios. La mención de la Natividad de Nuestra Señora el 9 de septiembre en lugar del 8, es interesante verla en función de una práctica oriental, referida por el calendario de mármol de Nápoles, el que celebraba también la Concepción de Nuestra Señora el 9 de diciembre.

El aparecimiento de San Januario el 19 de septiembre, es también notorio. La relación entre Inglaterra e Italia en cuanto a conmemoración de los santos ha sido notada sin haber sido adecuadamente explicada (véase Morin, Liber Comicus, apéndice, etc). La ocurrencia de la “Invención de la Cruz”, por parte de la iglesia griega también es algo notable. Es también curioso, la eliminación parcial de la festividad de la Asunción del 16 de agosto (sic) y su aparición el 18 de enero.

En los últimos calendarios anglosajones, los que en un número considerable han sido impresos por Hampson y Piper, ofrecen pocos puntos de interés en relación con lo mencionado anteriormente. Sin embargo una palabra debe ser dicha acerca de la notoriedad de esto último. La métrica del calendario latino que se ha impreso entre los trabajos de Bede, se muestra en referencia a Wilfredo de York, quien murió después de este tiempo, pero que ofrece puntos útiles de comparación con el martirologio genuino de Bede. Este último documento ha sido recuperado hasta nosotros debido a la paciente labor de Dom Quentin (véase Les Martyrologes Historiques, París, 1908, pp. 17-119).

No menos interesante es el martirologio inglés antiguo, editado por la English Text Society, por G. Herzfeld. Este documento aunque no es un calendario, y aunque no incluye las últimas interpolaciones, probablemente refleja el arreglo de un calendario que puede ser anterior al tiempo de Bede . Especialmente notable son las breves referencias a santos como Capuano y del sur de Italia lo cual es un indicativo que se deriva de los antiguos libros de misa, probablemente misales del tipo gelasiano los cuales fueron sustituidos por los sacramentarios gregorianos.

Otro calendario antiguo que posee bastante interés para los estudiantes de habla inglesa es el “Menologium Anglosajon” un corto pero ornamentado poema del Siglo X en el que se describen las principales festividades de cada mes y probablemente tenía la intención de ser uso popular (véase Imelmann, Das altenglische Menologium, p. 40). El principal propósito del escritor es indicado por las siguientes palabras concluyentes :

Nu ge findan magon Haligra tiid, the man healdan sceal, Swa bebugeth gebod geond Brytenricu Sexna Kyninges on thas sylfan tiid (Ahora nosotros podemos encontrar las mareas sagradas las cuales deben ser observadas como mandamientos a través de Bretaña y del rey de los sajones al mismo tiempo)

El uso de calendarios métricos sin embargo, no era de manera alguna peculiar sólo en Inglaterra. El calendario irlandés “Calendar of Aengus” ya se refería a eso y estaba escrito en verso como también lo estuvieron ciertos calendarios latinos impresos por Hampson y que fueron mostrados por el doctor Whitley Stokes, los cuales presentan claros signos de influencia irlandesa. En el continente también existía este tipo de documentos y para poner un ejemplo, nosotros tenemos un calendario elaborado más que un martirologio y que estaba compuesto de 848 hexámetros en latín por Juan Wandelbert de Prum.

Desarrollos Posteriores

La historia de la martirologia más en detalle la cual ha sido trabajada por Dom Quentin, muestra como existían ciertos vacíos. Casi todos los escritores tales como Florus, Do y Usura, quienes emprendieron la tarea de suplementar el martirologio de Bede, trabajaron también con el objeto de referirse a los días que habían sido dejados en blanco.

Nosotros podemos lógicamente inferir que el mismo espíritu debe haber afectado al calendario como un todo. El mero hecho de encontrar espacios en blanco no cabe duda, en mucho casos, fue una tentación para los escribas y escritores en función de llenarlo si es que su erudición era suficiente para tal propósito. Y aunque por largo tiempo estas entradas permanecieron como meras conmemoraciones de papel ellas en el largo plazo provocaron efectos en la liturgia.

Podemos decir que la misma influencia tuvo el trabajo de Alcuin en la tarea de completar los vacíos o las lagunas en el “Sacramentario Gregoriano” más particularmente cuando él proveyó un conjunto completo de misas para los domingos después de Pentecostés. Pero más allá de esto, nosotros tenemos por supuesto que considerar el potente factor que representaron los nuevos intereses devocionales creando festividades tales como las de todos los Santos, todas las almas, la Santísima Trinidad, los varios festivales de los ángeles y notablemente el de San Miguel y muchos más en los tiempos modernos, Corpus Christi, el Sagrado Corazón, las Cinco Vidas, la conmemoración de los varios instrumentos de la pasión, las diferentes invocaciones en las cuales Nuestra Señora es tratada con honores y la duplicación de las festividades que fueron proveídas por las traducciones, las dedicaciones y los eventos milagrosos como por ejemplo la estigmata de San Francisco de Asís o la transfiguración del Corazón de Santa Teresa.

Es necesario también indicar que de una manera más o menos pronunciada los numerosas personas santas que vivieron en la práctica virtudes heroicas, cautivaron e impactaron la imaginación de sus contemporáneos. La piedad de quienes profesaban la fe ha sido testigo de muchas virtudes durante la vida, o aún después de la muerte y se rindieron reverencias por el poder de su intersección con Dios. Esto generó formas que manifestaron devoción y gratitud.

En un primero momento, el reconocimiento de la santidad fue algo más bien local, informal y popular, con lo cual el resultado era que no tenía siempre mucho discernimiento. Más tarde la autoridad de la Santa Sede fue invocada en el sentido de pronunciarse respecto a un grado formal de canonización. No obstante ese sistema por una parte tiende a limitar el número de los santos reconocidos, aunque también ayuda a extender más ampliamente la fama de aquellos cuya historia o cuyos milagros fueron más notorios.

Por lo tanto, al final nosotros encontramos cultos a santos como por ejemplo a Santo Tomás de Canterbury, para tomar un ejemplo en inglés, el cual no se limitó a su propia diócesis o a su propia provincia sino que en un periodo de diez años después de su muerte su nombre encontró un lugar en los calendarios de casi todos los países de Europa. A estas causas debemos agregar el crecimiento de la cultura literaria o la alfabetización entre la gente especialmente después de la invención de la imprenta, y últimamente por algo de no menor influencia como es el carácter cosmopolita de muchas órdenes religiosas.

En donde quiera que los Cistersianos establecieron el nombre de San Bernardo ese santo necesariamente tenía honores. Si nuevamente esta situaciones no formaban parte del Christendom en el cual los frailes habían trabajado, era difícil encontrar que los fieles no habían oído hablar de San Francisco, Santo Domingo, Santa Clara, Santa Catalina de Siena y de muchos otros. Por ello no es algo sorprendente que en los primeros tiempos, el calendario creció con una multitud de nombres y si aún en nuestros días haya quedado algún día vacantante, los mismos no necesariamente preceden o excluyen los feriados oficiales.

Es prácticamente imposible entrar en todos los detalles acerca de la gran variedad de festividades que existen en un artículo como el presente. Todas las celebraciones más importantes son tratadas en artículos separados, por ejemplo: TODOS LOS SANTOS, TODAS LAS ALMAS, CORPUS CHRISTI, etc.

Varias Peculiaridades de los Calendarios

Desde el Siglo IX, se adjuntaba por lo general un calendario a las diferentes clases de libros de servicio, tales como sacramentarios, de salmos, antifonarios y aún en los pontificales. En tiempos más recientes, y especialmente cuando esos libros era impresos, fue escaso el omitirlos antes de los misales, breviarios y de horas. En los calendarios litúrgicos, con los que ahora nos encontramos más familiarizados, encontramos catálogos con las festividades ecleciásticas.

En los calendarios de fechas antiguas existe una gran variedad de información. Tenemos por ejemplo numerosos datos astrológicos que se refieren a equinoccios y solsticios. El sol entra en varios signos del zodíaco, los días de perro, los principios de las estaciones, etc. Estos rasgos son generalmente enfatizados mediante versos escritos en la parte superior o inferior de cada mes, por ejemplo: Procedunt duplices in martis tempore pisces. Ello se refiere a que al principio del mes de marzo, el sol se encuentra en la constelación de Piscis.

Algunas veces, también los versos fueron prefijados con anotaciones astrológicas, por ejemplo, Jani prima dies et septima fine timetur. Lo que se adjudica al primer día del mes de enero. El séptimo, a partir del final era de mala suerte. Debe confesarse que son numerosas las influencias paganas y seculares en los calendarios antiguos.

Una característica curiosa en muchos documentos anglosajones de esta clase es el reconocimiento de varios usos “cópticos” de Oriente. Por ejemplo, en el Misal de Jumieges, cada mes tiene el encabezado con nombres orientales para el correspondiente período, en el caso de abril, para señalar una situación: “Hebr. Nisan; Ægypti Farmuthi; Græc. Xanthicos; Lat. Apr; Sax. Eastermonath;" y más allá el 26 de abril, encontramos la entrada "IX Ægyptior. mensis paschæ." (ejemplo: Pashons).

Como una norma de información, los arreglos “cópticos” de los meses, son aproximadamente correctos. En otras presentaciones se encuentran cuidadosas anotaciones, como por ejemplo en el llamado dies aegyptiaci, del cual se dice que traía mala suerte (véase Chabas, "Le Calendrier des jours fastes et de fastes de l'année égyptienne", pp. 22, 119 y siguientes).

A manera de ornamento, los calendarios más antiguos traían insertos a manera de dos pilares, formando cada uno de ellos especie de columnas en lo escrito. Un diseño a manera de arco coronaba la totalidad. En la Edad Media, encontramos hermosos dibujos de viñedos y elaboraciones delicadas que servían de ilustración en función de la imaginación y de las diferentes estaciones del año.

Una característica que viene desde los tiempos antiguos, pero que ha sobrevidido aún en las ediciones impresas de los calendarios en el Breviario y Misal, es la inserción contra cada día del “Epact” y de la “Carta Dominical”. Esto se refiere a un método muy artificial de cómputo y tiene por finalidad, indicar la ubicación de cada día de la semana en cada determinado año, y más en particular, respecto a las fases o etapas de la luna.

La etapa de la luna, deteminada por ciertos métodos, era leída en voz alta antes del martirologio, cada día durante la recitación pública del Oficio Primo. Cuando el calendario fue reformado por Gregorio XIII, se mantuvieron en sus formas correctas, las características de los viejos métodos y los nombres a los cuales la gente ya se había acostumbrado. Debido a que este sistema de contabilidad de tiempo es anticuado y hay poco interés en él, se recomienda al lector el artículo EPACT o las explicaciones dadas con los calendarios en las copias del Breviario Romano y Misal.

Además de los calendarios eclesiásticos que fueron escritos en los libros de servicios, una práctica que tuvo crecimiento en la Edad Media, fue la compilación de calendarios para uso de los láicos. Esto corresponde a lo que nosotros conocemos en la actualidad como almanaques. En ellos, los elementos astrológicos tienen un papel más importante que en los misales.

Una de las más famosas compilaciones fue conocida como el “Calendario de Bergers”, o el “Calendario de Pastores”. Varias veces fue impreso suntuosamente en París antes del Siglo XV y luego se distribuyó en Inglaterra y Alemania. El tono religioso es muy pronunciado y al mismo tiempo encontramos las más elaboradas direcciones astrológicas en relación a días de suerte e infortunio para ciertas operaciones médicas, particularmente hemorragias, además de prácticas agrícolas, tales como siembra, cosecha, preparación de suelos, prácticas de pastoreo y otras por el estilo.

Es una notoria ilustración del conservadurismo y de mentalidad rústica, que las ediciones del “Calendario de Pastores” fue publicado en Londres hasta ya pasada la mitad del Siglo XVII. El tono esencialmente católico del libro puede ser fácilmente distinguible en sus más pequeños detalles (véase Ecclesiastical Review, julio, 1902, pp. 1-21).

El Calendario Moderno Impuesto por Autoridad

Es posible inferir, con base en lo mencionado con anterioridad, que existía gran divergencia entre los calendarios que se utilizaban a fines de la Edad Media. Esta carencia de uniformidad degeneraba en abuso y era una fuente fértil para confusiones.

Un nuevo calendario se tuvo con base en el Nuevo Breviario y Misal, que se publicó de conformidad con el Concilio de Trento y que vieron la luz pública en 1568 y 1570, respectivamente. Como un fragmento del nuevo código litúrgico, la observancia del nuevo calendario fue obligatorio en todas las iglesias que no pudieron demostrar bases respecto a doscientos años de disfrute de sus costumbres distintivas.

Esta ley que aún continúa en observancia, no previno de que sucesivos pontífices agregaron nuevas festividades. Tampoco fue obstáculo para que muchas Diócesis o iglesias, adoptaran celebraciones locales, para lo cual fue solicitada y adquirida, la solicitud y permiso del papa o de la Congregación de Ritos.

No obstante, aunque fueran agregadas nuevas festividades, los festejos del calendario romano debían ser mantenidos. Se hicieron considerable número de concesiones en este sentido. Es muy raro encontrar una Diócesis cuyo calendario no tenga esas adiciones y no difiera de calendarios de Diócesis o provincias vecinas. La introducción de una nueva festividad o de transferencias, podía ser causa de considerable disturbio.

En las islas británicas -Inglaterra, Irlanda y Escocia- se celebraban un determinado número de santos independientemente una de la otra, a pesar de que el calendario romano también les era común. Este calendario, empero, durante tres siglos, y especialmente durante los pasados treinta años, ha llegado a tener notables modificaciones. Esto ocurre en parte por la introducción de nuevos santos, y también por el cambio de grado de las festividades que ya han sido admitidas.

Una presentación por medio de una tabla lo mostrará con claridad. No se sabe con certeza cual era el significado estricto del término doble. Algunos consideran que se referían a festividades durante las cuales se duplicaba el número de veces el rezo de los salmos. Otros, quizá con mayor probabilidad de certeza, señalan que se referían a las festividades de Roma, antes del Siglo IX, en las cuales era costumbre rezar dos conjuntos de Matinas, una por la observancia del día de la semana, y la otra por el festival.

Tales días fueron conocidos como “dobles”. Sin embargo, una clasificación más elaborada entre dobles y simples pudo muy bien haber tenido lugar en tiempos antiguos. En la actualidad tenemos seis grados: dobles de primera clase, dobles de segunda clase, grandes dobles, dobles, semi-dobles y simples. La siguiente tabla muestra una clasificación basada en las revisiones que se han hecho al Breviario en 1568, 1562, 1631, y 1882. Para fines comparativos se agregan datos de 1907.

1508 1602 1631 Clemente 1882 Urbano 1907 Festividades del Breviario Pío V VIII VIII León XIII Pío X Dobles de 1a. clase 19 19 19 21 23 Dobles de 2a. clase 17 18 18 18 27 Grandes Dobles --- 16 16 24 25 Dobles 53 43 45 128 133 Semidobles 60 68 78 74 72 Totales 149 164 176 275 280

Estas figuras (que incluyen no solamente las festividades fijas, sino también las movibles y las de octavos días) son suficientes para ilustrar la coronación del calendario, lo que tuvo lugar en tiempos recientes. Más aún, se debe recordar que hablando en términos prácticos, las festividades de alto rango fueran “simplificadas”, es decir reducidas en su nivel de conmemoraciones.

Si existiera alguna duda sobre un día ya ocupado, sería “transferido” a un día libre. Esto puede ser encontrado en las últimas etapas del año. Por otro lado, mientras se han incrementado los dobles de primera y de segunda clase, etc. (festa chori), los feriados de obligación (festa chori et fori) han crecido poco, infuenciados por las dificultades de normas civiles en varios países europeos. La Inglaterra de la Pre-Reforma, con sus cuarenta o más feriados o preceptos, no fue más allá en relación con el resto del mundo.

Para tomar solamente un ejemplo que se tiene a la mano, en la Diócesis de Liaegrave, en 1287 (Mansi, Concilia, XXIV, 909) había, además de los domingos, cuarenta y dos festividades en donde no se permitía que la gente trabajara. Por tanto, es escasamente sorprendente que el excesivo número de estos días de festejo fuera incluído en 1523 en el Centrum Gravamina, Cien Lamentos, de la nación alemana. El Papa Urbano VIII en 1642, privó a los obispos del derecho de instituir nuevos feriados ecleciásticos sin el permiso de la Santa Sede, y limitó el número de los mismos a una obligación general de cuarenta y cuatro.

En el Siglo XVIII, bajo la presión de varios gobernantes, en varios países, la lista fue más bien disminuída. Muchas de las que eras festividades con feriado, fueron reducidas al estatuto de festividades de devoción, por ejemplo se abolió la obligación de escuchar misa y de descansar del trabajo, mientras tanto, también las vigilias cesaron en ser observadas como días de ayuno. Pero aún después de las concesiones que Clemente XIV, en 1772, realizó a la Empeatriz María Teresa, dieciocho feriados (festa chori et fori) todavía permanecen en los dominios austríacos.

En Francia, bajo el régimen de Napoleón, el papa se vió forzado a reducir el número de feriados de obligación, hasta que los mismos se redujeron a cuatro: Navidad, Ascensión, Asunción y de Todos los Santos. Para el resto de festividades, otras concesiones fueron hechas por León XII, y sus sucesores. En la actualidad, el número de feriados de obligación en Roma es de dieciocho (siempre excluyendo domingos). Pero solo nueve de ellos son reconocidos como feriados legales por el gobierno italiano. La norma francesa de cuatro festa proecepti prevalece en Bélgica y en Holanda.

En España, Autria y grandes regiones de Alemania, son observados 15 días de festividad, aunque ese número puede variar en diferentes provincias. En Inglaterra, las festividades de obligación son: la Circuncisión, la Epifanía, la Ascensión, Corpus Christi, San Pedro y San Pablo, la Asunción, Todos los Santos y Navidad.

A esa lista se agregan en Irlanda dos festividades más: la Anunciación, y San Patricio; en Escocia una: la festividad de San Andrés. En Estados Unidos se observan sies festividades incluyendo Navidad: Año Nuevo, la Ascensión, la Asunción, Todos los Santos y la Inmaculada Concepción.

Las condiciones deben haber sido difíciles para católicos de países de habla inglesa, en siglos pasados y viviendo bajo penalidades legales. En 1781, y de conformidad con raras y viejas copias del “Laity´s Directory”, se obligaba a guardar cada viernes del año (excepto durante el tiempo pascual) como día de ayuno. Además de esto, había abstinencia los sábados y un buen número de vigilias de ayuno, las cuales fueron substituídas en 1771, por los miércoles y los viernes de Advenimiento.

Los feriados de obligación totalizaron treinticuatro, pero en 1778 fueron reducidos a once. Los demás quedaron siendo observados como festividades de devoción. Por otra parte, el calendario creció por la restauración completa del culto litúrgico de muchos santos ingleses. El primer permiso para ello fue dado por Benedicto XIV en 1749 a requerimiento de su Alteza Real, el Cardenal de York.

Esto fue limitado a una docena de santos, incluyendo San Agustín de Inglaterra y San Jorge, ambos manteniéndose como dobles de primera clase. Sin embargo en 1774, otras concesiones fueron hechas por Clemente XIV. En 1884 la lista fue aún más extendida, y en 1887, con la beatificación de mártires ingleses, se tuvo la ocación de aprobar varios nuevos oficios y misas.

Las Iglesias de Oriente

Es prácticamente imposible entrar aquí en destalle, respecto a los calendarios de varias de las Iglesias Orientales. Para la mayoría de ellas se puede decir que tenían que enfrentar las mismas complicaciones que la Iglesia Occidental, en tanto habían festividades fijas y aquellas que eran al menos parcialmente movibles.

La mayor parte de las festividades se mantenían en los días correspondientes a la Cristiandad Occidental, tales como la Circuncisión, la Epifanía, el Nacimiento de San Juan el Bautista, San Pedro y San Pablo, la Asunsión, la Natividad de la Virgen María, la Exaltación de la Santa Cruz, San Andrés, y la Natividad de Nuestro Señor.

Sin embargo, existen casos en los que la correspondencia no es exacta. Por ejemplo, los griegos mantienen la festividad de la Inmaculada Concepción el 9 de diciembre y no el 8 de diciembre, bajo la denominación de he sullepsis tes theoprometoros Annes (conceptio Annæ aviæ Dei). La celebración de la Cruz es realizada el 3 de mayo; para los griegos el 7 de mayo. Muchas de las festividades de la Iglesia Oriental no se mantienen en los días uniformes que corresponden a la usanza latina.

En muchos casos, las celebraciones continúan luego del día propio de la festividad, pero no toman una semana. Es peculiar que en estos ritos, luego del día festivo, tiene lugar una especie de conmemoración acerca de los personajes más cercanos que se encuentran relacionados. Por tanto, el 3 de febrero, el día después de la festividad de la Purificación, los griegos dan especiales honores a San Simeon y Ana; mientras que el 9 de septiembre, el día despupes de la Natividad de Nuestra Señora, se menciona a San Joaquín y Santa Ana. Otras características excepcionales, algunas de ellas extravagantes, son presentadas en los ritos siríacos, armenios y cópticos.

Sería necesario aquí, llamar la atención a que estas iglesias por lo general asignan un día de cada mes para cultos especiales a Nuestra Bendita Señora. En cuanto a las fiestas movibles, tiene especial interés el principio de la Cuaresma. Conjuntamente con los griegos y otros ritos, el período de la Cuaresma, se dice que comienza la semana antes de la Septuagésima, aunque en este caso se trata de un tiempo de preparación. El sexagésimo domingo es conocido como he kuriake te apokreo (el domingo de abstinencia de la carne). No es que se prohiba el consumo de carne ese día, sino que hasta ese día la carne es permitida.

De manera similar, el siguiente domingo (quinquagésima) es conocido como he kuriake tes turines (el domingo de los quezos) debido a que es hasta ese domingo que se permite comer quezos y huevos. Las festividades movibles en la iglesia griega, no obstante, incluyen otros festejos más allá de aquellos que estrictamente pertenecen al ciclo oriental. El ejemplo más notorio es el de la festividad de Todos los Santos (ton hagion panton) el que se observa el domingo siguiente a Pentecostés, o en otras palabras, en el domingo de la Santísima Trinidad.


Fuente: Thurston, Herbert. "Christian Calendar." The Catholic Encyclopedia. Vol. 3. New York: Robert Appleton Company, 1908. 14 Feb. 2012 <http://www.newadvent.org/cathen/03158a.htm>.

Traducido por Giovanni E. Reyes. rc