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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Lavabo»

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(del latín lavaré)
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(Del latín ''lavābo'', lavaré)
  
La primera palabra del fragmento del Salmo 25 que reza el celebrante de la Misa mientras se lava las manos después del ofertorio, de esta lleva su nombre toda la ceremonia.
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Primera palabra de esa parte del [[Salmos|Salmo]] 26(25) (v. 6-12) dicha por el celebrante de la [[Sacrificio de la Misa|Misa]] mientras se lava las manos después del [[ofertorio]], de la cual lleva su nombre toda la [[ceremonia]].
  
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El principio del lavado de las manos antes de celebrar la [[santidad | santa]] [[liturgia]] ---al principio una precaución práctica obvia de limpieza, luego interpretada también [[simbolismo|simbólicamente]]--- sucede naturalmente en todos los [[ritos]].  En los ritos orientales esto se hace al principio como parte de la vestidura; generalmente va acompañado por el mismo fragmento del Salmo 26(25) (v. 6-12), que se reza en Occidente posterior al ofertorio.  Pero en las [[Constituciones Apostólicas]], VIII, 11, las manos del celebrante se lavan justo antes de la despedida de los [[catecúmeno]]s (Brightman, 13), en los ritos siríaco y copto se lavan después del [[credo]] (ib., 82 y 162).  [[San Cirilo de Jerusalén]] también menciona un lavado que se hace en presencia de las [[persona]]s (Cat. Mis., V).  Así, también, en el [[rito romano]] el celebrante se lava las manos antes de vestirse, pero con otra [[oración]] (“Da, Domine, virtutem”, etc., en el [[misal]] entre las “Orationes ante Missam”).  En [[Roma]], la razón del segundo lavado durante la Misa sin lugar a [[duda]]s fue su [[necesidad]] especial debido a la larga ceremonia de recibir las hogazas y recipientes de vinos de parte de la gente durante el ofertorio (todo lo cual está ausente en los ritos Orientales). 
  
El principio del lavado de las manos antes de celebrar la Santa Liturgia, es primeramente una obvia precaución práctica de limpieza también interpretada simbólicamente, sucede naturalmente en todos los ritos.  En los ritos orientales esto se hace al principio como parte de la vestidura; generalmente acompañada por el mismo fragmento del Salmo 25, versos 6-12, que se reza en el occidente posterior al ofertorio.  En la Constitución Apostólica, VIII, 11, las manos del celebrante se lavan justo antes de la despedida de los catecúmenos (Brightman, 13), en los ritos siríaco y copto se lavan después del Credo (ib. , 82 y 162).  Cirilo de Jerusalén también menciona un lavado que se hace en presencia de las personas (Cat. Myst., v).  También, en el rito romano el celebrante se lava las manos antes de la vestidura, pero con otra oración (“Da Domine, viertutem, etc.”, en el Misal entre las “Orationes ante Misam”).  En Roma, durante la Misa, la razón del segundo lavado sin lugar a dudas fue su necesidad especial debido a la larga ceremonia recibiendo hogazas y recipientes de vinos de parte de la gente durante el ofertorio (todo esto ausente en los ritos Orientales).  Las primeras ordenes romanas describen un lavado general de las manos por el celebrante y diáconos inmediatamente después que han recibido y llevado las ofrendas al altar (“Ordo Rom. I, 14; Orden de San Amando, en Duquense, “Origenes du Culte”, 443, etc.; en el “St Amand Ordo” el Pontífice se lava las manos antes y después del ofertorio).  Aún no hay mención de recitación de salmo u oración alguna.  En el rito gálico las ofrendas se preparaban antes de la Misa, como en Oriente; por ende no había ofertorio ni oportunidad para el posterior lavabo.  En Milán hay un ofertorio tomado de Roma, pero no hay lavado de manos en este momento, la liturgia mozárabe también tiene un ofertorio romanizante y un lavado pero sin oraciones (“Missale Mixtum”, P.L., LXXXV, 538).  En la Edad Media el rito romano tenía dos lavados de manos en el ofertorioUno antes, mientras el diácono esparcía los corporales en el altar y otro inmediatamente después de la incensación después del ofertorio (“Durandus Rationale”, IV, 28; Benedicto XIV, “De SS. Missæ Sacrif.”, II, 11).  El primero de ambos ha desaparecido.  El segundo se acompañaba con los versos 6-12 del Salmo 25.  Este salmo es inicialmente mencionado por los comentaristas medievales (e.g. Durandus, loc. Cit.).  No hay duda que fue recitado desde muy temprano como una devoción según la ocasión.  Hemos notado que este acompaña el lavado previo a la Liturgia en el rito bizantino. Benedicto XIV apunta que tan tarde como en su tiempo, siglo XVIII, “en algunas Iglesias solo se recitan algunos versos” (loc. Cit.), aunque el Misal requiere que todos los versos (es decir del verso 6 hasta el fin) sean recitados.  Cirilo de Jerusalén (loc. Cit.), ya explica el lavarse como un símbolo de pureza del alma; todos los escritores medievales (Durandus, loc. cit.; Santo Tomas de Aquino, “Suma Theol.”, III, Q. lxxxiii, art. 5, ad lum; etc.), insisten en esta idea.
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El primer [[Ordines Romani]] describe un lavado general de las manos por el celebrante y los [[diáconos]] inmediatamente después que han recibido y llevado las [[ofrendas]] al altar (“Ordo Rom. I, 14; “Ordo de San Amando”, en Duchesne, “Origines du Culte”, 443, etc.; en el “Ordo de San Amando” el pontífice se lava las manos antes y después del ofertorio).  Aún no hay mención de recitación de salmo u oración alguna dicha en ese momento.  En el [[rito galicano]] las ofrendas se preparaban antes de que comenzara la Misa, como en Oriente; por ende no había ofertorio ni oportunidad para el posterior lavabo.  En [[Milán]] hay un ofertorio tomado de Roma, pero no hay lavado de manos en ese momento; la liturgia mozárabe también tiene un ofertorio romanizante y un lavado pero sin oraciones (“Missale Mixtum”, P.L., LXXXV, 538).  En la [[Edad Media]] el rito romano tenía dos lavados de manos en el ofertorio: Uno justo antes, mientras el diácono extendía el [[corporal]] sobre el [[altar]] y otro inmediatamente después de la incensación que sigue al ofertorio ([[Guillermo Durando|Durando]] “Rationale”, IV, 28; [[Papa Benedicto XIV|Benedicto XIV]], “De SS. Missæ Sacrif.”, II, 11).  El primero de éstos ha desaparecido.  El segundo se acompañaba con los versos 6-12 del Salmo 26(25)Los [[comentarios a la Biblia|comentadores]] medievales son los primeros en mencionar este salmo (e.g. Durando, loc. cit.).  No hay duda se dijo desde [[tiempo]]s muy antiguos como una [[devoción]] privada obviamente adecuado para la ocasión.  Hemos notado que acompaña el lavado previo a la liturgia en el [[rito bizantino]].   Benedicto XIV apunta que tan tarde como en su tiempo (siglo XVIII) “en algunas Iglesias solo se recitan algunos versos” (loc. cit.), aunque el Misal requiere que se reciten todos (es decir del verso 6 hasta el fin) sean recitados.  [[San Cirilo de Jerusalén]] (loc. cit.), ya explica el lavarse como un símbolo de pureza del [[alma]]; todos los escritores medievales (Durando, loc. cit.; [[Santo Tomás de Aquino|Santo Tomás]], “Suma Theol.”, III, Q. LXXXIII, art. 5, ad lum; etc.), insisten en esta [[idea]].
  
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La regla actual es la siguiente: en una [[Sacrificio de la Misa|Misa]] mayor (o cantada), tan pronto el celebrante ha incensado el [[altar]] y a sí mismo en el lado de la [[epístola]], permanece allí mientras los [[acólito]]s, que deben estar esperando al lado de la [[credencia]], le lavan sus manos.  El primer acólito echa agua de la [[vinajera]] sobre los dedos del celebrante hacia el pequeño plato, el segundo le provee un paño para secarse los dedos.  Mientras tanto, el celebrante recita: “Lavabo inter innocentes”, etc., hasta el fin del salmo, con un “Gloria al Padre” y “Sicut erat”.  El [[Gloria in Excelsis Deo|Gloria]] se omite en las Misas por los difuntos y en las Misas ''de tempore'' desde el [[Domingo de Pasión]] hasta el [[Sábado Santo]] exclusivamente ("Ritus celebrandi", VII, 6, en el Misal).  Un [[obispo]] en una Misa mayor utiliza la “preciosa” [[mitra]] '' (mitra pretiosa'') mientras es incensado y lava sus manos (Cærim. Episc., II, 8, 64); en este caso se utiliza normalmente una jarra de plata más grande y una [[uso eclesiástico de las jofainas|jofaina]], pero el “[[Caeremoniale Episcoporum]]” no las menciona.  En Misas menores, ya que no hay incienso, el celebrante va al lado de la epístola y se lava las manos, de la misma manera inmediatamente después de la [[oración]] “Veni sanctificator”.  Para su conveniencia la [[tarjetas de altar|tarjeta de altar]] contiene la oración dicha cuando se [[bendición|bendice]] el [[agua bendita|agua]] antes de ponerla en el [[cáliz]] (“Deus qui humanæ substantiæ”) y los versos “Lavabo”, etc.
  
La regla actual es la siguiente: en una Misa mayor (o cantada), luego del ofertorio, tan pronto como el celebrante haya hecho la incensación del altar y de sí mismo en el epistolario, permanece hasta que sus manos hayan sido lavadas por los acólitos que deben de estar esperando en la mesa de credencia.  El primer acólito echa agua del contenedor sobre los dedos del celebrante hacia el pequeño plato, el segundo le provee un paño para secarse los dedos.  Mientras tanto, el celebrante recita: “Lavabo inter inocentes”, etc., hasta el fin del salmo, con un “Gloria al Padre” y “Sicut erat”.  El Gloria no se utiliza en las misas para los difuntos y en misas de tempore desde el Domingo de Ramos hasta el Sábado de Gloria exclusivamente (“Ritus celebrandi”, VII, 6, en el Misal).  Un Obispo en una Misa mayor utiliza la “preciosa” mitra (mitra pretiosa) durante su incensación y lava sus manos (Cærim. Episc., II, 8, 64): en este caso unas vasijas de plata más grandes son normalmente utilizadas, pero el “Cærimoniale Episcoporum” no lo menciona.  En misas menores, ya que no hay incienso, el celebrante va al lado del epistolario y se lava las manos de la misma manera inmediatamente después de la oración “Veni sanctificator”.  Para su conveniencia el ambón (tipo de atril fijo), contiene las oraciones recitadas cuando se bendice el agua antes de añadirse al cáliz (“Deus qui humanæ substantiæ”) y los versos “Lavabo”, etc.
 
  
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'''Bibliografía''':  GIHR, "Das heilige Messopfer" (Friburgo im Br., 1897), 502-05; BENEDICT XIV, "De SS. Missæ Sacrificio", II, 11 (ed. SCHNEIDER, Maguncia, 1879, pp. 146-48); DURANDO, "Rationale divinorum officiorum", IV, 28, DE HERDT, "S. Liturgiæ praxis", I (9th ed., Lovaina, 1894), 307-08; 464-64; DUCHESNE, "Origines du Culte chretien" (París, 1898), 167, 443.
  
GIHR, "Das heilige Messopfer" (Freiburg im Br., 1897), 502-05; BENEDICT XIV, "De SS. Missæ Sacrificio", II, 11 (ed. SCHNEIDER, Mainz, 1879, pp. 146-48); DURANDUS, "Rationale divinorum officiorum", IV, 28, DE HERDT, "S. Liturgiæ praxis", I (9th ed., Louvain, 1894), 307-08; 464-64; DUCHESNE, "Origines du Culte chretien" (Paris, 1898), 167, 443.  
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'''Fuente''':  Fortescue, Adrian. "Lavabo." The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/09044b.htm>.
  
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Traducido por Anónimo de Borinquen.  rc
 
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ADRIAN FORTESCUE
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Transcrito por Tony de Melo
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Traducido por Anónimo de Borinquen
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Revisión de 07:07 21 oct 2010

(Del latín lavābo, lavaré)

Primera palabra de esa parte del Salmo 26(25) (v. 6-12) dicha por el celebrante de la Misa mientras se lava las manos después del ofertorio, de la cual lleva su nombre toda la ceremonia.

El principio del lavado de las manos antes de celebrar la santa liturgia ---al principio una precaución práctica obvia de limpieza, luego interpretada también simbólicamente--- sucede naturalmente en todos los ritos. En los ritos orientales esto se hace al principio como parte de la vestidura; generalmente va acompañado por el mismo fragmento del Salmo 26(25) (v. 6-12), que se reza en Occidente posterior al ofertorio. Pero en las Constituciones Apostólicas, VIII, 11, las manos del celebrante se lavan justo antes de la despedida de los catecúmenos (Brightman, 13), en los ritos siríaco y copto se lavan después del credo (ib., 82 y 162). San Cirilo de Jerusalén también menciona un lavado que se hace en presencia de las personas (Cat. Mis., V). Así, también, en el rito romano el celebrante se lava las manos antes de vestirse, pero con otra oración (“Da, Domine, virtutem”, etc., en el misal entre las “Orationes ante Missam”). En Roma, la razón del segundo lavado durante la Misa sin lugar a dudas fue su necesidad especial debido a la larga ceremonia de recibir las hogazas y recipientes de vinos de parte de la gente durante el ofertorio (todo lo cual está ausente en los ritos Orientales).

El primer Ordines Romani describe un lavado general de las manos por el celebrante y los diáconos inmediatamente después que han recibido y llevado las ofrendas al altar (“Ordo Rom. I, 14; “Ordo de San Amando”, en Duchesne, “Origines du Culte”, 443, etc.; en el “Ordo de San Amando” el pontífice se lava las manos antes y después del ofertorio). Aún no hay mención de recitación de salmo u oración alguna dicha en ese momento. En el rito galicano las ofrendas se preparaban antes de que comenzara la Misa, como en Oriente; por ende no había ofertorio ni oportunidad para el posterior lavabo. En Milán hay un ofertorio tomado de Roma, pero no hay lavado de manos en ese momento; la liturgia mozárabe también tiene un ofertorio romanizante y un lavado pero sin oraciones (“Missale Mixtum”, P.L., LXXXV, 538). En la Edad Media el rito romano tenía dos lavados de manos en el ofertorio: Uno justo antes, mientras el diácono extendía el corporal sobre el altar y otro inmediatamente después de la incensación que sigue al ofertorio (Durando “Rationale”, IV, 28; Benedicto XIV, “De SS. Missæ Sacrif.”, II, 11). El primero de éstos ha desaparecido. El segundo se acompañaba con los versos 6-12 del Salmo 26(25). Los comentadores medievales son los primeros en mencionar este salmo (e.g. Durando, loc. cit.). No hay duda se dijo desde tiempos muy antiguos como una devoción privada obviamente adecuado para la ocasión. Hemos notado que acompaña el lavado previo a la liturgia en el rito bizantino. Benedicto XIV apunta que tan tarde como en su tiempo (siglo XVIII) “en algunas Iglesias solo se recitan algunos versos” (loc. cit.), aunque el Misal requiere que se reciten todos (es decir del verso 6 hasta el fin) sean recitados. San Cirilo de Jerusalén (loc. cit.), ya explica el lavarse como un símbolo de pureza del alma; todos los escritores medievales (Durando, loc. cit.; Santo Tomás, “Suma Theol.”, III, Q. LXXXIII, art. 5, ad lum; etc.), insisten en esta idea.

La regla actual es la siguiente: en una Misa mayor (o cantada), tan pronto el celebrante ha incensado el altar y a sí mismo en el lado de la epístola, permanece allí mientras los acólitos, que deben estar esperando al lado de la credencia, le lavan sus manos. El primer acólito echa agua de la vinajera sobre los dedos del celebrante hacia el pequeño plato, el segundo le provee un paño para secarse los dedos. Mientras tanto, el celebrante recita: “Lavabo inter innocentes”, etc., hasta el fin del salmo, con un “Gloria al Padre” y “Sicut erat”. El Gloria se omite en las Misas por los difuntos y en las Misas de tempore desde el Domingo de Pasión hasta el Sábado Santo exclusivamente ("Ritus celebrandi", VII, 6, en el Misal). Un obispo en una Misa mayor utiliza la “preciosa” mitra (mitra pretiosa) mientras es incensado y lava sus manos (Cærim. Episc., II, 8, 64); en este caso se utiliza normalmente una jarra de plata más grande y una jofaina, pero el “Caeremoniale Episcoporum” no las menciona. En Misas menores, ya que no hay incienso, el celebrante va al lado de la epístola y se lava las manos, de la misma manera inmediatamente después de la oración “Veni sanctificator”. Para su conveniencia la tarjeta de altar contiene la oración dicha cuando se bendice el agua antes de ponerla en el cáliz (“Deus qui humanæ substantiæ”) y los versos “Lavabo”, etc.


Bibliografía: GIHR, "Das heilige Messopfer" (Friburgo im Br., 1897), 502-05; BENEDICT XIV, "De SS. Missæ Sacrificio", II, 11 (ed. SCHNEIDER, Maguncia, 1879, pp. 146-48); DURANDO, "Rationale divinorum officiorum", IV, 28, DE HERDT, "S. Liturgiæ praxis", I (9th ed., Lovaina, 1894), 307-08; 464-64; DUCHESNE, "Origines du Culte chretien" (París, 1898), 167, 443.

Fuente: Fortescue, Adrian. "Lavabo." The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/09044b.htm>.

Traducido por Anónimo de Borinquen. rc