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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Guerra»

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El [[derecho]] de guerra es el derecho de un [[Iglesia y Estado |estado]] soberano a librar una contienda armada contra otro, y es en su análisis un ejemplo del poder [[moral]] general de coacción, es decir, a hacer uso de la fuerza física para conservar sus derechos inviolables.  Todo derecho perfecto, es decir, todo derecho que imponga a los demás una [[obligación]] en [[justicia]] de deferencia a él, para ser eficaz, y por lo tanto un poder [[verdad]]ero y no ilusorio, lleva consigo en el último recurso el derecho subsidiario de la coacción.  Un derecho perfecto, entonces, implica el derecho a la fuerza física para defenderse contra la infracción, para recuperar el objeto de derecho [[injusticia |injustamente]] retenido o para exigir su equivalente, y para infligir daño en el ejercicio de esta coerción donde sea, como es casi universalmente el caso, la coerción no puede ejercerse eficazmente sin tal daño.
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Las limitaciones de este [[derecho]] coercitivo son:  que su ejercicio sea necesario y que el daño no sea infligido excesivamente  —en primer lugar por [[necesidad]] y en segundo lugar en proporción con el objeto de derecho en cuestión.  Por otra parte, en las comunidades civiles el ejercicio de la coacción se limita a la [[Autoridad Civil |autoridad]] pública debido a que tal restricción es una necesidad del [[bien]] común.    De igual manera, se reserva a la autoridad pública el uso de la fuerza más allá de la región de defensa y reparación, es decir, para la imposición de castigo para restaurar el equilibrio de la [[justicia]] retributiva por compensación por la mera violación de la [[ley]] y la justicia, así como para garantizar la seguridad futura de ella, debido a que el [[Iglesia y Estado |Estado]] es el guardián natural de la ley y el orden, y  —al ser la [[naturaleza]] [[hombre |humana]] lo que es— el permitir al [[Individuo, Individualidad |individuo]], incluso en cuestión de ofensa [[persona]]l, que sea [[testigo]], juez y verdugo a la vez sería una fuente de [[injusticia]] más que de reajuste equitativo.
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Ahora bien, el [[Iglesia y Estado |Estado]] tiene [[derecho]]s corporativos propios que son perfectos; también tiene el [[deber]] de defender los derechos de sus ciudadanos; en consecuencia, tiene el derecho de coerción en la salvaguarda de sus propios derechos y los de sus ciudadanos en caso de amenaza o violación del extranjero, así como del país, no sólo contra [[Individuo, Individualidad |individuos]] extranjeros, sino también contra Estados extranjeros.  De lo contrario el deber antes indicado sería imposible de cumplir; los derechos corporativos del Estado serían ineficaces, mientras que los derechos individuales de los ciudadanos estarían a merced del mundo exterior.  Es [[verdad |cierto]] que la presión de tal coerción se puede aplicar en ciertas circunstancias sin que ambas partes lleguen al extremo de un conflicto nacional completo; pero cuando éste surge, como comúnmente lo hace, tenemos la guerra pura y simple, incluso como la primera aplicación de fuerza es la guerra inicial. 
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La [[filosofía]] [[católico |católica]], por lo tanto, le concede al [[Iglesia y Estado |Estado]] el [[derecho]] natural de guerra, ya sea defensivo, como en el caso del ataque en masa de otro contra él; ofensivo (más propiamente coercitivo), donde ve la [[necesidad]] de tomar la iniciativa en la aplicación de la fuerza; o punitivo, para infligir castigo por el [[[mal]] hecho contra sí mismo o, en determinados casos, contra otros.  El [[Derecho Internacional |derecho internacional]] ve con suspicacia el derecho de guerra punitivo; pero, aunque está abierto al abuso, no se puede disputar su existencia original bajo el [[Derecho Natural |derecho natural]].
  
 
==Fuente del Derecho de Guerra==
 
==Fuente del Derecho de Guerra==

Revisión de 10:49 3 may 2020

Definición

Guerra en su sentido jurídico, es una contienda llevada a cabo por medio de las armas entre Estados soberanos, o comunidades que tienen el derecho de los Estados a este respecto. El término se utiliza a menudo para la lucha civil, sedición, rebelión propiamente dicha, o incluso para cuando el Estado intenta derrotar por la fuerza a los cuerpos organizados de bandidos, y de hecho no hay otra palabra adecuada para la lucha como tal; pero como estos no están jurídicamente en la misma clase con las disputas de fuerza entre Estados soberanos, el jurista no puede usar el término con ese significado.

Sin embargo, un pueblo en revolución, en el raro caso de un esfuerzo por restablecer el gobierno civil que prácticamente haya desaparecido de la comunidad excepto en nombre, o para vitalizar los derechos constitucionales residual o específicamente reservados al pueblo, se acepta que está en igual caso jurídico que un Estado, en la medida en que protege sus derechos fundamentales por la fuerza de las armas. Grote insistió que la guerra era una condición más o menos continua de conflicto entre los contendientes por la fuerza, y así lo es ciertamente; pero incluso Grote, cuando trató de determinar las bases de bien y mal en tal condición, necesariamente retrotrajo la cuestión al derecho a los actos de fuerza en cualquiera de las partes contendientes, y así justificó la definición jurídica más aceptada de una disputa armada entre Estados contendientes. Se habla de la condición jurídica de los contendientes a la guerra como de un estado de beligerancia, mientras que el término guerra se aplica con mayor propiedad a la serie de actos de fuerza hostiles ejercidos en la disputa. Para presentar aquí la posición de la filosofía católica en este sentido, será conveniente discutir en secuencia los siguientes temas, de los cuales podremos adquirir la idea de una guerra justa:

Existencia del Derecho de Guerra

El derecho de guerra es el derecho de un estado soberano a librar una contienda armada contra otro, y es en su análisis un ejemplo del poder moral general de coacción, es decir, a hacer uso de la fuerza física para conservar sus derechos inviolables. Todo derecho perfecto, es decir, todo derecho que imponga a los demás una obligación en justicia de deferencia a él, para ser eficaz, y por lo tanto un poder verdadero y no ilusorio, lleva consigo en el último recurso el derecho subsidiario de la coacción. Un derecho perfecto, entonces, implica el derecho a la fuerza física para defenderse contra la infracción, para recuperar el objeto de derecho injustamente retenido o para exigir su equivalente, y para infligir daño en el ejercicio de esta coerción donde sea, como es casi universalmente el caso, la coerción no puede ejercerse eficazmente sin tal daño.

Las limitaciones de este derecho coercitivo son: que su ejercicio sea necesario y que el daño no sea infligido excesivamente —en primer lugar por necesidad y en segundo lugar en proporción con el objeto de derecho en cuestión. Por otra parte, en las comunidades civiles el ejercicio de la coacción se limita a la autoridad pública debido a que tal restricción es una necesidad del bien común. De igual manera, se reserva a la autoridad pública el uso de la fuerza más allá de la región de defensa y reparación, es decir, para la imposición de castigo para restaurar el equilibrio de la justicia retributiva por compensación por la mera violación de la ley y la justicia, así como para garantizar la seguridad futura de ella, debido a que el Estado es el guardián natural de la ley y el orden, y —al ser la naturaleza humana lo que es— el permitir al individuo, incluso en cuestión de ofensa personal, que sea testigo, juez y verdugo a la vez sería una fuente de injusticia más que de reajuste equitativo.

Ahora bien, el Estado tiene derechos corporativos propios que son perfectos; también tiene el deber de defender los derechos de sus ciudadanos; en consecuencia, tiene el derecho de coerción en la salvaguarda de sus propios derechos y los de sus ciudadanos en caso de amenaza o violación del extranjero, así como del país, no sólo contra individuos extranjeros, sino también contra Estados extranjeros. De lo contrario el deber antes indicado sería imposible de cumplir; los derechos corporativos del Estado serían ineficaces, mientras que los derechos individuales de los ciudadanos estarían a merced del mundo exterior. Es cierto que la presión de tal coerción se puede aplicar en ciertas circunstancias sin que ambas partes lleguen al extremo de un conflicto nacional completo; pero cuando éste surge, como comúnmente lo hace, tenemos la guerra pura y simple, incluso como la primera aplicación de fuerza es la guerra inicial.

La filosofía católica, por lo tanto, le concede al Estado el derecho natural de guerra, ya sea defensivo, como en el caso del ataque en masa de otro contra él; ofensivo (más propiamente coercitivo), donde ve la necesidad de tomar la iniciativa en la aplicación de la fuerza; o punitivo, para infligir castigo por el [[[mal]] hecho contra sí mismo o, en determinados casos, contra otros. El derecho internacional ve con suspicacia el derecho de guerra punitivo; pero, aunque está abierto al abuso, no se puede disputar su existencia original bajo el derecho natural.

Fuente del Derecho de Guerra

Poseedor del Derecho de Guerra

Causa y Propósito de la Guerra

Materia del Derecho de Guerra

Término del Derecho de Guerra

Bibliografía: SANTO THOMAS, Summa Theologica (RomA, 1894), II-II, 40 y 108; SUAREZ, De caritate (París, 1861), XIII; BELLARMINO, De laicis (Nápoles, 1862), III, 4 y 6; MOLINA, De justitia et jure (Colonia, 1752), XCIX; GROTE, De jure belli et pacis (s.d., 1719); COSTA-ROSSETTI, Philosophia moralis (Innsbruck, 1886); CASTELFIN, Philosophia moralis (Bruselas, 1899); LAWRENCE, Principles of International Law (Boston, 1909).

Fuente: Macksey, Charles. "War." The Catholic Encyclopedia. Vol. 15, págs. 546-550. New York: Robert Appleton Company, 1912. 2 mayo 2020 <http://www.newadvent.org/cathen/15546c.htm>.

Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina