Diferencia entre revisiones de «Sinópticos»
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+ | Todos los intentos de asignar la causa de las semejanzas y diferencias de los primeros tres Evangelios admiten ser clasificadas bajo tres categorías generales, según se han explicado los sinópticos, apelando a (a) la tradición oral, (b), dependencia mutua, o (c) a documentos antiguos. | ||
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+ | La hipótesis de la tradición oral implica que antes de que surgieran nuestros [[Evangelios]] no había registros escritos del ministerio de [[Jesucristo|Cristo]], o al menos ninguno que fuese utilizado por los sinoptistas. Afirma que estos [[evangelista]]s sacaron los relatos de dichos y hechos de Jesús que los [[testigo]]s oculares de su vida pública transmitieron oralmente, y que poco a poco asumió un mayor o menor grado de fijeza con la repetición constante. Según esta teoría, las semejanzas entre los tres primeros Evangelios se pueden explicar fácilmente. Las secciones comunes a todos se explican por un ciclo de enseñanza probablemente formado en [[Jerusalén]], realmente compuesta de los incidentes y discursos relacionados con la vida de Cristo desde su [[bautismo]] por [[San Juan el Bautista|Juan]] hasta la [[Ascensión]] (cf. [[Hechos de los Apóstoles|Hch.]] 1,21-22), y fielmente conservados respecto al orden y el idioma por la adiestrada retentiva de la [[memoria]] oriental. De igual manera, las diferencias de los evangelios sinópticos son fáciles de explicar. Las secciones se encuentran sólo en dos, o uno, de los Evangelios, porque el vínculo que se establece entre las narrativas era a veces modificado para adaptarse a los diversos círculos de oyentes, y otras diferencias en orden o redacción se deben ya sea a variaciones previas en la tradición oral o a la iniciativa personal de los diversos evangelistas que la pusieron por escrito. | ||
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+ | Esta teoría de un evangelio oral, transmitido por todas partes en forma muy similar, fue enunciada por [[Herder]], y elaborada principalmente por Gieseler y A. Wright. Con diferencias de detalle, ha sido aceptado por un gran número de los [[exégesis bíblica|exégetas]] [[católico]]s (Schegg, Haneberg, Friedlieb, [[Franz Philip Kaulen|Kaulen]], [[Karl Josef Rudolph Cornely|Cornely]], Knabenbauer, Meignan, Fillion, [[Constant Fouard|Fouard]], [[Emile-Paul-Constant-Ange Le Camus|Le Camus]], Felten), y por muchos estudiosos [[protestantismo|protestantes]] (Credner, Guericke, De Wette, Ebrard, Lange, Hase, Wetzel, Thompson, Westcott, Godet, etc.). Sin [[duda]], apunta a la ''vera causa'' de la propagación del Evangelio, y no puede ser totalmente excluida en un esfuerzo por explicar el origen de nuestros registros escritos de la vida de Cristo. Una de sus pretensiones de aceptación es que prescinde de la inconveniente suposición de que cualquiera de los evangelistas hizo uso al por mayor en su propio Evangelio de registros escritos compuesto por otros, y sin embargo no los reprodujeron con mayor fidelidad. También se apela a favor de esta teoría, a su simplicidad, y su aptitud para explicar las semejanzas y las diferencias que presentan los Evangelios Sinópticos. | ||
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+ | Sin embargo, la hipótesis de la tradición oral por sí misma no puede considerarse como una solución adecuada al problema sinóptico. En primer lugar, no explica satisfactoriamente la selección del material incluido en nuestros primeros tres Evangelios. La tradición oral había conservado, sin duda, mucho más que el registro sinóptico, y los evangelistas estaban plenamente conscientes de ello ([[Evangelio según San Mateo|Mt.]] 11,21; 23,37; [[Evangelio según San Lucas|Lc.]] 10,13; [[Evangelio según San Juan|Jn.]] 21,25, etc); ¿de donde entonces viene que el marco de la narración sinóptica es prácticamente el mismo en todos los tres primeros Evangelios, que consiste en gran parte de los mismos hechos y los mismos discursos, y no relata el ministerio de Jesús en Jerusalén, es decir, de su ministerio en el mismo lugar donde se supone generalmente que se formó la tradición oral? | ||
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+ | En segundo lugar, la hipótesis de la tradición oral no explica la identidad general del orden perceptible en los sinópticos. El orden de [[San Marcos]] es, como parece, el orden fundamental, y difícilmente puede decirse que fue conocido simplemente como una tradición oral de [[San Mateo]] y San Lucas, de otro modo la secuencia de sus secciones, cuando estos dos evangelistas hicieron las adiciones, no habría quedado tan poco alterado como quedó. Una y otra vez, el hilo del orden común que se reanuda en el punto en que había quedado. En el supuesto de una fuente escrita a la que recurrieron San Mateo y San Lucas ha, esto es bastante natural. Pero si dependieron de la [[memoria]], el efecto natural del funcionamiento de las [[ley]]es de asociación, sería que cuando se recordara un nuevo incidente o alguna parte de la enseñanza de Cristo, el viejo orden se vería perturbado más o menos ampliamente de lo que nos damos cuenta. | ||
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+ | En tercer lugar, la hipótesis de la tradición oral no explica satisfactoriamente la relación verbal entre los Evangelios griegos. Esta tradición oral fue primitivamente en arameo, y las coincidencias en el griego respecto a palabras raras, la disposición irregular de la oración, etc, no pueden ser explicadas por la suposición de que nuestros Evangelios son traducciones independientes de una y la misma tradición oral en arameo. Es cierto que, para dar explicar estas coincidencias en el griego, la formación temprana de una tradición oral griega, que más o menos sería el equivalente del arameo, y que habría sido directamente utilizada por nuestros evangelistas, ha sido postulada por muchos defensores de la teoría bajo examen. Pero sigue siendo muy dudoso que tal tradición oral griega pueda realmente explicar las coincidencias en cuestión; y es muy cierto que no explicaría satisfactoriamente las variaciones en el texto griego de tan importantes pasajes como las palabras de la institución de la [[Eucaristía]], de la [[el Padre Nuestro|Oración del Señor]], de las [[las ocho bienaventuranzas|bienaventuranzas]], del título sobre la cruz, etc. Por último, hay [[prueba]]s históricas de la [[esencia y existencia|existencia]] de documentos escritos en el [[tiempo]] que se escribieron nuestros Sinópticos (cf. Mt. 24,15-16; Mc. 13,14; Lc. 1,1), y la suposición más natural es que nuestros evangelistas se valieron de ellos. De hecho, muchos fenómenos revelados por el estudio atento de los primeros tres Evangelios hace la suposición tan probable, por no decir [[necesidad|necesaria]], que varios defensores de la hipótesis de la tradición oral (Eckermann, Fillion, LeCamus, etc), han sido llevados a admitir que los sinoptistas hicieron un uso limitado de las ayudas escritas. | ||
===Dependencia mutua=== | ===Dependencia mutua=== |
Revisión de 09:39 6 abr 2010
Nombre dado desde la época de Griesbach (alrededor de 1790) a los tres primeros Evangelios canónicos. Se deriva del hecho de que estos Evangelios permiten---a diferencia de la narración evangélica de San Juan---ser arreglados y armonizados sección por sección, de modo que permiten al ojo percibir de una ojeada (sinopsis) los numerosos pasajes que son comunes a ellos, y también las partes que le son peculiares a sólo dos, o incluso a uno solo de ellos.
Contenido
Diferencias y semejanzas
Al hojear las páginas de una armonía común de los cuatro, o de una sinopsis de los tres primeros Evangelios, que muestre en columnas paralelas las partes coincidentes de las narraciones evangélicas, el lector notará de inmediato la gran cantidad de material que es común a los Evangelios de San Mateo, San Marcos y San Lucas. Tan breves como son en realidad estos tres bocetos de la vida de Cristo, corren paralelos entre sí en no menos de 330-370 versículos o cerca de un tercio de su relato total de las palabras y obras de Cristo, mientras que, con la excepción de algunos incidentes (68 versículos), el contenido íntegro de San Marcos se encuentra prácticamente en San Mateo y en San Lucas. Esta concordancia en los hechos relatados parece tanto más sorprendente, debido a la gran cantidad de material histórico que debió haber estado a disposición de cada escritor sinóptico. Todos y cada uno de los sinoptistas están totalmente conscientes de que Jesús sanó un gran número de diversas enfermedades; sin embargo, concurren en la selección de los mismos casos de curación completa para registrarlos completos; y mientras hablan con claridad de su enseñanza incesante y amplia, pero por lo general coinciden en informar los mismos discursos.
Una no menos maravillosa similitud se observa entre los tres primeros Evangelios respecto a la concepción general y el orden de toda la narración. En los tres, la vida pública de Cristo está claramente ligada a la predicación de San Juan el Bautista, se limita principalmente a Galilea, y se establece en determinadas épocas, como el primer ministerio en Galilea, la crisis en Galilea, el ministerio en Perea y Jerusalén, y el trágico final de la Ciudad Santa seguido de una Resurrección gloriosa. En la redacción de sus varias historias, los sinoptistas adoptan el mismo método general de presentación, dando no una narración consecutiva que resultaría en una fusión del material empleado, sino una serie de pequeños relatos que se separan por fórmulas de introducción y conclusión peculiares, y que repetidamente concuerdan en los detalles y en el orden, aun cuando se manifiesta una desviación de la secuencia cronológica. Junto con todas estas semejanzas, a través de todos los Sinópticos hay un notable acuerdo en las palabras y frases, que pueden ser especialmente notados por medio de una armonía griega o de una traducción fiel del texto original. Este acuerdo verbal en los Evangelios en lengua griega es aún más sorprendente, ya que Jesús hablaba en arameo, y, como en la mayoría de los casos, es evidente que las semejanzas verbales no pueden adjudicarse a una semejanza accidental, ya que se deben al uso común de los mismos términos y expresiones peculiares, de variaciones idénticas del hebreo o de los Setenta en citas del Antiguo Testamento.
Sin embargo, la interrelación de los Sinópticos no es simplemente una de cercana semejanza, sino también una de notables diferencias. Cuando se compara minuciosamente, los tres registros aparecen distintos así como similares en incidentes, plan, y lenguaje. Cada escritor sinóptico introduce en su narración fragmentos más o menos extensos, a veces episodios completos que no son narrados por los otros dos evangelistas. San Marcos no dice nada de la infancia ni de la niñez de Cristo, mientras que San Mateo y San Lucas, que hablan de ellos, por lo regular no narran los mismos hechos. San Marcos, ni siquiera alude al Sermón de la Montaña, y sólo San Lucas narra en detalle el último viaje de Jesús desde Galilea a Jerusalén. Por otra parte, Mateo 14,22 - 16,12 y Marcos 6,45 - 8,26 presentan una serie de incidentes en Galilea, que no aparecen en ninguna parte en el tercer Evangelio. A pesar de su concisión obvia, San Marcos tiene dos milagros y dos parábolas totalmente peculiares suyas. San Mateo, que al parecer no apunta a la brevedad, no hace referencia a la Ascensión.
Además, en los pasajes que indican una relación estrecha entre los tres, o de al menos dos, en sus fuentes, aparecen continuamente pequeñas diferencias en los eventos registrados, que pueden percibirse plenamente sólo a través de un estudio diligente de los pasajes paralelos, o a través de la lectura atenta de grandes comentarios en los que se señalan claramente tales diferencias. A veces las divergencias son tan grandes que aparecen, en un primer momento, contradicciones reales. De esta descripción son las diferencias notables entre la genealogía de Jesucristo (Mateo, 1,1-17; Lc. 3,23-38), los relatos del episodio de los endemoniados de Gerasa (Mt. 8,28-34; Mc. 5,1-20; Lc, 8,26-39), de la curación milagrosa de los ciegos de Jericó (Mt. 20,29-34; Mc. 10,46-52, Lc. 18,35-43 ), de la petición de la madre de Santiago y Juan (Mt. 20,20-28; Mc. 10,35-45), de los incidentes relativos a la Resurrección, etc. La disposición general de los acontecimientos narrados también deja ver diferencias considerables. Así, mientras que San Mateo dedica tres capítulos sucesivos el Sermón de la Montaña (5 - 7) y coloca juntas en un mismo capítulo (13) las parábolas del Reino, San Lucas divide este tema doble en varias porciones que conecta con distintas circunstancias. También es bien sabido que San Mateo a menudo se reúne temas similares, mientras que San Marcos y San Lucas siguen más fielmente el orden cronológico, de donde nacen numerosas transposiciones que afectan la disposición general de la narración.
También se pueden notar numerosas variaciones en el arreglo particular de los hechos y palabras, pues los elementos de uno y el mismo episodio ocupan a menudo un lugar diferente en uno u otro de los Sinópticos, o cada evangelista suprime o añade un detalle que modifica el incidente. Por último, las diferencias verbales entre los tres primeros Evangelios son apenas menos numerosas y notables que sus semejanzas verbales. Cada sinoptista tiene sus propias palabras y expresiones favoritas, que han sido rigurosamente tabuladas por los estudiosos de la Biblia (Hawkins, "Horæ synopticae"; Allen, sobre San Mateo; Swete, sobre San Marcos; Plummer, sobre San Lucas). Las diferencias verbales aparecen en los mismos pasajes que abundan en coincidencias verbales (véase, por ejemplo, Mt. 18,2-3; Mc. 9,47-48), y la identidad de expresión nunca se extiende a través de pasajes de cualquier longitud, y excepto en los discursos de Cristo rara vez más allá de unas pocas palabras a la vez. Esto se debe a la utilización de términos sinónimos, o de diferentes tiempos, o de proposiciones diferentes, o de glosas cortas que cada sinoptista añade al mismo nombre o detalle. Encontramos, por ejemplo, en Mt. 9,6, kline; en Mc. 2,11, krabbatos; en Lc. 5,24, klinidion; en Mt. 3,16, Espíritu de Dios; en Mc. 1,10, “Espíritu”; en Lc. 3,22, “el Espíritu Santo”; etc. Y lo que es de particular importancia en este contexto es el hecho de que las diferencias verbales se producen cuando uno más naturalmente esperaría una absoluta identidad de expresiones, como por ejemplo, en las palabras de la institución de la Eucaristía, en el registro del letrero sobre la Cruz, etc.
El problema sinóptico
Estas semejanzas y diferencias, cuyo alcance y complejidad crecen en el estudiante que compara cuidadosamente los Evangelios Sinópticos y los compara con la narración de San Juan], constituye un fenómeno único en la literatura antigua y moderna. Son hechos que nadie puede adjudicar a la casualidad ni a la influencia directa de la inspiración. Por un lado, las semejanzas son demasiado numerosas y demasiado llamativas para ser consideradas como explicables sobre la hipótesis de que los tres primeros evangelistas escribieron de forma independiente uno del otro. Por otro lado, las diferencias son a veces tan importantes como dar a entender que se deben a que los evangelistas utilizaron diferentes documentos, como por ejemplo en el caso de las dos genealogías de Jesucristo. La armonía y la variedad, las semejanzas y las diferencias deben ser explicadas ambas. Forman juntos un problema literario---el problema sinóptico, como se le llama---cuya existencia era prácticamente desconocida para los antiguos escritores eclesiásticos. En efecto, San Juan Crisóstomo y San Agustín son los únicos Padres que han formulado opiniones sobre la relación mutua de los Evangelios Sinópticos, y los escritores de la Edad Media, no parecen haber tomado en cuenta esas opiniones patrísticas que, después de todo, estaban muy lejos de ofrecer una solución completa de esta cuestión difícil. Destacados investigadores posteriores, tales como Grotius, Rich Simon, Le Clerc, tenían poco más que una sospecha del problema, y es sólo en el curso del siglo XVIII que comenzó en realidad el examen científico del tema.
Desde el último trimestre de ese siglo, el debate sobre el origen de la relación mutua entre los tres primeros Evangelios se ha llevado adelante con gran ardor e ingenio especialmente en Alemania. Como era de esperarse, la suposición de que estos evangelios son muy parecidos entre sí porque sus respectivos autores hicieron uso de los escritos de los demás se intentó por primera vez, y al establecer el orden, encontró primero el favor aquel en el que los Sinópticos están en el canon Como las nuevas investigaciones trajeron a la luz nuevos hechos, nuevas formas de hipótesis trataron de responder a los hechos, con el resultado de que el dominio de la posibilidad casi parece haber sido medido. Numerosos y contradictorios como los sucesivos intentos de solución han sido, su historia demuestra que se ha logrado cierto progreso en el debate sobre el problema sinóptico. Las múltiples relaciones de la cuestión han llegado a una luz más clara, y los datos para su solución se han estado revelando a sí mismos, mientras que sólo las meras opiniones a priori o inferencias erróneas han sido descartadas.
Soluciones al problema sinóptico
Todos los intentos de asignar la causa de las semejanzas y diferencias de los primeros tres Evangelios admiten ser clasificadas bajo tres categorías generales, según se han explicado los sinópticos, apelando a (a) la tradición oral, (b), dependencia mutua, o (c) a documentos antiguos.
Dependencia oral
La hipótesis de la tradición oral implica que antes de que surgieran nuestros Evangelios no había registros escritos del ministerio de Cristo, o al menos ninguno que fuese utilizado por los sinoptistas. Afirma que estos evangelistas sacaron los relatos de dichos y hechos de Jesús que los testigos oculares de su vida pública transmitieron oralmente, y que poco a poco asumió un mayor o menor grado de fijeza con la repetición constante. Según esta teoría, las semejanzas entre los tres primeros Evangelios se pueden explicar fácilmente. Las secciones comunes a todos se explican por un ciclo de enseñanza probablemente formado en Jerusalén, realmente compuesta de los incidentes y discursos relacionados con la vida de Cristo desde su bautismo por Juan hasta la Ascensión (cf. Hch. 1,21-22), y fielmente conservados respecto al orden y el idioma por la adiestrada retentiva de la memoria oriental. De igual manera, las diferencias de los evangelios sinópticos son fáciles de explicar. Las secciones se encuentran sólo en dos, o uno, de los Evangelios, porque el vínculo que se establece entre las narrativas era a veces modificado para adaptarse a los diversos círculos de oyentes, y otras diferencias en orden o redacción se deben ya sea a variaciones previas en la tradición oral o a la iniciativa personal de los diversos evangelistas que la pusieron por escrito.
Esta teoría de un evangelio oral, transmitido por todas partes en forma muy similar, fue enunciada por Herder, y elaborada principalmente por Gieseler y A. Wright. Con diferencias de detalle, ha sido aceptado por un gran número de los exégetas católicos (Schegg, Haneberg, Friedlieb, Kaulen, Cornely, Knabenbauer, Meignan, Fillion, Fouard, Le Camus, Felten), y por muchos estudiosos protestantes (Credner, Guericke, De Wette, Ebrard, Lange, Hase, Wetzel, Thompson, Westcott, Godet, etc.). Sin duda, apunta a la vera causa de la propagación del Evangelio, y no puede ser totalmente excluida en un esfuerzo por explicar el origen de nuestros registros escritos de la vida de Cristo. Una de sus pretensiones de aceptación es que prescinde de la inconveniente suposición de que cualquiera de los evangelistas hizo uso al por mayor en su propio Evangelio de registros escritos compuesto por otros, y sin embargo no los reprodujeron con mayor fidelidad. También se apela a favor de esta teoría, a su simplicidad, y su aptitud para explicar las semejanzas y las diferencias que presentan los Evangelios Sinópticos.
Sin embargo, la hipótesis de la tradición oral por sí misma no puede considerarse como una solución adecuada al problema sinóptico. En primer lugar, no explica satisfactoriamente la selección del material incluido en nuestros primeros tres Evangelios. La tradición oral había conservado, sin duda, mucho más que el registro sinóptico, y los evangelistas estaban plenamente conscientes de ello (Mt. 11,21; 23,37; Lc. 10,13; Jn. 21,25, etc); ¿de donde entonces viene que el marco de la narración sinóptica es prácticamente el mismo en todos los tres primeros Evangelios, que consiste en gran parte de los mismos hechos y los mismos discursos, y no relata el ministerio de Jesús en Jerusalén, es decir, de su ministerio en el mismo lugar donde se supone generalmente que se formó la tradición oral?
En segundo lugar, la hipótesis de la tradición oral no explica la identidad general del orden perceptible en los sinópticos. El orden de San Marcos es, como parece, el orden fundamental, y difícilmente puede decirse que fue conocido simplemente como una tradición oral de San Mateo y San Lucas, de otro modo la secuencia de sus secciones, cuando estos dos evangelistas hicieron las adiciones, no habría quedado tan poco alterado como quedó. Una y otra vez, el hilo del orden común que se reanuda en el punto en que había quedado. En el supuesto de una fuente escrita a la que recurrieron San Mateo y San Lucas ha, esto es bastante natural. Pero si dependieron de la memoria, el efecto natural del funcionamiento de las leyes de asociación, sería que cuando se recordara un nuevo incidente o alguna parte de la enseñanza de Cristo, el viejo orden se vería perturbado más o menos ampliamente de lo que nos damos cuenta.
En tercer lugar, la hipótesis de la tradición oral no explica satisfactoriamente la relación verbal entre los Evangelios griegos. Esta tradición oral fue primitivamente en arameo, y las coincidencias en el griego respecto a palabras raras, la disposición irregular de la oración, etc, no pueden ser explicadas por la suposición de que nuestros Evangelios son traducciones independientes de una y la misma tradición oral en arameo. Es cierto que, para dar explicar estas coincidencias en el griego, la formación temprana de una tradición oral griega, que más o menos sería el equivalente del arameo, y que habría sido directamente utilizada por nuestros evangelistas, ha sido postulada por muchos defensores de la teoría bajo examen. Pero sigue siendo muy dudoso que tal tradición oral griega pueda realmente explicar las coincidencias en cuestión; y es muy cierto que no explicaría satisfactoriamente las variaciones en el texto griego de tan importantes pasajes como las palabras de la institución de la Eucaristía, de la Oración del Señor, de las bienaventuranzas, del título sobre la cruz, etc. Por último, hay pruebas históricas de la existencia de documentos escritos en el tiempo que se escribieron nuestros Sinópticos (cf. Mt. 24,15-16; Mc. 13,14; Lc. 1,1), y la suposición más natural es que nuestros evangelistas se valieron de ellos. De hecho, muchos fenómenos revelados por el estudio atento de los primeros tres Evangelios hace la suposición tan probable, por no decir necesaria, que varios defensores de la hipótesis de la tradición oral (Eckermann, Fillion, LeCamus, etc), han sido llevados a admitir que los sinoptistas hicieron un uso limitado de las ayudas escritas.
Dependencia mutua
Primeros documentos
La cuestión sinóptica y la Comisión Bíblica
Bibliografía
(Los nombres de autores católicos aparecen marcados con un asterisco.)
Sinopsis: — RUSHBROOKE, Synopticon (Londres, 1880); WRIGHT, A Synopsis of the Gospels in Greek (Londres, 1903); HUCK, Synopse (Tübingen, 1910); CAMERLYNCK* AND COPPIETERS*, Evangeliorum sec. Matt., Marc., et Luc. synopsis (Bruges, 1910).
Introducciones al Nuevo Testamento: — CORNELY* (París, 1897); WEISS (Berlin, 1897); GODET (Neuchatel, 1904); BELSER* (Friburgo, 1905); GUTJAHR* (Gratz, 1905); JACQUIER* (París, 1905); JÜLICHER (Tübingen, 1906); ZAHN (tr. Edinburgh, 1909); BRASSAC* (París, 1910); MOFFATT (Nueva York, 1911).
Obras sobre el Problema Sinóptico: — CALMES*, Comment se sont formés les évangiles (París, 1899); WERNLE, Die synoptische Frage (Friburgo, 1900); BONACCORSI*, I tre primi vangeli e la critica letteraria ossia la questione sinottica (Monsa, 1904); WELLHAUSEN, Einleitung in die drei ersten Evanqelien (Berlin, 1905); WEISS, Die Quellen der synoptischen Uberlieferung (Leipzig, 1908); NICOLARDOT, Les procédés de rédaction des trois premiers évangélistes (Paris, 1908); HAWKINS, Horæ synopticæ (Oxford, 1909); BONKAMP*, Zur Evangelien Frage (Münster, 1909); HARNACK, The Sayings of Jesus (Nueva York, 1908); IDEM, The Date of the Acts and Synoptic Gospels (New York, 1911); STANTON, The Gospels as Historical Documents, II (Cambridge, 1909); CAMERLYNCK* Y COPPIETERS*, Synopsis (Brujas, 1910); BURKITT, The Earliest Sources for the Life of Jesus (New York, 1910); SANDAY, Oxford Studies in the Synoptic Problem (Oxford, 1911); PASQUIER*, La solution du problème synoptique (Tours, 1911). Para la acción de la Comisión Bíblica vea Acta Apostolica Sedis (Roma, 1911); V (1913); Roma, XIV (1913).
Fuente: Gigot, Francis. "Synoptics." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/14389b.htm>.
Está siendo traducido por Luz María Hernández Medina.