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Jueves, 21 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Sócrates»

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Filósofo griego y reformador educativo del siglo quinto a. C.; nacido en Atenas, en el año 469 a. C.; murió allí el 399 a. C. Luego de haber recibido la educación ateniense normal en música (que incluía literatura), geometría, y gimnasia, practicó un tiempo arte de escultor, trabajando, según se dice, en el taller de su padre. Advertido, como él mismo nos dice, por un llamado divino, renunció a su ocupación con la finalidad de consagrar su vida a la reforma moral e intelectual de sus conciudadanos. Él creía que estaba destinado a convertirse en "una especie de tábano" del Estado Ateniense. Se consagró a sí mismo a esta misión con un celo extraordinario y sencillez de propósito. Nunca dejó la ciudad de Atenas excepto en dos ocasiones, una fue la campaña de Potidea y Delium, y la otra un festival público religioso. En su trabajo como reformador encontró, aunque se le puede acusar de haberlo provocado, una oposición entre los Sofistas y sus amigos influyentes. Él fue el profesor más poco convencional y con el menor tacto. Le agradaba asumir todo tipo de amaneramientos toscos en incluso vulgares, y sacudía a propósito las más refinadas sensibilidades de sus conciudadanos. La oposición contra él culminó en acusaciones formales de impiedad y subversión de las tradiciones morales existentes. Enfrentó estas acusaciones con un espíritu de desafío y, lejos de defenderse, provocó a sus oponentes a través de un discurso en presencia de sus jueces en el que aseguró su inocencia de cualquier fechoría, y se negó a retractarse o disculparse de cualquier cosa que haya dicho o hecho. Fue condenado a beber la cicuta y, cuando llegó el tiempo, enfrentó su destino con calma y dignidad, lo que le valió un lugar elevado entre aquellos que sufrieron injustamente por la búsqueda de la conciencia. Fue un hombre de gran seriedad moral, y ejemplificó en su propia vida algunas de las más nobles virtudes morales. Al mismo tiempo no superó el nivel moral de sus contemporáneos en todo aspecto, y los apologistas cristianos no tienen problemas en refutar el debate en que se le compara a los santos cristianos. Sus frecuentes alusiones a una "voz divina" inspiradora en los momentos críticos de su carrera son, quizás, mejor explicados diciendo que son simplemente su manera particular de hablar acerca de los dictados de su conciencia. Esto implica necesariamente una condición patológica de su mente, ni una creencia supersticiosa en la existencia de un "demonio familiar".
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Historiador de la [[Iglesia]] primitiva, nació en [[Constantinopla]] hacia finales del siglo IV. No se sabe nada sobre su [[familia]] ni su juventud, excepto unos pocos detalles encontrados en sus propias obras. Él mismo nos dice (Historia de la Iglesia V.24) que estudió con los gramáticos Heladio y Amonio, y del título de scolasticus que se le ha dado se desprende que perteneció a la profesión legal. Pasó la mayor parte de su vida en Constantinopla, por cuya razón, según admite, los asuntos de dicha ciudad ocupan tan gran parte de sus obras. Se cree que visitó otros países de Oriente por la manera en que habla de otras ciudades y por sus referencias como testigo de eventos que ocurrieron fuera de Constantinopla. A pesar de su condición de [[laico]] estaba excelentemente cualificado para relatar la historia de los asuntos eclesiásticos. El [[amor]] a la historia, especialmente la historia de su propio tiempo, y una cálida admiración por [[Eusebio de Cesarea]] le impulsaron a emprender la tarea en la cual fue apoyado por un tal Teodoro, a quien dedica su obra. Su propósito era continuar el trabajo de Eusebio hasta su propio tiempo; pero para poder enriquecer su narrativa y suplementar y revisar algunas declaraciones de Eusebio, comenzó en el año 306, cuando [[Constantino]] comenzó a ser emperador. Su obra termina con el décimo séptimo consulado de Teodosio el Joven, 439.  La división de su historia en siete libros se basó en la sucesión imperial en el Imperio Oriental.  El primer libro abarca los eventos durante el reinado de Constantino (306-37); el segundo los del reinado de Constancio (337-60); el tercero incluye los reinados de [[Julián el Apóstata]] y Joviano (360-4); el cuarto trata sobre el reinado de [[Valente]] (364-78); el quinto con el de [[Teodosio el Grande]] (379-95); el sexto con el de Arcadio (393-408); el séptimo con los primeros treinta y un años del reinado de Teodosio el Joven (408-39).
  
Sócrates fue, obre todas las cosas, un reformador. Estaba alarmado por la condición de los asuntos de Atenas, condición de la que estaba, quizás, en lo cierto al atribuírsela a los Sofistas. Ellos enseñaban que no existía una pauta objetiva de lo verdadero y lo falso, que es verdadero lo que parece verdadero y que es falso lo que parece falso. Sócrates consideraba que este escepticismo teórico conducía inevitablemente a una anarquía moral. Si es verdadero lo que parece ser verdadero, entonces es bueno, decía, lo que parece bueno. Hasta este tomo la moral no era enseñada por principios científicamente comprobados, sino por ejemplos, proverbios, y apotegmas. Él emprendió, pues, primero la tarea de determinar las condiciones de la validez universal de los principios morales una ciencia del comportamiento humano. El auto-conocimiento es el punto de partida, porque, él creía, la mayor fuente de la confusión predominante era la falta de reconocimiento de cuán poco sabemos de cualquier cosa, en el verdadero sentido de la palabra conocer. El hombre del estado, el orador, el poeta, piensan que saben mucho de lo que es coraje; porque hablan de él como noble, loable, hermoso, etc. Pero son realmente ignorantes de él hasta que conocen que es, en otras palabras, hasta que no saben su definición. El significado definitivo, pues, para ser relacionado a la máxima "conócete a ti mismo" es "descubrir la magnitud de tu propia ignorancia".
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El carácter general de la obra de Sócrates puede ser juzgado desde su actitud sobre asuntos [[doctrina]]les.  Viviendo en una época de amargas polémicas, él trato de evitar animosidades y los [[odio]]s engendrados por diferencias [[Teología|teológicas]].  Estaba en completo acuerdo con la facción [[Católico|católica]] que se oponía a los [[Arrianismo|arrianos]], [[Eunomianismo|eunomianos]], [[Macedonio, Macedonios|macedonios]] y otros [[herejía|herejes]]. Sin embargo, el tono moderado que usaba al hablar de los [[Novaciano y Novacianismo|novacianos]], y las referencias favorables que hizo de ellos, ha llevado a algunos autores a la [[creencia]] de que él pertenecía a dicha [[secta]], pero es generalmente admitido que las expresiones que usaba se basaban en su deseo de imparcialidad y su deseo de dar incluso a sus enemigos el crédito por cualquier bien que pudiera hallar en ellos. Su actitud hacia la [[Iglesia]] era una de constante respeto y sumisión. Él [[Honor|honraba]]  a los [[clérigo]]s debido a su vocación sagrado, y abrigaba la más profunda [[Dulía|veneración]] por los [[monje]]s y el [[Monasticismo|espíritu monástico]].  Sin embargo, su ardiente abogacía y defensa del [[cristianismo]] no le impidió usar los escritos de autores [[Paganismo|paganos]], ni de instar a los cristianos a estudiarlos.  Aunque tituló su obra Ekklesiastike historia, Sócrates no se circunscribió sólo a relatar eventos en la [[historia eclesiástica]]. Le prestó atención a la historia militar de su época, porque consideraba [[Necesidad|necesario]] narrar esos hechos, pero principalmente “para que las mentes de los lectores no se saciaran con la repetición de las contenciosas disputas de los [[obispo]]s, y sus insidiosas intenciones mutuas, pero muy especialmente para que se hiciera aparente que cada vez que se perturbaban los asuntos del Estado, como por alguna simpatía vital, los de la Iglesia se perturbaban también” (Introd. a Libro V).  Aunque así reconocía la íntima relación entre los asuntos civiles y eclesiásticos, Sócrates no tenía una teoría definida sobre la [[Iglesia y el Estado]].
  
Consecuentemente, el método socrático de enseñanza incluye dos etapas, la negativa y la positiva. En la etapa negativa, Sócrates, acercándose a su futuro discípulo en una actitud de supuesta ignorancia, empezaría a preguntar una pregunta, aparentemente para su propia información. Continuaría con otras preguntas, hasta que su interlocutor se viera obligado a confesar su ignorancia sobre el tema en discusión. Debido a la supuesta deferencia con la que Sócrates pagaba a la superior inteligencia de su discípulo, a esta etapa del método se le conocía como "la ironía de Sócrates". En la etapa positiva del método, una vez que el discípulo ha reconocido su ignorancia, Sócrates procedería a otra serie de preguntas, cada una de las cuales sacarían a la luz alguna fase o aspecto del tema, para que al final las respuestas fueran recopiladas en un informe genera, ese informe, expresaba el concepto del tema, o la definición. El conocimiento por conceptos, o el conocimiento por definición, es el objetivo, pues, del método socrático. El proceso en su totalidad fue llamado "Heurístico", porque era un método para encontrar, y contrariamente al "Erístico", que es el método de contienda, o debate. El conocimiento por conceptos es certero, pensaba Sócrates, y ofrece un fundamento firme para la estructura no sólo del conocimiento teórico, sino también de los principios morales, y la ciencia del comportamiento humano, Sócrates llegó a sostener que todo comportamiento bueno depende del conocimiento, que no sólo la definición de una virtud nos ayuda a adquirirla, sino que la definición de una virtud es una virtud. Un hombre que puede definir justicia es justo, y, en general, el discernimiento teórico de los principios del comportamiento es idéntico a la excelencia moral del comportamiento; sabiduría es virtud. Contrariamente, la ignorancia es un vicio, y nadie puede sabiamente hacer el mal. Estos principios son, por supuesto parcialmente verdaderos. Su formulación, sin embargo, para esa época era de una gran importancia, porque marcaba el principio de un intento por construir sobre principios universales la ciencia del comportamiento humano.
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Sócrates tenía una [[idea]] restringida sobre el alcance y la función de la historia. En su mente, la tarea de un historiador consistía en registrar los problemas de la humanidad, porque hasta tanto la paz continuara, aquellos que desearan escribir historias no encontrarían material para su propósito (VII, XLVIII). Como un ejemplo de composición histórica la obra de Sócrates está en una categoría muy elevada. La simplicidad de estilo que cultivó, que fue reprochada por [[Focio]], iba completamente al paso de su método y espíritu.  Ni el más pequeño de sus méritos fue la diligencia que exhibió en la recolección de su evidencia. Tenía un [[instinto]] verdaderamente científico para fuentes primarias, y el número de autores a los que se acercó prueba el alcance de su lectura y la cabalidad de sus investigaciones.  Además de usar las obras de hombres tales como [[San Atanasio]], [[Evagrio del Ponto]], [[Paladio]], [[Nestorio y Nestorianismo|Nestorio]], él extrajo libremente de documentos públicos y oficiales, actas [[Concilio|conciliares]], cartas [[encíclica]]s, etc. Como podía esperarse al escribir sobre eventos tan cercanos a su propio tiempo, él tenía que depender frecuentemente de los informes de testigos, pero incluso entonces él usaba su evidencia con [[prudencia]] y precaución.
  
Sócrates dedicó poca atención a las interrogantes de física y cosmología. Incluso no ocultó su desprecio por estas interrogantes cuando las comparaba con interrogantes íntimamente ligadas al hombre, su naturaleza y su destino. Sin embargo, estaba interesado en la interrogante de la existencia de Dios y formulaba una demostración de diseño que fue posteriormente conocida como la "demostración teológica" para la existencia de Dios. "Cualquier cosa que exista para un propósito útil debe ser el producto de una inteligencia" es la mayor premisa de la demostración de Sócrates, y puede decirse que es la mayor premisa, explícita o implícita, de cada demostración teológica formulada desde su tiempo. Sócrates estaba profundamente convencido de la inmortalidad del alma, a pesar de que en su diálogo a sus jueces él discute en contra del miedo a la muerte de tal manera que aparentemente ofrece dos alternativas: "O con la muerte se acaba todo, o es el comienzo de una vida feliz." Su convicción real era que el alma sobrevive y el cuerpo no, a menos que estemos desorientados por nuestras autoridades, Platón y Xenofón. En la ausencia de fuentes primarias Sócrates, aparentemente, nunca escribió nada --nos vemos obligados a confiar en estos escritores y en algunas pocas referencias de Aristóteles en nuestro conocimiento de lo que Sócrates enseñó. La representación gráfica de Sócrates que hace Platón es idealista; sin embargo, cuando lo confrontamos con la visión más práctica de Xenofón con respecto a la enseñanza de Sócrates, el resultado no puede estar muy alejado de la histórica realidad.
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Sin embargo, a pesar de su industria e imparcialidad, su obra no carece de serios defectos. Aunque se limitó tanto a asuntos de la Iglesia Oriental, él es culpable de muchas omisiones serias respecto a otras partes de la [[cristiandad]]. Así, cuando habla de la Iglesia en Oriente, a menudo comete errores y omisiones.  Por ejemplo, en su historia no menciona a [[San Agustín]]. En cuanto a asuntos de [[cronología]] también falla frecuentemente, pero no es un pecador persistente a este respecto.  La objeción que más a menudo se hace de Sócrates como historiador es que él fue muy crédulo y estaba listo a prestar oídos a historias de [[milagro]]s y portentos.  Sin embargo, esta es una falla de la época y no del [[hombre]] y era compartida por autores [[Paganismo|paganos]] tanto como cristianos.  Sin embargo, su característica más notable es el esfuerzo obvio para ser completamente imparcial, hasta donde la imparcialidad fuera consistente con la convicción.  Él mantenía las escalas equitativamente, y aun cuando él difería ampliamente de los hombres en materia de [[doctrina]], él no permitía que su disensión encontrara expresión en denuncias o abuso.  Su “Historia de la Iglesia” fue publicada por Stephen (París, 1544) y por Valesio (París, 1668, reimpresa en Oxford por Parker, 1844, y en P.G., LXVII).  Una buena traducción se halla en los Padres Post-Nicenos, II (Nueva York, 1890), con una excelente memoria sobre Sócrates por Zenos.
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WILLIAM TURNER
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'''Bibliografía:'''  STÄUDLIN, Geschichte und Literatur der Kirchengeschichte (Hanover, 1827); GEPPERT, Die Quellen des Kirchenhistorikers Socrates Scholasticus (Leipzig, 1898); MILLIGAN in Dict. Christ. Biog., s.v. Socrates (2).
Transcrito por Michael Murphy y Patrick Swain
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Traducido por Armando Llaza Corrales
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'''Fuente:'''  Healy, Patrick. "Socrates." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. 13 Dec. 2008 <http://www.newadvent.org/cathen/14118b.htm>.
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Traducido por Luz María Hernández Medina.

Última revisión de 00:25 14 dic 2008

Historiador de la Iglesia primitiva, nació en Constantinopla hacia finales del siglo IV. No se sabe nada sobre su familia ni su juventud, excepto unos pocos detalles encontrados en sus propias obras. Él mismo nos dice (Historia de la Iglesia V.24) que estudió con los gramáticos Heladio y Amonio, y del título de scolasticus que se le ha dado se desprende que perteneció a la profesión legal. Pasó la mayor parte de su vida en Constantinopla, por cuya razón, según admite, los asuntos de dicha ciudad ocupan tan gran parte de sus obras. Se cree que visitó otros países de Oriente por la manera en que habla de otras ciudades y por sus referencias como testigo de eventos que ocurrieron fuera de Constantinopla. A pesar de su condición de laico estaba excelentemente cualificado para relatar la historia de los asuntos eclesiásticos. El amor a la historia, especialmente la historia de su propio tiempo, y una cálida admiración por Eusebio de Cesarea le impulsaron a emprender la tarea en la cual fue apoyado por un tal Teodoro, a quien dedica su obra. Su propósito era continuar el trabajo de Eusebio hasta su propio tiempo; pero para poder enriquecer su narrativa y suplementar y revisar algunas declaraciones de Eusebio, comenzó en el año 306, cuando Constantino comenzó a ser emperador. Su obra termina con el décimo séptimo consulado de Teodosio el Joven, 439. La división de su historia en siete libros se basó en la sucesión imperial en el Imperio Oriental. El primer libro abarca los eventos durante el reinado de Constantino (306-37); el segundo los del reinado de Constancio (337-60); el tercero incluye los reinados de Julián el Apóstata y Joviano (360-4); el cuarto trata sobre el reinado de Valente (364-78); el quinto con el de Teodosio el Grande (379-95); el sexto con el de Arcadio (393-408); el séptimo con los primeros treinta y un años del reinado de Teodosio el Joven (408-39).

El carácter general de la obra de Sócrates puede ser juzgado desde su actitud sobre asuntos doctrinales. Viviendo en una época de amargas polémicas, él trato de evitar animosidades y los odios engendrados por diferencias teológicas. Estaba en completo acuerdo con la facción católica que se oponía a los arrianos, eunomianos, macedonios y otros herejes. Sin embargo, el tono moderado que usaba al hablar de los novacianos, y las referencias favorables que hizo de ellos, ha llevado a algunos autores a la creencia de que él pertenecía a dicha secta, pero es generalmente admitido que las expresiones que usaba se basaban en su deseo de imparcialidad y su deseo de dar incluso a sus enemigos el crédito por cualquier bien que pudiera hallar en ellos. Su actitud hacia la Iglesia era una de constante respeto y sumisión. Él honraba a los clérigos debido a su vocación sagrado, y abrigaba la más profunda veneración por los monjes y el espíritu monástico. Sin embargo, su ardiente abogacía y defensa del cristianismo no le impidió usar los escritos de autores paganos, ni de instar a los cristianos a estudiarlos. Aunque tituló su obra Ekklesiastike historia, Sócrates no se circunscribió sólo a relatar eventos en la historia eclesiástica. Le prestó atención a la historia militar de su época, porque consideraba necesario narrar esos hechos, pero principalmente “para que las mentes de los lectores no se saciaran con la repetición de las contenciosas disputas de los obispos, y sus insidiosas intenciones mutuas, pero muy especialmente para que se hiciera aparente que cada vez que se perturbaban los asuntos del Estado, como por alguna simpatía vital, los de la Iglesia se perturbaban también” (Introd. a Libro V). Aunque así reconocía la íntima relación entre los asuntos civiles y eclesiásticos, Sócrates no tenía una teoría definida sobre la Iglesia y el Estado.

Sócrates tenía una idea restringida sobre el alcance y la función de la historia. En su mente, la tarea de un historiador consistía en registrar los problemas de la humanidad, porque hasta tanto la paz continuara, aquellos que desearan escribir historias no encontrarían material para su propósito (VII, XLVIII). Como un ejemplo de composición histórica la obra de Sócrates está en una categoría muy elevada. La simplicidad de estilo que cultivó, que fue reprochada por Focio, iba completamente al paso de su método y espíritu. Ni el más pequeño de sus méritos fue la diligencia que exhibió en la recolección de su evidencia. Tenía un instinto verdaderamente científico para fuentes primarias, y el número de autores a los que se acercó prueba el alcance de su lectura y la cabalidad de sus investigaciones. Además de usar las obras de hombres tales como San Atanasio, Evagrio del Ponto, Paladio, Nestorio, él extrajo libremente de documentos públicos y oficiales, actas conciliares, cartas encíclicas, etc. Como podía esperarse al escribir sobre eventos tan cercanos a su propio tiempo, él tenía que depender frecuentemente de los informes de testigos, pero incluso entonces él usaba su evidencia con prudencia y precaución.

Sin embargo, a pesar de su industria e imparcialidad, su obra no carece de serios defectos. Aunque se limitó tanto a asuntos de la Iglesia Oriental, él es culpable de muchas omisiones serias respecto a otras partes de la cristiandad. Así, cuando habla de la Iglesia en Oriente, a menudo comete errores y omisiones. Por ejemplo, en su historia no menciona a San Agustín. En cuanto a asuntos de cronología también falla frecuentemente, pero no es un pecador persistente a este respecto. La objeción que más a menudo se hace de Sócrates como historiador es que él fue muy crédulo y estaba listo a prestar oídos a historias de milagros y portentos. Sin embargo, esta es una falla de la época y no del hombre y era compartida por autores paganos tanto como cristianos. Sin embargo, su característica más notable es el esfuerzo obvio para ser completamente imparcial, hasta donde la imparcialidad fuera consistente con la convicción. Él mantenía las escalas equitativamente, y aun cuando él difería ampliamente de los hombres en materia de doctrina, él no permitía que su disensión encontrara expresión en denuncias o abuso. Su “Historia de la Iglesia” fue publicada por Stephen (París, 1544) y por Valesio (París, 1668, reimpresa en Oxford por Parker, 1844, y en P.G., LXVII). Una buena traducción se halla en los Padres Post-Nicenos, II (Nueva York, 1890), con una excelente memoria sobre Sócrates por Zenos.


Bibliografía: STÄUDLIN, Geschichte und Literatur der Kirchengeschichte (Hanover, 1827); GEPPERT, Die Quellen des Kirchenhistorikers Socrates Scholasticus (Leipzig, 1898); MILLIGAN in Dict. Christ. Biog., s.v. Socrates (2).

Fuente: Healy, Patrick. "Socrates." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. 13 Dec. 2008 <http://www.newadvent.org/cathen/14118b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.