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Viernes, 22 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Habacuc»

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(Habakkuk)
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El octavo de los profetas menores, que prosperaron probablemente hacia el final del séptimo siglo A de C.  
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I. VIDAS CONOCIDAS Y PERSONALES
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(Habakuk) El octavo de los [[profeta]]s menores, floreció probablemente hacia el final del siglo VII a. C.  
  
En el texto hebreo (I,1; III, 1), el nombre del profeta presenta una forma doble intensiva Hàbhàqqûq, que no se ha preservado tampoco en la Septuaquinta: Ambakoum, o en el Vulgar: Habacuc. Su semejanza con el hambakûku, asirio, que es el nombre de una planta, es obvia. Su significado exacto no puede ser comprobado: se toma generalmente para significar "abrazo" y se explica ocasionalmente como "ardiente abrazo", a causa de su forma intensiva. Del lugar de nacimiento, de la familia, y de la vida de este profeta no tenemos ninguna información confiable. El hecho que en su libro dos veces le llaman "el profeta" (I, 1; III, 1) conduce de hecho a pensar que Habacuc llevó a cabo una posición reconocida como profeta, pero no produce manifiestamente ningún conocimiento distinto de su persona. Una vez más algunos detalles musicales conectados con el texto hebreo de su rezo (cap. III) pueden sugerir posiblemente que él era un miembro del coro del templo, y por lo tanto un Levita: pero la mayoría de los eruditos miran esta inferencia doble como cuestionable. Mucho menos cuestionable es la visión puesta más adelante, que identifica a veces a Habacuc con el profeta Judío de ese nombre, que se describe en el deuterocanónico fragmento del belio y el dragón (Dan., XIV, 32 sqq. deuterocanónico), como milagrosamente llevando una comida a Daniel en la guarida del león.
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===Nombre  y   Vida  Personal===
  
En esta ausencia de la tradición auténtica, la leyenda, no solamente judía si no que también cristiana, ha sido singularmente ocupada por el profeta Habacuc. Lo ha representado como perteneciendo a la tribu de Levi y como el hijo de cierto Jesús; como el niño de la mujer de Sunamite, a quien Eliseus volvió a la vida (cf. IV Reyes, IV, 16 sqq.); como el centinela puesto por Isaías (el cf. es XXI, 6; y Hab., II, 1) para observar la caída de Babilonia. De acuerdo a "vidas" de los profetas, uno de ellos es atribuido a Santo Epifanio, y el otro a Doroteo, Habacuc fue de la tribu de Simeón, y un nativo de Bethsocher, una ciudad al parecer en la tribu de Judá. En los mismos trabajos se indica que cuando Nabucodonosor vino a sitiar Jerusalén, el profeta huyó a Ostrakine (ahora Straki, en la costa egipcia), de dónde él volvió solamente después que los Caldeos se habían retirado; entonces él vivió como agricultor en su lugar nativo, y murió allí dos años antes del edicto de Cirus de la restauración (538 A de C.). Diversos sitios también se mencionan como su lugar de entierro. La cantidad exacta de información verdadera incorporada a estas leyendas que están en conflicto no se puede determinar hoy en día. Las iglesias griegas y latinas celebran el banquete del profeta Habacuc el 15 de enero.  
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En el texto hebreo (1,1; 3,1), el nombre del profeta presenta una forma doblemente intensiva Hàbhàqqûq, que no se ha preservado ni en la [[Septuaginta]]: Ambakoum, o en la [[Revisión de la Vulgata|Vulgata]]: Habacuc. Es obvia su semejanza con el hambakûku, asirio, que es el nombre de una planta. No se ha podido comprobar su significado exacto: generalmente se interpreta como "abrazo" y ocasionalmente como "ardiente abrazo", debido a su forma intensiva. No hay información confiable sobre su lugar de nacimiento, su [[familia]] ni sobre su vida. El hecho de que en su libro sea llamado dos veces "el “profeta" (1,1; 3,1) conduce de hecho a deducir que Habacuc ocupaba una posición reconocida como profeta, pero no produce manifiestamente ningún [[conocimiento]] definido sobre su [[persona]]. Una vez más algunos detalles musicales conectados con el texto hebreo de su [[oración]] (cap. 3) pueden sugerir posiblemente que él era un miembro del coro del [[Templo de Jerusalén|Templo]], y por lo tanto un [[Levitas|levita]]: pero la mayoría de los eruditos consideran esta doble inferencia como cuestionable. Mucho menos cuestionable es la opinión propuesta, que identifica a Habacuc con el profeta [[Judaísmo|judío]] de ese nombre, que se describe en el fragmento deuterocanónico de Bel y el dragón (Dan. 14,32ss) como [[milagro]]samente llevando una comida a Daniel en el foso del león.  
  
II. CONTENIDO DE LA PROFECIA
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En esta ausencia de tradición auténtica, la leyenda, no sólo judía sino también [[Cristianismo|cristiana]], ha estado singularmente ocupada con el profeta Habacuc. Lo ha representado como perteneciente a la tribu de [[Levitas|Leví]] y como el hijo de un cierto Jesús; como el hijo de la [[mujer]] sunamita, a quien [[Eliseo]] volvió a la vida (cf. 2 Ry. 4,16 ss.); como el centinela puesto por [[Isaías]] (cf. Is. 21,6 y Hab. 2,1) para observar la caída de [[Babilonia]]. De acuerdo a las "Vidas" de los profetas, una de los cuales es atribuida a [[San Epifanio]], y la otra a Doroteo, Habacuc fue de la tribu de [[Simeón]], y un nativo de Bethsocher, una ciudad al parecer en la tribu de [[Judá]]. En las mismas obras se indica que cuando [[Nabucodonosor]] vino a sitiar [[Jerusalén]], el profeta huyó a Ostrakine (ahora Straki, en la costa [[Egipto|egipcia]]), de dónde regresó sólo después que los caldeos se habían retirado; entonces vivió como agricultor en su lugar nativo, y murió allí dos años antes del edicto de restauración de Ciro (538 a.C.).  También se mencionan varios lugares como el de su [[Entierro Cristiano|entierro]]. Hoy día no se puede determinar la cantidad exacta de información positiva que contienen estas leyendas.  Las Iglesias Griega y Latina celebran la [[fiesta]] del profeta Habacuc el 15 de enero. 
  
Aparte de su título corto (I, 1) el libro de Habacuc se divide comúnmente en dos partes: el (I, 2-II, 20) se lee como un diálogo dramático entre Dios y su profeta; el otro (capitulo III) es una oda lírica, con las características habituales de un salmo. La primera parte se abre con un lamento de Habacuc a Dios sobre la prolongada iniquidad de la tierra, y a la opresión persistente del justo por el impío, de modo que no había ni ley ni justicia en Judá : ¿Cuánto tiempo el impío esta destinado a prosperar así? (I, 2-4). Jehová contestó (I, 5-11) que una nueva y alarmante visualización de su justicia esta por ocurrir: ya los Caldeos que son rápidos, rapases, y terrible raza están comenzando a levantarse, y poner fin a los males de los cuales el profeta se ha quejado .Entonces Habacuc rebatió con Jehová, la eterna y rigurosa regla del mundo, sobre las crueldades en las cuales él permite que los Caldeos sean indultados (I, 12-17), y él espera confiadamente una respuesta a su plegaria (II, 1). La respuesta de Dios (II, 2-4) es en forma de un corto oráculo (verso 4), en el cual el profeta es tentado a escribir en una tablilla para que todos puedan leerla, y que prevee la última condena al caldeo invasor. En el contenido de este mensaje, Habacuc pronuncia una canción burlesca, compuesta triunfantemente de cinco " aflicciones " que él pone con viveza dramática en los labios de las naciones que los Caldeos han conquistado y desolado (II, 5-20). La segunda parte del libro (capitulo III) lleva el título: " un rezo de Habacuc, el profeta, a la música de Shigionot. " Estrictamente hablando, solamente el segundo verso de este capítulo tiene la forma de un rezo. Los versos que siguen (3-16) describen una teofanía (manifestación divina) en que Jehová aparece con el único propósito de la salvación de su gente y la ruina de sus enemigos. La oda concluye con la declaración de que aunque las bendiciones de la naturaleza deben fallar en el día de la penuria, el cantante se regocijara en Jehová (17-19). Añadido al capitulo III esta la declaración: " para el jefe de los músicos, en mis instrumentos de cuerda. "
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===Contenido  de la Profecía===
  
III. FECHA Y PROFESIÓN DE ESCRITOR
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Aparte de su corto título (1,1) el libro de Habacuc se divide comúnmente en dos partes: la primera (1,2 – 2,20) parece como un diálogo dramático entre [[Dios]] y su profeta; la segunda, (cap. 3) es una oda lírica, con las características habituales de un [[Salmos|salmo]]. La primera parte se inicia con un lamento de Habacuc a Dios sobre la prolongada iniquidad de la tierra, y sobre la opresión persistente del impío al justo, de modo que no había ni [[ley]] ni [[justicia]] en [[Judá]]: ¿Cuánto tiempo está destinado el impío a prosperar así? (1,2-4).  [[Yahveh]] contestó (1,5-11) que pronto ocurrirá un nuevo y sorprendente despliegue de su [[justicia]]: ya los caldeos---esa raza veloz, terrible y rapaz---están comenzando a levantarse, y pondrán fin a los [[mal]]es de los cuales se ha quejado el profeta.  Entonces Habacuc discute con Yahveh, el eterno y riguroso Gobernante del mundo, sobre las crueldades a las cuales Él permite que los caldeos se entreguen (1,12-17), y espera confiadamente una respuesta a su plegaria (2,1). La respuesta de Dios (2,2-4) es en forma de un corto [[oráculo]] (v. 4), el cual el profeta está obligado a escribir en una tablilla para que todos puedan leerlo, y que predice la última condena del caldeo invasor.  Satisfecho con este mensaje, Habacuc pronuncia una canción burlesca, compuesta triunfantemente de cinco "imprecaciones" que él pone con viveza dramática en los labios de las naciones que los caldeos han conquistado y desolado (2,5-20).  
  
Por carencia principalmente de evidencia externa confiable, han habido en el pasado, y hay incluso ahora, una gran diversidad de opiniones referentes a la fecha en la que la profecía de Habacuc debió de ser escrita. Los rabinos antiguos, cuya visión se incorpora a la crónica judía titulada Seder olam Rabbah, y todavía son validados por muchos eruditos católicos (Kaulen, Zschokke, Knabenbauer, Schenz, Cornely, etc.), refieren la composición del libro a los años pasados del reinado de Manasses. Clemente de Alejandría dice que " Habacuc todavía profesaba en la época de Sedecias " (599-588 A de C.), y San Jerome atribuye la profecía a la época babilónica del Exilio. Algunos eruditos recientes (Delitzsch y Keil entre Protestantes, Danko, Rheinke, Holzammer, y prácticamente también Vigouroux, entre católicos, lo colocan bajo Josias (641-610 A de C.). Otros lo refieren a la época de Joakim (610-599 A de C.), incluso antes de la victoria de Nabucodonosor en Carchemish en 605 A de C. (Católicos: Schegg, Haneberg; Protestantes: Schrader, S. Davidson, König, Strack, Driver, etc.); mientras que otros, mayormente racionalistas y muy racionalistas, le atribuyen al tiempo después de la ruina de la ciudad santa de los Caldeos. Como se habría previsto, estas varias visiones son unas más probables que otras, cuando son comparadas con el contenido real del libro de Habacuc. De todas ellas, la que adoptó San Jerome, y que es ahora propuesta por muchos racionalistas, es decididamente la menos probable: atribuir, como esa visión lo hace, el libro al Exilio, está, por un lado, admitiendo para el texto de Habacuc un fondo histórico del cual no hay ninguna referencia verdadera en la profecía, y, por el otro, no hacer caso de las referencias distintas del profeta a los acontecimientos conectados con el período antes del cautiverio de Babilonia (cf. I, 2-4, 6, etc.). El resto de las opiniones tienen sus respectivos grados de probabilidad, de modo que no es nada fácil elegir entre ellos. Al parecer, sin embargo, la visión descrita en el libro en 605-600 A de C. "es el mejor en armonía con las circunstancias históricas bajo las cuales los Caldeos son presentados en la profecía de Habacuc, eso es como un látigo inminente para Judá, como los opresores que todos saben han comenzado ya la herencia de sus precursores" (Van Hoonacker).  
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La segunda parte del libro (cap. 3) lleva el título: "una oración de Habacuc, el profeta, en el tono de las lamentaciones.”  Estrictamente hablando, solamente el segundo verso de este capítulo tiene la forma de una oración. Los versículos siguientes (3-16) describen una teofanía (manifestación divina) en que Yahveh aparece con el único propósito de la [[salvación]] de su pueblo y la ruina de sus enemigos. La oda concluye con la declaración de que aunque las [[Bendición|bendiciones]] de la naturaleza deben fallar en el día de la penuria, el cantante se regocijará en Yahveh (17-19). Al final del capítulo 3 se añade la declaración:  “Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda”.  
  
Durante el siglo diecinueve, se hicieron objeciones a menudo contra la autenticidad de ciertas partes del libro de Habacuc. En la primera parte del trabajo, las objeciones se han dirigido especialmente contra I, 5-11. Pero, no obstante aunque extrañas puedan parecer a primera vista, las dificultades resultan ser realmente débiles, con una inspección más cercana; y en el punto del hecho, la gran mayoría de críticos las mira como no decisivas. Los argumentos impulsados contra la autenticidad del capítulo II, 9-20, aun son de menor peso. Solamente en referencia al capítulo III, que forma la segunda parte del libro, puede haber una seria controversia en cuanto a la profesión de escritor de Habacuc. Muchos críticos tratan el capítulo entero como poema último e independiente, sin alusiones a las circunstancias del tiempo de Habacuc, y aún llevando un título litúrgico y direcciones musicales (V 3, 9, 13, 19) distintas marcas de la colección de las canciones sagradas de las cuales fueron tomadas. De acuerdo a ellos, fue añadido al libro de Habacuc porque había sido atribuido ya a él en el título, apenas pues ciertos salmos todavía se refieren en la Septuaquinta y en la Vulgata a algunos profetas. Otros, de hecho en un número más pequeño, pero también con mayor probabilidad, miran solamente la parte pasada del capítulo III, 17-19 como adición posterior al trabajo de Habacuc: en referencia a esta última parte, parece verdad el decir que no tiene ninguna alusión definida a las circunstancias del tiempo de Habacuc. Todas las cosas consideradas, al parecer, en la pregunta si el capítulo III es una parte original de la profecía de Habacuc, o un poema independiente añadido al final del capítulo en una fecha posterior, no se puede contestar con certeza: de manera certera muy poco es lo que se sabe, referente a las circunstancias reales del medio en el cual Habacuc compuso su trabajo, para permitir a alguien sentirse confiado que esta parte de ella se debe o no se debe atribuir al mismo autor que el resto del libro.
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===Fecha  y Autoría===
  
IV. LAS CARACTERÍSTICAS LITERARIAS Y TEXTUALES
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Debido principalmente a la falta de evidencia externa confiable, ha habido en el pasado, y hay incluso ahora, una gran diversidad de opiniones respecto a la fecha en que se debe situar la [[profecía]] de Habacuc. Los rabinos antiguos, cuya opinión aparece en la crónica judía titulada Seder olam Rabbah, y que es aceptada todavía por muchos eruditos [[católico]]s ([[Franz Philip Kaulen|Kaulen]], Zschokke, Knabenbauer, Schenz, [[Karl Josef Rudolph Cornely|Cornely]], etc.), sitúan la composición del libro en los últimos años del reinado de [[Manasés]]. [[Clemente de Alejandría]] dice que "Habacuc todavía profetizaba en la época de Sedecías" (599-588 a.C.), y [[San Jerónimo]] atribuye la profecía a la época del [[Cautividades de los Israelitas|exilio babilónico]]. Algunos eruditos modernos (los [[Protestantismo|protestantes]] Delitzsch y Keil; entre los católicos Danko, Rheinke, Holzammer, y prácticamente también Vigouroux, lo colocan bajo [[Josías]] (641-610 a.C.). Otros lo atribuyen a la época de Joaquín (610-599 a.C.), ambos antes de la victoria de Nabucodonosor en Carchemish en 605 a.C. (Católicos:  Schegg, Haneberg; Protestantes: Schrader, S. Davidson, König, Strack, Driver, etc.); mientras que otros, mayormente los [[Racionalismo|racionalistas]] empedernidos, lo atribuyen al tiempo después que los caldeos arruinaron la Ciudad Santa.  Como puede esperarse, estas varias opiniones no gozan de la misma cantidad de probabilidad, cuando son comparadas con el contenido real del libro de Habacuc. De todas ellas, la que adoptó San Jerónimo, y que es ahora propuesta por muchos racionalistas, es decididamente la menos probable: atribuir el libro al Exilio, como hace esa opinión, es, por un lado, admitir para el texto de Habacuc un fondo histórico del cual no hay ninguna referencia real en la profecía, y, por el otro, ignorar las claras referencias del profeta a acontecimientos conectados con el período antes del cautiverio de Babilonia (cf. 1,2-4.6, etc.).  Todas las demás opiniones tienen sus respectivos grados de probabilidad, de modo que no es nada fácil elegir entre ellas. Sin embargo, parece que la opinión que adscribe el libro al 605-600 a.C. "está en mejor armonía con las circunstancias históricas bajo las cuales los caldeos son presentados en la profecía de Habacuc, es decir, como un tormento inminente para Judá, como los opresores que todos saben han comenzado ya la herencia de sus precursores" (Van Hoonacker).  
  
En la composición de su libro, Habacuc visualiza una potencia literaria que se ha admirado a menudo. Su dicción es rica y clásica, y sus imágenes son llamativas y apropiadas. El diálogo entre Dios y él es altamente oratorial, y expuesto a un fragmento más grande que se supone comúnmente al paralelismo del pensamiento y de la expresión, que es la característica distintiva de la poesía hebrea. El Mashal o la canción burlesca de cinco "aflicciones" que sigue al diálogo, tiene un poderoso efecto dramático en los labios de las naciones que han cruelmente oprimido los Caldeos. La oda lírica con el cual el libro concluye, compara favorablemente lo que se refiere a imágenes y ritmo con la mejor producción de la poesía hebrea. Estas bellezas literarias nos permiten comprender que Habacuc era une escritor del más alto orden. También nos hacen lamentar que el texto original de su profecía no debe haber venido a nosotros en toda su perfección primitiva. De hecho, los intérpretes recientes del libro han notado y precisado las numerosas alteraciones, especialmente en la línea de las adiciones, que se han arrastrado en el texto hebreo de la profecía de Habacuc, y lo hacen ocasionalmente muy obscuro. Solamente un número justo de esas alteraciones puede ser corregida por un estudio cercano del contexto; por una comparación cuidadosa del texto con las versiones antiguas, especialmente la Septuaquinta; por una aplicación de las reglas del paralelismo hebreo, etc. En otros lugares, la lectura primitiva ha desaparecido y no puede ser recuperada, excepto basado en el significado que la crítica bíblica produce hoy en día.
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Durante el siglo XIX, se hicieron objeciones a menudo contra la [[Autenticidad de la Biblia|autenticidad]] de ciertas partes del libro de Habacuc. En la primera parte de la obra, las objeciones se han dirigido especialmente contra 1,5-11. Pero, sin importar cuán formidables puedan parecer a primera vista, las dificultades resultan ser realmente débiles, con una inspección más cercana; y de hecho, la gran mayoría de críticos las mira como no decisivas. Los argumentos esgrimidos contra la autenticidad del capítulo 2,9-20, son aun de menor peso. Solamente en referencia al capítulo 3, que forma la segunda parte del libro, puede haber una seria controversia en cuanto a la autoría de Habacuc. Muchos críticos tratan el capítulo entero como un poema último e independiente, sin alusiones a las circunstancias del tiempo de Habacuc, y aún llevando en su encabezamiento [[Liturgia|litúrgico]] y direcciones musicales (v. 3, 9, 13, 19) señales claras de la colección de cánticos sagrados de donde fueron tomadas.  De acuerdo a ellos, fue añadido al libro de Habacuc porque había sido atribuido ya a él en el título, igual que ciertos [[Salmos]] son adscritos en la Septuaginta y en la Vulgata a algunos profetas. Otros, de hecho en un número más pequeño, pero también con mayor probabilidad, consideran sólo la última parte del capítulo 3,17-19 como una adición posterior al trabajo de Habacuc: en referencia a esta última parte, parece verdad el decir que no tiene ninguna alusión definida a las circunstancias del tiempo de Habacuc. Consideradas todas las cosas, parece que no puede ser contestada con certeza la pregunta sobre si el capítulo 3 es una parte original de la profecía de Habacuc, o un poema independiente añadido en fecha posterior: se sabe muy poco en forma positiva respecto a las verdaderas circunstancias en medio de las cuales Habacuc compuso su obra, para hacer sentir a uno confiado que esta porción debe o no debe ser adscrita al mismo autor que el resto del libro.
  
V. LA ENSEÑANZA PROFÉTICA
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===Características  Literarias  y  Textuales===
  
La mayoría de las verdades religiosas y morales que se pueden notar en esta corta profecía no son peculiares en ella. Ellas forman la parte del mensaje común que cargaron los profetas en el tiempo para convencer a la gente elegida de Dios. Como los otros profetas, Habacuc es el campeón del monoteísmo ético. Para él, como para ellos, solamente Jehová es el Dios vivo (II, 18-20); Él es el eterno y santo (I, 12), la regla suprema del universo (I, 6, 17; II, 5 sqq.; III, 2-16), cuya palabra no puede fallar para obtener su efecto (II, 3), y su gloria será reconocida por todas las naciones (II, 14). En sus ojos, como en los de los otros profetas, Israel es la gente elegida por Dios a quienes injustamente Él limita a visitar con una señal de castigo (I, 2-4). La gente especial, quien fuera la misión de Habacuc anunciarles a sus contemporáneos como los instrumentos del juicio de Jehová, eran los Caldeos, que derrocarán todo, incluso Judá y Jerusalén, en su victoriosa marcha (I, 6 sqq.). Ésta fue de hecho en aquel tiempo una increíble predicción (I, 5), porque ¿no fue Judá el reino de Dios y los Caldeos la potencia del mundo caracterizada por arrogante orgullo y tiranía?, ¿No era por lo tanto Judá " justa " para ser salvada, y los Caldeos verdaderos "impíos" para ser destruidos? La respuesta a esta dificultad se encuentra en el verso (II, 4) que contiene la enseñanza central y distintiva del libro. Su forma oracular anuncia un principio de una importación más amplia que las circunstancias reales del medio en el cual le fue revelado al profeta, una ley general, como podríamos decir, la providencia de Dios en el gobierno del mundo: el pecador lleva adentro sí mismo los gérmenes de su propia destrucción; el creyente, por el contrario, los de la vida eterna. Es debido a esto, que Habacuc aplica el oráculo no solamente a los Caldeos de su tiempo que están amenazando la existencia del reino de Dios en la tierra, sino que también a todas las naciones opuestas a ese reino, quienes serán además reducidas a la nada (II, 5-13), y declara solemnemente que "la tierra se llenará del conocimiento de la gloria de Jehová, como las aguas cubren el mar" (II, 15). Es debido a esta verdadera Mesiánica importación, que la segunda parte del oráculo de Habacuc (II, 4b) se trate en varias ocasiones en las escrituras del Nuevo Testamento (ROM, I, 17; Galón, III, 11; Hebreos, X, 38) como ha sido verificado en las condiciones internas de los creyentes de la nueva ley.  
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En la composición de su libro, Habacuc despliega un poder literario que se ha admirado a menudo. Su dicción es rica y clásica, y sus imágenes son llamativas y apropiadas. El diálogo entre [[Dios]] y él es altamente retórico, y exhibe en mayor alcance del que se supone comúnmente, el paralelismo de pensamiento y de expresión, que es la característica distintiva de la poesía hebrea. El Mashal o la canción burlesca de cinco "imprecaciones" que sigue al diálogo, se coloca con un efecto dramático poderoso en los labios de las naciones a quienes los caldeos han oprimido cruelmente. La oda lírica que concluye el libro, compara favorablemente respecto a imágenes y ritmo con la mejor producción de la poesía hebrea. Estas bellezas literarias nos permiten comprender que Habacuc era un escritor del más alto orden. También nos hacen lamentar que el texto original de su profecía no nos haya llegado en toda su perfección primitiva. De hecho, los intérpretes recientes del libro han notado y señalado las numerosas alteraciones, especialmente en la línea de las adiciones, que se han deslizado al texto hebreo de la profecía de Habacuc, y lo hacen ocasionalmente muy obscuro. Solamente un número justo de esas alteraciones pueden ser corregidas por un estudio cercano del contexto; por una comparación cuidadosa del texto con las versiones antiguas, especialmente la Septuaginta; por una aplicación de las reglas del [[paralelismo]] hebreo, etc. En los otros lugares, la lectura primitiva ha desaparecido y no puede ser recuperada, excepto conjeturalmente, por los medios que provee el [[Alto Criticismo|criticismo]] hoy día.  
  
COMENTARIOS: CATÓLICOS:---SHEGG (2da ed., Ratisbon, 1862); RHEINKE (Brixen, 1870); TROCHON (París, 1883); KNABENBAUER (París, 1886); NO CATÓLICOS:---DELITZSCH (Leipzig, 1843); VON ORELLI (Eng. tr. Edimburgo, 1893); KLEINERT (Leipzig, 1893); WELLHAUSEN (3ra ed., Berlín, 1898); DAVIDSON (Cambridge, 1899); MARTI (Br de Freiburg im, 1904); NOWACK (2da ed., Göttingen, 1904); DUHM (Tübingen, 1906); Van Hoonacker (París, 1908).
+
===Enseñanzas  Proféticas===
  
FRANCIS E. GIGOT
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La mayoría de las verdades [[Religión|religiosas]] y [[moral]]es que se pueden notar en esta corta profecía no son peculiares a ella. Ellas forman parte del mensaje común que se les encargó a los antiguos profetas que transmitieran al pueblo elegido de Dios. Como los otros profetas, Habacuc es el adalid del [[monoteísmo]] [[Ética|ético]]. Para él, como para ellos, solamente Yahveh es el Dios vivo (2,18-20); Él es el eterno y santo (1,12), el sumo Gobernante del universo (1,6.17; 2,5 ss.; 3,2-16), cuya Palabra no puede fallar en lograr su efecto (2,3), y cuya [[gloria]] será reconocida por todas las naciones (2,14). A sus ojos, como a los de los otros profetas, [[Israel]] es el pueblo escogido por Dios cuya perversidad Él debe visitar con una señal de castigo (1,2-4). El pueblo especial,  a quienes Habacuc tenía la propia misión de anunciar a sus contemporáneos como los instrumentos del juicio de Yahveh, eran los caldeos, que derrocarán todo, incluso [[Judá]] y [[Jerusalén]], en su victoriosa marcha (1,6 ss.).  Ciertamente, en ese tiempo ésta fue una increíble predicción (1,5), porque ¿acaso no era Judá el reino de Dios y los caldeos un poder terrenal caracterizado por su presuntuoso [[orgullo]] y tiranía?  ¿No era por lo tanto Judá la "justa" para ser salvada, y los caldeos verdaderos "impíos" para ser destruidos? La respuesta a esta dificultad se encuentra en el dístico (2,4) que contiene la enseñanza central y distintiva del libro. Su forma profética anuncia un principio de una importación más amplia que las circunstancias reales en medio de las cual le fue revelado al profeta, una ley general, como podríamos decir, la [[Divina Providencia|Providencia]] de Dios en el gobierno del mundo: el pecador lleva dentro de sí los gérmenes de su propia destrucción; el creyente, por el contrario, los de la vida eterna. Es debido a esto, que Habacuc aplica el [[oráculo]] no solamente a los caldeos de su tiempo que están amenazando la existencia del reino de Dios en la tierra, sino también a todas las naciones opuestas a ese reino, quienes serán asimismo reducidas a la nada (2,5-13), y declara solemnemente que "la tierra se llenará del [[conocimiento]] de la [[gloria]] de Yahveh, como las aguas cubren el mar" (2,15). Es debido a este contenido [[Mesías|mesiánico]] verdadero, que la segunda parte del oráculo de Habacuc (2,4b) repetidamente se trata en los escritos del [[Nuevo Testamento]] ([[Romanos|Rm.]] 1,17; [[Gálatas|Gl.]] 3,11; [[Hebreos|Hb.]] 10,38) como que se verifica en la condición interna de los creyentes de la Nueva Ley.
Transcrito por Thomas J. Bress
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Traducido por Catherine Agnello V.
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'''Bibliografía:'''  COMENTARIOS: CATÓLICOS:---SHEGG (2da ed., Ratisbona, 1862); RHEINKE (Brixen, 1870); TROCHON (París, 1883); KNABENBAUER (París, 1886);  NO CATÓLICOS:---DELITZSCH (Leipzig, 1843); VON ORELLI (Eng. tr. Edimburgo, 1893); KLEINERT (Leipzig, 1893); WELLHAUSEN (3ra ed., Berlín, 1898); DAVIDSON (Cambridge, 1899); MARTI (Br de Freiburg im, 1904); NOWACK (2da ed., Göttingen, 1904); DUHM (Tübingen, 1906); Van Hoonacker (París, 1908).
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'''Fuente''':  Gigot, Francis. "Habacuc (Habakkuk)." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910.
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<http://www.newadvent.org/cathen/07097a.htm>.
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Traducido por Catherine Agnello V.  L H M.

Última revisión de 12:57 31 oct 2017

Habakkuk-1-.jpg

(Habakuk) El octavo de los profetas menores, floreció probablemente hacia el final del siglo VII a. C.

Nombre y Vida Personal

En el texto hebreo (1,1; 3,1), el nombre del profeta presenta una forma doblemente intensiva Hàbhàqqûq, que no se ha preservado ni en la Septuaginta: Ambakoum, o en la Vulgata: Habacuc. Es obvia su semejanza con el hambakûku, asirio, que es el nombre de una planta. No se ha podido comprobar su significado exacto: generalmente se interpreta como "abrazo" y ocasionalmente como "ardiente abrazo", debido a su forma intensiva. No hay información confiable sobre su lugar de nacimiento, su familia ni sobre su vida. El hecho de que en su libro sea llamado dos veces "el “profeta" (1,1; 3,1) conduce de hecho a deducir que Habacuc ocupaba una posición reconocida como profeta, pero no produce manifiestamente ningún conocimiento definido sobre su persona. Una vez más algunos detalles musicales conectados con el texto hebreo de su oración (cap. 3) pueden sugerir posiblemente que él era un miembro del coro del Templo, y por lo tanto un levita: pero la mayoría de los eruditos consideran esta doble inferencia como cuestionable. Mucho menos cuestionable es la opinión propuesta, que identifica a Habacuc con el profeta judío de ese nombre, que se describe en el fragmento deuterocanónico de Bel y el dragón (Dan. 14,32ss) como milagrosamente llevando una comida a Daniel en el foso del león.

En esta ausencia de tradición auténtica, la leyenda, no sólo judía sino también cristiana, ha estado singularmente ocupada con el profeta Habacuc. Lo ha representado como perteneciente a la tribu de Leví y como el hijo de un cierto Jesús; como el hijo de la mujer sunamita, a quien Eliseo volvió a la vida (cf. 2 Ry. 4,16 ss.); como el centinela puesto por Isaías (cf. Is. 21,6 y Hab. 2,1) para observar la caída de Babilonia. De acuerdo a las "Vidas" de los profetas, una de los cuales es atribuida a San Epifanio, y la otra a Doroteo, Habacuc fue de la tribu de Simeón, y un nativo de Bethsocher, una ciudad al parecer en la tribu de Judá. En las mismas obras se indica que cuando Nabucodonosor vino a sitiar Jerusalén, el profeta huyó a Ostrakine (ahora Straki, en la costa egipcia), de dónde regresó sólo después que los caldeos se habían retirado; entonces vivió como agricultor en su lugar nativo, y murió allí dos años antes del edicto de restauración de Ciro (538 a.C.). También se mencionan varios lugares como el de su entierro. Hoy día no se puede determinar la cantidad exacta de información positiva que contienen estas leyendas. Las Iglesias Griega y Latina celebran la fiesta del profeta Habacuc el 15 de enero.

Contenido de la Profecía

Aparte de su corto título (1,1) el libro de Habacuc se divide comúnmente en dos partes: la primera (1,2 – 2,20) parece como un diálogo dramático entre Dios y su profeta; la segunda, (cap. 3) es una oda lírica, con las características habituales de un salmo. La primera parte se inicia con un lamento de Habacuc a Dios sobre la prolongada iniquidad de la tierra, y sobre la opresión persistente del impío al justo, de modo que no había ni ley ni justicia en Judá: ¿Cuánto tiempo está destinado el impío a prosperar así? (1,2-4). Yahveh contestó (1,5-11) que pronto ocurrirá un nuevo y sorprendente despliegue de su justicia: ya los caldeos---esa raza veloz, terrible y rapaz---están comenzando a levantarse, y pondrán fin a los males de los cuales se ha quejado el profeta. Entonces Habacuc discute con Yahveh, el eterno y riguroso Gobernante del mundo, sobre las crueldades a las cuales Él permite que los caldeos se entreguen (1,12-17), y espera confiadamente una respuesta a su plegaria (2,1). La respuesta de Dios (2,2-4) es en forma de un corto oráculo (v. 4), el cual el profeta está obligado a escribir en una tablilla para que todos puedan leerlo, y que predice la última condena del caldeo invasor. Satisfecho con este mensaje, Habacuc pronuncia una canción burlesca, compuesta triunfantemente de cinco "imprecaciones" que él pone con viveza dramática en los labios de las naciones que los caldeos han conquistado y desolado (2,5-20).

La segunda parte del libro (cap. 3) lleva el título: "una oración de Habacuc, el profeta, en el tono de las lamentaciones.” Estrictamente hablando, solamente el segundo verso de este capítulo tiene la forma de una oración. Los versículos siguientes (3-16) describen una teofanía (manifestación divina) en que Yahveh aparece con el único propósito de la salvación de su pueblo y la ruina de sus enemigos. La oda concluye con la declaración de que aunque las bendiciones de la naturaleza deben fallar en el día de la penuria, el cantante se regocijará en Yahveh (17-19). Al final del capítulo 3 se añade la declaración: “Del maestro de coro. Para instrumentos de cuerda”.

Fecha y Autoría

Debido principalmente a la falta de evidencia externa confiable, ha habido en el pasado, y hay incluso ahora, una gran diversidad de opiniones respecto a la fecha en que se debe situar la profecía de Habacuc. Los rabinos antiguos, cuya opinión aparece en la crónica judía titulada Seder olam Rabbah, y que es aceptada todavía por muchos eruditos católicos (Kaulen, Zschokke, Knabenbauer, Schenz, Cornely, etc.), sitúan la composición del libro en los últimos años del reinado de Manasés. Clemente de Alejandría dice que "Habacuc todavía profetizaba en la época de Sedecías" (599-588 a.C.), y San Jerónimo atribuye la profecía a la época del exilio babilónico. Algunos eruditos modernos (los protestantes Delitzsch y Keil; entre los católicos Danko, Rheinke, Holzammer, y prácticamente también Vigouroux, lo colocan bajo Josías (641-610 a.C.). Otros lo atribuyen a la época de Joaquín (610-599 a.C.), ambos antes de la victoria de Nabucodonosor en Carchemish en 605 a.C. (Católicos: Schegg, Haneberg; Protestantes: Schrader, S. Davidson, König, Strack, Driver, etc.); mientras que otros, mayormente los racionalistas empedernidos, lo atribuyen al tiempo después que los caldeos arruinaron la Ciudad Santa. Como puede esperarse, estas varias opiniones no gozan de la misma cantidad de probabilidad, cuando son comparadas con el contenido real del libro de Habacuc. De todas ellas, la que adoptó San Jerónimo, y que es ahora propuesta por muchos racionalistas, es decididamente la menos probable: atribuir el libro al Exilio, como hace esa opinión, es, por un lado, admitir para el texto de Habacuc un fondo histórico del cual no hay ninguna referencia real en la profecía, y, por el otro, ignorar las claras referencias del profeta a acontecimientos conectados con el período antes del cautiverio de Babilonia (cf. 1,2-4.6, etc.). Todas las demás opiniones tienen sus respectivos grados de probabilidad, de modo que no es nada fácil elegir entre ellas. Sin embargo, parece que la opinión que adscribe el libro al 605-600 a.C. "está en mejor armonía con las circunstancias históricas bajo las cuales los caldeos son presentados en la profecía de Habacuc, es decir, como un tormento inminente para Judá, como los opresores que todos saben han comenzado ya la herencia de sus precursores" (Van Hoonacker).

Durante el siglo XIX, se hicieron objeciones a menudo contra la autenticidad de ciertas partes del libro de Habacuc. En la primera parte de la obra, las objeciones se han dirigido especialmente contra 1,5-11. Pero, sin importar cuán formidables puedan parecer a primera vista, las dificultades resultan ser realmente débiles, con una inspección más cercana; y de hecho, la gran mayoría de críticos las mira como no decisivas. Los argumentos esgrimidos contra la autenticidad del capítulo 2,9-20, son aun de menor peso. Solamente en referencia al capítulo 3, que forma la segunda parte del libro, puede haber una seria controversia en cuanto a la autoría de Habacuc. Muchos críticos tratan el capítulo entero como un poema último e independiente, sin alusiones a las circunstancias del tiempo de Habacuc, y aún llevando en su encabezamiento litúrgico y direcciones musicales (v. 3, 9, 13, 19) señales claras de la colección de cánticos sagrados de donde fueron tomadas. De acuerdo a ellos, fue añadido al libro de Habacuc porque había sido atribuido ya a él en el título, igual que ciertos Salmos son adscritos en la Septuaginta y en la Vulgata a algunos profetas. Otros, de hecho en un número más pequeño, pero también con mayor probabilidad, consideran sólo la última parte del capítulo 3,17-19 como una adición posterior al trabajo de Habacuc: en referencia a esta última parte, parece verdad el decir que no tiene ninguna alusión definida a las circunstancias del tiempo de Habacuc. Consideradas todas las cosas, parece que no puede ser contestada con certeza la pregunta sobre si el capítulo 3 es una parte original de la profecía de Habacuc, o un poema independiente añadido en fecha posterior: se sabe muy poco en forma positiva respecto a las verdaderas circunstancias en medio de las cuales Habacuc compuso su obra, para hacer sentir a uno confiado que esta porción debe o no debe ser adscrita al mismo autor que el resto del libro.

Características Literarias y Textuales

En la composición de su libro, Habacuc despliega un poder literario que se ha admirado a menudo. Su dicción es rica y clásica, y sus imágenes son llamativas y apropiadas. El diálogo entre Dios y él es altamente retórico, y exhibe en mayor alcance del que se supone comúnmente, el paralelismo de pensamiento y de expresión, que es la característica distintiva de la poesía hebrea. El Mashal o la canción burlesca de cinco "imprecaciones" que sigue al diálogo, se coloca con un efecto dramático poderoso en los labios de las naciones a quienes los caldeos han oprimido cruelmente. La oda lírica que concluye el libro, compara favorablemente respecto a imágenes y ritmo con la mejor producción de la poesía hebrea. Estas bellezas literarias nos permiten comprender que Habacuc era un escritor del más alto orden. También nos hacen lamentar que el texto original de su profecía no nos haya llegado en toda su perfección primitiva. De hecho, los intérpretes recientes del libro han notado y señalado las numerosas alteraciones, especialmente en la línea de las adiciones, que se han deslizado al texto hebreo de la profecía de Habacuc, y lo hacen ocasionalmente muy obscuro. Solamente un número justo de esas alteraciones pueden ser corregidas por un estudio cercano del contexto; por una comparación cuidadosa del texto con las versiones antiguas, especialmente la Septuaginta; por una aplicación de las reglas del paralelismo hebreo, etc. En los otros lugares, la lectura primitiva ha desaparecido y no puede ser recuperada, excepto conjeturalmente, por los medios que provee el criticismo hoy día.

Enseñanzas Proféticas

La mayoría de las verdades religiosas y morales que se pueden notar en esta corta profecía no son peculiares a ella. Ellas forman parte del mensaje común que se les encargó a los antiguos profetas que transmitieran al pueblo elegido de Dios. Como los otros profetas, Habacuc es el adalid del monoteísmo ético. Para él, como para ellos, solamente Yahveh es el Dios vivo (2,18-20); Él es el eterno y santo (1,12), el sumo Gobernante del universo (1,6.17; 2,5 ss.; 3,2-16), cuya Palabra no puede fallar en lograr su efecto (2,3), y cuya gloria será reconocida por todas las naciones (2,14). A sus ojos, como a los de los otros profetas, Israel es el pueblo escogido por Dios cuya perversidad Él debe visitar con una señal de castigo (1,2-4). El pueblo especial, a quienes Habacuc tenía la propia misión de anunciar a sus contemporáneos como los instrumentos del juicio de Yahveh, eran los caldeos, que derrocarán todo, incluso Judá y Jerusalén, en su victoriosa marcha (1,6 ss.). Ciertamente, en ese tiempo ésta fue una increíble predicción (1,5), porque ¿acaso no era Judá el reino de Dios y los caldeos un poder terrenal caracterizado por su presuntuoso orgullo y tiranía? ¿No era por lo tanto Judá la "justa" para ser salvada, y los caldeos verdaderos "impíos" para ser destruidos? La respuesta a esta dificultad se encuentra en el dístico (2,4) que contiene la enseñanza central y distintiva del libro. Su forma profética anuncia un principio de una importación más amplia que las circunstancias reales en medio de las cual le fue revelado al profeta, una ley general, como podríamos decir, la Providencia de Dios en el gobierno del mundo: el pecador lleva dentro de sí los gérmenes de su propia destrucción; el creyente, por el contrario, los de la vida eterna. Es debido a esto, que Habacuc aplica el oráculo no solamente a los caldeos de su tiempo que están amenazando la existencia del reino de Dios en la tierra, sino también a todas las naciones opuestas a ese reino, quienes serán asimismo reducidas a la nada (2,5-13), y declara solemnemente que "la tierra se llenará del conocimiento de la gloria de Yahveh, como las aguas cubren el mar" (2,15). Es debido a este contenido mesiánico verdadero, que la segunda parte del oráculo de Habacuc (2,4b) repetidamente se trata en los escritos del Nuevo Testamento (Rm. 1,17; Gl. 3,11; Hb. 10,38) como que se verifica en la condición interna de los creyentes de la Nueva Ley.


Bibliografía: COMENTARIOS: CATÓLICOS:---SHEGG (2da ed., Ratisbona, 1862); RHEINKE (Brixen, 1870); TROCHON (París, 1883); KNABENBAUER (París, 1886); NO CATÓLICOS:---DELITZSCH (Leipzig, 1843); VON ORELLI (Eng. tr. Edimburgo, 1893); KLEINERT (Leipzig, 1893); WELLHAUSEN (3ra ed., Berlín, 1898); DAVIDSON (Cambridge, 1899); MARTI (Br de Freiburg im, 1904); NOWACK (2da ed., Göttingen, 1904); DUHM (Tübingen, 1906); Van Hoonacker (París, 1908).

Fuente: Gigot, Francis. "Habacuc (Habakkuk)." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/07097a.htm>.

Traducido por Catherine Agnello V. L H M.