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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Agripino»

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Obispo de Cartago a fines del Siglo II, y principios del Siglo III. Durante su episcopado emergió la cuestión de la Iglesia Africana, sobre lo que se debía hacer con quienes se habían convertido desde los esquemismos o herejías.
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Obispo de [[Cartago]] a fines del siglo II y principios del siglo III. Durante su episcopado surgió en la [[Iglesia Africana]] la cuestión sobre lo que se debía hacer respecto a los [[conversión|conversos]] provenientes del [[cisma]] o la [[herejía]].  Si ellos habían sido antes [[católico]]s, la [[disciplina eclesiástica]] les imponía la debida [[penitencia]]. Pero si se trataba de aquéllos bautizados fuera de [[la Iglesia]], ¿se debía considerar ese [[bautismo]] como válido? Agripino convocó a los [[obispo]]s de Numidia y [[África]] al Primer [[Concilios de África|Concilio de África]] (probablemente del 215-217), el cual resolvió la pregunta negativamente.
  
Si ellos habían sido antes católicos, la disciplina eclesiástica les hacía tener penitencia. Pero si se trataba de personas que habían sido previamente bautizadas fuera de la iglesia, ¿cómo se consideraba ese bautizo, válido? Agrippinus convocó a los obispos de Numidia y Africa al Primer Concilio de Africa (probablemente del 215-217) el cual resolvió esas preguntas negativamente.
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Consecuentemente, Agripino decidió que tales [[persona]]s debían ser bautizadas no condicionalmente, sino absolutamente.  Los herejes, argumentó, no poseen la [[verdad]]era [[fe]]; ellos no pueden [[absolución|absolver]] del [[pecado]]; el agua en sus bautismos no puede limpiar del pecado. Le parecía que esas razones fortalecerían su conclusión, pero no era la costumbre en [[Roma]]. Sin embargo, el punto no se había planteado ni resuelto de manera definitiva.  Pero asumiendo su buena fe, Agripino y los otros no fueron excluidos de la unidad de [[la Iglesia]]. Casi quinientos años más tarde, [[San Cipriano de Cartago]] habló de la buena reputación de Agripino (bonae memoriae vir); y [[Vida de San Agustín de Hipona|San Agustín]], en un escrito contra los [[donatistas]], defiende a Agripino y a Cipriano demostrando que, a pesar de que estaban en el [[error]], ellos no habían roto la [[unidad]] de la Iglesia.  
  
Consecuentemente nuestro personaje decidió que las personas debían ser bautizadas no de manera condicional, sino en términos absolutos. Los herejes, argumentó, no tienen la posesión de la verdadera fe; ellos no se pueden absolver del pecado; el agua con que han realizado sus bautizos no limpia de pecado. Esas razones parecían fortalecer la conclusión a la que había llegado, pero no era la costumbre en Roma. El punto realmente no se había planteado de manera definitiva, mucho menos resuelto.
 
  
No obstante, asumiendo buena fe, Agrippinus y otros no estaban excluidos de la unidad de la Iglesia. Casi quinientos años más tarde, San Cipriano habló de la buena reputación de Agrippinus (bonae memoriae vir); y San Agustín en un escrito que elaboró contra los donatistas, defiende a nuestro personaje y Cipriano, demostrando que por error, ellos no habían roto la unidad de la Iglesia.
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'''Bibliografía''':  BAREILLE en Dict. De théol. Cath., I, 637, 638;BENSON en Dict. Christ. Biog., I, 65; HEFELE, Conciliengesch., 2d ed., I, 104-125.  
  
BAREILLE in Dict. De théol. Cath., I, 637, 638;BENSON in Dict. Christ. Biog., I, 65; HEFELE, Conciliengesch., 2d ed., I, 104-125.  
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'''Fuente''':  A'Becket, John Joseph. "Agrippinus." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01232a.htm>.
  
JOHN J. A' BECKET
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Traducido por Giovanni E. Reyes.  L H M.
Transcripción de Michael Christensen
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Traducción al castellano de Giovanni E. Reyes
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Revisión de 13:12 24 ago 2009

Obispo de Cartago a fines del siglo II y principios del siglo III. Durante su episcopado surgió en la Iglesia Africana la cuestión sobre lo que se debía hacer respecto a los conversos provenientes del cisma o la herejía. Si ellos habían sido antes católicos, la disciplina eclesiástica les imponía la debida penitencia. Pero si se trataba de aquéllos bautizados fuera de la Iglesia, ¿se debía considerar ese bautismo como válido? Agripino convocó a los obispos de Numidia y África al Primer Concilio de África (probablemente del 215-217), el cual resolvió la pregunta negativamente.

Consecuentemente, Agripino decidió que tales personas debían ser bautizadas no condicionalmente, sino absolutamente. Los herejes, argumentó, no poseen la verdadera fe; ellos no pueden absolver del pecado; el agua en sus bautismos no puede limpiar del pecado. Le parecía que esas razones fortalecerían su conclusión, pero no era la costumbre en Roma. Sin embargo, el punto no se había planteado ni resuelto de manera definitiva. Pero asumiendo su buena fe, Agripino y los otros no fueron excluidos de la unidad de la Iglesia. Casi quinientos años más tarde, San Cipriano de Cartago habló de la buena reputación de Agripino (bonae memoriae vir); y San Agustín, en un escrito contra los donatistas, defiende a Agripino y a Cipriano demostrando que, a pesar de que estaban en el error, ellos no habían roto la unidad de la Iglesia.


Bibliografía: BAREILLE en Dict. De théol. Cath., I, 637, 638;BENSON en Dict. Christ. Biog., I, 65; HEFELE, Conciliengesch., 2d ed., I, 104-125.

Fuente: A'Becket, John Joseph. "Agrippinus." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01232a.htm>.

Traducido por Giovanni E. Reyes. L H M.