Diferencia entre revisiones de «Eclesiástico»
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Revisión de 20:00 26 sep 2015
Eclesiástico (Abrev. Eclo.; también conocido como el Libro de Sirácida) es el más extenso de los libros deuterocanónicos de la Biblia, y el último de los escritos sapienciales en la Vulgata del Antiguo Testamento.
Contenido
Título
El título habitual del libro en los manuscritos griegos y Padres es Sophia Iesou huiou Seirach, "la sabiduría de Jesús, el hijo de Sirá", o simplemente Sophia Seirach, “la Sabiduría de Sirá". Está manifiestamente conectado con y posiblemente derivado de la siguiente suscripción que aparece al final de los recientemente descubiertos fragmentos hebreos del Eclesiástico: "Sabiduría [Hó khmâ] de Simeón, el hijo de Yeshua, el hijo de Eleazar, el hijo de Sirá". De hecho, su forma completa nos llevaría naturalmente a considerarlo como una traducción directa del título hebreo: Hokhmath Yeshua ben Sira, si no fuera porque San Jerónimo, en su prólogo a los escritos salomónicos, establece que el título hebreo del Eclesiástico era Míshlé (Parabolae) de Jesús de Sirá. Tal vez en el original hebreo el libro llevó títulos diferentes en diferentes momentos: de hecho, en el Talmud se le aplica el nombre simple, Hokhma "Sabiduría", mientras que los escritores rabínicos comúnmente citan el Eclesiástico como Ben Sirá. Entre los otros nombres griegos que se le dan al Eclesiástico en la literatura patrística, se puede mencionar el simple título de Sophia, "Sabiduría", y la designación honoraria he panaretos sophia, "la toda virtuosa Sabiduría".
Como bien podría esperarse, los escritores latinos le han aplicado al Eclesiástico títulos que se derivan de sus nombres griegos, como "Sapientia Sirach" ( Rufino); "Jesu, filii Sirach" (Junilius), "Sapienta Jesu" ( Códice Claromontano); "Liber Sapientiae" ( Misal Romano). Sin embargo, difícilmente se puede dudar que el título "Parabolae Salomonis", que se antepone a veces en el Breviario Romano a las secciones del Eclesiástico, se remonta al título hebreo del que habla San Jerónimo en su prólogo a los escritos salomónicos. Sea como fuere, la Iglesia Latina designa el libro con mayor frecuencia como "Eclesiástico", en sí misma una palabra griega con un final en latín. Este último título ---que no se debe confundir con “Eclesiastés" (Ecl.)--- es el utilizado por el Concilio de Trento en su decreto solemne referente a los libros a ser considerados como sagrados y canónicos. Señala la muy especial estima en la que se tenía anteriormente a esta obra didáctica con el propósito de lectura general e instrucción en las reuniones eclesiales: sólo este libro, de todos los escritos deuterocanónicos, a los que Rufino también llama Eclesiásticos, ha conservado a modo de pre-eminencia el nombre de Eclesiástico (Liber), o sea, "un libro para leerse en la iglesia".
Contenido
El Libro del Eclesiástico es precedido por un prólogo, que se precia de ser obra del traductor griego del original hebreo y cuya autenticidad es indudable. En este prefacio a su traducción, el escritor describe, entre otras cosas, su estado de ánimo al emprender la dura tarea de traducir el texto hebreo al griego. Estaba profundamente impresionado por la sabiduría de los dichos contenidos en el libro, y por lo tanto deseaba, por medio de una traducción, colocar esas valiosas enseñanzas al alcance de cualquier persona que deseara aprovecharlos para vivir conforme a la ley de Dios. Este era un objetivo muy digno, y no hay duda de que al establecerlo ante sí mismo el traductor del Eclesiástico se había percatado muy bien del carácter general del contenido de ese escrito sagrado. La idea fundamental del autor del Eclesiástico es la de la sabiduría según se entiende y se inculca en la literatura hebrea inspirada; pues el contenido de este libro, por muy variado que pueda aparecer en otros aspectos, admite ser agrupado naturalmente bajo el título general de "Sabiduría". Visto desde este punto de vista, que es de hecho universalmente considerado como el propio punto de vista del autor, el contenido del Eclesiástico se puede dividir en dos grandes partes: caps. 1 - 42,14 y 42,15 - 50,26. Los dichos que principalmente componen la primera parte tienden directamente a inculcar el temor de Dios y el cumplimiento de sus mandatos, en lo cual consiste la verdadera sabiduría. Esto lo hace señalando, de manera concreta, cómo el hombre verdaderamente sabio deberá conducirse en las múltiples relaciones de la vida práctica. Ofrece un muy variado caudal de reglas pensadas para guiarse uno mismo
- "en la alegría y la tristeza, en la prosperidad como en la adversidad, en la enfermedad y en la salud, en la lucha y en la tentación, en la vida social, en las relaciones con los amigos y enemigos, con altos y bajos, ricos y pobres, con los buenos y los malos, los sabios y los ignorantes, en el comercio, los negocios y en la propia vocación ordinaria, sobre todo, en la propia casa y familia en relación con la formación de los niños, el tratamiento de los siervos y siervas, y la manera en la que un hombre debe comportarse con su esposa y las mujeres en general "(Schürer).
Junto con estas máximas, que se asemejan estrechamente tanto en la materia como en la forma a los Proverbios de Salomón, la primera parte del Eclesiástico incluye varias descripciones más o menos largas sobre el origen y la excelencia de la sabiduría (cf. 1; 4,12-22; 6,18-37; 14,22 - 15,10; 24).
El contenido de la segunda parte del libro es de un carácter decididamente más uniforme, pero contribuye no menos eficazmente al establecimiento del tema general de Eclesiástico. Primero describe en detalle la sabiduría divina tan maravillosamente desplegada en el reino de la naturaleza (42,15 - 43), y luego ilustra la práctica de la sabiduría en los diversos ámbitos de la vida, según se conoce por la historia de personajes ilustres de Israel, desde Henoc hasta el sumo sacerdote Simón, el santo contemporáneo del autor (44 - 50,26). Al cierre del libro (50,27-29) aparece primero una conclusión corta que contiene la suscripción del autor y la declaración expresa de su propósito general; y luego un apéndice (51) en el que el escritor da gracias a Dios por sus beneficios, y especialmente por el don de la sabiduría, y al cual se añade en el texto hebreo recientemente descubierto, una segunda suscripción y la siguiente jaculatoria piadosa: "Bendito sea el nombre de Yahveh desde ahora y por siempre".