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Martes, 19 de marzo de 2024

Simbolismo de la sepultura cristiana

De Enciclopedia Católica

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En los entierros se lleva la Cruz, lo mismo que los pendones o insignias de las cofradías porque cuando vivía el difunto militó y estuvo enlistado bajo la bandera de la Cruz. Por eso pedimos que por los méritos de la Santísima Cruz participe del fruto de la Pasión. Se llevan los pendones o insignias de las Cofradías para que participe de las indulgencias y perdones que tienen las Hermandades, Cofradías o Congregaciones, pues estuvo enlistado en ellas.
Jospeh Ratzinger rocía con el hisopo el ataúd de Juan Pablo II
El cadáver se rocía con agua bendita porque en esta ceremonia se simboliza que el difunto fue bautizado católico y apostólico romano, que estuvo sujeto y fue obediente a nuestra Santa Madre Iglesia; y se rocía tantas veces en memoria de las veces que en ella se confirmó por los actos de fe, esperanza y caridad que hizo en esta vida.
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Se da incienso al difunto porque las oraciones encendidas con el fuego de la caridad, que son odoríferas a Dios nuestro Señor, (las que rezan los que asisten al entierro por el alma del difunto) sean incienso al Señor, con lo que se expele al común enemigo.
En los entierros de doncellas, vírgenes, religiosos, religiosas y sacerdotes se lleva la cera blanca - al parecer - porque la blancura es símbolo de la pureza con que deben estar adornados todos los sacerdotes, religiosos y religiosas
En algunas partes se llevan luces de cera amarilla a los entierros porque en la luz se simboliza la fe, la que el difunto recibió en el bautismo, y la conservó hasta la muerte, habiéndose partido de este mundo con la luz de la gracia, a poseer la luz de la gloria. Es la cera amarilla por ser símbolo de la tristeza y del dolor.
De profundis
En los entierros de doncellas, vírgenes, religiosos, religiosas y sacerdotes se lleva la cera blanca - al parecer - porque la blancura es símbolo de la pureza con que deben estar adornados todos los sacerdotes, religiosos y religiosas.
Sepulcro de Juan Pablo II
Se arrastra el duelo en los entierros, con concurrencia de personajes vestidos de negro, porque no estamos ciertos de que esté gozando de la presencia del Señor, y tememos---como miserables pecadores, que esté en el Purgatorio; y se ofrece aquel llanto y tristeza por el difunto. Vestir de negro todo el año es para acordarse del difunto, ayudándole sin cesar con oraciones, sufragios y sacrificios.
Exhumación de los restos de Juan Pablo II para su beatificación
Beneficia, según lo enseña San Agustín la cera, limosnas y demás ejercicios santos que se hacen por los difuntos, porque son efecto de la caridad como dice el santo en “De cura pro mortuis”; porque el enterrar los muertos es limosna y subvenimos al prójimo o al difunto; porque él ya por sí ya no puede socorrerse, y nosotros lo hacemos con estas obras de caridad. Todo esto es meritorio al difunto o a las almas que están padeciendo en el Purgatorio.

En los entierros se canta el “De profundis” y el “Miserere”, con el “Libera me Domine” y demás oraciones porque estos Salmos los compuso David al verse afligido, triste, mísero y desconsolado pecador. Conoció su miseria y fragilidad, y exclamó al Señor con el “De profundis”. Consideró el pecado cometido con Betsabé, mujer del capitán Urías, y lleno de dolor y lágrimas exclamó al Señor: Miserere Mei Deus.

La Iglesia, considerando nuestra miseria, fragilidad y desnudez de obras, exclama al Señor desde lo profundo de la nada, pidiendo misericordia, clemencia y piedad a la Majestad Soberana en nombre del difunto.

Se canta el benedictus, pidiendo al Bendito Dios de Israel, y al Sol de Justicia Cristo, que le saque de las penas a la que pueda estar reducido y lo conduzca a la luz de la eterna bienaventuranza.

La Iglesia señala algunos días para hacer sufragios a los difuntos, de los que en estos tiempos no se practican el día tercero y séptimo. Del tercero mandó San Clemente que se hicieran oficios, salmos, lecciones y oraciones por los difuntos en reverencia de Cristo Señor Nuestro, que resucitó al tercer día. Del día séptimo dice San Ambrosio, “Ora. De Fide”, que se hagan oficios en memoria de la gloria y descanso eternos, significado en el día séptimo, porque en este día descansó el Señor de la creación del universo, y este día es símbolo del eterno descanso, como se dice en Génesis 2.

Se hace novenario y cuadragesimario porque ha sido una costumbre introducida por loable y buena. San Juan Damasceno dice que de no ser una cosa inspirada por Dios, no se hubiera continuado tanto tiempo entre los fieles. Del novenario, dice San Agustín al fin de las cuestiones sobre el Génesis, que no se halla en la Escritura santo que no haya sido celebrado. Alcuino dice lo mismo, y sólo lo permite nuestra Madre Iglesia para más alivio y consuelo de las almas

Hay noticias del treintenario en San Efrén el Sirio, quien mandó en su testamento, se le ofreciera cada día del mes una Misa, y a los treinta le cantaran los Oficios Divinos. Lo mismo afirma san Hildeberto Obispo Cenomanense, en el Tratado que compuso, cap. 48. Del cuadrintenario dice San Clemente que es tan antiguo que tiene su origen desde Moisés, porque este santo caudillo lloró por su pueblo este número de días. San Ambrosio dice que se guardó este número en las exequias del Emperador Teodosio.

Se celebra el aniversario, tal como lo dice San Clemente, Tertuliano, Fortunato y otros, porque al repetir estos oficios muchos años, como sucede en las memorias perpetuas de difuntos, es porque no sabemos el estado de tales almas, y por cumplir con lo que mandaron en sus testamentos; y si están en la gloria, sirven también tales obras y oraciones para alivio de las demás almas, por ser muchas las que están desamparadas y olvidadas.

Existe un lugar llamado cementerio, campo santo o dormitorio, porque así como los fieles vivieron unidos a la luz del Evangelio, estén unidos sus cadáveres en la muerte, unidas sus cenizas en el mismo lugar o dormitorio, pues todos han de despertar en el día de la resurrección. Se fabricaron los cementerios junto a las Iglesias para que los que pasen, se acuerden que han de morir, y pidan al Señor por los muertos por medio de aquellos Santos, a cuya honra y veneración se construyeron aquellos Templos para más gloria del Señor. La costumbre de edificar cementerios es muy antigua. Los gentiles observaban esta misma ceremonia. En las persecuciones los usaron los cristianos. Se comenzaron a fabricar Iglesias en muchos lugares donde habían cementerios, cuando disminuyeron las persecuciones. San Juan Crisóstomo dice que antes de que se llegaran a las ciudades y a los castillos, lo primero que se veía, eran los cementerios; Evagro dice que eran distintos los cementerios de los ciudadanos de los de la plebe.

Los enterramientos en la Iglesia no son muy antiguos. El derecho mandaba que no se enterraran los cadáveres dentro de las iglesias, hasta que a petición de Carlomagno empezó a hacerse. Los reyes y los emperadores dejaban dicho en sus testamentos que querían ser enterrados no junto a los sepulcros de los Apóstoles ni santos, sino en la nave mayor de la Iglesia, de donde tuvo el origen el enterrarse en los templos no sólo los emperadores y sacerdotes, sino también los alistados bajo la bandera de Cristo, según afirman los Santos Padres, San Agustín, San Gregorio, San Juan Crisóstomo, Nicéforo y otros.


Transcrito y adaptado por José Gálvez Kruger para la Enciclopedia Católica Tomado de “El Porqué de todas las ceremonias de la Iglesia y sus misterios” 1769