Guido de Arezzo
De Enciclopedia Católica
(Guido Aretino).
Un monje de la Orden de San Benito; nació (de acuerdo con Dom Morin en la "Revue de l'art Chrétien", 1888, III) cerca de París, alrededor del año 995; murió en Avellano, cerca de Arezzo, en 1050. Inventó el sistema de notación de pentagrama, que se usa todavía, y le prestó varios otros servicios al progreso del arte musical y la ciencia.
Fue educado por y se convirtió en miembro de la Orden Benedictina en el monasterio de Saint Maur des Fosses, cerca de París. Temprano en su carrera Guido observó la confusión existente en la enseñanza y ejecución de las melodías litúrgicas en general, y especialmente en su ambiente inmediato. Sus esfuerzos por mejorar estas condiciones mediante innovaciones en los métodos corrientes de enseñanza se describen detalladamente en sus escritos; éstos le hicieron impopular entre sus hermanos en la Orden y llevaron a su traslado al monasterio de Pomposa, cerca de Ferrara, Italia a donde parece que le siguió la misma suerte. Intrigas y calumnias le llevaron a pedir la admisión al monasterio de Arezzo. Es incierta la fecha exacta de su entrada a esa comunidad, pero ocurrió durante la incumbencia de Teudaldo como obispo de Arezzo (es decir, entre 1033 y 1036), y mientras Grunwaldo era abad del monasterio. Fue durante este período que Guido perfeccionó el nuevo sistema de notación que trajo tal orden y claridad a la enseñanza de la música. Parece que por este tiempo Guido había superado toda oposición a su nuevo método, y había removido todas las dudas sobre su valor entre los que tuvieron conocimiento del misma y vieron su aplicación.
Su fama pronto llegó el Papa reinante, Juan XIX (1024-1033), quien envió a tres diferentes mensajeros para instar a Guido a venir a Roma y exhibir su antifonario que contenía las melodías litúrgicas transcritas a partir de la notación de signos usada hasta entonces a su propia notación de pentagrama. El Papa Juan estaba encantado por la facilidad con la que fue capaz de descifrar y aprender las melodías sin la ayuda de un maestro, e invitó a Guido a que se quedara a vivir en Roma, para que instruyese al clero romano en el nuevo sistema, e introducirlo en la práctica general en la Ciudad Eterna. Desafortunadamente el clima romano hizo imposible que Guido aceptase la invitación del Sumo Pontífice. Pronto cayó enfermo de fiebre romana y tuvo que abandonar la ciudad, y regresó al monasterio de Pomposa. El abad (también llamado Guido) y los monjes, que le había causado tanto disgusto tanto con su oposición a sus innovaciones, ahora lo recibieron con los brazos abiertos, admitieron su error anterior, y le instaron a convertirse en miembro de la comunidad.
Su estancia en Pomposa parece haber sido sólo de corta duración, pues pronto regresó a Arezzo. En cuanto a los días restantes del reformador, los informes tradicionales varían. M. Falchi (Studi su Guido Monaco, 1882) sostiene que Guido terminó sus días en Arezzo, mientras que otros opinan, basados en la crónica y otras evidencias de un monasterio camaldulense cerca de Avellano, que Guido murió allí como prior en el año 1050. Guido mismo le ha dejado a la posteridad en su "Epistola Michaeli monaco Pomposiano" (reimpreso en las Escrituras de Gerberto, II) una descripción ingenua pero viva de él, en su mayor parte, la vida agitada, sus pruebas y la amargura, y su triunfo final sobre los oponentes a sus innovaciones.
Con el fin de poder percibir la importancia de los servicios de Guido al progreso y desarrollo musical es necesario echar una ojeada a los sistemas de notación usados antes de su tiempo. Dado que en la Iglesia primitiva las melodías litúrgicas no eran muy numerosas y se encontraban en el uso diario, se perpetuaban fácilmente por la transmisión oral entre el clero, los cantores, y el pueblo; pero como la himnodia cristiana se desarrolló con la expansión de la liturgia, y como el número de fiestas aumentó, las melodías se volvieron demasiado numerosas para ser aprendidas y retenidas por la memoria sin la ayuda de algunos medios inmutables. La ausencia de este medio determinante, el descuido frecuente de los copistas, el temperamento y hasta caprichos de los cantantes y la gran variedad de condiciones en las que se propagaban y ejecutaban hicieron que las melodías sufrieran numerosos cambios. Se hizo más y más urgente la necesidad de un sistema de notación que pudiese registrar claramente los diversos intervalos de las melodías.
Mientras que en los tratados teóricos todavía se usaba la práctica griega de emplear las primeras quince letras del alfabeto para designar los varios intervalos, no había medios a su alcance por el que se pudiese presentar gráficamente los intervalos y el ritmo de una melodía, de modo que nadie podía aprender de un manuscrito sin la ayuda de un maestro. La llamada notación neumática, (de neuma, un movimiento de cabeza), que probablemente en el siglo VIII se abrió camino desde Oriente a la Iglesia Latina, donde sufrió muchas modificaciones, tenía principalmente un propósito rítmico, y estaba destinada a servir sólo de manera general un fin diastemático, es decir, una indicación de los intervalos de la melodía. Se intentó indicar los intervalos con mayor precisión mediante la colocación de los signos neumáticos a una distancia mayor o menor de las palabras que componían el texto, y, con el fin de obtener resultados más exactos de este procedimiento, el copista trazaría una línea sobre la que colocaría una de las letras del alfabeto y a partir de la cual mediría la distancia de los pasos melódica por encima o por debajo.
Se afirma que Guido encontró en uso dos de tales líneas, a saber, una roja sobre la que se colocaba una F, y una amarilla para la C, que indicaban el lugar de los tonos que representan estas letras del alfabeto y empleados por los teóricos de su tiempo. Su gran mejora consistió en que añadió dos líneas más a las ya existentes, utilizó los espacios entre las líneas, así como las mismas líneas e indicó, mediante la combinación de las letras del alfabeto con los signos neumáticos, no sólo los diversos intervalos de la melodía, sino también su ritmo. Este sistema, llamado notación de pentagrama, ha sido utilizado desde entonces. La razón por la cual sólo se utilizaron cuatro líneas, en lugar de las cinco que empleamos, es que estas cuatro y los cinco espacios se consideraban como suficientes para el ambitus, o escala, de la melodía gregoriana promedio. En el transcurso del tiempo, según las melodías fueron transcritas en la nueva notación, los signos neumáticos usados anteriormente evolucionaron a nuestras notas actuales, y las letras F y C se convirtieron en las claves de tiempos posteriores.
La influencia de Guido fue tan grande en su época que se le han atribuido muchas cosas que pertenecen a un período posterior, pero que son elaboraciones y la evolución de sus enseñanzas. El impulso que le dio al progreso musical duró toda la Edad Media, especialmente la incipiente polifonía avanzó por su defensa de la moción contraria de las voces en contra del paralelismo aún prevaleciente. De las obras que se le atribuyen, las siguientes son indudablemente auténticas: "Micrologus de disciplina artis musicae', cuyo tratado, especialmente el capítulo décimo quinto, es muy valioso para los estudiantes de hoy día que tratan de determinar la forma original rítmica y melódica del canto gregoriano; "Regul de ignoto cantu", prólogo a su antifonariuo en notación de pentagrama, "Epistola Michaeli monaco de ignoto cantu directa". Todas estas fueron reproducidas en la “Scriptores” de Gerbert, II, 2-50.
Bibliografía: Falchi, Studi su Guido monaco (1882); Les melodies gregoriennes d'apres la tradition (Tournai, 1880); Ambros, Geschichie der Musik, II (Leipzig, 1880), 144-216; Riemann, Handbuch der Musikgeschichte, I (Leipzig, 1905), ii.
Fuente: Otten, Joseph. "Guido of Arezzo." The Catholic Encyclopedia. Vol. 7. New York: Robert Appleton Company, 1910. <http://www.newadvent.org/cathen/07065a.htm>.
Traducido por Luz María Hernández Medina. rc