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Martes, 3 de diciembre de 2024

Adviento

De Enciclopedia Católica

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(Latin ad-venio, venir, llegar)

Conforme al uso actual, el Adviento es un tiempo litúrgico que comienza en el domingo más cercano a la [[fiesta] de San Andrés Apóstol (30 de noviembre) y abarca cuatro domingos. El primer domingo puede ser tan temprano como el 27 de noviembre, y entonces el Adviento tiene veintiocho días, o retrasarse hasta el 3 de diciembre, teniendo solo veintiún días.

El año eclesiástico comienza con el Adviento en las Iglesias Occidentales. Durante este tiempo los fieles son exhortados

  • a prepararse dignamente para celebrar el aniversario de la venida del Señor al mundo como el Dios de amor encarnado,
  • de manera que sus almas sean moradas adecuadas al Redentor que viene en la Sagrada Comunión y a través de la gracia, y
  • de este modo prepararlos para su venida final como juez, en la muerte y en el fin del mundo.


Simbolismo: La Iglesia prepara la Liturgia en este tiempo para lograr este fin. En la oración oficial, el Breviario, ella llama a sus ministros; en el Invitatorio de Maitines llama a adorar "al Señor, el Rey que vendrá”, “al Señor ya cercano"; "a Aquél cuya gloria contemplaréis mañana”. Como lecturas del primer Nocturno ella ordena capítulos del profeta Isaías, que hablan en términos hirientes de la ingratitud de la casa de Israel, los hijos escogidos que han abandonado y olvidado a su Padre; que anuncian al Varón de Dolores herido por los pecados de su pueblo; que describen fielmente la pasión y muerte del Redentor que viene y su gloria final; que anuncia la congregación de los gentiles en torno al Monte Santo. En el segundo Nocturno las lecturas de tres domingos están tomadas de la octava homilía del Papa San León I Magno (440-461) sobre el ayuno y la limosna como preparación para la venida del Señor, y en uno de los domingos (el segundo) del comentario de San Jerónimo sobre Isaías 11,1, en cuyo texto él interpreta a la Santa María Virgen como "el retoño de la raíz de Jesé".

En los himnos de la temporada encontramos alabanzas a la venida de Cristo como Redentor, el Creador del universo, combinadas con súplicas al juez del mundo que viene para protegernos del enemigo. Ideas similares se expresan en las antífonas para el Magnificat en los últimos siete días antes de la Víspera de la Navidad. En ellas la Iglesia pide a la Sabiduría Divina que nos muestre el camino de la prudencia; a la Llave de David que nos libre de la cautividad; al Sol Naciente que venga a iluminarnos, pues estamos en tinieblas y sombras de muerte, etc. La Iglesia muestra su intención en la elección de las Epístolas y Evangelios de las Misas. En las Epístolas exhorta al creyente para que, dada la cercanía del Redentor, deje las obras de las tinieblas y se vista con la armadura de la luz; que se conduzca honestamente, como en pleno día, con dignidad, y se revista de Nuestro Señor Jesucristo; ella muestra que las naciones son llamadas a alabar el nombre del Señor; ella los invita a regocijarse en la cercanía del Señor, de manera que la paz de Dios, que sobrepasa todo conocimiento, custodie sus corazones y pensamientos en Cristo Jesús; los exhorta a no juzgar, pues cuando el Señor venga manifestará los secretos escondidos en los corazones. En los Evangelios la Iglesia habla del Señor que viene en su gloria; de Aquél en quien, y a través de quien, se cumplen las profecías; del Guía Eterno en medio de los judíos; de la voz en el desierto, "Preparad el camino del Señor". La Iglesia en su Liturgia nos devuelve en espíritu al tiempo anterior a la Encarnación del Hijo de Dios, como si realmente se fuera a realizar. El Cardenal Wiseman ha dicho:

“No estamos exhortados fríamente a sacar provecho del bendito acontecimiento, sino a suspirar diariamente como nuestros antiguos Padres, "Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad al Justo: ábrase la tierra y florezca el Redentor.” Las Colectas en tres de los cuatro domingos de este tiempo empiezan con las palabras, "Señor, muestra tu poder y ven"---como si temiésemos que nuestras iniquidades pudiesen evitar su nacimiento”.


Duración y Ritual: Todos los días del Adviento debe celebrarse el Oficio y Misa del domingo o Feria correspondiente, o al menos se debe hacer una conmemoración de los mismos, independientemente de la clase de fiesta celebrada. En el Oficio Divino se omite el Te Deum, el jubiloso himno de alabanza y acción de gracias; en la Misa no se recita el Gloria in excelsis. Sin embargo, se mantiene el Aleluya. Durante este tiempo no se puede solemnizar el sacramento del matrimonio (Bendición y Misa Nupcial), incluyendo en la prohibición la fiesta de la Epifanía. El sacerdote y los ministros consagrados usan vestiduras color violeta. El diácono y subdiácono en la Misa, en lugar de las dalmáticas usadas normalmente, llevan casullas plegadas. El subdiácono se la quita durante la lectura de la Epístola, y el diácono se la cambia por otra, o por una estola más ancha, puesta sobre el hombro izquierdo entre el canto del Evangelio y la Comunión. Se hace una excepción en el tercer domingo (Domingo de Gaudete), en el que las vestiduras pueden ser de color rosado, o de un violeta intenso; en este domingo los ministros consagrados pueden vestir dalmáticas, que también pueden ser usadas en la Vigilia de la Navidad, aunque fuera el cuarto domingo de Adviento. El Papa Inocencio III (1198-1216) estableció que durante el Adviento se usara el color negro, pero el violeta ya estaba en uso para esta temporada a fines del siglo XIII. Binterim dice que había también una ley que ordenaba cubrir las imágenes durante el Adviento. Las flores y las reliquias de los santos no debían colocarse sobre los altares durante el Oficio y las Misas de este tiempo, excepto en el tercer domingo; y la misma prohibición y excepción existía respecto al uso del órgano. La idea popular de que las cuatro semanas de Adviento simbolizan los cuatro mil años de tinieblas en las que el mundo estaba envuelto antes de la venida de Cristo no encuentra confirmación en la Liturgia.


Origen Histórico: No se puede determinar con ningún grado de certeza cuándo se introdujo en la Iglesia por primera vez la celebración del Adviento. La preparación para la fiesta de la Navidad no se celebraba antes que existiera la fiesta misma, y no encontramos evidencia de esto antes del final del siglo IV cuando, según Duchesne (Culto Cristiano, Londres, 1904, 260), se celebraba en toda la Iglesia, por algunos el 25 de diciembre, por otros el 6 de enero. Leemos sobre tal preparación en las Actas de un sínodo efectuado en Zaragoza en el 380, cuyo cuarto canon prescribe que desde el 17 de diciembre hasta la fiesta de la Epifanía no está permitido a nadie ausentarse de la iglesia. Tenemos dos homilías de San Máximo, obispo de Turín (415-466), tituladas "In Adventu Domini", pero él no hace referencia a ningún tiempo especial. El título puede ser la adición de un copista. Existen algunas homilías, probablemente de San Cesáreo, obispo de Arlés (502-542), en las que encontramos mención de una preparación antes de la Navidad; todavía, a juzgar por el contexto, no parece que exista ninguna ley general sobre el asunto. Un sínodo efectuado en Mâcon, en Galia (581), en su canon noveno ordena que desde el 11 de noviembre hasta la Navidad el Sacrificio sea ofrecido de acuerdo al rito de Cuaresma los lunes, miércoles y viernes de la semana. El Sacramentario Gelasiano anota cinco domingos para el Adviento; el Papa San Gregorio VII (1073-1085) redujo estos cinco a cuatro. La colección de homilías del [[Papa San Gregorio I (Magno) (590-604) empieza con un sermón para el segundo domingo de Adviento. En el 650 en España se celebraba el Adviento con cinco domingos.

Varios sínodos hicieron leyes sobre la observancia del ayunos durante este tiempo, algunos comenzaban el 11 de noviembre, otros el 15 y otros tan temprano como el equinoccio de otoño. Otros sínodos prohibían la celebración del matrimonio. En la Iglesia Griega no encontramos documentos sobre la observancia del Adviento hasta el siglo VIII. San Teodoro el Estudita (m. 826), quien habló de las fiestas y ayunos celebrados comúnmente por los griegos, no menciona este tiempo. En el siglo VIII lo encontramos observado no como una celebración litúrgica, sino como un tiempo de ayuno y abstinencia (desde el 15 de noviembre hasta Navidad) que, de acuerdo a Goar, fue posteriormente reducido a siete días. Pero un concilio de los rutenianos (1720) ordenó el ayuno desde el 15 de noviembre, de acuerdo a la vieja regla. Esta es la regla al menos para algunos griegos. De manera similar, los ritos ambrosiano y mozárabe no tienen liturgia especial para el Adviento, sino sólo el ayuno.


Fuente: Mershman, Francis. "Advent." The Catholic Encyclopedia. Vol. 1. New York: Robert Appleton Company, 1907. <http://www.newadvent.org/cathen/01165a.htm>.

Traducido por Juan I. Cuadrado. L H M.