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Sábado, 23 de noviembre de 2024

Acción de Gracias en las Comidas

De Enciclopedia Católica

Revisión de 15:44 26 may 2019 por Luz María Hernández Medina (Discusión | contribuciones)

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Vea también el artículo: Acción de Gracias Antes y Después de las Comidas.

Acción de gracias en las comidas: En los tiempos apostólicos, San Pablo aconseja a los fieles: "Ya sea que comas o bebas, o cualquier otra cosa que hagas, hazlo todo para la gloria de Dios" (1 Cor. 10,31). Este precepto nunca dejó de observarse. "Antes de alimentarnos", dice Clemente de Alejandría, "es apropiado alabar al Creador de todas las cosas, y también es apropiado cantar sus alabanzas cuando tomamos como alimento las cosas creadas por Él" (El Pedagogo II.4). Tertuliano, un contemporáneo de Clemente, nos muestra que los cristianos de principios del siglo III hacían la Señal de la Cruz al ocupar sus lugares en la mesa (De cor. Milit., III). "Nuestras comidas", dice él, refiriéndose al ágape, "no son en nada viles ni inmodestas. No nos reclinamos hasta que hayamos orado a Dios. De igual manera, la oración concluye la fiesta" (Apol., XXXI). La arqueología cristiana ha recopilado un gran número de bases de copas en las que se puede leer una breve oración, por ej. "Bebe en Cristo", "Bebe piadosamente", "Para el más valioso amigo, bebe y vive con los tuyos, y en tu turno, haz un brindis”.

Una de las fórmulas más antiguas de oración en las comidas se encuentra en un tratado del siglo IV, atribuido sin fundamento a San Atanasio. Después de haber hecho la Señal de la Cruz, la oración sigue: "Te damos gracias, Padre nuestro, por la Resurrección que nos has manifestado a través de Jesús, tu Hijo; e incluso así como el pan que está aquí en esta mesa estaba antes esparcido por todas partes y se ha hecho compacto y único, que así mismo tu Iglesia pueda reunirse desde los confines de la tierra para tu reino, porque tuyo es el poder y la gloria por los siglos de los siglos. Amén". Aparte de su interés intrínseco, esta fórmula posee cierta importancia porque reproduce en parte la fórmula del "Didajé". La oración que se dice al levantarse de la mesa es un poco más larga:

El misericordioso y compasivo Señor ha alimentado a los que le temen. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, ahora y para siempre y a lo largo de los siglos. Dios Todopoderoso y Nuestro Señor Jesucristo, cuyo nombre está por encima de todas las cosas, te damos gracias y te alabamos porque te has dignado darnos una porción de tus bienes y alimentos para nuestro cuerpo. Te rogamos y te suplicamos que nos des de igual modo el alimento celestial. Haznos temer y reverenciar tu ley y tu nombre terrible y glorioso, y concédenos que nunca desobedezcamos tus preceptos. Escribe en nuestros corazones tu ley y tu justicia. Santifica nuestra mente, nuestra alma y nuestro cuerpo a través de tu querido Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, a quien contigo le pertenece la gloria, el dominio, el honor y la adoración por los siglos de los siglos. Amén.

No es difícil encontrar ejemplos en los escritos de los Padres de la Iglesia, en las colecciones de cánones y en los libros litúrgicos, notablemente en el Sacramentario Gelasiano y el Sacramentario de Bobbio (Muratori, Liturgia Romana vetus”, I, col. 745; II, col. 949).

En la liturgia romana, el “Benedicite” y las acciones de gracias son composiciones en las que se utilizan los Salmos 149 y 33(32), con la omisión de varios versículos. Desde los tiempos más antiguos, el Salmo 33 ha sido preeminentemente el salmo de la comunión. En la comida del mediodía se recita el Salmo 1, en la tarde el Salmo 116(114-115). El origen de estas fórmulas es monástico, de ahí las conmemoraciones piadosas de los benefactores.

En las principales fiestas litúrgicas: Pascua, Pentecostés, etc., las fórmulas en uso en tiempos normales se sustituye por una selección de versos que recuerdan la solemnidad del día.


Fuente: Leclercq, Henri. "Grace at Meals." The Catholic Encyclopedia. Vol. 6, p. 714-715. New York: Robert Appleton Company, 1909. 26 May 2019 <http://www.newadvent.org/cathen/06714b.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina