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Domingo, 24 de noviembre de 2024

Eclesiastés

De Enciclopedia Católica

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( Set. èkklesiastés, en San Jerónimo también concionator, predicador).

Estudio general

Eclesiastés es el nombre dado al libro de la Sagrada Escritura que usualmente sigue al de los Proverbios; el hebreo Qoheleth probablemente tiene el mismo significado. La palabra predicador, sin embargo, no intenta sugerir una congregación ni un discurso público, sino sólo el anuncio solemne de verdades sublimes [Heb., HQHYL, pasivo nqlh, Lat. congregare, 1 Rey. 8,1.2; bqhl, in publico, palam, Prov. 5,14; 26,26; qhlt para ser tomado o como un participio femenino, y sería entonces un nombre abstracto simple, præconium, o en un sentido poético, tuba clangens, o puede tomarse como el nombre de una persona, como los nombres propios de formación similar, Esd. 2,55.57; correspondiente a su uso, la palabra se usa siempre como masculino, excepto 7,27]. Salomón, como el heraldo de la sabiduría, proclama las más serias verdades. Su enseñanza puede ser dividida como sigue:

Introducción

Todo lo humano es vanidad (1,1-11); pues el hombre, durante su vida en la tierra, es más transitorio que todas las cosas en la naturaleza (1,1-7), cuyo curso admira, pero no comprende (1,8-11).

Parte I

La vanidad en la vida privada del hombre (1,12 - 3,15): vana es la sabiduría humana (1,12-18); vano son los placeres y la pompa (2,1-23). Entonces, exagerando retóricamente, llega a la conclusión: "¿No es mejor disfrutar de las bendiciones de la vida que Dios ha dado, que malgastar tu fuerza inútilmente?" (2,24-26). Como epílogo a esta parte, se añade la prueba de que todas las cosas están predestinadas inmutablemente y no están sujetas a la voluntad del hombre (3,1-15). En esta primera parte, se coloca en primer plano la referencia al autor mismo, la auto acusación por el lujo excesivo descrito en 1 Rey. 10. Posteriormente, el autor suele prologar sus meditaciones con un "yo vi", y explica lo que ha aprendido, bien por observación personal o por otros medios, y sobre lo que ha meditado. Así que él vio:

Parte II

Pura vanidad también en la vida civil (3,16 - 6,6). Vana y triste es la vida a causa de la maldad que reina en las salas de justicia (3,16-22), así como en el trato de los hombres (4,1-3). Las expresiones fuertes en 3,18 ss. Y 4,2 ss. deben ser explicadas por la vena trágica del escritor, y esto le da crédito al escritor, quien, hablando como Salomón, lamenta amargamente lo que ha sucedido muy a menudo en su reino También, ya sea por su culpa o sin su conocimiento. El gobierno despótico de los reyes fue descrito previamente por Samuel, y a Salomón no se le puede eximir de toda culpa (ver más abajo). Pero incluso el mejor príncipe, a su pesar, aprende por experiencia que los males innumerables no se pueden prevenir en un gran imperio. Cohélet no habla de los males que él mismo ha sufrido, sino de los que sufrieron los demás. Otra de las vanidades de la vida consiste en el hecho de que la loca competencia lleva a muchos a caer en la ociosidad (4,4-6); una tercera causa que más de un hombre debido a la avaricia huya de la sociedad, o incluso pierda un trono porque su imprudencia le prohíbe buscar la ayuda de otros hombres (4,7-16).

Cohélet se vuelve entonces una vez más a las tres clases de hombres nombrados: a los que gimen bajo el peso de la injusticia, a fin de exhortarlos a no pecar contra Dios por la murmuración contra su Providencia, porque esto equivaldría a deshonrar a Dios en su Templo, o a romper un voto sagrado, o a negar la Providencia (4,17 - 5,8). De la misma manera da algunos consejos saludables para el avaro (5,9-19) y describe la miseria del supuesto rey tonto (6,1-6). Una larga amplificación oratoria cierra la segunda parte (6,7 - 7,30). La predestinación inmutable de todas las cosas por Dios debe enseñar al hombre la satisfacción y la modestia (6,7 - 7,1, Vulg.). Lo mejor es una vida seria, libre de toda frivolidad (7,2-7, Vulg.). En lugar de los arrebatos de enojo (7,8-15) recomienda un justo medio (7,16-23). Por último, Cohélet indaga en la más profunda y última razón de la "vanidad" y la encuentra en el pecado de la mujer; también piensa evidentemente en el pecado de la primera mujer, a través del cual, en contra de la voluntad de Dios (30), la miseria entró al mundo (7,24-30). En esta parte, también, Cohélet regresa a su advertencia a disfrutar en paz y humildad las bendiciones otorgadas por Dios, en vez de entregarse uno a la ira a causa de los males sufridos, o a la avaricia, o a otros vicios (3,22; 5 ,17 ss; 7,15).

Parte III

El autor del Libro

Bibliografía: En la Iglesia Latina, BUENAVENTURA, NICOL, LIRANO, DENIS EL CARTUJO, y sobre todo PINEDA (s. XVII), MALDONADO, CORNELIO A LÁPIDE Y BOSSUET escribieron importantes comentarios, después del tiempo de San Jerónimo, de quien dependen muchos. Comentarios católicos modernos: SCHÄFER (Friburgo im Br., 1870); MOTAIS (París, 1876); RAMBOUILLET (París, 1877); GIETMANN (París, 1890); ZAPLETAL (Friburgo, Suiza, 1905). Comentarios protestantes: ZÖCKLER, tr. TAYLOR (Edimburgo, 1872); BULLOCK, en Speaker's Comment. (Londres, 1883); Cambridge Bible (1881); WRIGHT, (Londres, 1883); LEIMDÖRFER, (Hamburg, 1892); SIEGFRIED (Göttingen, 1898); WILDEBOER (Friburgo im Br., 1898).

Gietmann, Gerhard. "Ecclesiastes." The Catholic Encyclopedia. Vol. 5. New York: Robert Appleton Company, 1909. <http://www.newadvent.org/cathen/05244b.htm>.

Está siendo traducido por L H M.