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Miércoles, 27 de noviembre de 2024

Alma

De Enciclopedia Católica

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Definición

(Griego psique; latín anima; francés âme; alemán seele).

La pregunta de la realidad del alma y su distinción del cuerpo está entre los problemas más importantes de filosofía, estrechamente relacionado con el de la doctrina de una vida futura. Diferentes teorías acerca de la naturaleza del alma han afirmado ser conciliables con el principio de inmortalidad, pero un instinto seguro nos lleva a sospechar que cada ataque a la sustancialidad o espiritualidad del alma es un ataque a la creencia en la existencia después de la muerte. El alma puede definirse como el principio interior fundamental por el que pensamos, sentimos y deseamos, y por el que nuestros cuerpos son animados. El término "mente” normalmente denota este principio como sujeto de nuestros estados conscientes, mientras "alma" denota también la fuente de nuestras actividades vegetativas. Que nuestras actividades vitales proceden de un principio capaz de subsistir en sí mismo, es la tesis de la sustancialidad del alma; que este principio no está compuesto por si mismo, no es extenso, corpóreo, y es esencialmente e intrínsecamente dependiente del cuerpo, es la doctrina de la espiritualidad. Si hay una vida después de la muerte, claramente el agente o sujeto de nuestras actividades vitales debe ser capaz de una existencia separada del cuerpo. La creencia en un principio animando, de algún modo distinto del cuerpo, es una inferencia casi inevitable de la observación de los hechos de la vida. Incluso los pueblos incivilizados casi llegan ciertamente al concepto del alma sin la reflexión, sin un gran esfuerzo mental. Los misterios del nacimiento y de la muerte, el lapso de la vida consciente durante el sueño y el desmayo, incluso las más comunes operaciones de imaginación y memoria que abstraen al hombre de su presencia corporal incluso despierto, todos estos hechos hacen pensar en la existencia de algo junto al organismo visible, interior a él, pero en gran medida independiente de él, y poseedor de una vida propia. En la tosca psicología de los pueblos primitivos, el alma se representa a menudo como realmente migrante durante sueños y trances, y después, de la muerte, frecuentando la proximidad de su cuerpo. Casi siempre imaginada como algo sumamente volátil, un perfume o una respiración. A menudo, como entre los fijianos, se representa como una réplica en miniatura del cuerpo, tan pequeña como para ser invisible. Los samoanos tienen un nombre para el alma que significa “aquello que viene y va”. Muchos pueblos, como los dyaks y los de Sumatra, atan con cuerdas varias partes del cuerpo durante la enfermedad para prevenir el escape del alma. Para abreviar, todas las evidencias nos llevan a ver que el dualismo, a menudo poco juicioso e incoherente, es la creencia instintiva del "hombre primitivo” (ver ANIMISMO).

El Alma en la Filosofía Antigua

La literatura temprana lleva el mismo sello del dualismo. En el "Rig-Veda" y otros libros litúrgicos de la India, encontramos frecuentes referencias a la ida y venida de los manas (mente o alma). La filosofía india, tanto brahmánica como budista, con sus diferentes modos de metempsicosis, acentúan la distinción entre alma y cuerpo, haciendo por tanto de la vida corporal un simple episodio transitorio en la existencia del alma. Todos ellos enseñan la doctrina de la inmortalidad limitada, que finaliza con la destrucción periódica del mundo (Brahmanismo) o con el logro del Nirvana (Budismo). La doctrina de una mundo espiritual, de una manera muy abstracta, se encuentra ya en el siglo octavo antes de Cristo, cuando la encontramos es descrito como "el vidente invisible, el oyente no oído, el pensador impensable, el sabio desconocido, el Eterno en que el espacio se teje y es tejido en él."

En Grecia, por otro lado, los primeros ensayos de filosofía tomaron una dirección positiva y un tanto materialista, heredadas de la época pre-filosófica, de Homero y de la primitiva religión griega. En Homero, cuando se reconoce la distinción entre alma y cuerpo, el alma apenas se concibe como poseedora de una existencia sustancial propia. Separada del cuerpo, es solo una sombra, incapaz de una vida enérgica. Los filósofos hicieron algo para corregir esta visión. La escuela más temprana fue el hilozoísmo; éstos concibieron el alma como un tipo de fuerza cósmica, y le atribuyeron la animación de toda la naturaleza. Cualquier fuerza natural podría llamarse psique: así Tales usa este término para la fuerza atractiva del imán, y similar lenguaje es usado también por Anaxágoras y Demócrito. Con ellos podemos comparar las teorías de la "mente-material" y el pan-psiquismo de ciertos científicos modernos. Otros filósofos describieron de nuevo la naturaleza del alma en términos de sustancia. Anaximandro le da una constitución aeriforme, Heráclito la describe como un fuego. El pensamiento fundamental es el mismo. El éter cósmico o el fuego es el más sutil de los elementos, la llama nutritiva que imparte calor, vida, sentido e inteligencia a todas las cosas en sus diferentes grados y clases. El pitagorismo enseñó que el alma es una armonía, su esencia consiste en las perfectas proporciones matemáticas que son la ley del universo y la música de las esferas celestiales. Con esta doctrina se combinó, según Cicerón, la creencia en un mundo espiritual universal del que se derivan todas las almas particulares.

Todas estas teorías tempranas eran de carácter cosmológico en lugar de psicológico. La teología, la física y la psicología todavía no se diferenciaban. Sólo con la aparición de la dialéctica y el creciente reconocimiento del problema del saber, pudo ser posible una teoría genuinamente psicológica. En Platón, los dos puntos de vista, el cosmológico y el epistemológico, se encuentran combinados. Así en el "Timeo" (pág. 30) encontramos un relato derivado de fuentes pitagóricas del origen del alma. Primero el mundo-anímico se crea según las leyes de la simetría matemática y la concordia musical. Está compuesto de dos elementos, un elemento de "igualdad" (tauton), correspondiente al orden universal e inteligible de verdad y otro elemento de distinción o "diferencia" (thateron), correspondiendo al mundo de la existencia sensible y particular. El alma humana individual se construye en el mismo plan. A veces, como en "Fedro", Platón enseña la doctrina de la pluralidad de almas (cf. la alegoría muy conocida del auriga y los dos corceles en ese diálogo). El alma racional se localiza en la cabeza, el alma pasional o animosa en el pecho, el alma de las concupiscencias en el abdomen. En “La República", en lugar del alma triple, encontramos la doctrina de tres elementos dentro de la una unidad compleja del alma. La cuestión de la inmortalidad fue un elemento principal de las especulaciones de Platón. Su relato del origen del alma en "Timeo" lo lleva a negar la inmortalidad intrínseca incluso del mundo-anímico, y a admitir sólo una inmortalidad condicional a la buena voluntad de Dios. En "Fedro" el argumento principal para la inmortalidad del alma está basado en la naturaleza del conocimiento intelectual interpretada por la teoría de la reminiscencia; esto, por supuesto, implica la preexistencia del alma y quizás en estricta lógica su preexistencia eterna. Hay también un argumento sobre la necesaria participación del alma en la idea de la vida que, se argumenta, hace imposible la idea de su extinción. Las distintas líneas de argumentación no se armonizan en Platón en ningún lugar (ver INMORTALIDAD). La doctrina platónica tendió a un transcendentalismo extremo. El alma y cuerpo son distintos órdenes de la realidad, y la existencia corporal involucra un tipo de violencia a la parte superior de nuestra naturaleza compuesta. El cuerpo es la "prisión", la "tumba", o incluso, cuando algunos platónicos lo expresaron más tarde, el "infierno" del alma. En Aristóteles este error se evita. Su definición del alma como "la primera entelequia de un cuerpo físico organizado que posee potencialmente la vida", enfatiza la proximidad de la unión de alma y cuerpo. La dificultad en su teoría es determinar qué grado de distinción o separación material del cuerpo será concedido al alma humana. Él reconoce el elemento espiritual totalmente en el pensamiento y describe el "intelecto activo " (nous poetikos) como "separado e impasible", pero la relación precisa de este intelecto activo con la mente individual es una cuestión desesperadamente oscura en la psicología de Aristóteles. (Ver INTELECTO; MENTE.)

Los estoicos enseñaron que toda la existencia es material, y describieron el alma como una respiración que impregna el cuerpo. También lo llamaron Divino, una partícula de Dios (apospasma tou theu) estaba compuesto por la materia más refinada y etérea. Reconocieron ocho partes distintas del alma:

  • la razón gobernante (to hegemonikon)
  • los cinco sentidos;
  • los poderes procreadores.

Negaron la inmortalidad absoluta; la inmortalidad relativa, al final, con la conflagración y destrucción universal de todas las cosas, algunos de ellos (v.g. Cleantes y Crisipo) la admitieron en el caso del hombre sabio; otros, como Panetio y Posidonio, negaron incluso ésta, argumentando que, como el alma empezó con el cuerpo, así debe acabar con él.

El epicureismo aceptó la teoría atomista de Leucipo y Demócrito. El alma consiste en los átomos de grano más fino del universo, más fino incluso que los del viento y el calor a los que se asemeja: de ahí la facilidad exquisita de los movimientos del alma en los pensamientos y sensaciones. Los átomos- alma, sin embargo, no podrían ejercer sus funciones si no se mantuvieron unidos por el cuerpo. Es éste el que da forma y consistencia al grupo. Si se destruye, los átomos escapan y la vida se disuelve; si se daña, parte del alma se pierde, y debe quedar suficiente para mantener la vida. La versión lucreciana del epicuresmo distingue entre animus y anima: la última sólo es el alma en sentido biológico, la anterior es la superior, el principio director (to hegemonikon) en la terminología estoica cuya sede es el corazón, el centro de la vida cognoscitiva y emocional.

El Alma en el Pensamiento Cristiano

La filosofía greco-romana no hizo grandes progresos en la doctrina sobre el alma en el tiempo que precede inmediatamente a la era cristiana. Ninguna de las teorías existentes había encontrado la aceptación general, y en la literatura de la época predomina un espíritu ecléctico casi semejante al escepticismo. De la disputa y fusión de corrientes en este momento, son el mejor ejemplo los trabajos de Cicerón. En la cuestión del alma, es, por turnos, platónico y pitagórico, al mismo tiempo confiesa que las escuelas estoica y epicúrea tienen para él cada una atracción. Así estaba la cuestión en occidente al alba de la Cristiandad. En los círculos judíos prevalecía una cierta incertidumbre. Los saduceos eran materialistas, negando la inmortalidad y toda existencia espiritual. Los fariseos mantuvieron estas doctrinas, agregando la creencia en la preexistencia y transmigración. La psicología de los rabinos se basa en los Libros Sagrados, particularmente el relato de la creación del hombre en el Génesis. Se usan tres términos para el alma: nephesh, nuah y neshamah; el primero fue tomado para referirse a la naturaleza animal y vegetativa, el segundo al principio ético, el tercero a la inteligencia completamente espiritual. De todos modos, es evidente que a lo largo del Antiguo Testamento se afirma o deduce la realidad distinta del alma. Una contribución importante al pensamiento judío más tardío fue la entrada en él del platonismo a través de Filo de Alejandría. Enseñó el origen inmediatamente divino del alma, su preexistencia y transmigración; contrapone el pneuma, o esencia espiritual, con el alma propiamente, la fuente de los fenómenos vitales que reside en la sangre; finalmente reavivó el viejo dualismo platónico, atribuyendo el origen del pecado y el mal a la unión del espíritu con la materia.

Fue en el cristianismo cuando, después de muchos siglos de forcejeo, se aplicó la crítica a las diferentes psicologías de la antigüedad, y de entre los elementos esparcidos se enfocó la verdad. La tendencia de la enseñanza de Cristo era centrar todo el interés en el lado espiritual de la naturaleza de hombre; la salvación o pérdida del alma son el gran problema de la existencia. El lenguaje del Evangelio es popular, no técnico. Psique y pneuma se usan indiferentemente, o para el principio de vida natural o para el espíritu en sentido estricto. El cuerpo y alma son reconocidos como un dualismo y contrastan sus valores: “No tengáis miedo de los que pueden matar el cuerpo . . sino temed al que puede destruir el alma y el cuerpo en el infierno."

En San Pablo encontramos empleada una fraseología más técnica con gran consistencia. Psique se destina ahora a la vida completamente natural; pneuma a la vida religiosa sobrenatural, el principio de la cual es el Espíritu Santo, morando y obrando en el corazón. La oposición de carne y espíritu se acentúa de nuevo (Romanos 1 18, etc.). Esta corriente paulina, presentada a un mundo todavía predispuesto en favor de un dualismo cuasi-platónico, ocasionó uno de los más tempranos errores extendidos entre los escritores cristianos -la doctrina de la Tricotomía-. Según está, el hombre, el perfecto hombre (teleios) consiste en tres partes: el cuerpo, el alma, el espíritu (soma, psique, pneuma). El cuerpo y alma vienen por generación natural; el espíritu se da exclusivamente al cristiano regenerado. Así, la "nueva vida" de la que San. Pablo habla, es concebida por algunos como una entidad sobreañadida, un modo de superalma, que sublima al "hombre" natural en una especie superior. Esta doctrina se dividió en diferentes corrientes gnósticas. Los gnósticos dividían al hombre en tres clases:

  • pneumaticosi o espirituales,
  • psiquicos o animales,
  • hílicos o terrenales.

A cada clase atribuyeron un origen y destino diferente. El espiritual es de la semilla de Achemoth, y está destinado a regresar a donde habían surgido--a saber, al pleroma. Incluso en esta vida, están exentos de la posibilidad de una caída desde su alta vocación; se mantienen, por consiguiente, sin ninguna necesidad de buenas obras y no tiene nada que temer de las contaminaciones del mundo y de la carne. Esta clase abarca, naturalmente, a los propios gnósticos. Los psíquicos están en un nivel más bajo: tienen capacidades para la vida espiritual, que ellos deben cultivar con las buenas obras. Se mantienen en un nivel intermedio, y puede subir al espiritual o hundirse al nivel de hílicos. En esta categoría está totalmente incluida la Iglesia cristiana Por último, las almas terrenales son meramente una emanación material, sin más destinó que perecer: la materia de que están compuestos es incapaz de salvación (me gar einai ten hylen dektiken soterias). Este nivel abarca a las multitudes de hombres meramente carnales o paaganos

Dos rasgos llaman la atención en este primer ensayo hacia una completa antropología de la Iglesia Cristiana:

  • Se atribuye una espiritualidad extrema al “perfecto";
  • La inmortalidad está condicionada para la segunda clase de almas, no un atributo intrínseco de todas las almas.

Es probable que originalmente los términos pneumaticos, psíquicosi e hílicos denotaran elementos observados en todas las almas y que fue sólo por un pensamiento posterior por el que fueran empleados, según el predominio respectivo de estos elementos en diferentes casos, para representar clases supuestamente reales de hombres. La doctrina de los cuatro temperamentos y el ideal estoico del Hombre Sabio aportan un paralelismo para la personificación de cualidades abstractas. La genuina verdad del Cristianismo, expresado por los Padres de los primeros siglos, rechazó el gnosticismo. La atribución a una criatura de una naturaleza completamente espiritual, y la demanda de una existencia inmortal afirmada como un estricto privilegio “de jure” en el caso de los "perfectos", parece una invasión, por su parte, en los atributos incomunicables de Dios. La teoría de la Emanación también fue vista como una detracción de la dignidad de la naturaleza Divina Por esta razón, San Justino, suponiendo que la doctrina de la inmortalidad natural implica, lógicamente, la existencia eterna, la rechaza, haciendo de este atributo (como Platón en el "Timeo") algo dependiente de la libre voluntad de Dios; al mismo tiempo afirma sencillamente la inmortalidad de facto de toda alma humana. La doctrina de la conservación, como complemento necesario de la creación, no estaba todavía elaborada. Incluso en la filosofía Escolástica, que afirma la inmortalidad natural, se admite la posibilidad abstracta de la aniquilación a través de una acción del poder absoluto de Dios. De modo semejante, Tatiano niega la simplicidad del alma, afirmando que la simplicidad absoluta pertenece exclusivamente a Dios. Todos los otros seres, sostenía, están compuestos de materia y espíritu. Aquí de nuevo, sería precipitado deducir una acusación de materialismo. Muchos de estos escritores no distinguieron entre la corporeidad en el sentido estricto y la corporeidad como un requisito necesario o afín a lo natural. Así el alma debería ser incorpórea más requeriría todavía de un cuerpo como condición de su existencia. En este sentido San Ireneo atribuye un cierto "carácter corpóreo” al alma; él la representa adoptando la forma del cuerpo, como el agua adopta la forma del vaso que la contiene. Al mismo tiempo, enseña de modo bastante explícito la naturaleza incorporal del alma. También utiliza a veces lo que parece ser el lenguaje de los Tricotomistas, como cuando dice que, en la Resurrección, cada hombre tendrá su propio cuerpo, alma, y espíritu. Pero tal interpretación es imposible viendo la totalidad de su posición con respecto a la controversia del gnosticismo.

El dudoso lenguaje de estos escritores sólo puede entenderse respecto al sistema al que ellos se estaban oponiendo. Asignando una literal divinidad a una cierta pequeña aristocracia de almas, el gnosticismo desechó la doctrina de la Creación y la concepción cristiana de la relación de Dios con el hombre. En el otro lado, el dualismo extremo de materia y espíritu, y su negación a la materia (es decir la carne) de toda la capacidad para las influencias espirituales, implicó el rechazo de doctrinas cardinales como la Resurrección del Cuerpo e incluso de la propia Encarnación en cualquier sentido. Un maestro ortodoxo tenía que enfatizar:

  • la distinción entre el alma y Dios y su sometimiento a Él.
  • sus afinidades con la materia.

Las dos verdades contrarias –la de la afinidad del alma con la naturaleza Divina y su distinción radical de la materia, estaban preparadas para ser oscurecidas en la comparación. Fue después y muy gradualmente, con el desarrollo de la doctrina de la gracia, con el reconocimiento más pleno del orden sobrenatural como tal y la comprensión de la Persona y Oficio del Espíritu Santo, el que los diferentes errores relacionados con el pneuma dejaron de ser un tropiezo para la psicología cristiana. En efecto, errores similares han acompañado a casi todas las formas heterodoxas de iluminismo y misticismo.

El tratado de Tertuliano “De Anima" ha sido llamado el primer clásico cristiano propiamente de psicología. El autor se propone mostrar el fracaso de todas las filosofías para dilucidar la naturaleza del alma, y sostiene de un modo elocuente que solo Cristo puede enseñar la verdad a la humanidad en estas cuestiones. Su propia doctrina, sin embargo, es sencillamente el materialismo refinado de los estoicos, apoyada por argumentos de medicina y fisiología y por interpretaciones ingeniosas de Escritura, en las que el inevitable materialismo del lenguaje es usado para establecer un materialismo metafísico. Tertuliano es el fundador de la teoría del Traducianismo que hacer surgir el alma racional ex traduce, es decir, procreada por el alma del padre. Para Tertuliano ésta era una consecuencia necesaria de materialismo. Escritores posteriores encontraron en la doctrina una explicación conveniente de la transmisión de pecado original. San Jerónimo dice que en su tiempo era la doctrina común en occidente. Los teólogos la han abandonado sin embargo en el favor del Creacionismo, que parece comprometer la espiritualidad del alma. Orígenes enseñó la preexistencia del alma. La vida terrestre es un castigo y un remedio para el pecado prenatal. El "alma" es propiamente el espíritu degradado: la carne es una condición de alienación y cautiverio (cf. Coment. ad Rom 1, 18). El Espíritu, sin embargo, el espíritu finito, sólo puede existir en el cuerpo, aunque de una naturaleza gloriosa y etérea.

El neoplatonismo, que a través de San Agustín contribuyó mucho a la filosofía espiritual, a lo largo de este período, como el gnosticismo, usa las emanaciones. El primitivo y eterno Uno engendra por emanación el nous (inteligencia); y del nous a su vez brota la psique (el alma), que es la imagen del nous pero distinto de él. La materia es todavía una emanación posterior. El alma tiene relación con ambos extremos de la escala de la realidad, y su perfección descansa en el regreso a la Divina Unidad de la que proviene. En todo, el neo-platonismo reconoció la primacía absoluta del alma con respecto al cuerpo. Así, la mente siempre es activa, incluso en el sentido de la --percepción-- es el cuerpo el que es pasivamente afectado por los estímulos externos. Semejantemente Plotino prefiere decir que es el cuerpo el que está en el alma y no a la inversa: y parece haber sido el primero en concebir una manera peculiar de la situación de la alma como una presencia no dividida y universal que satura el organismo (tota in toto et tota in singulis partibus). Es imposible dar más que una breve pincelada sobre la psicología de San Agustín. Sus contribuciones a todas las ramas de la ciencia fueron inmensas; los sentidos, las emociones, imaginación, memoria, la voluntad y el intelecto- los exploró todos, y no hay casi ningún desarrollo subsiguiente de importancia que él no anticipara. Es el fundador del método introspectivo. Noverim Te, noverim me, hubo una aspiración intelectual no menor que devota con él. Lo que sigue son quizás los puntos principales para nuestro actual propósito:

  • opone cuerpo y alma en el campo de la distinción irreducible de pensamiento y extensión (cf. DESCARTES). San Agustín, sin embargo, pone más carga en las actividades volitivas que lo hicieron los Idealistas franceses.
  • Como contra los maniqueos, afirma siempre el valor y la dignidad del cuerpo. Hace del alma, como Aristóteles la causa final del cuerpo. Como Dios es la Bondad o Summum Bonum del alma, así es de buena el alma para el cuerpo.
  • El origen del alma está quizás más allá de nuestro conocimiento. Nunca se decidió definitivamente entre traducianismo y creacionismo.
  • Considerando su espiritualidad, es muy explícito, pero interesante, como indicación de las sutilezas fútiles del momento, encontrarlo advirtiendo a un amigo contra la controversia en de la corporeidad del alma, viendo que el término"corpus” era usado en muchos sentidos diferentes. "Corpus, non caro” es su propia descripción del cuerpo angélico.

La psicología medieval antes del reavivamiento de aristotélico estaba afectada por el neoplatonismo, Agustinianismo, y las influencias místicas derivadas de los trabajos de pseudo-Dionisio. Esta fusión a veces produjo, de forma notable en Escoto Eríúgena, una teoría panteísta del alma. Toda existencia individual es por tanto el desarrollo de la vida Divina en la que todas las cosas están destinadas a ser reasumidas. Los comentaristas árabes, Averroes y Avicena, habían interpretado la psicología de Aristóteles en un sentido panteísta. Santo Tomás, con el resto de los escolásticos, rectifican esta parte de la tradición aristotélica, aceptando el resto sin importantes modificaciones. La doctrina de Santo Tomás es brevemente como sigue:

  • el alma racional, que es una con el principio sensible y vegetativo, es forma sustancial del cuerpo. Esto fue definido como doctrina de la fe por el Concilio de Viena de 1311;
  • el alma es una sustancia, pero una sustancia incompleta, p.e. tiene una aptitud natural y una exigencia de existir en el cuerpo, junto con el que constituye la unidad sustancial de la naturaleza humana;
  • aunque connaturalmente relacionada con el cuerpo, es en sí completamente simple, es decir de una naturaleza inabarcable y espiritual. No está totalmente inmersa en la materia, sus funciones superiores son intrínsecamente independientes del organismo;
  • el alma racional se origina por una especial creación en el momento en que el organismo está suficientemente desarrollado para recibirla. En la primera fase del desarrollo embrionario, el principio vital tiene poderes meramente vegetativos; entonces una alma sensible entra en el ser, educida de las potencias desarrolladas del organismo – más tarde, es reemplazada por el alma racional perfecta que es esencialmente inmaterial y para la que se precisa un acto creativo especial. Muchos teólogos modernos han abandonado este último punto de la enseñanza de Santo Tomás y mantienen que el alma totalmente racional es infusa en el embrión en el primer momento de su existencia.

El Alma en el Pensamiento Moderno

Las especulaciones modernas respecto del alma han tomado dos direcciones principales, Idealismo y Materialismo. El agnosticismo no precisa ser contado como una tercera respuesta distinta a la cuestión desde que, de hecho, todos los actuales agnósticos reconocen fácilmente estar a favor de una u otra de las mencionadas. El Idealismo y el Materialismo en la filosofía actual se unen en el Monismo que probablemente es el sistema más influyente fuera de la Iglesia católica.

Historia

Descartes concibió el alma como sustancia esencialmente pensante (es decir, consciente) y el cuerpo como sustancia esencialmente extensa. Los dos son así realidades absolutamente dispares, sin conexión vital entre ellas. Esto está significativamente remarcado por su teoría de la localización del alma en el cuerpo. Al contrario de los escolásticos él la confina a un solo punto--la glándula pineal-- que se supone controla los diferentes órganos y músculos a través de los "espíritus animados", un tipo de fluidos que circula a través del cuerpo. Así, por no decir más, las funciones biológicas del alma son realizadas de un modo muy remoto e indirecto, y fueron reducidas posteriormente casi a la nulidad: la vida inferior fue violentamente apartada de la superior y reducida a un simple mecanismo. En la teoría cartesiana los animales son meramente autómatas. Únicamente por intervención Divina es posible la acción entre el alma y el cuerpo. Los Ocasionalistas fueron más allá negando toda posible interacción y haciendo de la correspondencia entre ambos tipos de actos, un puro resultado de la acción de Dios. La teoría de Leibniz de la Armonía Preestablecida se niega, de un modo similar a admitir cualquier relación ínter causal. La mónada superior (el alma) y la suma de mónadas inferiores que van a constituir el cuerpo, son como dos relojes construidos con un arte perfecto para estar siempre de acuerdo. Indican lo mismo, pero independientemente: son todavía dos relojes, no uno. Este torpe dualismo fue completamente abandonado por Spinoza. Para él no hay sino una, sustancia infinita, de la que el pensamiento y la extensión son sólo atributos. El pensamiento comprende la extensión y este mismo hecho muestra que en el origen hay uno que lo comprende todo. La supuesta distinción irreducible es transcendida: ni alma ni cuerpo son sustancias, pero cada uno es una propiedad de la única sustancia. Cada uno en su esfera es imagen del otro. Éste es el significado de la definición, "el Alma es la Idea del Cuerpo." El alma es la imagen, dentro de la esfera del atributo de pensamiento, de la particular forma del atributo de la extensión que llamamos cuerpo. Este fue el destino del cartesianismo.

El idealismo inglés tuvo un curso diferente. Berkeley había empezado negando la existencia de la sustancia material, que redujo meramente a una serie de impresiones en la mente sensible. La mente es la única sustancia. Hume finalizó el argumento disolviendo a la misma mente en sus fenómenos, una incoherente colección de "impresiones e ideas". La escuela Sensista (Condillac etc.) y los asociacionistas (Hartley, los Mills y Bain) continuaron de modo similar considerando que la mente estaba constituida por sus fenómenos o "estados", y el crecimiento de la psicología positiva moderna ha tendido a animar esta actitud. Pero apoyarse en el Fenomenalismo como teoría es imposible, como sus más hábiles defensores han visto por sí mismos. Así J.S. Mill, mientras describe la mente como meramente "una serie [p.e de fenómenos conscientes] consciente de sí mismo como serie", se obliga a admitir que esta concepción implica una paradoja irresoluble. De nuevo, la afirmación de W. James de que “el pensamiento pasajero es en sí el Pensador" que "destina" todos los pensamientos pasados al "arroyo de la conciencia", simplemente cierra la cuestión. Seguramente hay algo que en su giro "destina" los pensamientos pasajeros y el arroyo entero de los pensamientos pasados y futuros, por suerte; p.e., la timidez, la autoafirmación del “Yo” el sustancial final de nuestra vida mental. Para ser en este sentido "el monarca que todo lo vigila" en la observación introspectiva y en la reflexiva autoconciencia, para apropiarse sin ser apropiado por nadie, para ser el dueño genuino de una cierta sección limitada de la realidad (el arroyo de la conciencia), esto es ser una persona libre y soberana (aunque finita), una sustancia espiritual en el lenguaje de la metafísica católicas.

Crítica

La discusión anterior anticipa en parte nuestra crítica del Materialismo (vease). El padre de Materialismo moderno es Hobbes que aceptó la teoría de Epicureo y redujo todos los espíritus o a fantasmas de la imaginación o a materia en un estado altamente enrarecido. Esta teoría no necesita que nos detengamos aquí. Después el Materialismo tiene tres fuentes principales:

  • Los físicos newtonianos que enseñaron a los hombres a considerar la materia no como inerte y pasiva, sino como un instinto con fuerza. ¿Por qué la vida y la conciencia no pueden estar entre sus potencias inexploradas? (Priestley, Tyndall, etc.) El propio Tyndall proporciona la respuesta admitiendo que el abismo que separa los hechos psíquicos de los fenómenos materiales es "intelectualmente intransitable." Otros escritores que hacen del pensamiento una mera “secreción del cerebro" o una "fosforescencia" de su sustancia (Vogt, Moleschott) a los que simplemente podemos ignorar. En respuesta al Materialismo más serio, los filósofos espiritualistas necesitan únicamente reafirmar lo que los mismos materialistas admiten, que hay un abismo intransitable entre las dos clases de hechos.
  • Los psicofísicos, como ellos alegan, enseñan la dependencia más diminuta de las funciones mentales sobre los estados cerebrales. Los dos órdenes de hechos son, por consiguiente, absolutamente continuos, y, aunque pueden ser superficialmente todavía diferentes, serán después de todo radicalmente uno. Los fenómenos mentales pueden llamarse epifenómeno o subproducto de la fuerza material (Huxley). La respuesta es igual que antes. No hay ninguna analogía para un epifenómeno que está separado por un "abismo intransitable” de la serie causal a la que pertenece. El término es, de hecho, un subterfugio verbal nada más. El único principio legítimo en tales argumentos es el principio de que la distinción esencial o "intransitable", realmente, sólo puede ser explicada por distinciones similares en la causa. Éste es el principio en el que descansa el Dualismo, como lo hemos expuesto. El encontrar meramente las relaciones, cercanas sin embargo, entre los hechos mentales y los fisiológicos no nos acerca un milímetro a trascender este dualismo. Sólo enriquece y amplía nuestro concepto de él. La compenetración mutua de alma y cuerpo en sus actividades es simplemente lo qué la filosofía católica (anticipándose a la ciencia positiva) había enseñado durante siglos. El hombre es dos en uno, una divisible pero vital unidad.
  • El evolucionismo investiga para explicar el origen del alma desde fuerzas meramente materiales. El espíritu no es la base y principio; más bien es la última eflorescencia del Cosmos. ¿Si preguntamos entonces "que fue la base original sobre la que el espíritu y todas las cosas surgieron”? nos dicen que era el Desconocido (Spencer). Este sistema debe tratarse como el materialismo monista. La respuesta a él es que, como el resultado del Desconocido tiene un carácter espiritual, el propio Desconocido (asumiendo su realidad) debe ser espiritual.

Generalmente los sistemas monisticos pertenecen más bien, para discutirlos, a la cosmología. Nosotros nos posesionamos en la conciencia de una personalidad individual, cuya conciencia es una liberación distinta de nuestras más altas facultades, creciendo más y más explícitamente con el fortalecimiento de nuestro ser moral e intelectual. Esta conciencia es enfática, en contra de las invenciones de una ilusoria razón abstracta, es afirmación de la autosubsistencia (y al mismo tiempo la finitud) de nuestro ser, es decir declara que somos independientes ya que nosotros somos de verdad personas o seres, no meros atributos ni adjetivos, mientras que, mostrando al mismo tiempo nuestras múltiples limitaciones, nos dirige a una Causa superior de la que depende nuestro ser.

Así es la doctrina católica sobre la naturaleza, unidad, sustancialidad, espiritualidad y origen del alma. Es el único sistema consistente con la fe cristiana, y, debemos añadir, moral, para el materialismo y el monismo eliminando lógicamente sus orígenes. El anterior boceto histórico también habrá servido mostrar otras ventajas que posee--a saber, que es con mucho el más comprensivo, y al mismo tiempo diferenciando, la síntesis de cualquier aspecto es mejor que en los sistemas rivales. Reconoce las condiciones físicas de la actividad del alma con los materialistas, y su aspecto espiritual con los idealistas, mientras que con los monistas insiste en la unidad vital de la vida humana. Engloba los principios de antiguas especulaciones y está preparado para recibir y asimilar los frutos de las modernas investigaciones


Fuente: Maher, Michael, and Joseph Bolland. "Soul." The Catholic Encyclopedia. Vol. 14. New York: Robert Appleton Company, 1912. <http://www.newadvent.org/cathen/14153a.htm>.

Traducido por Quique Sancho