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Miércoles, 18 de diciembre de 2024

Diferencia entre revisiones de «Eucaristía»

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La [[Iglesia]] [[honra]] a la Eucaristía como a uno de sus misterios más altos, puesto que por su carácter sublime y su incomprensibilidad no desmerece en nada de los conexos misterios de la [[Trinidad]] y la [[Encarnación]]. Estos tres misterios constituyen una tríada maravillosa, que muestra la característica esencial del [[Cristianismo]], como una religión de misterios que trascienden en mucho a las capacidades de la razón, para resplandecer con todo su brillo y esplendor, y eleva al [[Catolicismo]], el más fiel guardián y conservador de nuestra herencia cristiana, muy por encima de todas las [[religiones]] [[paganas]] y no cristianas.  
 
La [[Iglesia]] [[honra]] a la Eucaristía como a uno de sus misterios más altos, puesto que por su carácter sublime y su incomprensibilidad no desmerece en nada de los conexos misterios de la [[Trinidad]] y la [[Encarnación]]. Estos tres misterios constituyen una tríada maravillosa, que muestra la característica esencial del [[Cristianismo]], como una religión de misterios que trascienden en mucho a las capacidades de la razón, para resplandecer con todo su brillo y esplendor, y eleva al [[Catolicismo]], el más fiel guardián y conservador de nuestra herencia cristiana, muy por encima de todas las [[religiones]] [[paganas]] y no cristianas.  
  
La conexión orgánica de esta misteriosa tríada se discierne claramente si consideramos la [[gracia]] divina bajo el aspecto de una comunicación personal de Dios. Así, en el seno de la [[Santísima Trinidad]], [[Dios Padre]], por virtud de la generación eterna, comunica su [[naturaleza divina]] a [[Dios Hijo]], “el Hijo único que está en el seno del [[Padre]]” (Juan, 1,18), mientras que el Hijo de Dios, en virtud de la unión hipostática, comunica a su vez la [[naturaleza divina]] recibida de su padre a su [[naturaleza humana]] formada en el seno de la [[Virgen María]] (Juan, 1, 14), para que así, como [[Dios-hombre, oculto bajo las especies eucarísticas, pueda entregarse a su Iglesia, que, como una tierna madre, cuida y alimenta místicamente en su propio seno a este su máximo tesoro, y diariamente lo pone ante sus hijos como alimento espiritual de sus almas. Así la [[Trinidad]], la [[Encarnación]] y la Eucaristía están efectivamente soldadas como una preciosa cadena, que de manera maravillosa liga al [[cielo]] con la tierra, a Dios con el hombre, uniéndoles más íntimamente y manteniéndoles así unidos. Por lo mismo que el misterio de la Eucaristía trasciende a la razón, no puede intentarse por un [[teólogo]] [[católico]] ninguna explicación racionalista de ella, basada en una hipótesis meramente natural ni buscar comprender una de las más sublimes verdades de la religión cristiana como la conclusión espontánea de procesos lógicos.
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La conexión orgánica de esta misteriosa tríada se discierne claramente si consideramos la [[gracia]] divina bajo el aspecto de una comunicación personal de Dios. Así, en el seno de la [[Santísima Trinidad]], [[Dios Padre]], por virtud de la generación eterna, comunica su [[naturaleza divina]] a [[Dios Hijo]], “el Hijo único que está en el seno del [[Padre]]” (Juan, 1,18), mientras que el Hijo de Dios, en virtud de la unión hipostática, comunica a su vez la [[naturaleza divina]] recibida de su padre a su [[naturaleza humana]] formada en el seno de la [[Virgen María]] (Juan, 1, 14), para que así, como [[Dios-hombre]], oculto bajo las especies eucarísticas, pueda entregarse a su Iglesia, que, como una tierna madre, cuida y alimenta místicamente en su propio seno a este su máximo tesoro, y diariamente lo pone ante sus hijos como alimento espiritual de sus almas. Así la [[Trinidad]], la [[Encarnación]] y la Eucaristía están efectivamente soldadas como una preciosa cadena, que de manera maravillosa liga al [[cielo]] con la tierra, a Dios con el hombre, uniéndoles más íntimamente y manteniéndoles así unidos. Por lo mismo que el misterio de la Eucaristía trasciende a la razón, no puede intentarse por un [[teólogo]] [[católico]] ninguna explicación racionalista de ella, basada en una hipótesis meramente natural ni buscar comprender una de las más sublimes verdades de la religión cristiana como la conclusión espontánea de procesos lógicos.
  
 
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Revisión de 03:48 2 feb 2010

Nomenclatura

(Del griego eucharistia, acción de gracias)

Nombre que se da al Santísimo Sacramento del Altar en su doble aspecto de Sacramento y Sacrificio de la Misa, y en el que Jesucristo está verdaderamente presente (Ver Presencia Real bajo las especies del pan y del vino. Se usan otras denominaciones, tales como “Cena del Señor (Coena Domini), “Mesa del Señor” (Mensa Domini), el “Cuerpo del Señor” (Corpus Domini), y el “Santo de los Santos” (Sanctissimum), a las que se pueden añadir las siguientes expresiones, en cierto modo alterada su primitiva significación:”Agape” (Fiesta del Amor), “Eulogia” (Bendición), “Partición del Pan”, “Synaxis”(Asamblea), etc..; pero el antiguo nombre “Eucharistia” que aparece en escritores tan antiguos como San Ignacio de Antioquía, (Ver Exégesis Patrística: San Ignacio de Antioquía, San Justino ( Ver Exégesis Patrística: San Justino)e San Ireneo, (Ver: Exégesis Patrística: San Ireneo ha adquirido precedencia en la terminología técnica de la Iglesia y de sus teólogos. La expresión “Santísimo Sacramento del Altar”, introducida por Agustín, está en la actualidad casi enteramente restringido a los tratados populares y catequéticos.

La nomenclatura describe el misterio

Esta extensa nomenclatura, que describe el gran misterio desde puntos de vista tan diferentes, es en sí misma prueba suficiente de la posición central que la Eucaristía ha ocupado desde las épocas más primitivas, tanto en el culto divino y servicios de la Iglesia como en la vida de fe y devoción que anima a sus miembros. La Iglesia honra a la Eucaristía como a uno de sus misterios más altos, puesto que por su carácter sublime y su incomprensibilidad no desmerece en nada de los conexos misterios de la Trinidad y la Encarnación. Estos tres misterios constituyen una tríada maravillosa, que muestra la característica esencial del Cristianismo, como una religión de misterios que trascienden en mucho a las capacidades de la razón, para resplandecer con todo su brillo y esplendor, y eleva al Catolicismo, el más fiel guardián y conservador de nuestra herencia cristiana, muy por encima de todas las religiones paganas y no cristianas.

La conexión orgánica de esta misteriosa tríada se discierne claramente si consideramos la gracia divina bajo el aspecto de una comunicación personal de Dios. Así, en el seno de la Santísima Trinidad, Dios Padre, por virtud de la generación eterna, comunica su naturaleza divina a Dios Hijo, “el Hijo único que está en el seno del Padre” (Juan, 1,18), mientras que el Hijo de Dios, en virtud de la unión hipostática, comunica a su vez la naturaleza divina recibida de su padre a su naturaleza humana formada en el seno de la Virgen María (Juan, 1, 14), para que así, como Dios-hombre, oculto bajo las especies eucarísticas, pueda entregarse a su Iglesia, que, como una tierna madre, cuida y alimenta místicamente en su propio seno a este su máximo tesoro, y diariamente lo pone ante sus hijos como alimento espiritual de sus almas. Así la Trinidad, la Encarnación y la Eucaristía están efectivamente soldadas como una preciosa cadena, que de manera maravillosa liga al cielo con la tierra, a Dios con el hombre, uniéndoles más íntimamente y manteniéndoles así unidos. Por lo mismo que el misterio de la Eucaristía trasciende a la razón, no puede intentarse por un teólogo católico ninguna explicación racionalista de ella, basada en una hipótesis meramente natural ni buscar comprender una de las más sublimes verdades de la religión cristiana como la conclusión espontánea de procesos lógicos.

Nada en común con los alimentos paganos

La ciencia moderna de las religiones comparadas se esfuerza, dondequiera que puede, en descubrir en las religiones paganas “paralelismos histórico-religiosos” que se correspondan con elementos teóricos y prácticos del Cristianismo, y en dar así una explicación de este último por medio de las primeras. Incluso donde hay una analogía discernible entre el banquete eucarístico y la ambrosía y el néctar de los antiguos dioses griegos, o el haoma de los iranios, o el soma de los antiguos hindúes, debemos sin embargo ser muy cautos para no extender una mera analogía hasta un paralelismo propiamente dicho, puesto que la Eucaristía cristiana no tiene nada en absoluto en común con estos alimentos paganos, cuyo origen se encuentra en el más grosero culto de los ídolos y la naturaleza. Lo que nos hace descubrir en particular es una nueva prueba del carácter razonable de la religión católica, por la circunstancia de que Jesucristo de una manera maravillosamente condescendiente responde al ansia natural del corazón humano de un alimento que le sustente para la inmortalidad, un deseo expresado en muchas religiones paganas, dispensando a la humanidad su propia carne y sangre. Todo lo que es hermoso, todo lo que es verdadero en las religiones naturales, se lo ha apropiado el Cristianismo, y como un espejo cóncavo ha reunido los dispersos y a menudo distorsionados rayos de verdad en su foco común y los envía de nuevo refulgentes en perfectos haces de luz.

Lo dispuesto por Trento

Es sola la Iglesia, “columna y fundamento de la verdad”, imbuida y dirigida por el Espíritu Santo, la que garantiza a sus hijos a través de su infalible enseñanza la plena y no adulterada revelación de Dios. Por consiguiente, es la primera obligación de los católicos adherirse a lo que la Iglesia propone como la “norma inmediata de fe” (regula fidei proxima), que, en lo relativo a la Eucaristía, se expone de una manera particularmente clara y detallada en las Sesiones XIII, XXI y XXII del Concilio de Trento. La quintaesencia de estas decisiones doctrinales consiste en esto, que en la Eucaristía el Cuerpo y la Sangre del Dios-hombre están verdadera, real y sustancialmente presentes para el alimento de nuestras almas, por razón de la transubstanciación del pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, y que en este cambio de sustancias se contiene también el incruento Sacrificio del Nuevo Testamento. Estas tres verdades principales- Sacrificio, Sacramento y Presencia Real- se consideran con más detalle en los siguientes artículos:

El Sacrificio de la Misa

La Eucaristía como Sacramento La Presencia Real de Cristo en la Eucaristía

JOSEPH POHLE Transcrito por Charles Sweeney, S.J.

Traducido por Francisco Vázquez


Enlaces relacionados con Eucaristía

[1] Pompa festiva en la solemne translacion del santissimo...

[2] Devocionario Eucarístico

Santísimo Sacramento