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Miércoles, 30 de octubre de 2024

Maldición (en la Escritura)

De Enciclopedia Católica

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Cuatro palabras principales son traducidas como maledictio en la Vulgata, “maldecir” en la Versión de Douai:

  • (1) ’rr: El término más general, usado más a menudo quizás de los hombres que de Dios.
  • (2) qll: Literalmente “tratar suavemente”, pero también se usó en el sentido de “maldición”, ya sea de Dios (Deut. 21,23) o de los hombres (Prov. 27,14). Expresa frecuentemente no más que “injuriar”, 2 Sam. 16,6-13; y también quizás 1 Ped. 2,23, en Los Setenta epikataraomai.
  • (3) ‘lh: “Maldecir”, Deut. 24,19-20, más correctamente “tomar un juramento”, aparentemente de la raíz ‘lh y significa “llamar a Dios como testigo, Gén. 26,28; Lev. 5,1; Deut. 24,13, también en el sentido de “llamar a Dios sobre cualquiera”, Job 31,30, de ahí en el margen de la Versión Revisada “adjuración”, en los Setenta ara u horkos.
  • (4) hrm: “Dedicar una cosa”, la cosa debe ser dedicada a Dios (Lev. 27,28) o condenada a la destrucción (Deut. 2,34). A partir de los manuscritos parece que Los Setenta usa anatema (deletreado con una eta) de la cosa dedicada a Dios, pero anatema (deletreado con una epsilon) de una cosa condenada a la destrucción, cf. Lc. 21,5; y Thackeray, “Grammar of the Old Testament in Greek”, p. 80. La traducción aceptada de hrm es “proscripción”, con el significado de algo que está en interdicto y de ahí maldito, cf. Deut. 7,26; Mal. 3,24.

Entre los pueblos semitas maldecir era un acto religioso; y la legislación del Sinaí era más bien de naturaleza de una purificación de usos ya existentes en lugar de una religión recién concedida, según aparece en el Código de Hammurabi. Para los semitas la deidad tribal era el protector de su pueblo (1 Rey. 20.23, y cf. la Piedra Moabita 11, 4, 5,14), y “maldecir” era solo hacer bajar su venganza sobre sus oponentes. Además, los hebreos eran un pueblo escogido, estaban separados, y en su aislamiento estribaba su defensa; de ahí que en la conquista encontramos ciudades y pueblos de Canaán declarados como hrm, o bajo un “anatema”; su religión iba a traer la salvación al mundo, de modo que requería la mayor sanción y necesitaba ser defendida con anatemas contra todos los que infringieran su regulación. Asimismo, las maldiciones del Antiguo Testamento deben ser interpretadas a la luz de los tiempos, y aquellos tiempos eran difíciles, la “lex talionis” era la regla no sólo en Palestina sino también en Babilonia, cf. el Código de Hammurabi, núms. 196, 197, 200.

Fue un rasgo especial del Nuevo Testamento que abolió este espíritu de venganza, Mt. 5,38-45; el abuso de la maldición era, sin embargo, prohibido por la Antigua Ley también (Lev. 20,9, Prov. 20,20). Al mismo tiempo hay pasajes donde el uso de las maldiciones es difícil de explicar. Los llamados salmos conminativos deben quedar siempre como una dificultad; pocos estarían preparados para defender la opinión de San Agustín de que ellos expresan no un deseo sino una presciencia real de lo que sucedería (Reply to Faustus, XVI.22 y Enarration on Psalm 109; vea Salmos). De forma similar, la maldición de Eliseo sobre los niños pequeños, 2 Rey. 2,23-24 es al principio repelente a los oídos modernos, pero ha de verse “in speculo aeternitatis“, como dice San Agustín expresamente (Enarration on Psalm 83, no. 2, y Enarration on Psalm 84, no. 2). Pero a pesar de que la maldición juega un papel muy importante en la Biblia, raramente encontramos maldiciones irracionales en boca de los personajes bíblicos. En ninguna parte encontramos en la Biblia maldiciones sobre los que violan las tumbas de los muertos, como las que encontramos en todas partes en Egipto y Babilonia, o en el sarcófago de Eshmunazar en Sidón.

Nos referimos arriba al hrm, o “anatema”. Esta es la más importante de las maldiciones del Antiguo Testamento y su relación sobre las doctrinas del Nuevo Testamento. La doctrina encerrada en esta palabra descansa en la raíz de las expresiones de San Pablo respecto a la expiación, por ejemplo, en Gál. 3,10-14.; y es el significado exacto de la palabra "cherem", que le permite tratar de nuestra redención del pecado como lo hace; cf. 2 Cor. 5,21. La misma idea se manifiesta en las palabras del Apocalipsis 22,3: "Y no habrá ya maldición alguna." Cf. también 1 Cor. 12,3 y 16,22.


Bibliografía: SCHURER, A History of the Jewish People in the time of Jesus Christ, II, II, 61; GIRDLESTONE, Synonums of the O.T. (Edimburgo, 1907), 180.

Fuente: Pope, Hugh. "Malediction (in Scripture)." The Catholic Encyclopedia. Vol. 9. New York: Robert Appleton Company, 1910. 18 Aug. 2016 <http://www.newadvent.org/cathen/09569a.htm>.

Traducido por Luz María Hernández Medina.

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